NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

miércoles, 4 de junio de 2008

X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: LAS MALAS COMPAÑIAS

Publicado por Fundación Epsilón

Desde pequeños nos inculcaron la idea de que había que tener mucho cuidado con las malas compañías: una sola manzana podrida corrompe todo un cesto de manzanas sanas. Jesús no piensa así. Y la prueba es que siempre estuvo rodeado de «malas compañías».

SIEMPRE HUBO CLASES

Siempre. A pesar de que en público o ante gente de otra clase no se reconozca. Nada más cierto: siempre hubo clases; y todavía las hay. Las de arriba siempre se han preocupado por que la situación no cambie; ellos han sido los que, desde siempre, han practicado la lucha de clases. Los de abajo, también desde siempre, han sufrido a los de arriba y la guerra que hacían contra ellos. Sólo cuando, después de aguantar durante siglos, los de abajo se han dado cuenta de que son más y de que tienen más derecho y han empezado a defenderse de la lucha de clases de los de arriba, sólo entonces se han alzado algunas autorizadas voces condenando la lucha de clases y haciendo solemnes proclamas de paz social. Siempre con una finalidad: que todo siga igual, que siga siendo verdad eso de que siempre habrá clases.
Por otro lado, algunos de los que desde abajo han intentado luchar contra una situación tan injusta han cometido un grave error, pues al presentar sus objetivos han dado la impresión de que éstos consistían en que la estructura de la sociedad siguiera siendo la misma, sólo que con los de arriba abajo y los de abajo arriba.

SANOS Y ENFERMOS

Esta situación se ha dado no sólo en el plano económico, sino también en el religioso o en el moral: los buenos y los malos, la gente respetable y la gentuza, los piadosos y los descreídos... han sido categorías en las que se ha clasificado a las personas, dando a unos -los buenos, respetables, piadosos-ciertos privilegios -honores, estimación, fama-, mientras que a los otros -los malos, la gentuza, los descreídos- les acarreaba determinadas incomodidades -marginación, desprecio, descrédito.
En tiempos de Jesús la situación era extrema, tanto desde el punto de vista económico como desde el moral o religioso: una gran masa de pobres, marginados y enfermos enfermos físicos, como los leprosos, por ejemplo- sufría la injusticia y el menosprecio de unos pocos ricos y -quizá algunos más- piadosos y observantes de la Ley.
Los primeros se consideraban sanos, fuertes, y consideraban enfermos al resto. Y, para no contaminarse, establecían una barrera infranqueable entre unos y otros que nadie quería o podía, en una dirección o en otra, atravesar.

A LA MESA CON LOS DE ABAJO

Jesús ya había mostrado su predilección por los pobres. En el evangelio de hoy la muestra por los que, desde un punto de vista moral y religioso, habían sido colocados abajo o al margen de la vida social.
Yendo de camino, «vio al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado en el mostrador de los impuestos, y le dijo: Sígueme. Se levantó y lo siguió».
Los recaudadores formaban parte de «los malos», y generalmente no sin motivos: colaboraban con la opresión extranjera cobrando el impuesto para los romanos, y además, siempre que podían, exigían más de lo que legalmente estaba establecido. La gente los odiaba por eso y los fariseos los despreciaban como a toda la gente que no observaba su Ley.
Por eso, cuando se dan cuenta de que «estando él [Jesús] reclinado a la mesa en la casa, acudió un buen grupo de recaudadores y descreídos y se reclinaron con él y sus discípulos», sin que Jesús hiciera nada por evitarlo, los fariseos preguntan, escandalizados, a los discípulos: «¿Por qué razón come vuestro maestro con los recaudadores y descreídos?» No podían entender que Jesús derrumbara aquella barrera y llamara a unirse a él a gente de tan mala catadura como los recaudadores, compartiendo la mesa con éstos y con otra gente sin religión.

MISERICORDIA QUIERO

La misión de Jesús tiene un objetivo muy concreto: que los hombres, aceptando a Dios como Padre, vivamos como hermanos, y practicando el amor fraterno, vayamos conquistando la felicidad para siempre.
Para que eso sea posible todos tenemos que cambiar de manera de pensar y de manera de vivir; todos tenemos que dejar que él nos cure lo mucho o poco -¿quién será juez?- de enfermizo que hay en nuestra manera de entender las relaciones con los demás. Jesús invita a un ladrón a que se una a él; y éste, al aceptar, abandona el mostrador de impuestos, que era donde robaba. Su invitación está también abierta a los fariseos; sólo que ellos también deben cambiar, y no están dispuestos. Y no lo están por dos razones: la primera porque creen que no necesitan cambiar. Ellos no están enfermos para que nadie tenga que venir a curarlos: se sienten fuertes. Esta es la razón de que Jesús les conteste: «No sienten necesidad de médico los que son fuertes, sino los que se encuentran mal».
Y, en segundo lugar, porque piensan que todo se soluciona rezando, celebrando ceremonias religiosas, holocaustos, sacrificios de animales en el templo. Y Dios -ya lo habían dicho los profetas mucho tiempo antes, como muestra la primera lectura de este domingo, que Jesús recuerda a los fariseos- no quiere ceremonias, sino amor: «Id mejor a aprender lo que significa misericordia quiero y no sacrificios': porque no he venido a invitar justos, sino pecadores».
La solución no está en rezar juntos, sino en quererse mucho, dice Jesús. La solución no está en que unos nos consideremos justos y despreciemos a los otros tildándoles de pecadores, sino en reconocer todos nuestras propias enfermedades y dejar que Jesús, su persona y su palabra, nos curen de ellas. Sólo así será posible un mundo en el que Dios sea Padre y los hombres hermanos; sólo así será posible un mundo en el que Dios sea el Rey y se empiece a cumplir su promesa: «seréis dichosos» (Mt 5,1-12).

No hay comentarios: