Por Javier Leoz
Celebrábamos el pasado 15 de Agosto la Solemnidad de la Asunción. Lo que la primera lectura de este día proclama, a la fuerza, nos trae de nuevo cierta connotación mariana: nadie como Ella practicó, con sencillez, el derecho, la justicia, sirvió a Dios con locura y, Dios, la llevó hasta su eterna morada. Y es que, cuando uno cumple lo que a Dios agrada, las cosas cambian de color. Y, para muestra, un botón: el Evangelio de hoy. ¡Qué se cumpla lo que deseas!1.- Han pasado las jornadas de la Juventud en Sydney. El Papa, con atino, les decía a los jóvenes que “tan importante era la preparación de las jornadas, como el día de después”. En otras palabras, Benedicto XVI, les decía lo mismo que, el Señor, a una madre preocupada por la salud física de su hija: ¡Que se cumpla lo que deseas! Todos, incluido yo, necesitamos que alguien, de vez en cuando, nos abra caminos. Que alguien nos empuje para despojarnos y deshacernos de tantos demonios que no nos dejan ser nosotros mismos. Todos, y vosotros también, necesitamos de un Dios que –por la mañana o por la noche- antes de ir a trabajar o descansar, nos susurre al oído: “que se cumpla lo que deseas”.
La cuestión, como siempre, es mirar en la dirección adecuada. El problema, y muchos lo tenemos, es que nuestros deseos no son precisamente, la mayoría de las veces, anhelos de santidad o de verdad, de salud o de justicia, de felicidad sana o de paz. ¿Qué es lo qué pedimos a Dios? ¿Qué echamos en falta en nuestro cuerpo físico y espiritual?
Malo será, queridos amigos, que creyendo estar muy lejos de Dios, tan lejos como se sentía del Señor la mujer cananea, pensemos que el Señor poco puede hacer por nuestra salvación, por nuestro bienestar personal o comunitario. ¿Es así? ¿Tenemos una fe incondicional a Jesús? ¿O una fe con condiciones? ¿Una fe tapagujeros o una fe comprometida, recia y vigorosa? ¿Qué demonios nos traen de cabeza? ¿Qué es lo que nos impide avanzar por los caminos que el Señor, la Iglesia o el Evangelio mismo nos propone?
2.- Hagamos una reflexión. Pongámonos, como el día de la Asunción en los brazos de la Virgen, y pensemos que Ella –en nombre de todos sus hijos- está diciendo al Señor: mis hijos, nuestros hijos, oh Dios, tienen malignos en su interior.
*Pidamos al Señor, porque a veces le pedimos muy poco, que nuestra fe sea sólida. Que no haga aguas a pesar de los torpedos que recibimos de un lado y de otro
*Pidamos al Señor, a veces somos muy variables, que nuestra fe y nuestra oración sean constantes. Que no sea hoy “sí” y mañana “no”. A un padre se le quiere las 24 horas del día. Y, a Dios, se le gana por donde más se pierde: por el inmenso amor que nos tiene.
*Pidamos al Señor que, nuestra oración, sea insistente. Como el rezo del rosario, como los besos de los enamorados, como los piropos de todo un pueblo a su Patrona o a su Patrón que, al lanzarlos al viento, saben que alcanzan –tarde o temprano- los favores implorados.
3.- Es Domingo, Día del Señor, y camino de la Iglesia, con las ganas de celebrar la Eucaristía…vemos que el Señor nos detiene una vez más y nos pregunta: ¿Me has escuchado bien? ¿Qué te ocurre? …¡Anda, vete y que se cumpla lo que deseas! ¡Gracias, amigo y Señor!
4.- ¿ME LO CONCEDES, SEÑOR?
Un deseo para mi vida:
creer sin desfallecer
Un deseo para mi gente:
que te quieran como yo te quiero
Un deseo para mis enemigos:
que podamos darnos la mano
¿ME LO CONCEDES, SEÑOR?
Un deseo para mi cuerpo,
que sea fuerte y con mi voz
y mi garganta, con mi corazón y mis manos
con mis pies y todo mi ser…
te pueda seguir dando gloria.
¿ME LO CONCEDES, SEÑOR?
Un deseo para mi alma,
que el maligno no habite en ella
Un deseo para mis días,
que no busque lo que no me corresponda
Un deseo para mi Iglesia,
que nunca se canse de mirar hacia Ti
Un deseo para mis ojos,
que sepan descubrirte en todo y sobre todo
¿ME LO CONCEDES, SEÑOR?
Un deseo para mi pobre oración,
que sea sincera y no interesada
Un deseo para mi caridad,
que sea grande y no una farsa
Un deseo para mi esperanza,
que espere y nunca te deje de lado
¿ME LO CONCEDES, SEÑOR?
Un deseo para mi vida:
creer sin desfallecer
Un deseo para mi gente:
que te quieran como yo te quiero
Un deseo para mis enemigos:
que podamos darnos la mano
¿ME LO CONCEDES, SEÑOR?
Un deseo para mi cuerpo,
que sea fuerte y con mi voz
y mi garganta, con mi corazón y mis manos
con mis pies y todo mi ser…
te pueda seguir dando gloria.
¿ME LO CONCEDES, SEÑOR?
Un deseo para mi alma,
que el maligno no habite en ella
Un deseo para mis días,
que no busque lo que no me corresponda
Un deseo para mi Iglesia,
que nunca se canse de mirar hacia Ti
Un deseo para mis ojos,
que sepan descubrirte en todo y sobre todo
¿ME LO CONCEDES, SEÑOR?
Un deseo para mi pobre oración,
que sea sincera y no interesada
Un deseo para mi caridad,
que sea grande y no una farsa
Un deseo para mi esperanza,
que espere y nunca te deje de lado
¿ME LO CONCEDES, SEÑOR?
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