El murmullo en el silencio

Por Mariam Mudarra
Publicador por Vivir Contemplativamente

Estamos celebrando domingo tras domingo, una serie de solemnidades que son formas externas de celebrar nuestra fe: Resurrección, Ascensión, Pentecostés, Stma. Trinidad, Corpus Christi. Cada una de ellas nos transmite una novedad para nuestra fe (porque la fe siempre es nueva); pasos para seguir profundizando en nuestra creencia de un Jesús vivo que vive en medio de nuestra cotidianidad. Todo quedará en “agua de borrajas” sino somos capaces de penetrar en estas fiestas preguntándonos ¿qué nos dice cada una de ellas?

Si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe –nos dice San Pablo-, pero Cristo ha resucitado y por lo tanto el sentido de nuestra fe está justificado y demostrado por el Espíritu que nos dejó habitando en medio de la humanidad. Si el domingo pasado celebrábamos la fiesta de la Familia, de la fraternidad, de la Comunidad, mañana celebraremos la Presencia real del Hijo, de Jesús, que no ha querido dejarnos solo/as. Corpus Christi, día en que Cristo se pasea por las calles de forma sacramental, -abiertamente- y nos dice: ¡aquí estoy, en medio de vosotros/as! He venido para acompañaros y daros vida.

En este día en que las monjas contemplativas lo adoramos desde el silencio de nuestra capilla, queremos ser testimonio de este realidad que nos desborda. ¡Cristo vive, aleluya! ¡Cristo triunfa aleluya! ¡Cristo reina, aleluya!

Es el grito del silencio, son nuestros corazones los que aclaman: ¡aleluya, aleluya! Viviremos una jornada de oración y de fiesta, si, porque no es incompatible la alegría con el silencio, la alegría que brota de unos corazones que viven en paz, en armonía, unificados por dentro y vivificados por el Espíritu Santo.

Cuando contemplo a las hermanas en la capilla, veo la sonrisa de unos rostros femeninos llenos de arrugas por los años que no en vano pasan dejando su huella; son como un libro abierto donde vemos que vale la pena seguir adorando y contemplando ese Misterio de nuestra fe. Las horas que nuestras hermanas mayores pasan delante del Sagrario son un reclamo para las más jóvenes, porque su perseverancia son estímulo y ejemplo. El cansancio de la edad, nada tiene que ver con el espíritu siempre joven y siempre activo.

El murmullo en el silencio que brota de los labios acostumbrados a amar, a aceptar, a callar, edifican la comunidad y mantienen viva la llama de la entrega y la ilusión.