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viernes, 4 de julio de 2008

XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: Tres tipos de descanso

Publicado por Rosario.org

1.- Queridos amigos:

¿Alguna vez se han sentido cansados en la vida? ¿Saben si alguna persona querida se siente cansada? ¿Hay alguna situación que convierta la belleza de la vida en una carga exhaustiva para alguien?

Al lanzarnos el Evangelio del día de hoy una invitación para que aquellos que están cansados y fatigados se acerquen al Señor, no pude más que pensar, en aquellos factores que comúnmente nos provocan cansancio en nuestra propia vida.

2.- Sé que son muchas las situaciones que detonan cansancio en la vida de las personas, pero el día de hoy, hablaré sólo de tres de las situaciones que nos acarrean fatiga: las cargas prematuras, las cargas excesivas y la falta de motivación.

3.- El primer elemento que puede y suele causar cansancio en el corazón de las personas es el de la llegada repentina de las así llamadas cargas prematuras. Se trata de pesos que quizá, a juicio de cualquier persona, no sean excesivos, pero que no corresponden a la edad o a la etapa que vive la persona.

¿Te puedes imaginar a un niño que ante la ausencia de su padre, ya sea por que ha muerto, o por que les ha abandonado o por que él es un desobligado, haya tenido que asumir un rol o un papel al frente del hogar, para apoyar a su madre en la responsabilidad ante sus hermanos?

Este niño que asume cargas y responsabilidades que no coinciden con su tierna edad, irá acumulando cansancios, tanto por aquello que se le ha pedido, como por las etapas de su vida que no ha vivido, y que jamás podrá vivir, salvo con el riesgo de vivir esas fatídicas regresiones.

Decía Piaget: “No se le pueden pedir peras al peral en flor”. Y la verdad es que hay tantos perales endebles a los que se les ha forzado a dar unos frutos que no les correspondían o para los que no estaban capacitados.

¿Cuántos niños hay así entre nosotros? Son demasiados. ¡Más de los que te imaginas! Y sin duda, caminan cansados por esas cargas prematuras que súbitamente les asaltaron y que ¡no hubo de otra!, sino el asumirlas y el dar la cara por los que han retirado la cara. Muchos de nuestros niños mal llamados “de la calle”, se encuentran en esta situación.

4.- El segundo tipo de cansancios es aquel que es provocado por las cargas excesivas. Y Se trata aquí, ya no de la antelación de responsabilidades, sino de aquellos que bien pueden ser personas maduras y que su edad pudiera ser la adecuada como para asumir una responsabilidad. Sin embargo, sobre sus hombros se han descargado no una, sino dos o más responsabilidades, hasta llegar al exceso y con ello detonar el cansancio.

Se trata de aquellos que bien pueden ser sumamente competentes en las cualidades que Dios les ha dado y en los talentos que han sabido cultivar; sin embargo, bien sea por la necesidad o por la falta de jerarquización o por las pretensiones de vanagloria o por las aspiraciones de la propia o ajena codicia, llegan a tener varios trabajos por realizar.

Esta carga excesiva, tarde o temprano, o más temprano que tarde se encarga de cobrar su factura y entonces provoca cansancio y agobio en la vida de las personas.

5.- Aunque pudiera no ser autoprovocado sino sólo y dolorosamente padecido, tenemos que decir que también se incluye en los cansancios provocados por las cargas excesivas el que experimentan aquellas personas que tienen que sacar adelante una realidad en la que el contrato originalmente fue diseñado para dos y rubricado por dos personas.

Se trata de aquellos que se subieron a la barca de la vida en la que iban a ir acompañados por el esposo o por la esposa, y que de pronto se han quedado solos al frente de la tripulación.

Sin duda, en esta situación se encuentran aquellos que han enviudado mientras los hijos todavía son pequeños; sin embargo hoy quisiera referirme a aquellos que repentinamente han visto, que cuando la barca se encuentra sumergida en la furia de la tormenta, alguien de pronto se ha tirado por la borda o se ha subido a la balsa de emergencia y se ha marchado, y le ha dejado abandonado o abandonada al frente de una situación apremiante y de una tripulación al borde del naufragio.

Se trata de aquellos que habiendo tenido un día un cónyuge, este no comprendió que la labor del ser esposos y cónyuges era precisamente el llevar los dos compartidamente el mismo yugo, es decir, la misma responsabilidad, la misma tarea, un mismo quehacer. Entre los cónyuges uno apoya al otro, y cuando uno se siente cansado, se siente seguro porque sabe que el otro estará listo, para sacar adelante el trabajo delegado por Dios.

Se trata de aquellos, que habiendo recibido en el día del matrimonio un consorte, es decir, a aquel que contigo viviría la misma suerte. Aquel o aquella, tu consorte, que estaría contigo en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, en los días gratos y en los días ingratos, en los momentos fastos y en los nefastos, en esos episodios intensamente iluminados y en los profundamente oscurecidos; de pronto te das cuenta, de que en el preciso momento en que la vida presenta el rostro difícil, él o ella han claudicado, han renunciado, se han alejado de tu vida.

Es aquí en donde sobreviene la más terrible de las fatigas.

Sin duda, también la carga es excesiva, para todos aquellos que tienen que hacer el papel de padre y madre en un hogar en donde el otro emprendió la, más que graciosa, vergonzosa huída.

Y sobreviene un desgaste adicional que provoca un cansancio, ante el trabajo que suele tornarse en algunos momentos precisos como excesivo y desalentador.

5.- Finalmente viene el tercer tipo de cansancios.

Quizá el cansancio más devastador y el más injusto de todos, es aquel que se genera ante la falta de motivación, ante la ausencia de estímulos en la vida.

Se trata del cansancio que viven aquellas personas, que quizá en esta ocasión ni sobrellevan cargas prematuras, ni tampoco se enfrentan a cargas excesivas. Podríamos hablar de los quehaceres ordinarios, de lo que cada uno realiza en la vida y que pertenece al así llamado campo de la rutina.

Se trata del padre de familia que tiene que trabajar, y que lo hace con convicción y con gusto, sabiendo que el fruto de su trabajo es necesario para que sus hijos tengan alimento, vestido, casa y educación.

Él no suele desfallecer, en sus esfuerzos, aún cuando tenga que vivir esos periodos de la vida, en que el desgaste se vuelve intenso. Pero bien entiende que los hijos tienen que sacar una carrera. Muchos padres de familia, se esfuerzan para que el hijo estudie en un buen colegio, en ocasiones realiza jornadas especiales para que los hijos puedan desplazarse a otros lugares, para que los hijos vistan bien, que nada les falte, con la finalidad de que vayan progresando en la vida y que les sea más favorecedora.

-¡Es que ellos cumplen con su responsabilidad!-, tienes razón los hijos al decirlo.

Pero,... lo verdaderamente lamentable suele ser esa falta de correspondencia en la vida. Los hijos no tienen la educación para agradecer lo que se recibe, ellos se han acostumbrado a verle partir al trabajo por la mañana, ellos no saben las penurias que enfrenta. La palabra “gracias” no existe en el vocabulario de muchos hijos de familia. Más aún, las exigencias están al orden del día. Y el cansancio puede sobrevenir ante la falta de esas palabras y de esos gestos gratificantes, y que son tan necesarios en la vida.

Ella, como madre de familia se desvive, todo lo tiene en orden, se preocupa por tener el alimento en el momento oportuno, la ropa siempre está limpia y planchada. Ella guisa, remienda, cura, cuida, se desvela, se desmañana, vive noches de insomnio, asiste a juntas del colegio, le acompaña al catecismo,... y muy frecuentemente tiene que trabajar algunas horas o hasta jornadas completas fuera de la casa. Pero, nadie es capaz de decirle gracias y no pocas veces, sale regañada, al principio por el esposo, y cuando los hijos crecen, también por los hijos que reproducen los patrones de conducta que aparentemente les convienen. Y, en esta vida, el cansancio suele venir acompañado del desaliento, de la tristeza y de la lamentable experiencia de la incomprensión.

6.- Hoy, nos dice el Señor: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré”.

Sin lugar a dudas, uno sabe que la solución a estos cansancios, está en nosotros, tanto los que los padecemos como los que los provocamos.

Una gran parte de la solución está en esa nuestra capacidad de asumir nuestras responsabilidades, para no dejar a la deriva a aquellos que caminan junto a nosotros o detrás de nosotros.

Aquí es importante también reconocer y ofrecer nuestro agradecimiento, acompañado de la manifestación de afecto, para con aquellos a los que injustamente privamos del estimulo de nuestras palabras y acciones.

7.- Pero, nosotros bien sabemos que hay cansancios en nuestra vida que solamente encuentran su solución en el Señor, y que todo tipo de desgastes, en la realidad, pueden ser iluminados solamente por Él.

El Señor nos dice que vayamos a Él, porque su yugo es suave y su carga es ligera y bien podríamos cuestionar: ¿Cómo puede hablarnos el Señor de cargar un yugo cuando Él mismo reconoce y menciona que venimos cansados, fatigados y agobiados por la carga? ¿Acaso aparte del cansancio que me hace complicada la existencia tengo que soportar otra coyunda?

Y, es precisamente esa la respuesta que el hombre no termina de comprender. Todos sabemos que el yugo es llevado por dos personas y, si el Señor nos invita a tomar su yugo, no es porque Él quiera cargarnos con otros pesos más sobre nuestros hombros cansados, sino porque Él quiere llevar el peso de nuestras angustias sobre sus hombros, junto conmigo y contigo.

El yugo es siempre llevado por dos, y el Señor quiere llevar el yugo de nuestros cansancios. Es, solamente entonces que el yugo se vuelve suave y nuestra carga se vuelve ligera.


SÍSIFO: EL HOMBRE SIN DESCANSO.
“ En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré.

1.- Muy queridos amigos:

En el primer segmento, hablábamos sobre tres distintos tipos de cansancios: el de las cargas prematuras, el de las cargas excesivas y el de la falta de motivación.

No obstante, quisiera el día de hoy referirme a un cuarto tipo de cansancio: se trata de aquel que se genera en el egoísmo de aquellas personas que no han aprendido a jerarquizar los valores de la vida. Se trata de aquellos que nunca verán saciada su ambición de tener, de almacenar y de presumir.

2.- No quiero cambiar de tema. Pero, ¿sabías, que en los dos últimos siglos han desfilado por la superficie de la tierra los diferentes personajes de la mitología griega: Narciso, Sísifo y Prometeo?

El siglo XIX, de acuerdo a la apreciación de Nikolai Gogol fue el tiempo en que perduraban Narciso y Prometeo. Narciso era aquel personaje que se pasaba la vida en una egoísta autocontemplación. En tanto que Prometeo era aquel personaje que estaba necesitado del reconocimiento y homenaje, y como el hombre no se lo daba se alía a Zeus, y como Zeus no se lo daba, Prometeo también se volvió contra éste. Se trata del orgullo indomable.

En el año 1942, Albert Camus sugirió que el símbolo idóneo del hombre no era tanto Prometeo como Sísifo, que fue condenado por los dioses a hacer rodar sin cesar una roca hasta la cumbre de una montaña, desde donde volvía a caer siempre por su propio peso.

Aunque, probablemente, el mito de Sísifo no llegó a alcanzar una vigencia social análoga a la del de Prometeo, es innegable que expresa muy bien los avatares que vivió la generación del genial literato argelino-francés. Habían dedicado esfuerzos ímprobos a construir Europa, y la Primera Guerra Mundial convirtió su obra en un montón de escombros. Iniciaron animosos la reconstrucción, pero la Segunda Guerra Mundial lo arrasó todo otra vez. Con tenaz esperanza volvieron a empezar en cuento se firmó la paz. ¿Y así, hasta cuando?, se pregunta Camus. Pues bien, a pesar de todo, él mismo se niega a claudicar y propugna plantar cara al absurdo: “Hay que imaginarse a Sísifo feliz”, decía.

3.- Lo anterior, no es más que un absurdo, pero un absurdo que representa al hombre de nuestros días. Se trata de todos esos nuevos esclavos que se sienten sabios y entendidos y que no han llegado a comprender la sabiduría que brota de la gente que no se ha olvidado de la virtud de la sencillez. No se trata de otra esclavitud sino de aquella que trae puesto el disfraz de bella dama de compañía de nuestras codicias, envidias y avaricias.

Diría Mahatma Gandhi que: “Las cadenas de oro son mucho peores que las de hierro”.

Ya lo había dicho, con la misma elocuencia Rogerio Bacon: “El dinero es un buen siervo pero es un pésimo amo”.

Acaso ¿Vivimos nuevas esclavitudes?

La verdad es que, sí nos parecemos a aquel legendario Sísifo, que en la mitología griega fue condenado por los dioses a hacer rodar sin cesar una roca hasta la cumbre de una montaña, desde donde volvía a caer siempre por su propio peso y así toda la vida ininterrumpidamente, ¡y tendría que sonreír para no amargarse la existencia!

4.- ¿Qué es un esclavo? Aunque te pueda provocar molestia e indignación, para aquellos que esclavizan y para aquellos que se dejan esclavizar: un esclavo puede definirse como “un instrumento animado”.

Y, estos seres animados que están insertos en un engranaje de producción, han dejado de ser hombres para convertirse en instrumentos de sus empresas.

Muchos ejecutivos, profesionistas egresados de nuestras magnificientes casas de estudio, se han convertido en un “objeto útil”, y hasta poseen un valor comercial: ellos son materia de compra, de inversión, de intercambio, de venta y hasta de desecho; ellos son un instrumento que se adquiere, que se posee, que se perfecciona y que se explota. El sujeto, la persona, el ser humano se ve degradado. Se trata de actitudes atrofiadas en la humanidad, posesivas en lo colectivo, explotadoras en lo particular y destructoras en lo familiar.

Al tratar a las personas como instrumentos o como cosas les degradamos, y al dejarse tratar de esa manera se manifiesta que se ha perdido la propia dignidad.

Friedrich Nietzsche en su libro: “La Gaya Ciencia” acusa a un hombre que ha perdido el equilibrio y la dimensión de su ser humano:

“ Hay un salvajismo de indios en la manera en que los norteamericanos aspiran al dinero: y su frenesí por el trabajo comienza a contaminar a la vieja Europa. Nos da vergüenza entregarse al descanso, la reflexión dilatada nos provoca remordimientos. Pensamos con el reloj en la mano, desayunamos con los ojos fijos en la cotización de la bolsa”.

¿Sabías tú que uno de los indicadores del inicio de la moderna era industrial no fue otro sino el momento en que solemnemente las campanas del reloj del pueblo de Nüremberg en el siglo XVI empezaron a percutir cada quince minutos? Que,... ¿para qué?. Para señalizar los horarios laborales. ¡Este es el así llamado: “hombre moderno”!

Hoy el hombre vive esclavizado por el trabajo, y ya no tiene tiempo ni para tener un respiro. Muchos hombres piensan que el mundo se acaba el día que ellos falten a laborar porque se van a ir de vacaciones con sus familias, ellos piensan que la empresa sufrirá mucho el día en que ellos no asistan.

Y se equivocan: al menos este mundo no se acabará precisamente cuando tú no vayas a trabajar, ni la empresa va a extrañarte mucho cuando un día ya no vayas definitivamente, porque ellos mismos un día sin tocarse el corazón prescindirán de tus servicios, pero quien sí te extraña ahora es tu familia y a quien un día tu extrañarás es a tu familia. ¡Quizá demasiado tarde! Espero que no sea así,...

5.- Recuerdo aquella narración del maestro León Tolstoi titulada “¿Cuánta tierra necesita el hombre?”, en la cual, con ese genio sarcástico de nuestro querido Tolstoi, dibujaba excelentemente en la alegoría de ese opúsculo al hombre de su tiempo y de nuestro tiempo:

“Pakhom, el aldeano ruso, está firmemente convencido de que alcanzará la felicidad cuando posea tantas tierras como las que abarcan las vastas posesiones de su vecino. Aunque posee una familia y lo necesario para vivir, todos los días se asoma por la ventana y su mirada se pierde en el vasto horizonte sin llegar a percibir el límite de las posesiones de su envidiado vecino.

Llega un día en que el vecino le ofrece tantas tierras como él mismo pueda alcanzar a recorrer a la máxima velocidad y sin detenerse, desde el inicio del día hasta la puesta del sol. Pakhom sacrifica sus posesiones a fin de dirigirse hasta el remoto lugar en donde le han ofrecido iniciar con esa generosa oferta. Después de incontables penalidades, llega y se prepara sin conciliar el sueño para su gran oportunidad al día siguiente. Se fija un punto de partida. Pakhom al escuchar el disparo sale como si fuera él mismo un tiro a la hora del alba. Corriendo bajo el sol de la mañana, no mira ni a derecha ni a izquierda; febril corre bajo la luz cegadora, y el calor ardiente. Sin detenerse a comer o a descansar, continúa su recorrido agobiante y abrumador. Y cuando el sol se pone, tambaleándose, completa su recorrido. ¡Victoria! ¡Éxito! ¡Ha realizado el sueño de toda su vida!

Y cuando aquel hombre le dice que volteé a mirar todas sus posesiones, Pakhom voltea y cae muerto. Es entonces que tiene toda la tierra que necesita: dos metros cuadrados”.

6.- ¿Te gustó o te incomodó? Ese es el genio de la ironía que tiene Tolstoi, y en realidad esa es la ironía de los hombres de nuestro tiempo.

El hombre actual no sabe parar, no sabe hacer un alto, no sabe darse un respiro. Los hombres no hemos aprendido a discernir sobre lo que nos es estrictamente necesario. Y un día, cuando hemos recorrido y acumulado aquello que tanto tiempo ambicionamos, nos damos cuenta de que hemos caído desfallecidos.

Cuando un día, el hombre, tiene el dinero que siempre quiso tener en una cuenta bancaria, se da cuenta de que la vida se le ha ido, que la familia ya no se encuentra a su lado, que aquellos que realmente le amaban ya se han marchado, cansados ellos mismos por sus tantas y frecuentes ausencias o aceptando que para él ellos nunca fueron importantes.

Los hombres, hemos hipotecado nuestra propia vida, al dejar en el rincón del olvido las diferentes dimensiones que componen nuestro existir. Hemos renunciado a la sabiduría que proviene de Dios, quien, nos invita a tener en Él nuestro discernimiento de la vida.

6.- La vida tiene momentos de tensión y de distensión, de preocupación y de ocupación, de atención y de relajación.

Sin embargo, el hombre no puede vivir manteniendo la tensión de una continua exigencia, so pena o corriendo el riesgo de cansarse y abandonarlo.

Hasta la tierra necesita su año sabático, el cuerpo y también el alma necesitan del descanso, pero el hombre se siente una máquina, y olvida que también la maquinaria necesita mantenimiento.

Nuestra historia es la historia de esos esclavos acostumbrados a sus yugos y a sus cadenas, y que desprecian la libertad.

Este es el elemento arrastrado por el trabajo humano más desconocido en la actualidad: Hoy el hombre no sabe descansar.

Los hombres hemos olvidado que nuestra vocación es la de ser “señores” y no “esclavos” de las cosas. ¡Qué lástima que algunos, lejos de humanizar la materia, hemos materializado lo humano!

7.- Y así, somos tantos los que con el afán de ganarnos la vida no tenemos tiempo para vivir.

En la vida, somos demasiados los que hipotecamos la salud a costa de despojar a nuestros cuerpos de las horas de descanso. Nos estamos enfilando hacia la autodestrucción.

Hipotecamos nuestra vida, a costa de tener mayores alcances en nuestras ambiciones laborales. Pensamos en nuestros logros siguientes, sin imaginar que el mayor logro es el vivir otro día junto a las personas que amamos y que verdaderamente nos aman, con la bendición de Dios.

Hipotecamos la familia. El tiempo y las atenciones que les corresponden a ellos han entrado a las arcas laborales como garantía hipotecaria para firmar el siguiente contrato comercial.

Hipotecamos la vida para adquirir formas de sobrevivencia suntuosa y perfumadas, pero que nos despojan de la capacidad de una verdadera vida digna.




EL DESCANSO EN EL SEÑOR.
“ En aquel tiempo, Jesús exclamó: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”.

1.- Quiero aprovechar este fabuloso medio, para invitar a todos los miembros de nuestra Iglesia de Monterrey a manifestarle a Dios nuestra gratitud por la designación de Mons. Alfonso Cortés Contreras como Obispo Auxiliar de nuestra querida Arquidiócesis de Monterrey y, al mismo tiempo invitarles, ya desde ahora, a elevar una plegaria por él, por nuestro Arzobispo y demás Obispos.

2.- “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré”.

Queridos amigos: Hay una referencia que no puedo ignorar en este domingo.

Este texto, nos ha sido propuesto sabiamente por la Santa Madre Iglesia, en la celebración litúrgica de la exequias cristianas.

Se trata de ese momento en el que, cómo nos lo expresa el ritual completo de los sacramentos: la comunidad cristiana celebra la muerte con esperanza. El creyente, contra toda evidencia, muere confiado al igual que su Maestro: “En tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46).

3.- Hablemos sobre este tema de la muerte en referencia a este texto del Evangelio.

A pesar de su mutismo, la muerte suele ser sumamente elocuente, es mucho más que un dato, es un hecho que hace surgir legítimas preguntas sobre el ser y el quehacer del hombre.

De esta manera, somos alegremente conscientes de que la vida cristiana es contemplada como ese camino al que hemos sido enviados, y que tiene su meta en la eternidad.

4.- Sólo que en el trayecto de la existencia, el cristiano, quien se sabe peregrino en esta tierra y que tienen su morada en la eternidad, enfrenta una serie de eventos que llevan la envoltura de la incertidumbre humana.

La vida se convierte en el trayecto y, al mismo tiempo, en la oportunidad que nos abre las puertas de la vida eterna.

Esta vida tiene sus pruebas, las cuales nos ofrecen esa ocasión de actuar con fortaleza y constancia, ejercitando la generosidad, la fe y la paciencia.

Sin embargo, las pruebas constituyen, en cierto modo, un peligro remoto de pecado si no se tienen actitudes cristianas. Así por ejemplo, una grave enfermedad puede constituir la ocasión de no aceptar la voluntad de Dios e inducir al alma a la desesperación.

Nuestra vida tiene diferentes tipos de pruebas: hay pruebas físicas como el dolor y la enfermedad; hay pruebas psíquicas como las angustias, los temores, los miedos; y hay pruebas espirituales, las cuales pueden ser externas como los fracasos y las desilusiones, o bien pruebas espirituales internas como lo son la aridez de la noche oscura en la vida espiritual.

Los cristianos sabemos que no se puede elegir a Cristo separándolo de la cruz y, que solamente llegaremos al domingo de pascua después de asumir nuestro viernes santo.

5.- Sin embargo, nuestra fidelidad en la vida cristiana suele ir acompañada del cansancio humano, al cual la Iglesia quiere referir cuando a los fieles difuntos les dice: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré”.

El Señor Jesucristo es contemplado como el Buen Pastor que lleva sobre sus hombros a sus ovejas cansadas, pero que se han mantenido fieles hasta el final, a pesar de tantas pruebas experimentadas en la vida.

Es el Señor el que les introduce sobre sus hombros al Reino en el que existen verdes prados de eternidad, después de pasar por las cañadas oscuras de la muerte.

6.- De esta manera, la Iglesia nos invita para que en medio del enigma y la realidad tremenda de la muerte, se celebre la fe en el Dios que nos salva. El Dios de Jesucristo a quien se le ha dado crédito, no es un Dios de muertos sino de vivos. Él, fuente de la vida que se nos escapa, es la meta del hombre que confía en Él.

En el corazón de la muerte, la Iglesia proclama su esperanza en la resurrección. Mientras toda imaginación fracasa y se siente limitada ante la realidad de la muerte, la Iglesia afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz. La muerte corporal será vencida.

El “¡Descanse en paz!” que pronunciamos o que imploramos, en nuestros seres queridos no es tan sólo una referencia a la negación de los trajines de esta vida, sino la afirmación rotunda del gozo de haber llegado a la vida verdadera, en el que la perseverancia, a pesar de los cansancios de la vida, se convierte en el boleto de entrada para la fiesta interminable con Aquel, en quien encontramos verdadero descanso.

7.- Los creyentes aceptamos la muerte.- Pero confiamos en la victoria del hombre sobre ella. Quien se haya enraizado y construido en la vida, no será desarraigado ni destruido en la muerte.

Creer en Dios es también esperar en el amor que nos tiene. Dios sostiene la vida de los muertos y cumple la intuición del mundo nuevo, ofreciéndonos una existencia en el amor, la entrega y la comunión sin límites.

La muerte no es, para el cristiano, el término sino que se convierte en un paso. La muerte es el tránsito. La muerte se vuelve liberación para entrar en una situación de plenitud y de victoria. La muerte es el momento en el que se inicia nuestra Pascua verdadera.

La muerte no es, en modo alguno, la última estación en el tranvía de la vida, los cristianos sabemos que hay otra estación.

Los bautizados sabemos que el sepulcro, es en la realidad la cuna de la nueva vida y que el panteón no es más que un dormitorio en donde la vida se alista para gozar del día sin ocaso.

Al tomarnos Cristo en sus brazos, sabemos que la muerte es el momento en que el Calendario de la vida verdadera, en realidad empieza su curso. Y que la muerte como Pascua del cristiano se convierte en la aurora de una realidad totalmente nueva, en el primer día del gozo de la nueva creación. Se trata del amanecer de la esperanza y de los primeros momentos de un nuevo día en la eternidad.

Los cristianos, al día siguiente de la muerte de un ser querido, le debemos llamar eternidad, y al tiempo en que celebramos la muerte debemos contemplarlo como el nacimiento definitivo de quien amamos.

Para nuestros seres queridos que gozan de Cristo, la verdadera primavera ha llegado, porque en Jesucristo, el árbol de la cruz ha florecido y tiene ahora frutos, por lo que se ha convertido en el verdadero árbol de la vida.

8.- Hermanos muy queridos: la resurrección no es un absurdo, lo absurdo es la sola muerte y la falta de esperanza en la eternidad. Lo absurdo es nuestra falta de vida.

Lo absurdo es la terquedad de quienes, diciéndose cristianos, se empecinan en creer que después de la muerte no hay vida, y con ello anulan la resurrección de Cristo.

Lo absurdo, es esa forma de enseñar de quienes nos visitan, y que predican un número reducido de redimidos, y a los demás los envían a una especie de jardín terreno.

No aceptes el que le pongan limitaciones a la obra de Cristo, ni cambies la eternidad por temporalidades, aunque sean muy bellas cuando te las platiquen. No cambies la vida verdadera por esos remedos de felicidad.

La resurrección no es el retorno a una vida mortal. No se trata, solamente de un fenómeno de regeneración celular.

9.- En Cristo, comprendemos que la muerte no es el término del existir sino que se convierte en liberación. La muerte es la salida de un estado esclavizante para poder entrar en una situación de plenitud y de victoria.

Los hijos de la Iglesia han adquirido en Cristo, el verdadero conocimiento en torno al destino final del hombre. La muerte es vista con los ojos del resucitado. La salvación eterna se encuentra solamente en Cristo Jesús.

Es por ello que la muerte ha sido vista por nuestros hermanos mayores en la fe, los Santos, de una forma distinta. Le llamaron la hermana, la amiga, el final de la espera, la salida del hotel de segunda... La muerte ya no puede ser vista como el enemigo.

Para los cristianos, la Resurrección es una “transformación gloriosa”, cosa que no sucede con el sólo volver a la vida. No es un hecho obvio sino inaudito y definitivo. La Resurrección es el dominio sobre la muerte, se trata de una palabra que aclara una vida desconocida.

10.- Nuestra fe cristiana en la Resurrección, no se basa solamente en el destino humano sino en la promesa divina. La Resurrección que esperamos es el futuro de los creyentes, no la meta final de la humanidad.

Esperamos un futuro nuevo, no la reiteración del presente terreno ni el retorno a un pasado original. No se trata de reciclajes o reencarnaciones, sino de transformación gloriosa a imagen de Cristo.

11.- Los cristianos no podemos hablar de la muerte sin referir la Resurrección.

“Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré”. Se lee solemnemente en la fiesta del encuentro definitivo del cristiano con su Señor, y es que sabemos que donde está el Pastor también estará su rebaño, que allí en donde está Aquel que es la Cabeza esperamos estar aquellos que formamos su cuerpo místico.

Es por ello que los funerales serán siempre una celebración en la que se festeja “el misterio pascual” y en la que se proclama la esperanza.

La muerte será siempre un desafío que nos dice constantemente que no perdamos el tiempo.


TRES TIPOS DE CANSANCIO.
“En aquel tiempo, Jesús exclamó: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”.

1.- Al fin ha llegado el período vacacional para no pocos de nosotros, y para los otros pronto llegará.

Se tratará de una semana que estará cargada de donación y de vida, de alegría y de amistad, de nobleza en el corazón y de sinceridad infantil.

Recrear significa desde lo humano el descanso, la diversión y el deleite, pero no olvidemos que desde lo cristiano significa: “crear o producir de nuevo algo”.

¿Y qué pensar sobre la muerte?

Muerte y resurrección no son dos momentos contrarios en la apreciación del cristiano, sino un mismo movimiento en dos polos: Jesús muere y se dirige hacia la resurrección.

La muerte no es, para el cristiano, el término sino que se convierte en paso. La muerte se vuelve liberación para entrar en una situación de plenitud y de victoria.

Pidámosle al Dios de la creación y de la recreación, que el esfuerzo que invertimos para recrearnos en lo corpóreo, no provoque en nosotros el olvido de la necesidad de acercarnos a Él, para que nuestra vida realmente se pueda recrear en su presencia.

Sin la recreación que viene de Dios, nuestros cansancios se disiparán solamente en apariencia. Sin nuestro acercamiento a Dios, regresaremos la próxima semana a nuestros quehaceres, con la peor de las fatigas, que es la del alma.

Esta es la semana más santa en la vida del cristiano, el tiempo que debiera provocar un cambio en nosotros, como lo ha provocado en tantos hombres. Si tú eres de los que sólo recrean el cuerpo, y posiblemente no conozcas la vida de San Francisco o la de la Madre Teresa, es posible que no ignores lo que se narra en el Fausto.

¿Te acuerdas cómo era la vida de Fausto? ¿Se parece en algo a la tuya?

Johann Wolfgang Goethe en 1808 simbolizó en el Fausto al hombre que conquistó el mundo y se perdió a sí mismo. Buen médico, se le agradece el haber salvado al pueblo de una epidemia de peste, y en la trama, él y su discípulo Wagner han logrado reproducir en el laboratorio al Homúnculo, el hombre artificial...

Y sin embargo Fausto no le encuentra sentido a la vida, y está a punto de quitarse la existencia.

¿Recuerdas el episodio en la noche de Pascua cuando ya se había llevado a los labios la copa del veneno, aterrorizado como estaba por la duda y desesperación que ascendía su corazón? De repente escuchó el repique de las campanas de Pascua y ese sonido lo alcanzó como un mensaje liberador, como la palabra de Aquel que siendo el Dueño de todo, le pusiera la mano sobre su hombro y le dijera: No tienes que morir, Dios ha rasgado los cielos.

Los cristianos, en la incertidumbre que brota de nuestra humanidad, no sabemos lo que vendrá el día de mañana, pero sabemos Quién ha venido y Quién volverá. El que posee la certeza sobre la última hora, no tiene por qué temerle al minuto próximo.

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