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sábado, 18 de octubre de 2008

Cuatro momentos para meditar el Evangelio del Domingo: XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A


I - DEIFICARSE MÁS QUE ZOOMORFIZARSE.

Muy estimados amigos:

Parece ser que los mitos y las fábulas de otros tiempos no se han quedado en el pasado sino que se han desplazado a nuestros tiempos y han adquirido ahora nuevos matices, gozando de nuevos vehículos para desplazarse en la carretera del tiempo y del espacio.

Y es que en los tiempos presentes, nuestra sociedad se ha encargado de transformar sus nuevas fábulas en unos sofisticados largometrajes. Se trata de nuevas ediciones de la industria del celuloide y grandes éxitos editoriales en los que los que los animales se han antropomorfizado, o aquellos en los que se ha zoomorfizado al hombre.

Hoy, también abunda la edición de películas en las que la animación de los dibujos se realiza con métodos tradicionales, lo mismo que con vanguardistas recursos cibernéticos, así mismo se han hecho presentes una serie de cortometrajes con trabajos “encomiablemente“ profesionales de animación en figuras moldeadas.

2.- En la actualidad, sobreabundan los relatos en los que los animales adquieren las virtudes o defectos, los hábitos o vicios, los logros o fracasos.

Así, puede uno pensar en los protagonistas y en los antagonistas, en los héroes o en las heroínas, en los virtuosos y en los villanos, por ejemplo del Libro de la Selva, Hormigas, Dinosaurios, Buscando a Nemo, La Era de Hielo, Horton; incluso la animación de dibujos se utiliza para proponer modelos irregulares de conducta como si estuviesen conforme a una regla, llámese la película del Espanta-tiburones, los Bichos y otras más,... o bien pueden utilizarse para proponer conceptos de pensamiento diferente al nuestro, por ejemplo en el controvertido Rey León, o bien en La Tierra de Osos...

Se trata de un entretenimiento sano, las más de las veces, al que hay que ver con un adecuado discernimiento y que, cuando es bondadoso, puede capitalizarse para la vida.

3.- ¿Te fijas cómo las antiguas fábulas de la zorra y el cocodrilo, la mítica de la liebre y la tortuga, la emblemática de la hormiga y la cigarra, el estereotipo del cordero y el león, o la pedagógica del cuervo y la zorra..., han sido reemplazadas hoy en día por otras fábulas de la modernidad? Ya la misma épica del progreso había propuesto su fábula de la colmena, y hoy en día el ratón ha estado buscando su queso...

Sin embargo, no debemos perder de vista que dicha temática, tanto en sus expresiones antiguas como en las modernas, suelen recurrir al método de la metáfora. Lo deseable será siempre, que las personas alcancemos a comprender que el verdadero actor en la trama de la vida real será solamente el ser humano.

4.- Lo anterior, se desprende de los dones específicos que cada uno de nosotros hemos recibido y que, al mismo tiempo se han convertido en nuestra propia misión. Se trata de esos talentos de Dios que se transforman en tarea. Y es que Don y Misión se unen inevitablemente en la comprensión cristiana.

Para captar mejor lo anterior, recuperaremos algunos rasgos elementales de la antropología bíblica.

El hombre a diferencia de los animales, y demás criaturas, posee una relación con las cosas materiales, con los semejantes, con Dios y con su propia interioridad. Estas cuatro dimensiones son importantes y necesitan de nuestra atención.

¿Hacia dónde nos conduce este camino? ¿Cuál es el objetivo de un sincretismo existencial tan elaborado? ¿Cuál es la razón de fondo como para que Dios nos haya creado tan complejos y, al mismo tiempo, con tanta perfección?

5.- Hoy, Domingo Mundial de las Misiones, resulta necesario, primero comprender nuestra misión humana, para que después podamos captar nuestra misión cristiana.

Aún, cuando el hombre tiene nuevas formas de hacer fábulas, no perdamos de vista la diferencia fuertemente marcada entre el hombre y las demás criaturas, entre ellos el respetable mundo animal.

Y es que en el presente, la identificación mítica ha pasado de los animales-totem a los nombres, a los apelativos, a las representaciones de identidad, e incluso a nuevas formas de zoolatría.

Aunque toda la creación de Dios es buena, el hombre posee una bondad especial. Cada una de las criaturas de Dios debe ser justamente apreciadas, y esto significa evitar tanto la infravaloración como la supravaloración.

Todos los animales viven en un ambiente propio, de índole específico, y en sus reacciones están ligados a sus impulsos y proceden conforme a sus propios instintos, mientras que el ser humano es sujeto de educación.

Dios les ha dado a los animales la armonía de un mundo propio y de una reacción instintiva que les protege. Friedrich Nietzsche distinguía al hombre en relación al reino animal, al mencionar que el hombre es alguien no determinado mientras que los demás seres animados sí están determinados. Los animales hacen cosas maravillosas y perfectas, pero las hacen por instinto y siempre igual. La abeja su panal, los castores sus diques, la hormiga su hormiguero o la golondrina sus nidos. La indeterminación Johann Gottfried Herder la ve como un defecto: “Todo animal tiene un ciclo al que pertenece desde su nacimiento, entra en seguida en él, en él permanece de por vida y muere... El hombre no tiene esa clase de esfera uniforme y restringuida, en la que le aguarda tan sólo un trabajo: un mundo de negocios y determinaciones se extiende en torno a él... La naturaleza fue para él la más dura madrastra, ya que para cada uno de los insectos fue la madre más pródiga. El hombre es un huérfano de naturaleza: desnudo y despojado, débil e indigente, apocado e inerme y, lo que constituye el cúlmen de su miseria, privado de todas las guías de la vida. Nacido con una capacidad sensorial tan dispersa y debilitada, con una facultades indeterminadas, con unas pulsiones divididas”. Friedor Michailovich Dostoiewski nos ayudará en la comprensión positiva de la indeterminación: “La hormiga conoce la fórmula de su hormiguero. La abeja conoce la fórmula de su panal o de su colmena. No las conocen al modo humano sino al modo suyo. Pero no necesitan más. Sólo el hombre desconoce su fórmula.”

6.- Y sin embargo, esa es la gran diferencia, al mismo tiempo que nuestra grandeza: No le pidas a una hormiga que haga un panal, ni le solicites a una abeja que haga un hormiguero. En cambio, el hombre, aún en su indeterminación instintiva, ha recibido en su ser imagen y semejanza de Dios, los dones espirituales que le permiten la libertad, la voluntad, el construir un lenguaje y una cultura, el aprender, el comprender, el acceder al autoconocimiento y el obtener la autoconciencia, entre otras muchas cosas...

El hombre puede identificarse como un ser que biológicamente deba ser considerado deficitario, sin embargo su dimensión espiritual le elevará sobre toda la creación. Dios ha querido que la vida y la misión del hombre sean al mismo tiempo una promesa y una acción consciente.

Sobre la deficiencia del hombre ya hablaba san Juan Crisóstomo al predicar en el siglo IV: “ Habiendo Dios dotado a los demás animales de la velocidad en la carrera, o la rapidez en el vuelo, o de uñas, o de dientes, o de cuernos, sólo al hombre lo dispuso de tal forma que su fortaleza no podía ser otra que la del mismo Dios: y esto lo hizo para que, obligado por la necesidad de su flaqueza, pida siempre a Dios cuanto pueda necesitar”.

7.- Y es este, el espacio en el que desaparecemos del cuadro de la sola animalidad para elevarnos a horizontes insospechables. Espacio en el que en muchas ocasiones hemos querido introducir a otras especies en una clara autocondescendencia y en una promoción irreal.

Esta autocondescendencia y promoción irreal nos ha llevado a olvidarnos del ser humano, como lo señalaba la Madre Teresa de Calcuta en aquella conferencia que ofreció en Acapulco en agosto de 1982 en el Primer Congreso para la Juventud en México al mencionar que “en el tiempo presente hay tanta preocupación por las tortugas y las ballenas, y tan poca preocupación para los problemas de la juventud”. Conferencia escuchada por un joven llamado Fernando Landeros que desde ese entonces incubó la necesidad de hacer algo por las personas,... ¡Exacto! El creador del Teletón que se inició en 1997.

8.- Volviendo a nuestra temática, te puedo decir que son tolerables los antropomorfismos de otras especies, ya que suelen ser útiles para instruir, pero que me desagrada la zoomorfización del hombre, cuando esto nos hace perder la visión de nuestra verdadera estatura.

¿No será una zoomorfización del hombre este rostro del amor que ha olvidado su dimensión espiritual y que se ha quedado sólo en los instintos?

Los dramas y las epopeyas auténticos son escritos y protagonizados, única y exclusivamente, por el ser humano. Se trata de nuestra condición interminada e indeterminada que se convierten en nuestra propia misión. El hombre es el primer y único liberto de la creación.

9.- ¿Y qué decir sobre la misión cristiana? Tenemos que hablar nuevamente de los dones y contemplar la Encarnación, el Acontecimiento Salvífico, la efusión del Espíritu Santo, el Evangelio, la Fe, la vida de la Gracia, la voluntad salvífica universal de Dios, los Sacramentos en la Iglesia... como expresiones de la libérrima gratuidad en Dios.

Se trata del “ser cristiano” entendido como el más grande regalo que se ha obtenido. Un regalo que ha plenificado a un hombre que ya era grande al comprenderse como creado a imagen y semejanza divina y que ahora, en la asimilación de la filiación divina, tiene que ser capaz de comprender la bondad de Dios y su propia dignidad.

10.- Reiteremos: Los dones de Dios al mismo tiempo se convierten en nuestra propia misión. Una misión que se desarrolla hacia el interior de la Iglesia y una misión que, en la plena conciencia del destino universal de la obra de Cristo y del envío que sigue dirigiendo a los bautizados, tiene un destino extra eclesial.

Una misión necesaria en un mundo en el que el hombre se zoomorfiza, y en el cual, el mensaje cristiano será el de la “deificación”. Lo anterior, sin que confundamos una deificación producto del esfuerzo humano, como lo proponía Platón y algunos neoplatonistas de la contemporaneidad, con la deificación cristiana que procede de la obra de Cristo y de su Espíritu, que es la acción de la gracia de Dios.

¿Pero cómo van a comprender algo tan sagrado si no hay alguien que se los anuncie? ¿Cómo podrán escuchar y hacer suya la voluntad salvífica universal de Dios si los cristianos no damos testimonio y si hemos olvidado que los dones de Dios más que fuentes de privilegios son fuente de responsabilidades?


II - COMPARTIR LO QUE SE HA RECIBIDO.

“ Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado”.

1.- Muy queridos amigos:

Existen dos formas de ver las cosas en la vida, y de acuerdo con esa visión que se tenga surgen las dos diferentes actitudes que se llegan a tener en nuestra existencia: algunos ven aquello que se nos acerca como algo que se toma y otros lo visualizan como algo que se recibe. Pareciera que entre tomar y recibir no existiera alguna diferencia, pero la diferencia existe y es abismal.

La diferencia entre un verbo y el otro se vuelve clara en la actitud de nuestra vida: el que ve la vida como algo que se toma no suele ser capaz de agradecer, mientras que aquel que ve la vida como algo que se recibe nunca terminará de decir gracias a aquel o aquellos que están detrás de lo que se recibe.

Aquel que ve la vida como un “tomar” lo que se nos accesa va pensando que su vida es sólo un movimiento mecánico que va aprovechando las circunstancias y, que si acaso algo tuviera que agradecer, esta gratitud se dirige a su buena suerte o a la fortuna de haber estado en el momento preciso y en el lugar adecuado donde “se le dieron” las cosas.

Aquel que sabe que en la vida todo se recibe, sabe que detrás de lo que se recibe se encuentra alguien y que para recibir algo antes de que haya un movimiento mecánico de nuestros brazos existe el movimiento afectivo de un corazón que nos ofrece aquello que ha llegado hasta nosotros. El rasgo más importante de aquel que sabe que la vida es un “recibir” se ubica en la capacidad de ver que detrás de ese alguien que nos ha ofrecido lo que hemos recibido, está “Alguien” a quien debemos levantar nuestra mirada.

2.- Y, ¿cuál es la razón que justifique estar hablando sobre este tema en este domingo?

Es que,... ¿sabes? El día de hoy, que se celebra en la Iglesia Universal el Domingo Mundial de las Misiones, el Señor nos invita, recordando su propio mandato de: “ir por todo el mundo a predicar el Evangelio”, para que practiquemos la virtud de la generosidad, de ser posible con nuestra propia vida para que este mensaje se siga extendiendo, y de no ser con nuestro tiempo y nuestra vida, aunque fuere en lo económico, en la oración y con nuestros sacrificios, con tal de apoyar a aquellos que han sido generosos con su propia vida para predicar el Evangelio.

En ambos casos, tanto en los que dedican su vida a predicar el Evangelio de Jesucristo como en aquellos que con nuestros bienes, plegaria y demás obras de piedad estamos apoyando esta acción cristiana, hoy recibimos la invitación de parte del Señor para que no olvidemos que sólo estamos compartiendo aquello que nosotros mismos hemos recibido.

3.- Para nosotros la vida no es un tomar sino un recibir, y es por ello que no podemos olvidar que todo en la vida proviene de la bondad de Dios, tanto nuestra fe como los bienes económicos. De aquí surge la convicción de que nuestra fe no puede ser algo de lo que podamos sentirnos soberbios propietarios sino agradecidos servidores, y sí la anterior es la visión sobre aquellos bienes que trascienden, podemos imaginar y hacer extensiva esta aplicación hacia nuestros efímeros bienes materiales.

Pensemos en este segundo momento en los bienes materiales, y ya en el tercer momento analizaremos nuestra relación con la fe y con el Evangelio.

4.- Sobre los bienes materiales, te invito a visualizar la realidad con la mirada de Dios, que quiere que todos gocen del mayor bien posible.

La exhortación no es otra sino para que aprendamos a distinguir entre lo absoluto y lo relativo, entre lo no-sustituible y lo sustituible.

El centro del mensaje es para que tú y yo tengamos una opción más racional en la que el cálculo económico favorezca la trascendencia del hombre; y en donde no olvidemos la sobreabundancia de los bienes auténticos que nos ofrecen la salvación.

El día de hoy se nos invita a una generosidad material para ayudar a los que han sido generosos en su persona. Caridad expresada en ellos al donar su vida, y de parte nuestra al apoyarles en una misión que es de todos.

5.- ¿Qué es la caridad? Si nos detenemos en su origen sabemos que es un Amor sobrenatural, infundido en nosotros por el Espíritu Santo (Rom. 5,5). Si consideramos lo terminológico la palabra “caridad” proviene del término: “carus” que significa “algo de gran valor”. Y sabemos que es esta caridad la única virtud que permanecerá hasta el más allá (1Cor 13,8).

La caridad no sólo es la primera de las virtudes, sino que se convierte para nosotros en un orden distinto y superior en la vida. Se trata del orden de lo definitivo, en donde las demás virtudes valen únicamente en cuanto ayudan al incremento de la caridad o están informadas por ella, ya que ésta nos configura en el modo de ser del mismo Dios y nos hace participar de su propia riqueza y felicidad, similarmente a cómo, por el amor a otra persona, hacemos nuestra riqueza, su felicidad o su propio dolor.

Desde una dimensión humana y cristiana, la caridad se relaciona con la virtud de la solidaridad, y esta surge de la exigencia de una madura y plena realización personal. Tal como lo ha reconocido Eric Erikson, sólo existe la adultez en “la persona que tiene cuidado de sí, del otro, del ambiente; en una palabra, la persona solidaria. Todas las otras personas –independientemente de sus años- o permanecen en el estado de adolescencia egoístamente inmaduros o son viejos de espíritu. Sólo la solidaridad es capaz de hacer madurar en la persona la estructura adulta y lograda: la personal, la altruista y la ambiental”.

6.- Quisiera, no obstante lo anterior, que el día de hoy dirijamos la mirada a la contemplación de la caridad cristiana y para ello, resulta necesario que esbocemos algunos rasgos de su identidad.

En primer lugar, la caridad nos hace amar al prójimo no por sí mismo sino por Dios, tal como lo expresaba San Gregorio Magno: “Más ninguno, por el mero hecho de amar a su prójimo, piense ya tener caridad, sino que primero debe examinar la fuerza misma de su amor. Pues si alguno ama a los demás, pero no los ama por Dios, no tiene caridad, aunque piense que la tiene. Es caridad verdadera cuando se ama al amigo de Dios y al enemigo de Dios”. (Hom 38 sobre los Evangelios)

Y, ¿no es acaso la enseñanza anterior la misma que nos decía san Agustín en su Comentario a la primera Epístola de san Juan? “ Hemos de amar a todos, no porque son hermanos, sino para que lo sean; para andar siempre con amor fraterno: hacia el que ya es hermano, y hacia el enemigo para que venga a ser hermano”.

Es la caridad la que se encarga de transformar nuestra vida y el ejercicio de las virtudes en nuestra existencia, tal y como lo enseñaba magistralmente Santo Tomás de Aquino: “Ni el don de lenguas, ni el don de la fe, ni otro alguno, dan la vida, si falta el amor. Por más que a un cadáver se le vista de oro y piedras preciosas, cadáver sigue”. (Sobre la Caridad, 1c). El mismo Santo Tomás de Aquino enfatizará esta misma enseñanza en la Summa Theologica al decir: “La caridad es la forma, el fundamento, la raíz y la madre de todas las demás virtudes”.

Con el anterior pensamiento de Santo Tomás de Aquino ha coincidido San Gregorio Magno al mencionar: “Así como todas las ramas de un árbol reciben su solidez de la raíz, así también las virtudes, siendo muchas, proceden de la caridad. Y no tiene verdor alguno la rama de las buenas obras si no está enraizada en la caridad”.

7.- Ahora bien, el día de hoy a todos aquellos que hemos recibido el tesoro del Evangelio se nos exhorta a manifestar la caridad a través de nuestra solidaridad económica. ¿Qué es la solidaridad? La Solidaridad es la actitud congruente de aquél que, habiendo recibido el beneficio del Dios que ama profundamente, se dispone, en la correspondencia, a ofrecerle al hermano una manifestación del amor.

¿Sabes? Frecuentemente las relaciones entre las personas pasan por la mediación de las relaciones con los objetos, que en los dones y regalos que se dan y se reciben. Y en esta mediación de los bienes se pueden señalar cuatro etapas en la dialéctica de nuestro dar y recibir en un aparente juego de verbos: dar por dar, dar por recibir, recibir por recibir y recibir para dar.

La actitud de “dar por dar” indica sólo en apariencia una disposición generosa y desprendida, ya que, si se da de modo superficial, no existe un verdadero don, sino un pasar a otros objetos que apenas se poseen, a veces cosas superfluas o inútiles de las que, en ocasiones, no se encuentra la forma de cómo desprenderse. Digamos que la caridad se convierte en un pretexto para purgar nuestro closet, alacena o refrigerador, y esta actitud adolece además por el defecto de cerrarse a recibir dones.

La postura de “dar por recibir” caracteriza la relación de la esfera comercial en la que el amor y la amistad no existen o se ponen entre paréntesis. Sin embargo, esta actitud también puede darse de modo oculto en algunas relaciones de amor y amistad inmaduros, como un sutil chantaje: “te doy para que me des”, en realidad la caridad se convierte en una operación mercantil, y esto es más frecuente de lo que pensamos.

Existe una tercera alternativa en la disposición de “recibir por recibir” que se revela en la actitud egoísta, infantil e inmadura de aquel que sólo quiere que se le den dones y regalos y que no se abre a la entrega generosa y auténtica del dar.

Y en cuarto lugar viene nuestra propuesta, la que hemos conocido en la persona de Cristo: Más allá del espíritu de la compra-venta, más allá de la donación superficial y de la carencia en el dar, está la actitud abierta y generosa del “recibir para dar”.

8.- El verdadero regalo es algo que está estrechamente ligado al donante, que pasa a ligar a la persona amada, y de ese modo se vinculan los dos. El regalo está cargado de intenciones y símbolos, de deseos de servicio y disponibilidad, de afecto, de comunicación y de comunión. El regalo lleva consigo un mensaje de amor y muerte: el regalo muere para el donante, para sobrevivir en la posesión de la persona amada. El don lleva consigo simultáneamente el dolor que provoca nuestro desprendimiento y la alegría que surge en el dar, ya que, así comprendemos que “hay más alegría en dar que en recibir”, al mismo tiempo que reconocemos que no tenemos nada que no hayamos recibido.

9.- Nuestra generosidad en este Domingo Mundial de las Misiones no debe ser otra manifestación sino una manifestación de la gratitud de todos aquellos que hemos comprendido que todo en la vida absolutamente se ha recibido, y que al recibirse debe agradecerse, y que la mejor forma de agradecerle a Dios, será en el compartir con alegría aquello que ha venido de su bondad con aquellos que lo han dejado todo por bondad.


III - ENSEÑARLE LATÍN A JUAN.

“ Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado”.

1.- El Señor nos envía a predicar el Evangelio a toda criatura. ¿Es difícil o no? ¿Es posible o no hacerlo?

Sor Luz de Carmen, una religiosa muy estimada recién fallecida, y por la que Dios me ayudó en mi camino vocacional, nos decía a aquellos jóvenes de entonces en una charla que nos dio en el año 1984, acerca de aquello que es necesario en lo que, para aquel entonces, era un futuro ministerio: “Para enseñarle latín a Juan se necesitan dos cosas: conocer bien el latín y conocer bien a Juan. ¿De qué sirve conocer bien el latín si ignoro que Juan no tiene las bases de la gramática?”

2.- Muy queridos amigos:

Lo anterior, no debemos ignorarlo en este día en que celebramos el Domingo Mundial de las Misiones: “Para predicar el Evangelio a este mundo necesitamos conocer bien el Evangelio y conocer bien cómo esta este nuestro mundo al que le vamos a predicar”

¿Cómo está nuestro mundo? ¿Cuáles son sus necesidades? ¿Cuál es su estado de salud? Y,... ¿Cuál es nuestra propuesta cristiana?

3.- Florencio Escardo ha mencionado que los diagnósticos más profundos de los pacientes son aquellos que se realizan adivinando lo que el enfermo calla.

Para hablar acerca del quehacer evangelizador del cristianismo en el siglo XXI resulta necesario que efectuemos un diagnóstico objetivo sobre este mundo actual. Para lo anterior, debemos ser conscientes de que el campo de las relaciones entre el cristianismo y el mundo suele ser demasiado complejo.

A este mundo en la época actual se le ha llamado con un nombre: post-modernidad, y algunos ya hablan de la ultramodernidad, pero,… no nos adelantemos a las etapas.

3.- ¿Qué es la post-modernidad? ¿Cuáles son sus síntomas? Es inválida la afirmación gratuita, es necesario ser precisos para que las afirmaciones adquieran seriedad.

Hablar de post-modernidad es hablar de la negación, de imprecisión y de una falta de identidad, de tal forma que nuestra época no tiene nombre: le llamamos post-modernidad, es decir, lo que está después de la modernidad.

Otorgarle un contenido programático a este movimiento atenta contra el mismo.

4.- La post-modernidad se inició en la estética y ofreció los primeros frutos en la arquitectura.

Los filósofos la asumieron para buscarle un perfil, formular una definición y ofrecer una delimitación. Y la filosofía se encontró en crisis y su rostro actual es el de la perplejidad.

La post-modernidad no nació ni en los escritorios, ni en las aulas, ni en las celdas de los conventos,... ha nacido en las calles y ha tenido un eficiente vehículo en los Medios. Se desconoce la elucubración, su lema es siempre interpelar.

Las verdades universales se han transformado en conjeturas; los tratados se han convertido en ensayos; el lenguaje se ha vuelto metáfora fugaz; los sistemas de pensamiento son ahora episodios; y la herencia del conocimiento ha cedido el paso a lo opcional.

Se niegan los contenidos indiscutibles y se rechazan los dogmas preestablecidos.

La negación se desplaza desde la mansión de la verdad abstracta y va a tocar las puertas de la verdad racional; se niega no tan sólo el campo del Dios de la revelación sino la mismísima pretensión humana de convertir en “diosa” a la razón.

5.- Se han jubilado los relatos legitimadores de la historia: la lucha de clases, el desarrollo y la épica del progreso... y con ello sobreviene el nihilismo. No hay afán de lucha porque no hay convicciones. Reina el relato acomodaticio de lo fragmentario y lo instantáneo.

Se rechaza todo ideal de fundamentación y con ello se ataca cualquier expresión de credo religioso. Un dogma de fe revelada se experimenta como ataque y violación.

Y desaparece la filosofía, puesto que esta tenía como centro la fundamentación, y se pretende convertir a la religión en un artículo adquirido en una tienda de conveniencia.

Y es que, el ejercicio de la posmodernidad es la duda epistemológica y ontológica. No es aquella duda metódica que poseía una seguridad subyacente, sino la duda radical y universal, y con ello el ataque de cualquier exigencia de parte de una institución.

6.- Los frutos ya aparecen en las ramas del árbol de la post-modernidad plantado en nuestra patria: culpamos a lo abstracto de las culpas de lo concreto, y sobreviene el aborto defendido, se justifica la clonación que convierte embriones humanos en refacciones de los más fuertes, el pensamiento cristiano es calificado de agresión, ya se han aprobado las sociedades de convivencia y se inicia la contienda para legislar y legitimar la eutanasia, y nos acostumbramos al Maquiavelo que sonríe en la pantalla, cambiando de careta cada día, pidiendo ahora legalizar el uso de los enervantes.

Hoy, hablamos de problemas de delincuencia, en lugar de hablar del delincuente. Y no aceptamos que la crisis no está en la ética sino en lo poco ético de nuestra vida.

Al no llamar al problema por su nombre hemos encontrado la solución de nuestros problemas, cambiamos el nombre y desaparecemos el problema: el “cristiano” no se adapta al Evangelio y quiere adaptar el Evangelio a su forma de pensar o mejor dicho de mal-vivir; no se superan las pruebas y se busca alterarlas; al no vivir los ideales los cambiamos; y así la moral se vuelve susceptible de ser modificada para adaptarla a la amoralidad.

7.- El hombre no ha alcanzado a comprender que ha ingresado a un callejón sin salida, y así se ha ido proyectando en repetidas ocasiones contra ese grueso e inexorable muro de su propia sinrazón.

Imagina que en los Juegos Olímpicos de Beijing hubiese existido una anarquía en las pruebas: en el método, la ejecución, los instrumentos, la duración... ¡Qué tiránica resulta ser la COI al determinar inflexiblemente una normatividad! Hay dos adaptaciones posibles en las pruebas de la vida: una es adaptar nuestra vida a los principios; la otra es adaptar los principios a nuestra vida.

Piensa, por un instante, que en nuestras aulas, tanto a los niños que se les dificultare deletrear la ortografía de la palabra z-a-n-a-h-o-r-i-a como a los que se les vuelve un calvario aprender las tablas de multiplicar se les permitiera la anarquía intelectual. Hay dos posibilidades: una es mediante la superación de aquello que se asimila y la otra es con la actitud de los que rescribimos la ortografía y las matemáticas a nuestro antojo.

8.- ¿Cuál es la propuesta cristiana? El presentar el Evangelio tal y cómo el Señor nos lo ha predicado. No somos dueños sino servidores del depósito cristiano, y jamás debemos olvidar que en un servidor la principal cualidad que se busca no es otra sino la de la fidelidad.

Si la propuesta fuere de que en lugar de que el cristiano se adapte a un principio de moralidad, se debiera modificar la moral, habría que cambiar el Evangelio, y decir que el Hijo pródigo no tiene porque regresar a la casa del Padre, más aún encontraríamos un nombre nuevo para aquellas cáscaras que se lanzaban a los cerdos y que el hijo deglutía, les llamaríamos: “progreso diferenciado de anticuadas y obsoletas formas de moralidad”.

No podemos reducir la moral a un convencionalismo ni a una preferencia. ¡Cómo si la bondad del amor en la madre Teresa o la maldad en la granada de la plaza Melchor Ocampo de Morelia, los trenes que se han explotado en Madrid, los aviones en New York y los autos en Singapur fueran sólo cuestión de convencionalismos!

Algunos que nos llamamos “cristianos” leemos la Biblia como cuando un abogado lee un testamento ajeno, estudiando alcances y escapatorias técnicas así como la exactitud o imprecisión de las frases. Es muy diferente de cómo lee un testamento el heredero.

9.- Y es a este mundo al que se debe evangelizar y no debemos tener miedo.

La práctica de la Evangelización ha tenido su punto de partida en la misma Encarnación del Verbo de Dios, pero no debemos olvidar que la Encarnación termina con el Misterio de la Ascensión, tal y como nos lo recuerda el Evangelio del día de hoy.

Este es el principio y el movimiento que se da en la Evangelización: Encarnación y Ascensión, bajó y subió; bajó sólo, pero subió llevando a una multitud. La fe que predicamos debe tener ese doble movimiento: descenso y ascenso. Inculturación de la fe y Evangelización de la Cultura.

10.- No le tengamos miedo al principio de la Encarnación: el descenso. No podemos olvidar que el Evangelio eterno irá expresado siempre en una cultura temporal.

San Pablo no tuvo miedo de enfrentar los areópagos de aquel entonces: Corinto, Roma, Atenas, Efeso, Tesalónica, Calcedonia, Antioquia eran megalópolis equiparables a las actuales New York, Madrid, Tokio, Pekín,... Él fue a esas ciudades y nosotros debemos ir a las nuestras.

Por fortuna, san Pablo (Hch 17,22-31) comprendió que su misión consistía en llevar a los gentiles el Evangelio de Jesucristo, el mejor de los regalos.

Y para ello san Pablo se hizo gentil con los gentiles (1Cor 9,20-22). “Todo esto lo hago por el Evangelio”. Expresó el Evangelio en las categorías culturales que suponía podían ser la de los oyentes.

Albert Harnack expresará que el éxito del cristianismo primitivo fue su capacidad para expresarse en las más diversas culturas (grecolatina, india, copta, irania...), sin perder por ello su identidad. Allí se vió la asistencia del Espíritu Santo.
11.- ¡No perder nuestra identidad! Es el principio de la Ascensión.

Igual que la encarnación sirvió para elevar la naturaleza humana, la inculturación de la fe tendrá como consecuencia la evangelización de la cultura. Y esto aún sin proponérselo. Cuando la fe echa de verdad raíces en una cultura, no deja de actuar en su interior igual que el fermento en la masa.

Esto nos lo recordará Pablo VI en el número 20 de la Evangelii Nuntiandi: “Evangelizar no de una manera decorativa, como con un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces, la cultura y las culturas del hombre”.

¡Vayamos al aula del mundo a enseñarle latín a Juan! Vayan por todo el mundo a predicar el Evangelio.


IV - LA TRIPLE PRESENCIA DE CRISTO.

Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.
1.- Muy queridos amigos:

Hay una frase que se ha quedado como si fuesen puntos suspensivos: “Y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.

En este apartado quisiera que compartiéramos tres tipos de presencia de Cristo en nuestra vida: la presencia en la Sagrada Eucaristía, la presencia en el hermano y la presencia miseriosa de su gracia en el momento en que más lo necesitamos.

2.- PRESENCIA EN LA EUCARISTÍA: Digamos que el Señor ha encontrado, o ya se tenía reservada la fórmula para cumplir con ese propósito suyo que convirtió en promesa: “Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Ya lo había mencionado de tantas formas: “No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros sí me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis.”

El amor auténtico y pleno nos pide la presencia, y se autoexige el vivir la cercanía, la proximidad, el estar el mayor tiempo posible, en cantidad y en calidad, junto a los seres queridos. Y cuando en algún momento nuestra estancia física se hace imposible, por imperativos del deber, por motivos insalvables, entonces el amor recurre, en su increíble e innagotable creatividad, a mil estratagemas para así llegar a suplir esa ausencia indeseable, larga o corta, de la persona amada, o de parte nuestra para con la persona amada.

Y ahí tenemos la fotografía enmarcada y puesta en el lugar de honor o de mirada más fácil, quizá sobre el escritorio o en el interior de la puerta del closet, quizá en los útiles escolares o en un llavero, es posible que en la cartera o en la fábrica; posiblemente la conservamos en el formato de almanaque o quizá de tapiz en la computadora. Ahí está también en un espacio especial el regalo significativo; o en un jarrón sobre un mueble el ramo de flores; o, hasta hace pocos años, la repetida lectura de esa carta recibida desde la otra orilla del país o del orbe, todo lo anterior para que la caligrafía conocida, los rasgos y las palabras queridas en el papel suplan aunque sea pobremente la separación involuntaria e insalvable en momentos de nuestra vida.

¿Te acuerdas tú que colindas con mis años? Allí estaba antiguamente el telegrama puntual, con pocas palabras pero importantes, en la actualidad se utiliza el e-mail. Ahí estaba antes la llamada por teléfono, recibida entonces en un lugar especial de la casa que se convertía en un espacio mágico y ahora con la magia celular en cualquier espacio, pero que al escuchar algún tono definido se sigue esperando con ansiedad y acelera el palpiteo del corazón; hasta hace pocos años alguien presumía del videoteléfono como si fuera un aparato de inteligencia sofisticado de las grandes naciones, y ahora está al acceso de las grandes masas la videoconferencia desde cualquier espacio en que virtualmente es posible ponerse en contacto. Todo lo anterior no es más que manifestación de cómo nuestra búsqueda de que esa voz y esa imagen telecercana puedan saciar, aunque fuere por unos minutos, el hambre inhumana que experimentamos en la ausencia, por esa necesidad que tenemos de la presencia de quienes más amamos.

Y es en este tenor de reflexión de ideas, en donde se nos permite comprender que una de las pruebas de que Cristo ama a los hombres está precisamente, en que cuando tiene que volverse al lado del Padre, porque ha concluído perfectamente con su misión terrestre, y le urge recibir el abrazo de recompensa paterna por la obra salvífica realizada entre los hombres, Cristo no se resigna a dejar para siempre en la orfandad de su ausencia física a los seres queridos. Y Él hallará, en el interior de su mente divina y de su sacratísimo corazón, entre las riquezas insondables de su omnipotencia que se mezcla con la sabiduría y el amor, una fórmula perfecta de permanecer marchándose, de irse sin desaparecer, de estar cercano aún en la distancia.

Y ¡fíjate!: que no será una foto borrosa con el tiempo ni un objeto recordatorio, sino su presencia real, aunque bajo otra apariencia insospechable para los hombres de aquellos tiempos y desbordante, por la generosidad y el amor, para los hombres de estos tiempos: la Eucaristía. Ya no se trata de los restos de un maná avejentado en un arca de la alianza sino del milagro de todos los días en el que, por la pronunciación de las imponentes y efectivas palabras consecratorias se sigue actualizando su presencia real en el sacramento, y se nos ofrece el Pan de la vida.

Considero que, si no hubiera alguna otra prueba para demostrar la divinidad de Cristo, bastaría la lucidez y el amor que ha tenido para implementar el obsequio de la Eucaristía, como para que contempláramos la perfección de su ser divino. Y es que, a ningún hombre se le hubiera ocurrido tan alto gesto de afecto, y si lo hubiese pensado no hubiera podido hacer una cosa semejante. Primero por el implemento mismo. Segundo, porque en la pura psicología humana es imposible reaccionar así de generoso, cuando “en la noche en que Él era entregado” y en la víspera de su sacrificio, Él instituye el sacramento de su presencia permanente.

Un hombre normal, vulgar y corriente, como cualquiera de nosotros, hasta se llega a alegrar de que por fin concluye con su tarea y que finalmente va a poder alejarse de aquellos que no ha tenido más remedio que soportar durante treinta o tres años, en sus inconsistencias, cobardías, traiciones, discusiones, pretensiones y murmuraciones interminables.

Cuando mucho, si es humanamente muy generoso, dará por bien pagados con la ausencia temporal esos sinsabores que ha tenido que sufrir por ellos, pero dirá: “Ya está bien; me alegro de que todo haya terminado; ahí se quedan. Les perdono, pero celebro el perderles de vista aunque sea por un momento”.

Y resulta que las cosas han sucedido de otra forma: Cristo lúcidamente se queda en su libertad. Y, mirándolo objetivamente, no tanto porque Él necesite nuestra compañía, que tan mal le fue durante su vida mortal, y menos aún teniendo la compañía perfecta del Padre, sino porque los hombres íbamos a necesitar de su compañía.

Se trata de la solución de su presencia real en la Eucaristía para todas esas “horas bajas”, que todos los hombres registramos en la esfera o en el embudo de nuestro reloj personal; es su presencia real para esos días difíciles de nuestros calendarios.

Se trata de una lección de convivencia y una invitación para que nosotros asumamos la convivencia. Porque si Cristo quiere compartir nuestras horas hasta el fin de los siglos, también nosotros debemos convivir con nuestros hermanos.

3.- PRESENCIA EN EL HERMANO: Al igual que Jesús se ha quedado con nosotros para siempre en la Sagrada Eucaristía, con una presencia personal y sustancial, Jesús nos ofrece una lección de convivencia que nos debe proyectar hacia nuestros hermanos.

Porque la invitación de la Misión Continental no es otro sino el reencontrarnos y el reencartarnos, el recomenzar, el de nuestra conversión personal y el de nuestra conversión pastoral. Y es que la promesa del Resucitado que asciende es también la de su presencia con nosotros hasta el final de los tiempos: “y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.

Y si Cristo quiere compartir nuestras horas hasta el fin de los siglos, también nosotros debemos convivir con nuestros hermanos. Verdadera presencia eucarística de Cristo que nos habla de muchos granos de trigo para formar un solo pan, y nos repite la muda y elocuente lección de nuestra unión a pesar de todas las diferencias, que nunca deben ser superiores a la convivencia pacífica entre los cristianos. “Donde haya dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.” Y si son dos o tres mil, o dos o tres millones, es igual.

La presencia eucarística de Cristo nos debe recordar también la otra presencia suya bajo las “especies” humanas. Si tenemos fe para traspasar los velos sacramentales y llegar hasta reconocer a Jesús, debemos también un suplemento de fe suficientemente largo como para descubrir a Cristo tras el velo humano de los hombres. Si tenemos suficiente vista espiritual para ver a Cristo Cabeza en la Eucaristía, también debemos tenerla para contemplar a Cristo Cuerpo Místico.

No se trata de una conmiseración “piadosa”, sino de la entraña misma de la solidaridad de Cristo con la humanidad. “Saulo, ¿por qué me persigues?”, le pregunta Jesús a san Pablo, antes de convertirse al cristianismo, cuando perseguía a los cristianos. Y en la hora de la verdad, cuando se nos juzgue definitivamente, Cristo aplicará este baremo sorprendente: “lo que hicisteis con ellos, lo hicisteis conmigo.” Hay una presencia de Jesús en los hombres que nunca meditaremos bastante.

4.- PRESENCIA DE SU GRACIA: Y entonces, este Cristo que no nos abandona nos recuerda que Él está con nosotros también en nuestra vida íntima para asistirnos y sostenernos en los momentos en que más precisamos una manifestación de su clemencia.

Nosotros los cristianos profesamos nuestra fe en el misterio de la gracia, por el cual nos adherimos a una verdad que todos hemos experimentado: la gracia de Dios que sana, que eleva, que fortalece, que auxilia, que nos ayuda en lo habitual, y que también en los momentos de mayor exigencia está eficazmente presente para asistirnos…

Ya hemos asimilado la presencia en la Eucaristía y también la presencia en las especies humanas,… es ahora el momento de referir la presencia de Cristo para los momentos difíciles. En este contexto te quiero recordar aquel pensamiento que aunque anónimo es aplicable a todos nosotros. ¡Tú lo debes recordar!

Habla sobre un hombre que recibe el regalo de contemplar en el cielo su vida representada en una serie de escenas, que quedan plasmadas en la arena húmeda a través de aquellos dos pares de huellas, las de él y las del Señor. Los dos pares de huellas aparecen en la alegría, en la vida, en el nacimiento, en la fiesta, en los logros, en la graduación, cuando hay ascensos laborales, en las promociones, en el amor, en el matrimonio...

Pero de pronto hay algo que le sobresalta: En la arena húmeda desaparece un par de huellas, y sólo queda uno, y esto acontece en los momentos de amargura, en la soledad, en la enfermedad, en el despido laboral, cuando alguien muere, en el infortunio, en el encarcelamiento... Aquel hombre se encuentra de pronto sumergido en el desconsuelo y le reclama a Jesús:

“Señor, tú me habías prometido que siempre estarías conmigo.
Pero noto con tristeza en la arena al caminar
Que no están los dos pares de huellas que se debieran notar?

Dime, ¿en dónde están las otras dos que indican tu compañía
Cuando la tormenta azota sin piedad la vida mía?

Y el Señor me contestó con ternura y compasión:
Escucha bien hijo mío, siempre te amé y te amaré
Y en tus horas de dolor siempre a tu lado estaré.
Pero si ves sólo dos huellas en la arena al caminar,
Y no ves las otras dos que se debieran notar.
Es que en tu hora afligida, cuando flaquean tus pasos
No Hay huella de tus pisadas porque te llevo en mis brazos.

5.- ¿Te has dado cuenta? Absolutamente en ningún momento de la vida estamos solos. Cristo, el Buen Pastor, nos lleva sobre sus santos hombros en los momentos de dificultad. Te quiero invitar para que te abandones en Cristo, puesto que Cristo permanece siempre a nuestro lado, y Él es fiel.

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