EVANGELIO
Marcos 8, 34-39
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-Si uno quiere venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga; 35porque el que quiera poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía y de la buena noticia, la pondrá a salvo. 36Y ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero a precio de su vida? 37Y ¿qué podrá pagar para recobrarla? 38Además, si uno se avergüenza de mí y de mis palabras ante esta generación idólatra y descreída, también el Hombre se avergonzará de él cuando llegue con la gloria de su Padre entre los ángeles santos.
COMENTARIOS
I
I
v. 34 Convocando a la multitud con sus discípulos, les dijo: «Si uno quiere venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga»...
Convoca a los dos grupos de seguidores, la multitud, constituida por los que no proceden del judaísmo (3,32; 5,24b; 7,14.33), y los discípulos, los que proceden de él.
Enuncia claramente las condiciones para el seguimiento, las que ponen al hombre en el camino de su plenitud y le permiten construir una sociedad nueva. La primera condición, renegar de sí mismo, significa renunciar a toda ambición de poder, dominio y gloria humana; la segunda, cargar con su cruz, significa aceptar hasta las últimas consecuencias, como Jesús, la hostilidad de la sociedad injusta.
En otras palabras, mientras el individuo alimente ambiciones de medro personal, no podrá trabajar por el bien de la humanidad; y si tiene miedo a las consecuencias de su actitud, será incapaz de comprometerse seriamente. La primera condición da al hombre la libertad para actuar; la segunda, su suprema dignidad, ser coherente consigo mismo hasta el fin, y la eficacia de su labor. El destino del Hijo del hombre (31) es propio de todos los que tienden a la plenitud humana.
Estas condiciones, sin embargo, se oponen diametralmente a los ideales de los discípulos, que aspiran al triunfo y a la gloria.
v. 35 ... porque el que quiera poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía y de la buena noticia, la pondrá a salvo.
Empieza una serie de argumentos que prueban que la opción propuesta es razonable. Distingue Jesús entre dos conceptos de salvación: a) la del que aspira al triunfo terreno, para quien «salvación» significa preservar la vida física aunque sea sin realización humana, y, en fin de cuentas, acabar en la muerte, y b) la del que, fiel a Jesús y a su mensaje, pone su ideal en la plenitud propia y ajena, y sabe que la muerte no significa el fin, sino el coronamiento de su desarrollo humano. Quien tiene como valor supremo la vida física nunca será libre, pues el que pueda amenazar su vida le hará perder la dignidad y lo tendrá bajo su dominio. En cambio, la entrega personal por el bien de la humanidad hace superar la muerte.
vv. 36-37 «Y ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si se malogra él mismo? Y ¿qué podría dar el hombre para recobrarse?»
Ilustra Jesús la primera condición del seguimiento. Pone como hipótesis el éxito total de la ambición humana: ganar el mundo entero, y advierte que ese «tener» no desarrolla ni realiza al hombre, cuya verdadera riqueza es su ser. Llegar a tenerlo todo a costa de la propia realización (si se malogra él mismo) sería un fracaso irreversible (¿Qué podrá pagar?).
v. 38 Además, si uno se avergüenza de mí y de mis palabras ante esta generación idólatra y descreída, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando llegue con la gloria de su Padre entre los ángeles santos.
Ilustra ahora la segunda condición, sobre todo para el grupo de discípulos: comienza poniendo el caso del que, cediendo a la presión ideológica de la sociedad en que vive (esta generación, cf. 8,12; Dt 32,5), no se atreve a hacer pública su adhesión a Jesús y a su mensaje, el del amor universal. Teme al descrédito o a la persecución por parte de la sociedad. Con ello renuncia a su propio desarrollo y a colaborar al de los otros: se ha condenado al fracaso. Cuando esa sociedad injusta conozca su ruina, y triunfe lo humano sobre lo inhumano (llegada del Hijo del hombre), Jesús, el prototipo de Hombre, no reconocerá por suyos a los que por miedo han frustrado en sí mismos la plenitud humana.
II
Lo que lleva a que el cristianismo sea una propuesta de vida es el testimonio que se comunica desde la coherencia entre la fe y las obras; el de Dios mismo, que hoy se sigue entregando por la humanidad en la cruz de sus dificultades y sufrimientos, redimiéndola en Cristo Jesús.
La tarea de aquéllos que deseen ser cristianos más allá de la simple fama, siéndolo como hombres y mujeres auténticos, comprometidos con el anuncio del reino de Dios y su vivencia y compromiso en lo cotidiano, es llegar a manifestar al mismo Cristo Jesús. Pero no se puede experimentar y anunciar a alguien si primero no nos damos a la tarea de conocerlo. Y en el caso de Jesús, ello implica conocerlo en la negación de nuestras voluntades que no estén en conformidad con la voluntad de Dios, siempre dispuesto a perdonar, recrear, capacitar, salvar... Tenemos que cargar con la cruz de nuestra vida renunciando a tantos caminos y metas que se nos propone construir como garantía de la felicidad sin contar con el otro. Y finalmente, hemos de seguirle, porque él abre al ser humano la posibilidad de ser más hijo de Dios y menos enemigo de sí mismo y del universo que le rodea.
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