NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

viernes, 4 de julio de 2008

XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: Dios se hace solidario con el hombre


1. El rechazo de la Palabra

Después del discurso “misionero”, que comentábamos los domingos pasados, con el que Jesús envía a los doce Apóstoles “a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”, S. Mateo nos trae, en el inicio del evangelio de hoy, una bendición al Padre salida de los labios de Jesús:
Jesús confiesa al Padre, le da gracias y lo bendice porque ha escondido los misterios del Reino a los que se creen doctos y lo ha revelado a los “pequeños” (los pobres de las Bienaventuranzas)”: “Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla”.

Jesucristo proclama que los valores del Reino se dan en los pequeños. Él mismo es el primero de ellos. En Jesucristo se cumple la profecía de Zacarías (1.a Lect.): “Mira a tu Rey” que ofrece ayuda, consuelo y descanso a los que están agobiados, a los oprimidos por cualquier poder, en contraste con los jefes de Israel.

San Lucas, el tercer evangelista, sitúa esta formula de bendición al Padre, cuando vuelven “muy contentos” por el éxito de su misión evangelizadora los setenta y dos discípulos enviados por el Señor…San Mateo en cambio la sitúa inmediatamente después de constatar Jesús el fracaso de su predicación en las ciudades de Galilea: Betsaida, Corazaín y sobre todo Cafarnaún, la que llamó “su ciudad”: ¡Ay de ti, Corazain, ay de ti Betsaida, pues si en Tiro y Sidón se hubiera hecho las obras que se hicieron en ti...etc.”! Y en Cafarnaún, nos dice San Juan, muchos discípulos lo abandonaron, “ya no iban con él”.

Cafarnaún rechazó a Jesús y Jesús rechazó a Cafarnaún, junto a Corazaín y Betsaida, por su incredulidad, y a los Apóstoles les dice: “¿También vosotros queréis iros?”. La respuesta de Pedro debió aliviar su corazón. Pedro contestó: “¿A quien vamos a ir? Tu tienes palabras de vida eterna”. Es cuando Jesús bendice a su Padre por “haber revelado, por hacer comprender estas cosas, no a los sabios, sino a la gente sencilla”.

Los predicadores, sabemos por experiencia propia, la actualidad de estas palabras de Jesús, cuando sentimos que nuestras palabras, expresadas con la mejor voluntad, caen sobre vacío, cuando nos parece que somos una voz inútil que “clama en el desierto” de un mundo que va por caminos muy distintos. Y ¡cuantos padres, también “predicadores” en su familia, –pequeña iglesia doméstica-, sienten, (sentís), esa misma sensación de fracaso, cuando los hijos no escuchan y se van por otros caminos! ¡Qué difícil es, sintiendo el fracaso tan decepcionante en apariencia, caer en la cuenta que es la gente sencilla la que comprende el mensaje de Jesús, y no “los sabios y entendidos”.

Encontramos en la sociedad actual valores abiertamente enfrentados con el Evangelio. Lo pequeño, lo que no cuenta, es despreciado. Lo que Jesús valoraba sigue sin estimarse. En cambio lo que descalificaba, ocupa lugares de privilegio
Son los pobres, los que se saben en las manos de Dios y se fían de él, a los que Jesús les dedicó las bienaventuranzas, los que son receptivos, los que han sido capaces de entender el misterio del Reino de Dios, que ha quedado escondido a “los sabios y entendidos”, en una palabra: a los “soberbios”.

En mitad del texto del evangelio de hoy viene unas frases, que parecen, por su estilo y contenido, del evangelio de S. Juan: “nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Es como una continuación del prólogo del evangelio de S. Juan, que dice: “que a Dios nadie le ha visto jamás”, y es Jesús la revelación de ese Dios escondido. Jesús es la revelación del Padre, es Jesús, el Hijo, quien no lo ha dado a conocer. Jesús nos revela, cono dice un autor (Busto), “al Dios todopoderoso, convertido en impotente. El Dios eterno, hecho hombre mortal; el Dios infinito, llorando, afectado por el sufrimiento y el dolor”.


2. Dios se hace solidario con el hombre

Es el misterio de la Encarnación: El Dios eterno, inmortal e impasible, es, en el Hijo, el mismo Dios que empieza a vivir, que empieza a sufrir, y el Dios que es inmortal, en Jesús, ha empezado su camino para morir…La Santísima humanidad de Cristo es el único camino que nos puede llevar al conocimiento insondable de Dios…

Y desde el misterio insondable de Jesús se entiende esa exhortación que hace Jesús a la gente sencilla, la que ha entendido el mensaje escondido “a. los sabios y soberbios” “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”.
Sin duda somos muchísimas personas las que hemos experimentado con esta frase del evangelio un alivio interior, que sólo el Señor puede comunicar al corazón creyente cansado y agobiado por las dificultades de la vida. En estas palabras están resonando los sentimientos del Corazón de Jesús cuando “viendo el gentío, le dio lastima de ellos, nos dice el evangelio (S. Mateo), porque andaban como ovejas sin pastor”, ¡Cuantos angustiados y “maltrechos” hemos sentido el consuelo al escuchar en nuestra vida, estas palabras de Jesús!. “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré”…



Y es que, como dice un autor (P. Claudel) “Dios no ha venido a suprimir el sufrimiento, ni siquiera ha venido a explicarlo. Ha venido a llenarlo de su presencia”. Dios no se ha revelado en Jesús como Mesías triunfante y glorioso como esperaban los judíos anteriores y contemporáneos de Jesús y quizá, como nosotros mismo hubiésemos deseado; Dios no ha venido como la medicina y el remedio mágico que nos quita nuestros sufrimientos y dolores; Dios no se ha revelado en Jesús como el filósofo esperado que nos explique con toda evidencia el misterio del dolor y del mal. Dios ha venido en Jesús sencillamente como aquel que ha compartido nuestra condición humana, solidario de nuestros gozos y esperanzas, de nuestras angustias y tristeza: “El Dios eterno, hecho hombre mortal; el Dios infinito, llorando, necesitando que lo cuiden, afectado por el sufrimiento y el dolor…”

Y, desde entonces, mucha “gente sencilla” ha sentido que sus gozos, esperanzas, angustias y tristezas podían quedar llenas con la presencia de Jesús, que no ha resuelto nuestros problemas, como si fuese un mago o un curandero, sino que se hizo hombre como nosotros para compartir nuestros problemas y sufrimientos como uno de tantos. Desde entonces mucha “gente sencilla” ha podido afirmar, con el corazón, con el corazón roto, pero rebosante de fe, las mismas palabras de Jesús: “Si, Padre, así te ha parecido mejor, hágase tu voluntad”.

Desde entonces mucha “gente sencilla” ha sentido la dureza de la existencia y las exigencias del seguimiento de Jesús, pero que podían “cargar con su cruz”, con “el yugo de la vida”, porque su yugo, el yugo del evangelio, es llevadero y su carga ligera. Porque es Jesús, que es “manso y humilde de corazón”, el que comparte el yugo, las cargas y sufrimientos de nuestra vida, y por eso “esta gente sencilla” y buena, en Jesús, ha encontrado descanso, fuerza y consuelo; han sentido la cercanía del Corazón de Jesús que comparte con nosotros el yugo de nuestra existencia. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré…y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontrareis vuestro descanso. Que sepamos escuchar estas palabras en todo momento de nuestra vida, y sintamos siempre a Jesús, compañero inseparable del yugo de nuestra existencia.

No hay comentarios: