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martes, 16 de septiembre de 2008

Evangelio Misionero del Día: Miercoles 17 de setiembre de 2008

Por CAMINO MISIONERO


Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 31-35

Dijo el Señor:

¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos:
¡Les tocamos la flauta,
y ustedes no bailaron!
¡Entonamos cantos fúnebres,
y no lloraron!
Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: «¡Tiene un demonio!» Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!» Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos.

Compartiendo la Palabra

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

La parábola de los “niños caprichosos” evalúa hoy nuestra actitud frente al evangelio de Jesús.
Jesús ha dado signos claros de su identidad a través de sus milagros: su misericordia revirtió la enfermedad y la muerte de dos jóvenes en un chance de vida, aliviando así también el sufrimiento de sus respectivas familias y poniéndolas a caminar en una nueva dirección de esperanza. Frente a estas evidencias ya se pueden sacar conclusiones acerca de Jesús. Es en este contexto que el evangelio inserta la pregunta de Juan Bautista a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” (7,19). La respuesta se cae de su peso.
Pero la respuesta no es unánime. Así como ha habido una división de opiniones frente a la misión de Juan Bautista igualmente ha sucedido con Jesús:
­ El pueblo y particularmente los pecadores le creyeron y decidieron convertirse (7,29).
­ Los más religiosos, los fariseos y legistas, no le creyeron y “frustraron el plan de Dios sobre ellos” (7,30).
Y frente a esta realidad entra Jesús con las palabras duras que estamos leyendo hoy. Jesús apela a la ironía y hace notar su manera jocosa de dirigirse a la gente cuando quiere hacerla pensar. En su época, por las noches, los niños del vecindario acostumbraban reunirse para jugar, algunos de sus juegos se parecen a las dinámicas que hacemos hoy en los grupos. Uno de los juegos consistía en dividirse en dos grupos, de manera que cada grupo tenía un turno para entonar una canción que el otro grupo también debía seguir. Era un juego divertido.
Evocando este, Jesús le dice a aquellos que siempre han encontrado un motivo para no comprometerse, que son como los niños caprichosos que no entran en el juego.
­ “Os hemos tocado la flauta, y no habéis cantado” se invita al otro coro a cantar primero una canción de fiesta de boda y no reaccionan. Se trata de una invitación a la danza.
­ “Os hemos entonado endechas, y no habéis llorado” se invita al otro coro a cantar un canto fúnebre, pero tampoco reaccionan. Se trata de una invitación al duelo.
Cuando esto pasa, la reacción normal es la pregunta: ¿Bueno y entonces qué es lo que Ustedes quieren?
Jesús les hace caer en cuenta a sus oyentes que con su intransigencia, con su incapacidad de dar el salto de la fe, son todavía más infantiles que esos niños: no aceptan el ascetismo de Juan, que “no comía pan ni bebía vino” y fue tildado de “endemoniado” (7,33), ni aceptan tampoco la libertad, la apertura, el carácter festivo de Jesús, a quien llaman “comilón, borrachón, amigo de publicanos y pecadores” (7,34).
Sin embargo, queda claro que la actitud negativa de la generación de los tiempos de Juan y de Jesús no impide de ninguna manera, que el plan de Dios (7,30) se cumpla, porque (como dice literalmente en griego): “a la sabiduría le han hecho justicia todos sus hijos” (7,35). Es decir, que hay personas, así sean pocas, que con su extraordinaria actitud de fe echan para adelante el nuevo plan de salvación de Dios para el mundo.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Qué me hace pensar la parábola de los niños caprichosos con relación a la falta de compromiso de tanta gente?

2. ¿Mi vida de fe ha sido un testimonio de cómo el plan de Dios en el mundo sigue para adelante?

3. ¿Hay alguna actitud que el texto de hoy me invite a corregir en mí?

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