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martes, 29 de julio de 2008

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: EL MENSAJE DEL DOMINGO


(Mateo 14, 13-21)

El mismo evangelista que cuenta esta multiplicación de los panes y pescados, narra más adelante otro milagro similar; asimismo, en cada uno de los Evangelios de Marcos y Lucas encontramos dos relatos parecidos. Son por lo tanto en total siete las veces que se cuenta en los Evangelios este milagro obrado por Jesús, lo que nos muestra la importancia que tuvo aquella experiencia en la memoria de sus primeros discípulos. Veamos cómo podemos aplicarlo a nuestra vida, teniendo en cuenta también las otras lecturas [Isaías 55, 1-3; Salmo 145 (144); Carta de san Pablo a los Romanos 8, 35-39].

1.- Se fue solo en una barca a un lugar apartado

Lo primero que nos presenta el relato evangélico de hoy es algo que igualmente encontramos en otros pasajes de los Evangelios: Jesús busca espacios de soledad que le permitan descansar y alejarse del ajetreo cotidiano para meditar y orar. En esta ocasión se acaba de enterar de una noticia humanamente difícil de asimilar: la muerte de su pariente y precursor Juan Bautista, a quien ha asesinado el rey Herodes mandándolo decapitar.

También nosotros necesitamos el silencio interior para disponernos a encontrarnos con Dios y ser confortados por Él en medio de las situaciones que constantemente tenemos que afrontar, especialmente en los momentos difíciles. Necesitamos buscar y encontrar espacios para nosotros mismos, para nuestro descanso y renovación personal, en los que podamos escuchar la palabra de Dios que nos reconforta. Este es el sentido del domingo o día del Señor, y el de los espacios de recogimiento que es importante buscar cada día.

2.- Vio la multitud, tuvo compasión de ellos y curó a los enfermos que le llevaban

Todas las personas que buscaban a Jesús ávidas de sus enseñanzas y sus acciones sanadoras, al encontrarlo experimentaban su actitud disponible especialmente para los más necesitados. Era una actitud de com-pasión, en el sentido más pleno de lo que significa com-padecer: sentir-con, padecer-con. Y varias veces cuentan los evangelios que Jesús “tuvo compasión”, empleando en griego un verbo que significa “se le revolvieron las tripas”. Así quiso Dios sentir humanamente con nosotros.

Por eso, si queremos ser auténticos discípulos y seguidores suyos, debemos disponernos a reproducir en nuestra vida la misma actitud. Todos podemos realizar esta com-pasión contribuyendo a sanarnos y ayudarnos unos a otros con una disponibilidad solidaria de servicio y de ayuda mutua.

3.- Partió los panes y los pescados, los dio a sus discípulos y ellos los repartieron

El milagro de la multiplicación de los panes y pescados expresa el cumplimiento de las promesas que Dios había anunciado a través de sus profetas acerca de la abundancia de un alimento renovador que él mismo haría posible para todas las personas que acogieran su Palabra y lo invocaran sinceramente. Tal es el sentido de la 1ª lectura y del salmo responsorial. Pero detengámonos en algunos aspectos del relato del Evangelio de hoy.

- La multiplicación de los panes y pescados es una imagen del sacramento de la Eucaristía, al que los primeros cristianos llamaron fracción del pan como signo de la presencia de Jesús que nos alimenta con su propia vida entregada y resucitada. Y él mismo iba a ser representado también desde los comienzos de su Iglesia con la imagen del pez, “ICTUS” en griego, cuyas letras son las iniciales del nombre y los títulos de Jesús: Iesous, Christos, Theos, Uios, Soter (Jesús, Cristo, Dios, Hijo, Salvador).


- La multiplicación de los panes y pescados es una acción comunitaria. Jesús no los da directamente a todos, sino que los entrega a los discípulos para que los repartan entre la gente. Esto significa que la tarea de contribuir a la alimentación de todos no le corresponde sólo a Él; es una tarea colaborativa en la que cada cual debe aportar.

- La multiplicación de los panes y pescados no es un acto de magia como los trucos de los prestidigitadores –sin demeritar el ingenio recreativo de los profesionales de la llamada “magia blanca”–. Por el contrario, la enseñanza de este milagro podría resumirse así: si existe una sincera voluntad de compartir, aunque haya poco alcanza para todos y hasta sobra; pero si no existe esa voluntad, aunque haya mucho unos pocos acaparan todo y las mayorías padecen hambre. Esto último es lo que a sucede cuando las estructuras injustas hacen que unos cuantos se enriquezcan cada vez más a costa de muchos cuyo número crece y que se empobrecen cada vez más. Por eso, para ser coherentes, debemos llevar a la práctica lo que significamos en la Eucaristía: compartir entre nosotros la creación, representada en el pan y el vino, para que se realice entre nosotros la presencia de Dios que es Amor, revelado en su Hijo Jesús.

Dispongámonos a ser alimentados constantemente con este Pan de Vida que es el mismo Jesucristo resucitado, para que, como escribe el apóstol Pablo en la 2ª lectura de hoy, nada nos aparte de su amor a pesar de las dificultades que tengamos que afrontar en nuestra existencia cotidiana.-

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