XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: Oración Eucarística: Que tu plan salvador dirija nuestra historia

Por Casiano Floristán - Luís Maldonado
Publicado por Fe Adulta



Bendito seas, Padre nuestro, Dios del universo.

Con todos los pueblos de la tierra queremos cantarte un cántico nuevo,
un canto de alabanza, gratitud y esperanza.
Porque eres nuestro Dios, el Señor de la historia.

Al revelarte como el único Señor y Dios,
nos has liberado de los dioses alienantes,
de los dioses construidos por nosotros mismos,
que se compran y se venden,
de los dioses mortales, que se hacen a sí mismos
y dominan los pueblos con poder absoluto.

Te damos gracias porque no eres ajeno a la suerte de la humanidad.
Nuestra historia es tu historia.
En esta historia humana, de la que tú eres el principio y la meta,
ha resonado la palabra de tu hijo, clara y liberadora,
y ha irrumpido el poder de tu espíritu.
Te damos gracias porque has hecho de nuestra historia
una historia de salvación.

Con los santos del cielo y de la tierra, proclamamos tu bondad:

Santo, santo…

Santo eres, Señor,
de tu santidad se nutre la bondad de los seres humanos.
Jesús iluminó con su palabra y sus acciones el mundo,
la historia humana.
Él no quiso ser árbitro político entre las naciones,
pero pronunció la palabra sincera y el juicio recto,
sin importarle nadie.
Descubrió la malicia de las trampas tendidas
e hizo justicia al pueblo cansado y agobiado.
Él era el justo y su verdad lo llevó hasta la cruz,
pero pasó a través de la muerte a la resurrección
porque tu espíritu estaba con él.

Que este mismo espíritu se haga presente entre nosotros.

Hacemos memoria de su vida, muerte y resurrección
por las que sigue transformando este mundo
hasta que vuelva para dar cumplimiento a nuestra historia.
El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;

cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Nosotros, Señor, queremos ser instrumentos de tu amor
para la liberación y unidad de los mortales.

Que no nos falte la luz de tu palabra y la fuerza de tu espíritu.

Te pedimos por las comunidades de tu Iglesia,
para que anuncien sin miedo, ni compromisos humanos,
la palabra liberadora de Jesús.

Te pedimos por los que gobiernan las naciones,
que sepan escuchar la voz del pueblo
y conducir la historia según tus designios .

Acuérdate también de los pueblos menos desarrollados
y de los esclavos de un poder absoluto o del dinero.
Que se respete a la persona en todas partes,
para que con la participación libre de todos
surja una sociedad menos cruel, más justa y más amorosa.

Que tu plan salvador dirija nuestra historia.
Te lo pedimos por Jesucristo, el Señor.
Por él, con él y en él, te alaben y bendigan todos los pueblos,
reunidos en una tierra nueva, por los siglos de los siglos,

AMÉN.