Publicado por Sacerdotes Diocesanos de Schoenstatt
A. Todos los domingos escuchamos un evangelio. Lo deberíamos escuchar con atención y meditarlo profundamente hasta que nos descubrimos a nosotros mismos en él, muy personalmente en nuestra situación hoy, aquí y ahora.
B. Lo queremos intentar ahora:
1. Ya con la primera palabra nos podemos descubrir, interpelado y mirado: “Cuando Jesús vio a la gente, sintió gran compasión por ellos”. ¿Quiénes fueron los hombres que Jesús vio? Eran sus compatriotas, que pararon las orejas cuando el hijo del carpintero y de María de Nazaret comenzó a anunciar la cercanía del reino de Dios. Está cerca en él, el Hijo del Padre eterno, el hermano de todos los hombres. Entonces se pusieron en camino hacia él. No tanto los prominentes y ricos, sino sobre todo los pequeños y los enfermos quienes entonces no tenían seguros; los hambrientos y afligidos y los que se experimentaron expuestos a vejaciones por los espíritus inmundos y las pasiones desenfrenados.
A estos ve Jesús y también tiene presente los que no acudieron, los satisfechos y sobrados que tenían más que necesitaban; en estos también piensa Jesús; y con ellos no tiene menos compasión.
Pero también miraba más allá de los límites de su patria y de su pueblo, los samaritanos y los hombres de todos los pueblos, continentes, rasas y colores. Para esto no necesitaba de los medios y de la televisión; sólo necesitaba su corazón amante de Dios. Este corazón no quiso y no pudo excluir a nadie del amor de Dios, porque a causa de éste amor pudo e quiso ser hermano de todos los hombres.
Por eso nos vio a nosotros, a ti y a mí. Hoy estamos invitados a descubrir su mirada amante y su compasión con nosotros; su compasión con nuestra miseria y con el hecho de que nosotros muchas veces vivimos tan alejados del amor de Dios.
2. Jesús sentía compasión de nosotros, de mí. Esta compasión no era solamente un sentimiento en vista nuestra miseria. Como lo dice la palabra: Compasión se transforma en un padecer con nosotros y por nosotros; un cargar con todos nuestros padeceros y sufrimientos hasta su pasión y muerte en la cruz cargando nuestros pecados. Su compasión no se queda en un sentimiento sino se convierte en una acción redentora: El Buen Pastor da su vida por sus ovejas, por nosotros; así lo expresará un día.
Su compasión se convierte en acción en un segundo sentido: que llama a quienes se le han confiado y entregado, los llama para ayudarle en su misión. Ahora lo son los doce discípulos los que enviará como apóstoles. Ellos serán pastores junto a él y por eso les da sus poderes. Porque de sí mismo, por su propia fuerza, son incapaces de amar y de padecer. Pero por el Espíritu Santo les da participación en su poderoso amor; así un Juan se convierte en el discípulo amada y en un mensajero del amor; y un Pedro dará su vida como el Maestro por los que le han sido confiados.
¿Nos podemos reconocer entre los llamados? Cierto que no somos ni obispos ni sacerdotes; pero estamos elegidos, amados y salvados por Cristo; Con nuestra fe y nuestro amor podemos ayudar en la redención de los que nos rodean y nos necesitan y los podemos conducir al Señor con nuestro amor compadeciendo.
3. Los doce llamados y todos los llamados reciben una misión: ¿Para qué? Para anunciar el amor de Jesús con la palabra. Para anunciar su amor con la acción: con una obra de amor; con la preocupación por los enfermos, los afligidos y los en quienes han muerto la fe y el amor. Esta es también nuestra vocación: Con nuestra oración y nuestra fe podemos resucitar a los que han dejado morir su fe y su amor. Y con nuestra oración incesante podemos ayudar a nuestros difuntos para resuciten a la vida eterna en el último día.
Jesús no quiere sobre-exigir: A los discípulos dice: Vayan a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Pero el mismo ya muestra su compasión con la samaritana y con el centurión pagano. Como Resucitado envía a los suyos hasta los confines de la tierra.
C. La televisión nos muestra la miseria de los hombres de todas las naciones y eso todos los días. No hay que sumergirse en estas imágenes y olvidarse que podemos prestar nuestra mano a Jesús para los que están a mi lado. Jesús nos regaló su amor gratuitamente. No nos pasó la cuenta. Regalemos a los demás el amor que hemos recibido. Amén.
B. Lo queremos intentar ahora:
1. Ya con la primera palabra nos podemos descubrir, interpelado y mirado: “Cuando Jesús vio a la gente, sintió gran compasión por ellos”. ¿Quiénes fueron los hombres que Jesús vio? Eran sus compatriotas, que pararon las orejas cuando el hijo del carpintero y de María de Nazaret comenzó a anunciar la cercanía del reino de Dios. Está cerca en él, el Hijo del Padre eterno, el hermano de todos los hombres. Entonces se pusieron en camino hacia él. No tanto los prominentes y ricos, sino sobre todo los pequeños y los enfermos quienes entonces no tenían seguros; los hambrientos y afligidos y los que se experimentaron expuestos a vejaciones por los espíritus inmundos y las pasiones desenfrenados.
A estos ve Jesús y también tiene presente los que no acudieron, los satisfechos y sobrados que tenían más que necesitaban; en estos también piensa Jesús; y con ellos no tiene menos compasión.
Pero también miraba más allá de los límites de su patria y de su pueblo, los samaritanos y los hombres de todos los pueblos, continentes, rasas y colores. Para esto no necesitaba de los medios y de la televisión; sólo necesitaba su corazón amante de Dios. Este corazón no quiso y no pudo excluir a nadie del amor de Dios, porque a causa de éste amor pudo e quiso ser hermano de todos los hombres.
Por eso nos vio a nosotros, a ti y a mí. Hoy estamos invitados a descubrir su mirada amante y su compasión con nosotros; su compasión con nuestra miseria y con el hecho de que nosotros muchas veces vivimos tan alejados del amor de Dios.
2. Jesús sentía compasión de nosotros, de mí. Esta compasión no era solamente un sentimiento en vista nuestra miseria. Como lo dice la palabra: Compasión se transforma en un padecer con nosotros y por nosotros; un cargar con todos nuestros padeceros y sufrimientos hasta su pasión y muerte en la cruz cargando nuestros pecados. Su compasión no se queda en un sentimiento sino se convierte en una acción redentora: El Buen Pastor da su vida por sus ovejas, por nosotros; así lo expresará un día.
Su compasión se convierte en acción en un segundo sentido: que llama a quienes se le han confiado y entregado, los llama para ayudarle en su misión. Ahora lo son los doce discípulos los que enviará como apóstoles. Ellos serán pastores junto a él y por eso les da sus poderes. Porque de sí mismo, por su propia fuerza, son incapaces de amar y de padecer. Pero por el Espíritu Santo les da participación en su poderoso amor; así un Juan se convierte en el discípulo amada y en un mensajero del amor; y un Pedro dará su vida como el Maestro por los que le han sido confiados.
¿Nos podemos reconocer entre los llamados? Cierto que no somos ni obispos ni sacerdotes; pero estamos elegidos, amados y salvados por Cristo; Con nuestra fe y nuestro amor podemos ayudar en la redención de los que nos rodean y nos necesitan y los podemos conducir al Señor con nuestro amor compadeciendo.
3. Los doce llamados y todos los llamados reciben una misión: ¿Para qué? Para anunciar el amor de Jesús con la palabra. Para anunciar su amor con la acción: con una obra de amor; con la preocupación por los enfermos, los afligidos y los en quienes han muerto la fe y el amor. Esta es también nuestra vocación: Con nuestra oración y nuestra fe podemos resucitar a los que han dejado morir su fe y su amor. Y con nuestra oración incesante podemos ayudar a nuestros difuntos para resuciten a la vida eterna en el último día.
Jesús no quiere sobre-exigir: A los discípulos dice: Vayan a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Pero el mismo ya muestra su compasión con la samaritana y con el centurión pagano. Como Resucitado envía a los suyos hasta los confines de la tierra.
C. La televisión nos muestra la miseria de los hombres de todas las naciones y eso todos los días. No hay que sumergirse en estas imágenes y olvidarse que podemos prestar nuestra mano a Jesús para los que están a mi lado. Jesús nos regaló su amor gratuitamente. No nos pasó la cuenta. Regalemos a los demás el amor que hemos recibido. Amén.
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