Son varias las parábolas que Jesús nos comparte para que comprendamos la importancia de ESCUCHAR SU PALABRA. Una de ellas es la parábola de la casa construida sobre roca y sobre arena; en la que Jesús nos plantea que quien escucha su palabra y la pone en práctica es como el que construye su casa sobre roca. También está el pasaje de Marta y María, dónde Jesús alaba a María por escoger "escucharlo" a él. Y por último está esta parábola del sembrador y las semillas. Al parecer éste era un tema muy importante para Jesús y por eso lo aborda repetidas veces. Tratemos de analizar brevemente qué nos enseña con esta parábola.
En cuanto al significado de la parábola no podemos pretender mejor explicación que la que Jesús realiza:
* A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino.
* Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa el que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
* Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.
* En cambio, lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto.
Algo que me salta a la vista al escuchar esta parábola es la siguiente pregunta: ¿Qué pudo haber sentido Jesús al percibir que su Palabra no era bien recibida por todos; o que si la recibían, era mal interpretada y tergiversada; o peor aún que recibiéndola pronto la hacían a un lado por problemas o temores? ¿No se sentiría frustrado, ignorado, fracasado? ¿Qué era lo que estaba mal, su manera de hablar; o la manera de escuchar de la gente?
La primera lectura nos enseña bellamente lo que habría de suceder con esta palabra que Jesús nos comparte: "Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión".
Yo creo que el problema no era que Jesús no proclamara la verdad con claridad; pues Él sabía bien cómo hacerlo. Sin embargo, considero que el problema radicaba en que la gente no escuchaba la profundidad con la que se le estaba hablando. Podríamos decir que la gente oía a Jesús, más no lo escuchaba. Esto era lo que quería dejar claro Jesús: su Palabra no estaba siendo escuchada y por lo tanto no estaba dando los frutos que tenía que dar. La Palabra de Dios no puede ser escuchada e ignorada; ésta ha de regresar con los frutos por los cuales fue enviada.
Actualidad
Esto nos puede llevar a pensar un poco en nosotros ¿Escuchamos la Palabra de Dios; o sólo la oímos? ¿Cuántas veces me limito a "pararme" en misa y salir de ahí completamente igual? Cuando Dios habla, el hombre no puede permanecer indiferente, por que con esa misma Palabra fuimos creados! Cuáles serían algunas situaciones que no nos permiten escuchar a Dios: la rutina en nuestra relación con Dios; tener un prejuicio de que Dios pide demasiado y por lo tanto es irrealizable lo que pide; indiferencia a vivir con una mayor plenitud; apego excesivo a muchas situaciones (no necesariamente de pecado) que no nos permiten tener el silencio interior para escuchar a Dios; miedo al compromiso; entre otras.
En esta semana, reflexionemos sobre la importancia que le hemos dado a la Palabra de Dios en nuestras vidas. ¿Realmente es luz para mi diario vivir? ¿O dejo que los problemas, las actividades, la rutina, la poca profundidad en mi relación con Dios apague esta Palabra? La voz del Señor es como la voz del capitán de un equipo; si no la sabemos escuchar nunca podremos realizar el Reino de Dios que Cristo buscó instaurar. Nosotros somos su esperanza, no permitamos que esta Palabra sea infecunda.
Propósito
Esta semana propongámonos escuchar al Señor; ¿cómo? Puede ser desde las lecturas diarias del Evangelio, o leer la Sagrada Escritura, o tan sencillo como dejarnos admirar por tantas bellezas que el Señor nos da cada día. Creo que lo más importante es disponer nuestro corazón para ESCUCHAR su voz; y disponer nuestra voluntad para TRANSFORMAR nuestras vidas a partir de su Palabra.
En cuanto al significado de la parábola no podemos pretender mejor explicación que la que Jesús realiza:
* A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino.
* Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa el que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
* Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.
* En cambio, lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto.
Algo que me salta a la vista al escuchar esta parábola es la siguiente pregunta: ¿Qué pudo haber sentido Jesús al percibir que su Palabra no era bien recibida por todos; o que si la recibían, era mal interpretada y tergiversada; o peor aún que recibiéndola pronto la hacían a un lado por problemas o temores? ¿No se sentiría frustrado, ignorado, fracasado? ¿Qué era lo que estaba mal, su manera de hablar; o la manera de escuchar de la gente?
La primera lectura nos enseña bellamente lo que habría de suceder con esta palabra que Jesús nos comparte: "Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión".
Yo creo que el problema no era que Jesús no proclamara la verdad con claridad; pues Él sabía bien cómo hacerlo. Sin embargo, considero que el problema radicaba en que la gente no escuchaba la profundidad con la que se le estaba hablando. Podríamos decir que la gente oía a Jesús, más no lo escuchaba. Esto era lo que quería dejar claro Jesús: su Palabra no estaba siendo escuchada y por lo tanto no estaba dando los frutos que tenía que dar. La Palabra de Dios no puede ser escuchada e ignorada; ésta ha de regresar con los frutos por los cuales fue enviada.
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Esto nos puede llevar a pensar un poco en nosotros ¿Escuchamos la Palabra de Dios; o sólo la oímos? ¿Cuántas veces me limito a "pararme" en misa y salir de ahí completamente igual? Cuando Dios habla, el hombre no puede permanecer indiferente, por que con esa misma Palabra fuimos creados! Cuáles serían algunas situaciones que no nos permiten escuchar a Dios: la rutina en nuestra relación con Dios; tener un prejuicio de que Dios pide demasiado y por lo tanto es irrealizable lo que pide; indiferencia a vivir con una mayor plenitud; apego excesivo a muchas situaciones (no necesariamente de pecado) que no nos permiten tener el silencio interior para escuchar a Dios; miedo al compromiso; entre otras.
En esta semana, reflexionemos sobre la importancia que le hemos dado a la Palabra de Dios en nuestras vidas. ¿Realmente es luz para mi diario vivir? ¿O dejo que los problemas, las actividades, la rutina, la poca profundidad en mi relación con Dios apague esta Palabra? La voz del Señor es como la voz del capitán de un equipo; si no la sabemos escuchar nunca podremos realizar el Reino de Dios que Cristo buscó instaurar. Nosotros somos su esperanza, no permitamos que esta Palabra sea infecunda.
Propósito
Esta semana propongámonos escuchar al Señor; ¿cómo? Puede ser desde las lecturas diarias del Evangelio, o leer la Sagrada Escritura, o tan sencillo como dejarnos admirar por tantas bellezas que el Señor nos da cada día. Creo que lo más importante es disponer nuestro corazón para ESCUCHAR su voz; y disponer nuestra voluntad para TRANSFORMAR nuestras vidas a partir de su Palabra.
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