Por Pablo Robledo
Revista C
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El 02 de mayo de 1997 había en Londres un sol de epopeya y parecía que el representante de Dios en la Tierra, rama cristiana-protestante-anglicana, era Tony Blair. El día anterior su invención política, el Nuevo Laborismo, había arrasado con los conservadores en las elecciones generales y miles de personas se juntaban a las puertas del 10 de Downing Street para dar la bienvenida al nuevo líder. Enarbolaban globos y flameaban banderas inglesas. Reían. Esperaban. Creían. Había arribado el mesías que los liberaría para siempre de los oscuros años del Thatcherismo. El elegido y su esposa Cherie Booth —de riguroso azul oscuro él, de rojo laborista ella— los saludaban y prometían: “Hoy, basta de hablar. Es hora de hacer”.
Hacer, hicieron. Y diez años después, el 27 de junio de 2007, los Blair abandonaban el poder y la residencia. Llovía en silencio, faltaba gente a montones y sobraban guardaespaldas y coches blindados. Dejaban atrás un partido agonizante, un país en problemas y un legado histórico que se asociará por siempre a dos palabras: Bush e Irak. La imagen era una metáfora de la soledad del poder e indicaba final pero también principio. Desde ese día, día de renuncia pero no de abandono, día de cambio, Blair se ha dedicado a reinventar y a reinventarse en una desigual batalla contra sus demonios, públicos y privados.
La mirada de este hombre no ha cambiado con el paso del tiempo. Los ojos del primer Blair coinciden con los del último. Hay en ellos el convencimiento de los que creen poseer la verdad, aunque esa verdad vaya mutando y deba adaptarse, hay en esos ojos la trascendencia del llamado divino. Tony es un hombre de fe y necesita imponerla o al
menos creer que puede imponerla.
Al principio tuvo la fe de los iluminados, una especie de fe a lo Gorbachov que lo llevó a transformar las ideas y conductas de izquierda clasista del viejo Partido Laborista en un moderno aparato —político pero no partidario— de tintes corporativo-empresariales con ideología de derecha. Al engendro lo llamó Nuevo Laborismo, y a la idea subyacente Tercera Vía.
Luego tuvo la fe de los mesiánicos, una fe que mezclaba el fundamentalismo cristiano del cinturón bíblico norteamericano con la persistencia rígida e impermeable del calvinismo protestante y el anglicanismo, la fe que condujo al desastre que hoy es Irak.
Desde la pasada Navidad, Blair tiene la fe más poderosa de todas: la fe de los conversos. Al abandonar la Iglesia de
Inglaterra y convertirse en católico apostólico romano, Blair estaba no solo abrazando la religión de su esposa y de sus hijos —de la cual era practicante ya de manera encubierta—, sino también quemando etapas de su nuevo plan maestro: el que intenta transformarlo en “El Buen Pastor Tony”. Por definición, el buen pastor perfecto sería aquel que hubiese nacido y predicado en Tierra Santa, pero si el destino ha jugado una mala pasada geográfica con el lugar de nacimiento siempre queda la prédica como recurso. Como profeta en su tierra, la prédica llevó a Blair al desierto político y a la deserción. Había que buscar, y muy rápido, nuevos horizontes. Fue entonces que el Cuarteto encontró quien cantase sus letras.
El Cuartetaza
El Cuarteto es una alianza, un tanto simbiótica y muy estrambótica, entre las Naciones Unidas, la Unión Europea, Rusia y los Estados Unidos que tiene como objetivo principal ayudar a los palestinos en la formación de su Estado-Nación y, a la vez, mediar en el proceso para alcanzar la paz en el conflicto palestino- israelí. Nombrado por casi unanimidad, su “enviado especial” a Medio Oriente no es otro que Tony Blair.
Para los cínicos este nombramiento tan extravagante tuvo que ver con dos cosas. Una, la necesidad inglesa de sacarse de encima la presencia de una figura política cuya presencia alcanzó características de estigma. La otra, la necesidad europea de evitar que Blair alcance su máxima ambición: el nuevo puesto de Presidente permanente de la Unión Europea. Para los críticos, el nombramiento de uno de los dos principales responsables de la tragedia humanitaria, política y religiosa que para la comunidad internacional —y especialmente para los musulmanes— significa Irak, raya con la provocación. Para los optimistas, la presencia del converso es garantía de imparcialidad, capacidad de negociación, religiosidad puesta al servicio de convicciones firmes, sabiduría, apertura, cintura
política; es garantía de éxito, dicen. Para Blair el nombramiento fue la excusa perfecta para abandonar el barco que se hundía —su propio gobierno— y encontrar lo que busca todo pecador: la redención, una segunda oportunidad.
Después de un año de trabajo, el “enviado especial” tiene poco crédito en su haber. Las conversaciones de paz están estancadas, la violencia es casi cotidiana, los palestinos siguen furiosamente divididos, los israelíes están en plena
crisis política y la situación social y económica, tanto en Palestina como en los territorios ocupados, se deteriora a cada hora. El American Colony, hotel de Arabia preferido de Churchill y Lawrence, es el más caro de Jerusalén y el lugar donde sentaron base y oficina Blair y su séquito. Asistente de Prensa, Asistente Personal y seis guardaespaldas ocupan diez habitaciones alquiladas a un precio de millón y medio de dólares anuales. Desde el lujoso bar del hotel es difícil justificar estos y otros gastos suplementarios si se los compara con los resultados de la misión. Pero al menos se lo intenta. Durante una semana cada mes —sólo dos o tres noches al mes, según critican fuentes israelíes— Blair visita la ciudad anunciando nuevos planes de desarrollo para Palestina o mostrándose eterno optimista sobre el futuro. “Está creando ilusiones y falsas expectativas y vive en un mundo de fantasías”, sintetiza el doctor Hanan Ashrawi, activista de derechos humanos palestino. Un corresponsal europeo definió su accionar como “un continuo darse la cabeza contra la pared”. El sueño blairiano de resolver el conflicto de raíces más profundamente religiosas de los tiempos modernos parece estar esfumándose en las aguas del río Jordan, pero nadie puede acusarlo de no haberse preparado en lo económico para el preanunciado fracaso en lo político.
Ocupaciones Terrenales
Para Blair la política estuvo siempre íntimamente ligada a la religión pero también a los negocios, sobre todo los de las grandes corporaciones del complejo industrial-militar. Una de las características principales del anglicanismo —de ahí los límites que suele poner en el terreno de las ambiciones personales— es la austeridad, y uno de los pecados políticos insalvables en la sociedad inglesa es su falta. Pero la austeridad y los Blair —como lo prueban sus vacaciones gratis en las mansiones de Berlusconi o de Robin Gibb, de los Bee Gees— no son buenos amigos. El catolicismo ha sido la primera marca con espíritu global, y dentro de sus jerarquías la ostentación, el lujo y el progreso económico más que mirados con recelo son bienvenidos. Qué mejor oportunidad para un neo-católico de buena y numerosa familia que diversificarse y dividir su atención, por partes iguales, entre lo espiritual y lo terrenal, entre lo material y lo religioso.
Como un mormón del capitalismo moderno del siglo XXI, con el libro sagrado en un bolsillo y la agenda de contactos en el otro, Blair se dedicó a reforzar los lazos terrenales que le permitiesen desarrollar sus ambiciones de índole celestial sin tener que preocuparse por el fin de mes. Primero firmó un contrato con la editorial Random House por la publicación de sus memorias, asegurando que en ellas será “franco pero no desleal”. La mayoría de los expertos hablan de un pago mínimo de 11 millones de dólares, pero tanto la editorial como el memorioso se han negado a proporcionar las cifras oficiales. Luego, siguiendo la ruta y el ejemplo de los ex-presidentes estadounidenses, se incorporó al circuito internacional de conferencias y se empleó con el Washington Speakers Bureau Inc garantizándose una entrada mínima de dos millones y medio de dólares por año en concepto de honorarios profesionales. Un buen ejemplo de la rentabilidad que pueden dar la verba y el micrófono fue una charla de veinte minutos en la ciudad china de Guandong que le aportó medio millón de dólares y fue calificada por la prensa local de “farsa aburrida”. A principios de 2008 la banca inversora JP Morgan lo contrató como asesor part-time para el área de “estrategia, políticas globales y tendencias emergentes”, con un sueldo anual de cuatro millones de dólares.
Las condiciones laborales que le fijaron son ideales para la practica de sus ejercicios espirituales, ya que no tendrá obligación de trabajar un número de días fijos, no tendrá oficina, podrá dar asesoría vía telefónica y deberá rendir
cuentas sólo ante el Director General. Más tarde vino el turno de la aseguradora suiza Zurich Insurance que, a cambio de un sueldo estimado en un millón de dólares al año, recibirá asesoramiento en temas de calentamiento global y de política internacional. A las cifras anteriores se debe sumar una jubilación oficial que, gastos de representación incluidos, asciende a casi medio millón de dólares anuales. Como queriendo probar su bondad cristiana, Tony Blair decidió asesorar al gobierno del empobrecido y trágico país africano de Ruanda.
Gratis.
Habiendo asegurado el bienestar económico de los miembros de varias generaciones de su familia, puede volver tranquilo al papel que más le gusta: el de gran líder global que, basándose en la inquebrantable verdad de sus ideas políticas y religiosas, va a rescatar al planeta del Apocalipsis luchando contra las oscuras fuerzas del mal. Blair se piensa a sí mismo como un Capitán América de los tiempos modernos y actúa para la posteridad. Pero para ser bienvenido en el panteón de los dioses deberá, antes, solucionar algunos problemas relacionados con cuestiones de imagen. Y quizás empezar por casa.
Sé Mentiroso
En un reportaje concedido a The Guardian con motivo de la promoción mediática de su reciente autobiografía titulada Hablando por mí misma —otro ingreso millonario para la cuenta bancaria del clan Blair—, Cherie Booth decía: “Yo soy, probablemente, la única persona en este país que insiste en que mi marido es socialista”. Nadie le dijo que no “probablemente”, sino “seguramente”, y que podría también reemplazar “país” por “mundo”. Pero Cherie siguió hablando: “A nosotros nos unen dos cosas que nos importan apasionadamente. Una es Dios y la religión, que fueron de las primeras cosas de las que hablamos.
La otra es la justicia social y el Partido Laborista”. A la vez que confirmaba el carácter religioso con tintes políticos de su matrimonio, Cherie estaba poniendo la lengua en la llaga. Porque Tony Blair ha desaparecido completamente
de la escena política inglesa y la gente se escapa de su nombre como antes se escapaba de la peste bubónica. Gordon Brown, su archi-enemigo y actual Primer Ministro, basa sus políticas en intentar diferenciarse de él. Las bases laboristas, que acaban de sufrir su mayor derrota electoral de los últimos cuarenta años, lo ignoran completamente y creen que la única solución posible para que el partido no se extinga es volver a las políticas anteriores al giro ideológico de Blair. Los medios de comunicación le critican el no asumir su responsabilidad en la crisis, los caricaturistas políticos lo denigran y sus ex-colaboradores y colegas callan. Manipulador, criminal de guerra, cobarde, arrogante, caniche de Bush, autoritario, islamofóbico, deshonesto, farsante, paranoico, inútil, despiadado. Esta es sólo una lista resumida de los adjetivos calificativos que historiadores e intelectuales usaron para describirlo. Gran parte de la sociedad lo olvida y otra lo repudia. El mejor resumen del ánimo popular lo expresó una pancarta que se multiplicaba por centenas de miles durante las marchas contra la invasión y ocupación de Irak. Pancarta que también fue tapa —inolvidable— del influyente semanario The Economist y que forma parte del imaginario popular. Jugando con las letras de su apellido, escribían B.Liar, que traducido según se pronuncia significa: “Sé Mentiroso”.
“La mentira ofende el vínculo fundamental del hombre y de su palabra con el Señor”, dice el catecismo de la Iglesia Católica. La acusación de mentiroso y una pancarta ya incorporada a la memoria popular que se lo recuerda no es algo que un fundamentalista religioso al estilo Blair vaya a aceptar plácidamente.
De ahí que el componente religioso orientado a la redención sea parte central de este proyecto de reconversión y reciclado de imagen por el que Blair aspira al título de Buen Pastor. Luchar por un lugar digno en las wikipedias del futuro es tarea difícil, pero se puede hacer misión imposible cuando sobre una conciencia pesan 700.000 cadáveres, el número de muertos civiles que, según un detallado estudio de la Universidad Johns Hopkins aprobado por la revista médica The Lancet, hubo en Irak desde 2003. Pero ya se sabe, la fe mueve montañas y la de Blair parece querer atacar los picos ochomiles que pululan los Himalayas. “Aquí no ‘hacemos’ Dios”, fue la célebre frase con
que Alastair Campbell —doctor, asesor personal, secretario de prensa y, según muchos, la eminencia gris detrás de
Blair— interrumpió a un periodista de Vanity Fair cuando le preguntaba a su patrón sobre sus creencias cristianas. El año era 2003 y Blair tenía todavía plena confianza en los resultados de su aventura bélica, aunque por las dudas ya había confesado que en el momento de decidir si enviar sus tropas o no le rezó a Dios para que lo iluminase.
Los tiempos han cambiado, las manecillas de la historia han retrocedido y ahora Blair parece querer no solo “hacer” Dios sino que también se lo vea “haciendo” Dios.
La e l i t i s t a y p r i vada Universidad de Yale —la tercera más antigua de los Estados Unidos, miembro del selecto grupo de las ocho instituciones que conforman la Ivy League y favorita de George W Bush— ha anunciado que a partir de la próxima primavera sus Escuelas de Gestión y Teología tendrán un nuevo profesor invitado: Anthony Charles Lynton Blair, alias Tony.
La escuela de Teología tiene como misión “promover el conocimiento y amor a Dios dentro de las tradiciones de las iglesias cristianas en el mundo contemporáneo”, y ofrece Masters en Teología y en Teología Sagrada. La Escuela de Gestión se especializa en temas de economía, liderazgo, marketing, conducta operacional y ciencias empresariales, otorgando Masters en Administración de Empresas.
Cómo conjugar lo divino con lo político y lo empresarial es algo que sólo el creador de la Tercera Vía podría explicar.
Mientras tanto, y a la espera de arreglar sueldo y condiciones laborales, las partes llegaron al acuerdo de que Blair dictara un curso sobre “Fe y globalización” basado en su interés por la interacción entre las religiones monoteístas. Si fuesen a analizar el gran tema de tomar revancha o poner la otra mejilla enmarcado en la realidad socio-política, los teólogos deberán evaluar el hecho de que cuando en 2006 Blair intentó crear una Escuela de Gobernabilidad en la London School of Economics la protesta de los alumnos y personal docente por su rol en Irak hizo fracasar la idea.
Y esperando la primavera encontramos que ha nacido la pieza clave del Proyecto Buen Pastor: The Tony Blair Faith Foundation. La Fundación Tony Blair por la Fe había sido semi-presentada en abril pasado en la londinense y católica Catedral de Westminster ante 1.600 invitados que, para poder asistir al acto, debieron pre-inscribirse y pasar rigurosos controles de seguridad realizados por el Scotland Yard. En un visionario discurso, Blair aseguró:
“Veo fe y razón, fe y progreso, como una alianza, no como una contención”. En la calle, cientos de activistas pacifistas hacían sonar silbatos, cacerolas y tambores para intentar tapar el discurso de Blair. Lindsey German, de la
coalición Stop the War declaró que “si Tony Blair quiere una plataforma pública, esta debería ser el banquillo de los acusados del Tribunal Penal Internacional de La Haya”.
Pero la presentación oficial en sociedad se realizó el penúltimo día de mayo pasado en el Time W arner Centre —perteneciente a la multinacional del mismo nombre— de Nueva York. Las tres religiones estrellas de la fundación fueron la católica, la judía y la musulmana, y como religiones invitadas se presentaron el hinduismo, el sikhismo y el budismo. En el discurso de inauguración su fundador habló de los temas que considera bases para el desarrollo del proyecto: la posibilidad de interacción entre las diferentes religiones en el contexto de la globalización y los efectos que esta produce en el mundo moderno, el fanatismo religioso y los actos de violencia que provoca, la interdependencia y la coexistencia pacifica, el idealismo y el realismo, el desplazamiento de los centros de poder político y económico hacia Oriente —especialmente China e India— y Fe.
Fe con mayúscula, mucha fe, fe religiosa, feses de todo tipo.
“La Fe motiva, galvaniza, organiza e integra a millones y millones de personas. La Fe enriquece, informa y ofrece una fuente común de valores y de creencias para que la gente se junte. La Fe es el porque de la Fundación”, aclaró, por si hacía falta. En la calle, los vendedores de helados y de hamburguesas intentaban hacerse su agosto adelantado, pero sin mayor suerte. La Fundación tiene como dirección una casilla de correos de Londres y tiene la particularidad de haber sido anotada ante la ley de dos maneras: como Asociación Benéfica sin fines de lucro registrada en Inglaterra con el número 1123243, y como Empresa registrada en Inglaterra con el número 06198959.
Es indudable que la Fe, aparte de enriquecer puede permitir ciertas dualidades metafísicas y jurídicas vedadas a los ateos, agnósticos y no creyentes. Una visita al sitio web de la Fundación muestra un diseño discreto y sobrio, y permite enterarse de que los objetivos más concretos, a corto y mediano plazo, son dos. Uno, el de juntar dinero para construir una gran sede —que se desdoblará en centro educativo de alta tecnología— llamada Abraham House en homenaje a quien el judaísmo considera padre fundador, y cristianos y musulmanes como padre de los creyentes.
Etimológicamente, el nombre significa padre o dirigente de muchos, y no es difícil ver en la elección señales de claro corte blairiano. El otro gran objetivo será el de intentar acabar con la malaria en el continente africano, principalmente a través de la distribución masiva de mosquiteros.
En cuanto al personal que trabajará en la Fundación, la vida nos da sorpresas. El líder es presentado como el RT Honorable Tony Blair que “ha sido siempre un fuerte defensor de una política externa basada en valores morales, activa y multilateralista con una agenda que combina la lucha contra el terrorismo y la intervención en Irak, Afganistán, Kosovo y Sierra Leona con acciones contra el calentamiento global, la pobreza, África y el Medio Oriente”. El Consejo Asesor está formado por conocidos expertos internacionales pertenecientes a las religiones estrella y a las invitadas, entre ellos un asesor del Primer Ministro de Kuwait, el Obispo de Londres, el Gran Mufti de Bosnia Herzegovina, el Gran Rabino de la Commonwealth y el Presidente de la Alianza Bautista Mundial.
La sorpresa está en la mujer que ejercerá la Dirección Ejecutiva de la Fundación, Ruth Turner, una de las asesoras políticas más cercanas a Blair en sus épocas de Primer Ministro. Turner era la encargada de su ocupada agenda y también de asegurar la fluidez de contacto entre ministros y diputados laboristas, aparte de confidente personal y diarista.
Con un pasado laboral como editora de una revista de homeless y activista social, el día que entró a trabajar para el
Partido dijo, se cree que a modo de chiste: “Yo no tenía intenciones de apoyar al Partido Laborista, simplemente me mezclé con la gente equivocada”.
El 19 de enero de 2007 fue arrestada por la policía londinense en relación con uno de los escándalos más turbios que sacudieron al gobierno de Blair: el otorgamiento de títulos nobiliarios a cambio de dinero para la financiación de las arcas del Partido Laborista y las campañas de reelección de su líder. La investigación fue una de las más largas en la historia del país y, como en tantas otras ocasiones, no se encontraron culpables. Turner fue interrogada
sobre la destrucción de documentos comprometedores y las imágenes de su arrest o —realizado de madrugada y por un gran número de policías— recorrieron el mundo. Pero fue liberada sin cargos.
Blair apuesta a un futuro en el que las religiones jueguen un papel integrador y didáctico, se complementen con la política y la economía, actúen como puente entre civilizaciones —las que mandaron y mandan y las que van a mandar— y sirvan para apagar los fuegos y no para encenderlos. Su proyecto no es inocente ni caritativo, y para implementarlo deberá combatir los fantasmas de un pasado que se resiste a dejar de ser presente. Su fe es incontestable, su testarudez también. Del éxito o del fracaso de su intento de ascensión a la buena pastoría dependerá su lugar en la historia. Sólo un milagro puede rescatarlo de la galería de los malos. Hacer lobby en los dominios de San Pedro, Mahoma, Moisés, Buda, Kali o Nanek no es tarea fácil ni envidiable, pero tratándose de él y de su fe nada se puede descartar.
Hacer, hicieron. Y diez años después, el 27 de junio de 2007, los Blair abandonaban el poder y la residencia. Llovía en silencio, faltaba gente a montones y sobraban guardaespaldas y coches blindados. Dejaban atrás un partido agonizante, un país en problemas y un legado histórico que se asociará por siempre a dos palabras: Bush e Irak. La imagen era una metáfora de la soledad del poder e indicaba final pero también principio. Desde ese día, día de renuncia pero no de abandono, día de cambio, Blair se ha dedicado a reinventar y a reinventarse en una desigual batalla contra sus demonios, públicos y privados.
La mirada de este hombre no ha cambiado con el paso del tiempo. Los ojos del primer Blair coinciden con los del último. Hay en ellos el convencimiento de los que creen poseer la verdad, aunque esa verdad vaya mutando y deba adaptarse, hay en esos ojos la trascendencia del llamado divino. Tony es un hombre de fe y necesita imponerla o al
menos creer que puede imponerla.
Al principio tuvo la fe de los iluminados, una especie de fe a lo Gorbachov que lo llevó a transformar las ideas y conductas de izquierda clasista del viejo Partido Laborista en un moderno aparato —político pero no partidario— de tintes corporativo-empresariales con ideología de derecha. Al engendro lo llamó Nuevo Laborismo, y a la idea subyacente Tercera Vía.
Luego tuvo la fe de los mesiánicos, una fe que mezclaba el fundamentalismo cristiano del cinturón bíblico norteamericano con la persistencia rígida e impermeable del calvinismo protestante y el anglicanismo, la fe que condujo al desastre que hoy es Irak.
Desde la pasada Navidad, Blair tiene la fe más poderosa de todas: la fe de los conversos. Al abandonar la Iglesia de
Inglaterra y convertirse en católico apostólico romano, Blair estaba no solo abrazando la religión de su esposa y de sus hijos —de la cual era practicante ya de manera encubierta—, sino también quemando etapas de su nuevo plan maestro: el que intenta transformarlo en “El Buen Pastor Tony”. Por definición, el buen pastor perfecto sería aquel que hubiese nacido y predicado en Tierra Santa, pero si el destino ha jugado una mala pasada geográfica con el lugar de nacimiento siempre queda la prédica como recurso. Como profeta en su tierra, la prédica llevó a Blair al desierto político y a la deserción. Había que buscar, y muy rápido, nuevos horizontes. Fue entonces que el Cuarteto encontró quien cantase sus letras.
El Cuartetaza
El Cuarteto es una alianza, un tanto simbiótica y muy estrambótica, entre las Naciones Unidas, la Unión Europea, Rusia y los Estados Unidos que tiene como objetivo principal ayudar a los palestinos en la formación de su Estado-Nación y, a la vez, mediar en el proceso para alcanzar la paz en el conflicto palestino- israelí. Nombrado por casi unanimidad, su “enviado especial” a Medio Oriente no es otro que Tony Blair.
Para los cínicos este nombramiento tan extravagante tuvo que ver con dos cosas. Una, la necesidad inglesa de sacarse de encima la presencia de una figura política cuya presencia alcanzó características de estigma. La otra, la necesidad europea de evitar que Blair alcance su máxima ambición: el nuevo puesto de Presidente permanente de la Unión Europea. Para los críticos, el nombramiento de uno de los dos principales responsables de la tragedia humanitaria, política y religiosa que para la comunidad internacional —y especialmente para los musulmanes— significa Irak, raya con la provocación. Para los optimistas, la presencia del converso es garantía de imparcialidad, capacidad de negociación, religiosidad puesta al servicio de convicciones firmes, sabiduría, apertura, cintura
política; es garantía de éxito, dicen. Para Blair el nombramiento fue la excusa perfecta para abandonar el barco que se hundía —su propio gobierno— y encontrar lo que busca todo pecador: la redención, una segunda oportunidad.
Después de un año de trabajo, el “enviado especial” tiene poco crédito en su haber. Las conversaciones de paz están estancadas, la violencia es casi cotidiana, los palestinos siguen furiosamente divididos, los israelíes están en plena
crisis política y la situación social y económica, tanto en Palestina como en los territorios ocupados, se deteriora a cada hora. El American Colony, hotel de Arabia preferido de Churchill y Lawrence, es el más caro de Jerusalén y el lugar donde sentaron base y oficina Blair y su séquito. Asistente de Prensa, Asistente Personal y seis guardaespaldas ocupan diez habitaciones alquiladas a un precio de millón y medio de dólares anuales. Desde el lujoso bar del hotel es difícil justificar estos y otros gastos suplementarios si se los compara con los resultados de la misión. Pero al menos se lo intenta. Durante una semana cada mes —sólo dos o tres noches al mes, según critican fuentes israelíes— Blair visita la ciudad anunciando nuevos planes de desarrollo para Palestina o mostrándose eterno optimista sobre el futuro. “Está creando ilusiones y falsas expectativas y vive en un mundo de fantasías”, sintetiza el doctor Hanan Ashrawi, activista de derechos humanos palestino. Un corresponsal europeo definió su accionar como “un continuo darse la cabeza contra la pared”. El sueño blairiano de resolver el conflicto de raíces más profundamente religiosas de los tiempos modernos parece estar esfumándose en las aguas del río Jordan, pero nadie puede acusarlo de no haberse preparado en lo económico para el preanunciado fracaso en lo político.
Ocupaciones Terrenales
Para Blair la política estuvo siempre íntimamente ligada a la religión pero también a los negocios, sobre todo los de las grandes corporaciones del complejo industrial-militar. Una de las características principales del anglicanismo —de ahí los límites que suele poner en el terreno de las ambiciones personales— es la austeridad, y uno de los pecados políticos insalvables en la sociedad inglesa es su falta. Pero la austeridad y los Blair —como lo prueban sus vacaciones gratis en las mansiones de Berlusconi o de Robin Gibb, de los Bee Gees— no son buenos amigos. El catolicismo ha sido la primera marca con espíritu global, y dentro de sus jerarquías la ostentación, el lujo y el progreso económico más que mirados con recelo son bienvenidos. Qué mejor oportunidad para un neo-católico de buena y numerosa familia que diversificarse y dividir su atención, por partes iguales, entre lo espiritual y lo terrenal, entre lo material y lo religioso.
Como un mormón del capitalismo moderno del siglo XXI, con el libro sagrado en un bolsillo y la agenda de contactos en el otro, Blair se dedicó a reforzar los lazos terrenales que le permitiesen desarrollar sus ambiciones de índole celestial sin tener que preocuparse por el fin de mes. Primero firmó un contrato con la editorial Random House por la publicación de sus memorias, asegurando que en ellas será “franco pero no desleal”. La mayoría de los expertos hablan de un pago mínimo de 11 millones de dólares, pero tanto la editorial como el memorioso se han negado a proporcionar las cifras oficiales. Luego, siguiendo la ruta y el ejemplo de los ex-presidentes estadounidenses, se incorporó al circuito internacional de conferencias y se empleó con el Washington Speakers Bureau Inc garantizándose una entrada mínima de dos millones y medio de dólares por año en concepto de honorarios profesionales. Un buen ejemplo de la rentabilidad que pueden dar la verba y el micrófono fue una charla de veinte minutos en la ciudad china de Guandong que le aportó medio millón de dólares y fue calificada por la prensa local de “farsa aburrida”. A principios de 2008 la banca inversora JP Morgan lo contrató como asesor part-time para el área de “estrategia, políticas globales y tendencias emergentes”, con un sueldo anual de cuatro millones de dólares.
Las condiciones laborales que le fijaron son ideales para la practica de sus ejercicios espirituales, ya que no tendrá obligación de trabajar un número de días fijos, no tendrá oficina, podrá dar asesoría vía telefónica y deberá rendir
cuentas sólo ante el Director General. Más tarde vino el turno de la aseguradora suiza Zurich Insurance que, a cambio de un sueldo estimado en un millón de dólares al año, recibirá asesoramiento en temas de calentamiento global y de política internacional. A las cifras anteriores se debe sumar una jubilación oficial que, gastos de representación incluidos, asciende a casi medio millón de dólares anuales. Como queriendo probar su bondad cristiana, Tony Blair decidió asesorar al gobierno del empobrecido y trágico país africano de Ruanda.
Gratis.
Habiendo asegurado el bienestar económico de los miembros de varias generaciones de su familia, puede volver tranquilo al papel que más le gusta: el de gran líder global que, basándose en la inquebrantable verdad de sus ideas políticas y religiosas, va a rescatar al planeta del Apocalipsis luchando contra las oscuras fuerzas del mal. Blair se piensa a sí mismo como un Capitán América de los tiempos modernos y actúa para la posteridad. Pero para ser bienvenido en el panteón de los dioses deberá, antes, solucionar algunos problemas relacionados con cuestiones de imagen. Y quizás empezar por casa.
Sé Mentiroso
En un reportaje concedido a The Guardian con motivo de la promoción mediática de su reciente autobiografía titulada Hablando por mí misma —otro ingreso millonario para la cuenta bancaria del clan Blair—, Cherie Booth decía: “Yo soy, probablemente, la única persona en este país que insiste en que mi marido es socialista”. Nadie le dijo que no “probablemente”, sino “seguramente”, y que podría también reemplazar “país” por “mundo”. Pero Cherie siguió hablando: “A nosotros nos unen dos cosas que nos importan apasionadamente. Una es Dios y la religión, que fueron de las primeras cosas de las que hablamos.
La otra es la justicia social y el Partido Laborista”. A la vez que confirmaba el carácter religioso con tintes políticos de su matrimonio, Cherie estaba poniendo la lengua en la llaga. Porque Tony Blair ha desaparecido completamente
de la escena política inglesa y la gente se escapa de su nombre como antes se escapaba de la peste bubónica. Gordon Brown, su archi-enemigo y actual Primer Ministro, basa sus políticas en intentar diferenciarse de él. Las bases laboristas, que acaban de sufrir su mayor derrota electoral de los últimos cuarenta años, lo ignoran completamente y creen que la única solución posible para que el partido no se extinga es volver a las políticas anteriores al giro ideológico de Blair. Los medios de comunicación le critican el no asumir su responsabilidad en la crisis, los caricaturistas políticos lo denigran y sus ex-colaboradores y colegas callan. Manipulador, criminal de guerra, cobarde, arrogante, caniche de Bush, autoritario, islamofóbico, deshonesto, farsante, paranoico, inútil, despiadado. Esta es sólo una lista resumida de los adjetivos calificativos que historiadores e intelectuales usaron para describirlo. Gran parte de la sociedad lo olvida y otra lo repudia. El mejor resumen del ánimo popular lo expresó una pancarta que se multiplicaba por centenas de miles durante las marchas contra la invasión y ocupación de Irak. Pancarta que también fue tapa —inolvidable— del influyente semanario The Economist y que forma parte del imaginario popular. Jugando con las letras de su apellido, escribían B.Liar, que traducido según se pronuncia significa: “Sé Mentiroso”.
“La mentira ofende el vínculo fundamental del hombre y de su palabra con el Señor”, dice el catecismo de la Iglesia Católica. La acusación de mentiroso y una pancarta ya incorporada a la memoria popular que se lo recuerda no es algo que un fundamentalista religioso al estilo Blair vaya a aceptar plácidamente.
De ahí que el componente religioso orientado a la redención sea parte central de este proyecto de reconversión y reciclado de imagen por el que Blair aspira al título de Buen Pastor. Luchar por un lugar digno en las wikipedias del futuro es tarea difícil, pero se puede hacer misión imposible cuando sobre una conciencia pesan 700.000 cadáveres, el número de muertos civiles que, según un detallado estudio de la Universidad Johns Hopkins aprobado por la revista médica The Lancet, hubo en Irak desde 2003. Pero ya se sabe, la fe mueve montañas y la de Blair parece querer atacar los picos ochomiles que pululan los Himalayas. “Aquí no ‘hacemos’ Dios”, fue la célebre frase con
que Alastair Campbell —doctor, asesor personal, secretario de prensa y, según muchos, la eminencia gris detrás de
Blair— interrumpió a un periodista de Vanity Fair cuando le preguntaba a su patrón sobre sus creencias cristianas. El año era 2003 y Blair tenía todavía plena confianza en los resultados de su aventura bélica, aunque por las dudas ya había confesado que en el momento de decidir si enviar sus tropas o no le rezó a Dios para que lo iluminase.
Los tiempos han cambiado, las manecillas de la historia han retrocedido y ahora Blair parece querer no solo “hacer” Dios sino que también se lo vea “haciendo” Dios.
La e l i t i s t a y p r i vada Universidad de Yale —la tercera más antigua de los Estados Unidos, miembro del selecto grupo de las ocho instituciones que conforman la Ivy League y favorita de George W Bush— ha anunciado que a partir de la próxima primavera sus Escuelas de Gestión y Teología tendrán un nuevo profesor invitado: Anthony Charles Lynton Blair, alias Tony.
La escuela de Teología tiene como misión “promover el conocimiento y amor a Dios dentro de las tradiciones de las iglesias cristianas en el mundo contemporáneo”, y ofrece Masters en Teología y en Teología Sagrada. La Escuela de Gestión se especializa en temas de economía, liderazgo, marketing, conducta operacional y ciencias empresariales, otorgando Masters en Administración de Empresas.
Cómo conjugar lo divino con lo político y lo empresarial es algo que sólo el creador de la Tercera Vía podría explicar.
Mientras tanto, y a la espera de arreglar sueldo y condiciones laborales, las partes llegaron al acuerdo de que Blair dictara un curso sobre “Fe y globalización” basado en su interés por la interacción entre las religiones monoteístas. Si fuesen a analizar el gran tema de tomar revancha o poner la otra mejilla enmarcado en la realidad socio-política, los teólogos deberán evaluar el hecho de que cuando en 2006 Blair intentó crear una Escuela de Gobernabilidad en la London School of Economics la protesta de los alumnos y personal docente por su rol en Irak hizo fracasar la idea.
Y esperando la primavera encontramos que ha nacido la pieza clave del Proyecto Buen Pastor: The Tony Blair Faith Foundation. La Fundación Tony Blair por la Fe había sido semi-presentada en abril pasado en la londinense y católica Catedral de Westminster ante 1.600 invitados que, para poder asistir al acto, debieron pre-inscribirse y pasar rigurosos controles de seguridad realizados por el Scotland Yard. En un visionario discurso, Blair aseguró:
“Veo fe y razón, fe y progreso, como una alianza, no como una contención”. En la calle, cientos de activistas pacifistas hacían sonar silbatos, cacerolas y tambores para intentar tapar el discurso de Blair. Lindsey German, de la
coalición Stop the War declaró que “si Tony Blair quiere una plataforma pública, esta debería ser el banquillo de los acusados del Tribunal Penal Internacional de La Haya”.
Pero la presentación oficial en sociedad se realizó el penúltimo día de mayo pasado en el Time W arner Centre —perteneciente a la multinacional del mismo nombre— de Nueva York. Las tres religiones estrellas de la fundación fueron la católica, la judía y la musulmana, y como religiones invitadas se presentaron el hinduismo, el sikhismo y el budismo. En el discurso de inauguración su fundador habló de los temas que considera bases para el desarrollo del proyecto: la posibilidad de interacción entre las diferentes religiones en el contexto de la globalización y los efectos que esta produce en el mundo moderno, el fanatismo religioso y los actos de violencia que provoca, la interdependencia y la coexistencia pacifica, el idealismo y el realismo, el desplazamiento de los centros de poder político y económico hacia Oriente —especialmente China e India— y Fe.
Fe con mayúscula, mucha fe, fe religiosa, feses de todo tipo.
“La Fe motiva, galvaniza, organiza e integra a millones y millones de personas. La Fe enriquece, informa y ofrece una fuente común de valores y de creencias para que la gente se junte. La Fe es el porque de la Fundación”, aclaró, por si hacía falta. En la calle, los vendedores de helados y de hamburguesas intentaban hacerse su agosto adelantado, pero sin mayor suerte. La Fundación tiene como dirección una casilla de correos de Londres y tiene la particularidad de haber sido anotada ante la ley de dos maneras: como Asociación Benéfica sin fines de lucro registrada en Inglaterra con el número 1123243, y como Empresa registrada en Inglaterra con el número 06198959.
Es indudable que la Fe, aparte de enriquecer puede permitir ciertas dualidades metafísicas y jurídicas vedadas a los ateos, agnósticos y no creyentes. Una visita al sitio web de la Fundación muestra un diseño discreto y sobrio, y permite enterarse de que los objetivos más concretos, a corto y mediano plazo, son dos. Uno, el de juntar dinero para construir una gran sede —que se desdoblará en centro educativo de alta tecnología— llamada Abraham House en homenaje a quien el judaísmo considera padre fundador, y cristianos y musulmanes como padre de los creyentes.
Etimológicamente, el nombre significa padre o dirigente de muchos, y no es difícil ver en la elección señales de claro corte blairiano. El otro gran objetivo será el de intentar acabar con la malaria en el continente africano, principalmente a través de la distribución masiva de mosquiteros.
En cuanto al personal que trabajará en la Fundación, la vida nos da sorpresas. El líder es presentado como el RT Honorable Tony Blair que “ha sido siempre un fuerte defensor de una política externa basada en valores morales, activa y multilateralista con una agenda que combina la lucha contra el terrorismo y la intervención en Irak, Afganistán, Kosovo y Sierra Leona con acciones contra el calentamiento global, la pobreza, África y el Medio Oriente”. El Consejo Asesor está formado por conocidos expertos internacionales pertenecientes a las religiones estrella y a las invitadas, entre ellos un asesor del Primer Ministro de Kuwait, el Obispo de Londres, el Gran Mufti de Bosnia Herzegovina, el Gran Rabino de la Commonwealth y el Presidente de la Alianza Bautista Mundial.
La sorpresa está en la mujer que ejercerá la Dirección Ejecutiva de la Fundación, Ruth Turner, una de las asesoras políticas más cercanas a Blair en sus épocas de Primer Ministro. Turner era la encargada de su ocupada agenda y también de asegurar la fluidez de contacto entre ministros y diputados laboristas, aparte de confidente personal y diarista.
Con un pasado laboral como editora de una revista de homeless y activista social, el día que entró a trabajar para el
Partido dijo, se cree que a modo de chiste: “Yo no tenía intenciones de apoyar al Partido Laborista, simplemente me mezclé con la gente equivocada”.
El 19 de enero de 2007 fue arrestada por la policía londinense en relación con uno de los escándalos más turbios que sacudieron al gobierno de Blair: el otorgamiento de títulos nobiliarios a cambio de dinero para la financiación de las arcas del Partido Laborista y las campañas de reelección de su líder. La investigación fue una de las más largas en la historia del país y, como en tantas otras ocasiones, no se encontraron culpables. Turner fue interrogada
sobre la destrucción de documentos comprometedores y las imágenes de su arrest o —realizado de madrugada y por un gran número de policías— recorrieron el mundo. Pero fue liberada sin cargos.
Blair apuesta a un futuro en el que las religiones jueguen un papel integrador y didáctico, se complementen con la política y la economía, actúen como puente entre civilizaciones —las que mandaron y mandan y las que van a mandar— y sirvan para apagar los fuegos y no para encenderlos. Su proyecto no es inocente ni caritativo, y para implementarlo deberá combatir los fantasmas de un pasado que se resiste a dejar de ser presente. Su fe es incontestable, su testarudez también. Del éxito o del fracaso de su intento de ascensión a la buena pastoría dependerá su lugar en la historia. Sólo un milagro puede rescatarlo de la galería de los malos. Hacer lobby en los dominios de San Pedro, Mahoma, Moisés, Buda, Kali o Nanek no es tarea fácil ni envidiable, pero tratándose de él y de su fe nada se puede descartar.





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