Jesús conoció una sociedad estratificada, llena de barreras de separación y atravesada por complejas discriminaciones.
En ella encontramos judíos que pueden entrar en el templo y paganos excluidos del culto. Personas "puras" con las que se puede tratar y personas "impuras" a las que hay que eludir. "Prójimos" a los que se debe amar y "no prójimos" a los que se puede abandonar.
Hombres "piadosos" observantes de la ley y "gentes malditas" que ni conocen ni cumplen lo prescrito. Personas "sanas" bendecidas por Dios y "enfermos" malditos de Yahvé. Personas "justas" y hombres y mujeres "pecadores", de profesión deshonrosa.
La actuación de Jesús en esta sociedad resulta tan sorprendente que todavía hoy nos resistimos a aceptarla.
No adopta la postura de los grupos fariseos que evitan todo contacto con impuros y pecadores. No sigue la actitud elitista de Qumrán donde se redactan listas precisas de los que quedan excluidos de la comunidad.
Jesús se acerca precisamente a los más discriminados. Se sienta a comer con publicanos. Se deja besar los pies por una pecadora. Toca con su mano a los leprosos. Busca salvar lo que está perdido": La gente lo llama "amigo de pecadores".
Con una insistencia provocativa va repitiendo que "los últimos serán los primeros", que "el hijo perdido' entrará en la fiesta y el observante quedará fuera, que los publicanos y las prostitutas van por delante de los justos en el camino del Reino de Dios.
¿Quién sospecha hoy realmente que los alcohólicos, vagabundos, pordioseros, y todos los que forman el desecho de la sociedad puedan ser un día los primeros? ¿Quién se atreve a pensar que las prostitutas, los heroinómanos o los afectados por el SIDA pueden preceder a no pocos cristianos de "vida íntegra"?
Sin embargo, aunque ya casi nadie os lo diga, vosotros, los indeseables y anatematizados, tenéis que saber que el Dios revelado en Jesucristo sigue siendo realmente vuestro amigo.
Vosotros podéis "entender" y acoger e] perdón de Dios mejor que muchos cristianos que no sienten necesidad de arrepentirse de nada.
Cuando nosotros os evitamos, Dios se os acerca. Cuando nosotros os humillamos, El os defiende. Cuando os despreciamos, os acoge.
En lo más oscuro de vuestra noche no estáis solos. En lo más profundo de vuestra humillación, no estáis abandonados.
No hay sitio para vosotros en nuestra sociedad ni en nuestro corazón. Por eso precisamente tenéis un lugar privilegiado en el corazón de Dios.
En ella encontramos judíos que pueden entrar en el templo y paganos excluidos del culto. Personas "puras" con las que se puede tratar y personas "impuras" a las que hay que eludir. "Prójimos" a los que se debe amar y "no prójimos" a los que se puede abandonar.
Hombres "piadosos" observantes de la ley y "gentes malditas" que ni conocen ni cumplen lo prescrito. Personas "sanas" bendecidas por Dios y "enfermos" malditos de Yahvé. Personas "justas" y hombres y mujeres "pecadores", de profesión deshonrosa.
La actuación de Jesús en esta sociedad resulta tan sorprendente que todavía hoy nos resistimos a aceptarla.
No adopta la postura de los grupos fariseos que evitan todo contacto con impuros y pecadores. No sigue la actitud elitista de Qumrán donde se redactan listas precisas de los que quedan excluidos de la comunidad.
Jesús se acerca precisamente a los más discriminados. Se sienta a comer con publicanos. Se deja besar los pies por una pecadora. Toca con su mano a los leprosos. Busca salvar lo que está perdido": La gente lo llama "amigo de pecadores".
Con una insistencia provocativa va repitiendo que "los últimos serán los primeros", que "el hijo perdido' entrará en la fiesta y el observante quedará fuera, que los publicanos y las prostitutas van por delante de los justos en el camino del Reino de Dios.
¿Quién sospecha hoy realmente que los alcohólicos, vagabundos, pordioseros, y todos los que forman el desecho de la sociedad puedan ser un día los primeros? ¿Quién se atreve a pensar que las prostitutas, los heroinómanos o los afectados por el SIDA pueden preceder a no pocos cristianos de "vida íntegra"?
Sin embargo, aunque ya casi nadie os lo diga, vosotros, los indeseables y anatematizados, tenéis que saber que el Dios revelado en Jesucristo sigue siendo realmente vuestro amigo.
Vosotros podéis "entender" y acoger e] perdón de Dios mejor que muchos cristianos que no sienten necesidad de arrepentirse de nada.
Cuando nosotros os evitamos, Dios se os acerca. Cuando nosotros os humillamos, El os defiende. Cuando os despreciamos, os acoge.
En lo más oscuro de vuestra noche no estáis solos. En lo más profundo de vuestra humillación, no estáis abandonados.
No hay sitio para vosotros en nuestra sociedad ni en nuestro corazón. Por eso precisamente tenéis un lugar privilegiado en el corazón de Dios.
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