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lunes, 14 de julio de 2008

XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: Homilía Sin Tapujos

Publicado por Sintapujos.org


Tema (Mt. 13, 24-30 )

El reino de los cielos es comparado por Jesús con un hombre que sembró buena semilla en su campo. Mientras todos dormían el enemigo sembró cizaña. Cuando aparecieron las plantas los obreros vinieron a preguntarle cómo si había sembrado trigo había también tanta cizaña y si quería que la arrancaran inmediatamente. El se lo prohibió advirtiendo que arrancando la maleza terminarían también con el trigo. Había que esperar el tiempo de la cosecha para que entonces se recogiera la cizaña para quemarla y el trigo para guardarlo en sus graneros.

Síntesis de la homilía

Las tres parábolas con que Mateo compara el reino de los cielos figuran sólo en este evangelista, de modo que reflejan los problemas que esas comunidades tenían hacia el año 80 relacionados no sólo con las persecuciones externas por parte de los judíos llamados “formativos” (que eran lo que hoy llamamos “restauracionistas”) y el Imperio, sino con las dificultades internas por rivalidades entre grupos de diversas condiciones sociales que justificaban actitudes de rechazo e intolerancia. Como siempre que suceden estas cosas, hay reclamos para que las autoridades, los encargados de la comunidad, procedan con energía. Las cuatro parábolas de este capítulo se encaminan a solucionar estos problemas. La primera de la cizaña para indicar la tolerancia, la del tesoro escondido para revalorizar la búsqueda del reino que justifica una cantidad de esfuerzos, la de la levadura en la masa advirtiendo que no se pueden esperar resultados inmediatos pero que la comunidad del reino que parece apenas un trocito de levadura es capaz de hacer fermentar toda a masa. La indicación de tres medidas de harina que supone unos 25 kilos señala claramente que la potencia del puñado de levadura tiene una potencia extraordinaria. Lo mismo que la de la semilla de mostaza que de su pequeñez se convierte en arbusto hasta de tres metros para que puedan anidar los pájaros.

Nos ocupamos especialmente de la primera, la de la cizaña sembrada por el enemigo. Solemos ser muy fáciles para atribuir las deficiencias que encontramos en quienes nos rodean como producidas por otros. A la familia, a la falta de acierto en la educación conferida por los padres o la escuela, a la escasez de cultura o desarrollo de la inteligencia, a vicios heredados de los mayores. Ese recurso a causas que no está a nuestro alcance remediar, nos exime de hacerlo. En realidad muchas de las deficiencias que notamos en los que nos rodean se basan una especie de letargo adormecedor que nos acomete muchas veces cuando hay causas de justicia que solicitan nuestra presencia y colaboración. Sentirnos inocentes frente a lo producido por diversos enemigos, por otra parte, nos vuelve también muy exigentes para los que intentan remediar las fallas. Y queremos arrancar la cizaña inmediatamente. La tentación que desde siempre ha acometido a quienes se sienten superiores y limpios y arremeten contra los que consideran malos y sembradores del mal. No es la primera vez que se haya dado lo de arrancar lo que se consideraba trigo junto con lo que era tenido como cizaña. La gran lección de Jesús que muchas veces no se practica ni aun en nuestras comunidades es la de la tolerancia, que significa trabajo y esperanza en que las cosas cambien merced a un empeño generoso y constante. De todos modos nunca estaremos seguros de no haber arrancado trigo cuando condenamos. Y trabajar y esperar que todo crezca para que puedan identificarse trigo y cizaña es la medida más prudente, además de confiar en el único juicio definitivo e inerrante que es el de Dios.


Buscando coincidencias entre las lecturas


El párrafo del Libro de la Sabiduría es exacto en toda dimensión, y su final “Enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano” es la gran lección para la convivencia entre justos y pecadores.
Pablo recomienda no olvidar que por encima de nuestros esfuerzos hay un Espíritu de Dios que va construyendo a nuestro lado.
Mateo insiste en la enseñanza de la paciencia tolerante que trabaja por la conversión exigida a los otros, sin habérnosla exigido a nosotros mismos.

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