En aquel tiempo:
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Éste es un verdadero israelita, un hombre sin doblez».
«¿De dónde me conoces?, le preguntó Natanael.
Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».
Natanael le respondió: «Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel».
Jesús continuó: «Porque te dije: "Te vi debajo de la higuera", crees. Verás cosas más grandes todavía».
Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el, Hijo del hombre».
Bendecid al Señor, ángeles suyos, ejecutores de sus órdenes (Sal 1023).
Te doy gracias, Señor, de todo corazón. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor (Sal 137)
La liturgia de hoy nos ofrece como posible primera lectura dos textos alternativos. El primero está tomado del libro de Daniel, y en él se describe una visión fantástica que tiene el profeta contemplando el trono y la corte angélica de Dios, con miles y miles de ángeles a su servicio. Fantaseada imagen del mundo divino descrito al modo de una corte humana oriental. En nuestra pobreza mental, no sabemos hablar de Dios sino rebajándolo.
El segundo, tomado del Apocalipsis, describe una terrible guerra entre Miguel y sus ángeles del cielo contra el dragón o serpiente primordial, arrojada del cielo. Este dragón, Satanás, queda derribado por el poder del Cordero triunfador. Nueva fantasía que se pone al servicio del triunfo de la gracia, del amor, del Cordero que se inmola por nosotros, devolviendo el honor y gloria a Dios.
Elegiremos como texto o lectura primera la de Daniel.
Y en el Evangelio observaremos que el tema de los ángeles es sólo una delicada alusión a que viven en cercanía del Hijo, como enviados por el Padre.
Resumamos el sentido de la fiesta con estos versos del himno de Laudes:
Miguel, Gabriel, Rafael.
¡Oh espíritus señeros
arcángales mensajeros de Dios, que estáis junto a él!
A vuestro lado se sienten
alas de fiel protección,
el incienso de oración y el corazón obediente.
‘¿Quién como Dios?’
es la enseña; es el grito de Miguel...
Gabriel trae la embajada...,
al ‘Sí’ de la Virgen Madre...
Rafael
nos encamina por la ruta verdadera...
¡Oh Dios!, Tú que nos diste a los ángeles por guías y mensajeros, concédenos ser también sus compañeros del cielo. Amén.
Palabra de consejero
Profeta Daniel 7, 9-10.13-14:
“Yo, Daniel, miré y vi [en sueños] que colocaban unos tronos. Un anciano se sentaba en ellos. Su vestido era blanco como nieve; su cabellera como lana blanquísima...; un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles {de ángeles} le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros... Una especie de hombre entre las nubes, avanzó hacia el Anciano venerable... A él le pidió poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su poder es eterno, no cesará. Su reino no acabará”.
Fantasía en tres tiempos: fantástica descripción del palacio real en el cielo, con Dios eterno; acceso al Cordero triunfador, Cristo, Señor, vuelto al cielo; y ángeles como servidores. No disponemos de otro lenguaje religioso.
Evangelio según san Juan 1, 47-51:
“En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: He ahí un israelita de verdad, en quien no hay engaño. Natanael contesta: ¿De qué me conoces? Jesús le responde: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
Natanael respondió: Rabí, tu eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.
Jesús le contestó:... Has de ver cosas mayores. Y añadió: Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre"
Otros tres tiempos: sonrisa de Jesús ante la inocencia y sencillez de un hombre bueno; anuncio de que el misterio de Dios es cosa admirable, grandiosa; y una ventanilla abierta para entrever la ventura del vivir en Dios con Cristo.
Momento de reflexión
Miles y miles le servían.
En el texto de Daniel tenemos, por una parte, la fascinación de lo divino, es decir, el pasmo que produce imaginarse el trono de Dios en toda su grandeza, asimilando esa grandeza a algo tan pequeño como el trono de un rey oriental en todo su fasto.
Pero el trono de Dios ¿no será más que eso?, ¿será siquiera similar a eso? La vida de Dios y la vida en Dios será “espiritual”, sin carrozas ni tronos. Pero no sabemos describirla sino tomando como base “nuestra grandeza” y diciendo: algo parecido a eso, pero totalmente distinto de eso.
La gran novedad de esa descripción es la aparición de una figura que se muestra como “una especie de hombre” , que se acerca al Anciano, al Padre: es el Hijo que retorna al misterio de Dios llevando la humanidad que asumió en su persona. ¡Esto sí que es algo más que fantasía!
Esto es teología pura. En el misterio de Dios, el Hijo conserva su rostro de hombre.
Podríamos decir que, según nuestra fe, en el seno de Dios trino hay algo nuestro: la cicatriz o rostro de Cristo. ¡Qué venturoso y fascinante misterio!
Ángeles de Dios suben y bajan.
El diálogo de Jesús con Natanael , ¿a qué se parece el encanto de su inocencia? A la inocencia del niño al que cuidan los ángeles.
Natanael está tan abierto a la verdad, al misterio, que fácilmente se remonta de lo humano a lo divino, de lo terreno a lo celestial. Y a Jesús esto le complace. Pero el mismo Jesús advierte: mira Natanael, eso es un detalle; los misterios quedan escondidos. Por ejemplo, os es imposible entender el misterio de la comunicación de Dios Padre con el Hijo, cuando desde el cielo envíe ángeles mensajeros a cuidarle y animarle en su sufrimiento en Getsemaní.
¡Qué misterio el de Dios! ¡Qué misterio el de sus comunicaciones con nosotros!
Aceptemos cual forma de comunicación, pero atrevámonos a llamar, mirar, adorar, amar, servir directamente a Él. Él, que está más cerca y más dentro de nosotros que nosotros mismos, juega amorosamente con sus ángeles de bondad.
«¿De dónde me conoces?, le preguntó Natanael.
Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».
Natanael le respondió: «Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel».
Jesús continuó: «Porque te dije: "Te vi debajo de la higuera", crees. Verás cosas más grandes todavía».
Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el, Hijo del hombre».
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Espíritus inmortales alabad a Dios
Publicado por Mercaba
Espíritus inmortales alabad a Dios
Publicado por Mercaba
Bendecid al Señor, ángeles suyos, ejecutores de sus órdenes (Sal 1023).
Te doy gracias, Señor, de todo corazón. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor (Sal 137)
La liturgia de hoy nos ofrece como posible primera lectura dos textos alternativos. El primero está tomado del libro de Daniel, y en él se describe una visión fantástica que tiene el profeta contemplando el trono y la corte angélica de Dios, con miles y miles de ángeles a su servicio. Fantaseada imagen del mundo divino descrito al modo de una corte humana oriental. En nuestra pobreza mental, no sabemos hablar de Dios sino rebajándolo.
El segundo, tomado del Apocalipsis, describe una terrible guerra entre Miguel y sus ángeles del cielo contra el dragón o serpiente primordial, arrojada del cielo. Este dragón, Satanás, queda derribado por el poder del Cordero triunfador. Nueva fantasía que se pone al servicio del triunfo de la gracia, del amor, del Cordero que se inmola por nosotros, devolviendo el honor y gloria a Dios.
Elegiremos como texto o lectura primera la de Daniel.
Y en el Evangelio observaremos que el tema de los ángeles es sólo una delicada alusión a que viven en cercanía del Hijo, como enviados por el Padre.
Resumamos el sentido de la fiesta con estos versos del himno de Laudes:
Miguel, Gabriel, Rafael.
¡Oh espíritus señeros
arcángales mensajeros de Dios, que estáis junto a él!
A vuestro lado se sienten
alas de fiel protección,
el incienso de oración y el corazón obediente.
‘¿Quién como Dios?’
es la enseña; es el grito de Miguel...
Gabriel trae la embajada...,
al ‘Sí’ de la Virgen Madre...
Rafael
nos encamina por la ruta verdadera...
¡Oh Dios!, Tú que nos diste a los ángeles por guías y mensajeros, concédenos ser también sus compañeros del cielo. Amén.
Palabra de consejero
Profeta Daniel 7, 9-10.13-14:
“Yo, Daniel, miré y vi [en sueños] que colocaban unos tronos. Un anciano se sentaba en ellos. Su vestido era blanco como nieve; su cabellera como lana blanquísima...; un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles {de ángeles} le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros... Una especie de hombre entre las nubes, avanzó hacia el Anciano venerable... A él le pidió poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su poder es eterno, no cesará. Su reino no acabará”.
Fantasía en tres tiempos: fantástica descripción del palacio real en el cielo, con Dios eterno; acceso al Cordero triunfador, Cristo, Señor, vuelto al cielo; y ángeles como servidores. No disponemos de otro lenguaje religioso.
Evangelio según san Juan 1, 47-51:
“En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: He ahí un israelita de verdad, en quien no hay engaño. Natanael contesta: ¿De qué me conoces? Jesús le responde: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
Natanael respondió: Rabí, tu eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.
Jesús le contestó:... Has de ver cosas mayores. Y añadió: Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre"
Otros tres tiempos: sonrisa de Jesús ante la inocencia y sencillez de un hombre bueno; anuncio de que el misterio de Dios es cosa admirable, grandiosa; y una ventanilla abierta para entrever la ventura del vivir en Dios con Cristo.
Momento de reflexión
Miles y miles le servían.
En el texto de Daniel tenemos, por una parte, la fascinación de lo divino, es decir, el pasmo que produce imaginarse el trono de Dios en toda su grandeza, asimilando esa grandeza a algo tan pequeño como el trono de un rey oriental en todo su fasto.
Pero el trono de Dios ¿no será más que eso?, ¿será siquiera similar a eso? La vida de Dios y la vida en Dios será “espiritual”, sin carrozas ni tronos. Pero no sabemos describirla sino tomando como base “nuestra grandeza” y diciendo: algo parecido a eso, pero totalmente distinto de eso.
La gran novedad de esa descripción es la aparición de una figura que se muestra como “una especie de hombre” , que se acerca al Anciano, al Padre: es el Hijo que retorna al misterio de Dios llevando la humanidad que asumió en su persona. ¡Esto sí que es algo más que fantasía!
Esto es teología pura. En el misterio de Dios, el Hijo conserva su rostro de hombre.
Podríamos decir que, según nuestra fe, en el seno de Dios trino hay algo nuestro: la cicatriz o rostro de Cristo. ¡Qué venturoso y fascinante misterio!
Ángeles de Dios suben y bajan.
El diálogo de Jesús con Natanael , ¿a qué se parece el encanto de su inocencia? A la inocencia del niño al que cuidan los ángeles.
Natanael está tan abierto a la verdad, al misterio, que fácilmente se remonta de lo humano a lo divino, de lo terreno a lo celestial. Y a Jesús esto le complace. Pero el mismo Jesús advierte: mira Natanael, eso es un detalle; los misterios quedan escondidos. Por ejemplo, os es imposible entender el misterio de la comunicación de Dios Padre con el Hijo, cuando desde el cielo envíe ángeles mensajeros a cuidarle y animarle en su sufrimiento en Getsemaní.
¡Qué misterio el de Dios! ¡Qué misterio el de sus comunicaciones con nosotros!
Aceptemos cual forma de comunicación, pero atrevámonos a llamar, mirar, adorar, amar, servir directamente a Él. Él, que está más cerca y más dentro de nosotros que nosotros mismos, juega amorosamente con sus ángeles de bondad.
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