La renuncia a los haberes como trabajo por la paz
Domingo 23 C 2013
Caminaban con Jesús grandes muchedumbres acompañándolo, y él, dándose vuelta, les dijo: «Si alguna persona viene a mí y no aborrece a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y se viene en mi seguimiento, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, y mira si tiene para terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda terminar y todos los que lo vean se burlen de él y digan: “Este hombre comenzó a edificar y no pudo terminar.” ¿Y qué rey, si marcha para entrar en guerra contra otro rey, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, todo aquel de entre ustedes que no renuncia a todos sus haberes (hyparjonta), no puede ser mi discípulo» (Lc 14, 25-33). Contemplación ¿Qué hay que hacer para seguir a Jesús? Pablo es quien mejor lo expresa cuando dice: “Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incompara-ble valor (hyperejon) de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como descartable a fin de ganar a Cristo” (Fil 3, 8). El Señor pone dos ejemplos, uno económico y otro de guerra, para hacernos ver cómo en estos terrenos todos juzgamos bien; todos tenemos claro lo necio que fue el que se largó a edificar y no se sentó a calcular los gastos, lo necio que fue el que se metió en una guerra contra un enemigo más poderoso que él en vez de negociar la paz. Esta necedad, sin embargo, no parece tan clara en el mundo de hoy. Vemos que el llamado del Papa para que el grito de la paz se escuche fuerte en todo el mundo, lo entienden muchos pero no todos. Los poderosos de los países pequeños parecen dispuestos a ir a la guerra aunque saben que no pueden ganarla. Lo mismo les sucede a Estados Unidos y algunos de sus aliados: saben que no pueden ganar completamente estas guerras en las que se meten, pero igual las declaran. ¿Qué nos queda pensar? ¿Que son necios? En el fondo sí. Pero dentro de su lógica no, porque aunque no ganan la guerra (en la que mueren otros y sufren los pueblos y la gente inocente), algunos grupos ganan otras cosas: ganan dinero, porque activan las industrias y hacen negocios de todo tipo; ganan poder, aprovechan para poner a aliados suyos en el poder… Hoy mas que nunca es claro que las guerras son de tipo mafioso: se reemplazan unos tiranos por otros. Bajo el pretexto de defender la libertad o la democracia, lo que en realidad sucede es que se utilizan recursos e intereses nacionales y mundiales para beneficiar a unos pocos que no son ningunos tontos porque ellos sí que ganan. La guerra, para algunos grupos pequeños, es el camino rápido para proteger e incrementar su riqueza. Aquí viene bien unir dos palabras que son muy del Señor; paz y pobreza, paz y renuncia a los “haberes”. Para no ideologizar quisiera proponer, para que cada uno reflexione, una división bien gruesa, en la que “ricos”, lo que se dice ricos, son un minoría ínfima. Todos los demás, en comparación somos pobres. Hay unos 2.160 super ricos a los que se llama los UHNWI (Ultra High Net Worth Individuals = Individuos valiosos por sus ingresos ultra altos). Estos “individuos” (son individuos!!!) poseen fortunas superiores a los 1.000 millones de dólares. Luego vienen los HNWI sin la U de ultras, que son unos 187.380 individuos que poseen un capital que va entre los 30 millones y los mil millones de dólares. Luego vienen unos 11 millones de individuos que tienen más de un millón de dólares. 3 millones viven en USA, 2 millones en Japón, 1 millón en Alemania…. En Argentina los Ultra son seis, dicen: los Hnos. Paolo y Gianfelice Rocca, de Techint, los Hnos Carlos y Alejandro Bulgheroni, Eduardo Eurnekian, Gregorio Perez Companc, una nieta de Fortabat, María Inés de La Fuente Fortabat, y Eduardo Roemmers). Todos estos individuos (insisto en la palabra que los que hablan este lenguaje utilizan) suman el 0,1 % de los 7.000 millones de habitantes del planeta, que, en comparación y sacando a los cientos de millones de UMCSNV (Ultra miserables considerados sin ningún valor) que sobreviven o mueren con mucho menos de un dólar por día, todos los demás, aún los que tienen unos cuantos miles de dólares de ahorro, somos, para los que manejan este lenguaje, IPVI (individuos de poco valor por sus ingresos). ¿Por qué hago esta división gruesa entre ricos y pobres? Creo que ayuda a avivarse de que el Dios Dinero (porque es un Dios, según lo denunció Jesús nuestro Señor, el Dios Mamón) tiene un grupito selecto de beneficiarios y a los demás nos tira migajas. Incluso esos 11 millones que tienen más de un millón de dólares, son de cuarta. No tienen para nada asegurada su vida con una cifra tan precaria. Pero no quiero que la reflexión se me desvíe para el lado de las puras riquezas ni que aparezcan como “malos” los que viajan en yates y helicópteros personales y compran islas enteras o parques nacionales. Porque la imagen termina siendo “pobres ricos”, qué culpa tienen ellos de haber heredado o ganado con su trabajo 6.000 o más millones de dólares. No se si es fruto de la propaganda o qué, pero cuando hablo mal de los ricos siento culpa, como si le estuviera prohibiendo a todos la posibilidad de llegar a serlo o estuviera cuestionando sus pequeñas riquezas. En cambio, cuando alguien liga “pobreza y violencia” algo en mí dice “y sí, si son tan miserables y no tienen nada para perder que es lógico que sean violentos”. Y resulta que es al revés. Es todo lo contrario. Esta imagen es la que invito a cambiar. Lo que está unido es “violencia y riqueza excesiva”, no “violencia y pobreza”. Pensemos un poco en esta dirección. ¿No es verdad que los miserables del mundo ni siquiera “pueden” ser violentos? Caemos en la cuenta de que ni siquiera les da la energía física para ser violentos? Esas fotos de multitudes de refugiados luchando por agarrar un paquete de leche de un camión de ayuda “humanitaria”, no es violenta, aunque la presenten de manera tal que da miedo. La realidad es que nadie saca la foto siguiente: cómo quedan los cientos que no agarraron nada: resignados y humillados, hechos un ovillito, abrazando a sus hijos. Es cierto que los pobres que se drogan caen en delitos, pero pensemos utilizando la categoría de “individuos” que se utiliza para los ricos. ¿No causa espanto lo breve y desgraciada que es la historia individual de cada uno de esos jóvenes que se drogan y delinquen? Como no tienen valor como individuos se les pone un título genérico y se los ve como si fueran un mismo individuo violento, sin nombre, que nos amenaza. Aquí viene lo de la guerra: los únicos que pueden pensar con lógica que la guerra es necesaria, pertenecen a ese 0,1 % de los Ultra Valiosos por sus ingresos. En los países pobres, estas personas son dos o tres. Son los únicos que nunca pierden porque tienen sus intereses en todos lados. Son los que luego de tirar bombas mandan su empresa de reconstrucción del país vencido, como fue el caso del vice-presidente de los EE UU. hace unos años. Si los pueblos son alentados a la violencia bajo pretextos ideológicos deben saber que la guerra nunca los beneficiará a ellos, sólo beneficiará a este grupito selecto, que, por otro lado, tiene la posibilidad de iniciar el camino largo de la negociación y puede hacerlo. Si no lo hacen es porque no quieren perder tiempo ni dinero. Llevado a lo más casero: la riqueza y la violencia se relacionan a todo nivel y en todos los estados sociales. Esto es verdad y cada uno tiene que discernir cuál es su “haber”, su riqueza, que lo lleva a sentirse con derecho a ser agresivo con los demás, eligiendo este camino rápido de eliminar al otro en vez de seguir el camino lento pero fructífero de la paz. Esto de que cada uno vea lo suyo es necesario y verdadero, pero si no se deja de lado la división gruesa, la que hace ver que es la Riqueza excesiva la que genera una fuente venenosa de violencia que va contagiando todos los estratos de la vida humana y corrompiendo hasta lo más sagrado. Al dios Dinero lo que no le gusta es que la gente de poca monta, los Poco Valiosos por sus Bajos Ingresos, se den cuenta de que es un Dios falso y no sólo no lo adoren sino que lo combatan, renunciando voluntariamente cada vez que pueden a sus “haberes” en favor de otro más pobrecito y teniendo a Jesús como su única Riqueza y Haber valioso, por el cual son capaces de considerar como pérdida todo lo demás. Salió un poco “desgalichada” la reflexión pero creo que el tema es contundente para que cada uno lo reflexione. ¿Uno violencia y “haber” (posesión) cuando pienso? ¿Relaciono que la violencia viene de los que poseen excesiva riqueza porque son los únicos que no necesitan “negociar la paz”, ya que siempre ganan y por eso eligen el camino más corto? ¿Aplico esta ley a mis comportamientos, cayendo en la cuenta de que cada vez que no “trabajo y lucho por la paz” poniéndola como un valor innegociable (el cristiano incluso prefiere perder la propia vida antes que matar a otro), no es porque estoy luchando por un ideal sino porque estoy “defendiendo” una riqueza individual, un “haber” mío? Por este lado pueden ir las preguntas que nos hacemos. Si en algo la reflexión es exagerada o no bien matizada que cada uno la mejore y corrija salvando la buena intención de fondo, que es responder al llamado del Papa a rezar por la paz. Reflexionar sobre los criterios falaces que a veces se nos meten es parte del trabajo por la paz.
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