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lunes, 9 de junio de 2008

XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: La mies es mucha, los obreros pocos

Mensaje doctrinal

1. Se compadeció

Celebramos la liturgia del domingo decimoprimero de lo que llamamos el Tiempo Ordinario…siguiendo domingo tras domingo, retomando el hilo del evangelio de S. Mateo que es el que “toca” este año del ciclo A, la lectura continua como si fuese, porque lo es, y lo hemos dicho ya en alguna otra ocasión, un seguimiento de la persona de Jesús; y esto es la vida cristiana: creer en Jesús y seguirle…Escuchar y seguir a Jesús de Nazaret…Le escuchamos el domingo y le seguimos en nuestra vida ordinaria, durante todos los días de la semana. El evangelio de hoy nos introduce en el segundo gran discurso de S. Mateo, el llamado “discurso de la misión”, que viene precedido por la elección de los Apóstoles y su envío misionero.
S. Mateo quiere presentar la evangelización como una obra no exclusiva de unos pocos, sino más amplia y extensiva, a la cual debe contribuir cualquiera que sea y se sienta discípulo de Jesús...“que al ver a las gentes se compadeció de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor”. Y contemplando los campos dorados de mies a uno y otro lado del camino, Jesús les urge a la misión, haciendo extensiva su contemplación de los campos dorados por la mies, a otra realidad de tipo espiritual: “Pues la mies es mucha y los obreros pocos”…
Y la metáfora agrícola de la mies da paso en el evangelio de S. Lucas a otra metáfora ganadera: de “los corderos entre lobos”, indicando las dificultades y los trabajos de los que se dedican a la evangelización, enviados por Jesús, y termina su mensaje fundamentándolo todo en la oración: “Rogar, pues - les dice -, al dueño de la mies, que mande obreros a su mies”.

Hoy Jesús podía repetir la misma frase al contemplar en nuestros días a muchos hombres y mujeres contemporáneos nuestros que, como aquellas gentes de Palestina, andan “extenuadas y abandonadas”, como “ovejas sin pastor”. Y nos daremos cuenta de ello, si echamos, aunque sea muy ligeramente, una mirada a nuestro mundo:
Hoy, ciertamente, hay muchos habitantes de la tierra que gozan, que gozamos, de paz y de altos niveles de bienestar social, pero al mismo tiempo la guerra sigue asolando a numerosas zonas del planeta, como la que están sufriendo los países de la antigua Yugoslavia, en el corazón de Europa, y otros países de África y América, o en el próximo Oriente, precisamente en el país de Jesús; hoy muchos niños ríen recibiendo infinidad de regalos que no saben como guardar, mientras otros muchos niños lloran de hambre y de dolor; hoy se ha elevado la esperanza de vida, ciertamente, pero sigue habiendo muchos enfermos sin remedios adecuados y muchas nuevas enfermedades… Estas son las imágenes vivas de nuestro mundo que los medios de comunicación nos meten, día a día, en nuestros hogares con la más rabiosa actualidad.

Somos, así, diariamente testigos directos, desde nuestras casas, de lo que cada día esta pasando en el mundo, testigos de esas “gentes extenuadas y abandonadas” de nuestros días, como “ovejas que no tienen pastor”.

Nadie, que mire hoy el mundo y sienta el duro aguijón de tanto dolor, puede dejar de sentir el desasosiego interior y la angustia ante tantos y tan grandes dramas físicos y penas interiores que vive hoy la humanidad, que viven y padecen tantos hermanos nuestros. Estoy seguro que si Jesús volviese hoy sentiría la misma compasión ante las gentes de nuestros días, como la compasión que sintió por aquellas gentes de Galilea que estaban “como ovejas sin pastor”.


2. ¡Id al mundo entero!

Y con esto llegamos a la segunda parte del evangelio de hoy, a la misión o envío de los Apóstoles que hizo Jesús para paliar en lo posible tanta necesidad: Jesús, nos sigue diciendo el evangelio, llamó y envió a sus doce discípulos, y consigna el nombre de cada uno de los Apóstoles y hacemos notar que la palabra “apóstol” en griego significa “enviado”, y al dar sus nombres de cada uno de ellos, el evangelio nos presenta pequeños detalles sobre su pasado: Desde Pedro, al que Jesús le cambio el nombre porque le había dado una nueva misión, ser el fundador de su Iglesia: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, hasta Mateo que anteriormente había sido publicano, sinónimo de público pecador; desde las dos parejas de hermanos, Pedro hermano de Andrés, y los dos “hijos del trueno”, Juan y Santiago, hasta un tal Simón “el fanático”, porque había sido muy probablemente miembro de un grupo del movimiento terrorista y revolucionario de los Zelotas. A esos doce hombres, de los que uno acabará traicionándole, Jesús les envía a predicar que el reino de Dios está cerca, que es posible que Dios y los valores de Dios reine en el corazón de los hombres, y “a curar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos y arrojar demonios”. Y lo que gratis habían recibido, gratis lo debían de dar.

Ciertamente nosotros no podemos realizar al pie de la letra esas obras milagrosas, pero todos sabemos que en sentido simbólico y real, con la palpitante actualidad que tiene el evangelio, podemos ayudar a curar las enfermedades del espíritu, a dar vida e ilusión, a limpiar ambientes contaminados y a arrojar los demonios interiores de nuestro corazón. Y sobre todo debemos sentirnos enviados, porque todo cristiano, con su pasado e historia personal, es un enviado, es un apóstol.

Ante las gentes de nuestro mundo, ante la pobreza, la miseria y el sin sentido del materialismo de nuestros días, no podemos permanecer indiferentes, no podemos de dejar de sentir la angustia que sintió Jesús ante tantas gentes “extenuadas y abandonadas”. No seriamos ni hijos de Dios, si seguidores de Jesucristo, si no nos sentimos urgidos, como apóstoles y enviados, a testimoniar con palabras y obras un evangelio que sigue siendo hoy, como ayer, totalmente válido. Todos, sacerdotes y seglares cristianos, debemos trabajar por el “servicio de la fe y la promoción de la justicia”. Nosotros lo hemos recibido gratis, esta gracia que hemos recibido de Dios, gratuitamente la debemos hacer llegar, compartiéndola, con los demás.

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