Por Nguyen van Thuan
«Estoy yo en medio de ellos»
«Estoy yo en medio de ellos»
San Mateo refiere esta promesa de Jesús: «Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20).
Aquí no hemos de pensar sólo en la asamblea litúrgica, sino en toda situación en la que dos o más cristianos están unidos en el Espíritu, en la caridad de Jesús. Y tampoco hemos de pensar sólo en la simple omnipresencia del Cristo resucitado en todo el cosmos.
Escribe un exegeta de nuestros días: «Mateo piensa en una presencia "personalizada". Jesús está presente como crucificado resucitado, es decir, en la apertura de donación total vivida en la cruz, donde él, con toda su humanidad, se abre a la acción divinizante del Padre y se entrega totalmente a nosotros comunicándonos su espíritu, el Espíritu Santo. La presencia del Resucitado no es, pues, una presencia estática, un estar aquí y nada más, sino una presencia relacional, una presencia que reúne y unifica y que, en consecuencia, espera nuestra respuesta, la fe. Brevemente, la proximidad de Cristo reúne a "los hijos de Dios dispersos" para hacer de ellos la Iglesia».
Desde la Alianza sellada en el Sinaí con Israel, Yahvé se revela como Aquel que interviene eficazmente en la historia. Él libero a los hebreos de la esclavitud de Egipto, hizo de ellos su pueblo. «Yo estoy en medio de vosotros» es la palabra que identifica ya la primera Alianza: una presencia que protege, guía, consuela y castiga...
Con la llegada del Nuevo Testamento, esta presencia adquiere una densidad especial y nueva. En la resurrección de Jesús, la promesa de la presencia definitiva de Dios, o sea, la promesa de la Alianza definitiva, halla su cumplimiento.
En la comunidad cristiana, el Enmanuel, el Dios-connosotros, es «el salvador de su Cuerpo», la Iglesia (cf. Ef 5, 23). Presente en medio de los suyos, él convoca y reúne no sólo a Israel, sino a toda la humanidad (cf. Mt 28, 1920). Vivir con Jesús «en medio», según la promesa de Mt 18, 20, significa actualizar desde ahora el designio de Dios sobre toda la historia de la humanidad.
(F. X. Nguyen van Thuan, Testigos de esperanza, Ed. Ciudad Nueva, 7ª Ed., Buenos Aires, 2003, pág. 155-156)
Aquí no hemos de pensar sólo en la asamblea litúrgica, sino en toda situación en la que dos o más cristianos están unidos en el Espíritu, en la caridad de Jesús. Y tampoco hemos de pensar sólo en la simple omnipresencia del Cristo resucitado en todo el cosmos.
Escribe un exegeta de nuestros días: «Mateo piensa en una presencia "personalizada". Jesús está presente como crucificado resucitado, es decir, en la apertura de donación total vivida en la cruz, donde él, con toda su humanidad, se abre a la acción divinizante del Padre y se entrega totalmente a nosotros comunicándonos su espíritu, el Espíritu Santo. La presencia del Resucitado no es, pues, una presencia estática, un estar aquí y nada más, sino una presencia relacional, una presencia que reúne y unifica y que, en consecuencia, espera nuestra respuesta, la fe. Brevemente, la proximidad de Cristo reúne a "los hijos de Dios dispersos" para hacer de ellos la Iglesia».
Desde la Alianza sellada en el Sinaí con Israel, Yahvé se revela como Aquel que interviene eficazmente en la historia. Él libero a los hebreos de la esclavitud de Egipto, hizo de ellos su pueblo. «Yo estoy en medio de vosotros» es la palabra que identifica ya la primera Alianza: una presencia que protege, guía, consuela y castiga...
Con la llegada del Nuevo Testamento, esta presencia adquiere una densidad especial y nueva. En la resurrección de Jesús, la promesa de la presencia definitiva de Dios, o sea, la promesa de la Alianza definitiva, halla su cumplimiento.
En la comunidad cristiana, el Enmanuel, el Dios-connosotros, es «el salvador de su Cuerpo», la Iglesia (cf. Ef 5, 23). Presente en medio de los suyos, él convoca y reúne no sólo a Israel, sino a toda la humanidad (cf. Mt 28, 1920). Vivir con Jesús «en medio», según la promesa de Mt 18, 20, significa actualizar desde ahora el designio de Dios sobre toda la historia de la humanidad.
(F. X. Nguyen van Thuan, Testigos de esperanza, Ed. Ciudad Nueva, 7ª Ed., Buenos Aires, 2003, pág. 155-156)
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