Por Casiano Floristán - Luís Maldonado
Publicado por Fe Adulta
Te bendecimos, Padre, por medio de Jesucristo.
Es justo que todos juntos te demos gracias, Señor,
porque te apasionas por la vida
y nos has hecho depender unos de otros.
Has creado el amor, más todavía, el amor eres tú mismo.
Has dado al amor rostro humano, único,
y has hecho que en nuestra carne se revele tu fuerza y tu verdad.
Unidos a todos los que aman al prójimo,
a cuantos poseen ternura y cariño,
te cantamos un himno de alabanza.
Santo, santo…
Te damos gracias por todos los que nos ayudan y acompañan,
por lo que somos capaces de hacer en favor de los demás.
Dios de todos y Dios del pueblo,
te alabamos por medio de tu hijo Jesús.
El nos ha enseñado cómo debemos vivir
y nos ha dado a conocer la bondad, la fidelidad y la amistad.
Padre, creemos que eres el Dios del amor, que convives con nosotros,
que estás a nuestro lado,
como el corazón del amigo está junto a su amigo.
Así fue como te mostraste en Jesús, tu hijo.
Él nos ha dicho que eres la bondad en abundancia, la plenitud del amor.
Él nos reúne ahora como hermanos de una misma familia.
El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Al recordar la vida, muerte y resurrección de tu hijo,
te ofrecemos su amor y nuestro amor.
El amor que vivimos los hombres y mujeres,
a veces fuente de agresiones y de odios, es portador de muerte.
Arde sin calentar, arrebata, arranca y destruye sin construir.
Vemos que muchos de los que dicen que aman,
esperan algo a cambio, sólo se aman a sí mismos.
Nuestro amor con frecuencia es secreto, replegado, tenebroso,
está lejos de tu luz y de tu amor.
Tiene nuestro amor, no obstante, sed de eternidad, hambre de verdad.
Que tu espíritu, Señor, nos una a todos,
de forma que esta tierra endurecida empiece a ser más habitable
y Jesucristo viva con cada uno de nosotros.
En unión con la Iglesia esparcida por toda la tierra,
en unión con cuantos consagraron su vida
en el empeño de un mundo más justo,
en unión de los que dan sin calcular y reparten sus bienes,
los superfluos y los necesarios.
a ti, Padre de todos, queremos ofrecerte gloria y honor
para alabanza tuya y salud nuestra,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
AMËN.
Publicado por Fe Adulta
Te bendecimos, Padre, por medio de Jesucristo.
Es justo que todos juntos te demos gracias, Señor,
porque te apasionas por la vida
y nos has hecho depender unos de otros.
Has creado el amor, más todavía, el amor eres tú mismo.
Has dado al amor rostro humano, único,
y has hecho que en nuestra carne se revele tu fuerza y tu verdad.
Unidos a todos los que aman al prójimo,
a cuantos poseen ternura y cariño,
te cantamos un himno de alabanza.
Santo, santo…
Te damos gracias por todos los que nos ayudan y acompañan,
por lo que somos capaces de hacer en favor de los demás.
Dios de todos y Dios del pueblo,
te alabamos por medio de tu hijo Jesús.
El nos ha enseñado cómo debemos vivir
y nos ha dado a conocer la bondad, la fidelidad y la amistad.
Padre, creemos que eres el Dios del amor, que convives con nosotros,
que estás a nuestro lado,
como el corazón del amigo está junto a su amigo.
Así fue como te mostraste en Jesús, tu hijo.
Él nos ha dicho que eres la bondad en abundancia, la plenitud del amor.
Él nos reúne ahora como hermanos de una misma familia.
El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Al recordar la vida, muerte y resurrección de tu hijo,
te ofrecemos su amor y nuestro amor.
El amor que vivimos los hombres y mujeres,
a veces fuente de agresiones y de odios, es portador de muerte.
Arde sin calentar, arrebata, arranca y destruye sin construir.
Vemos que muchos de los que dicen que aman,
esperan algo a cambio, sólo se aman a sí mismos.
Nuestro amor con frecuencia es secreto, replegado, tenebroso,
está lejos de tu luz y de tu amor.
Tiene nuestro amor, no obstante, sed de eternidad, hambre de verdad.
Que tu espíritu, Señor, nos una a todos,
de forma que esta tierra endurecida empiece a ser más habitable
y Jesucristo viva con cada uno de nosotros.
En unión con la Iglesia esparcida por toda la tierra,
en unión con cuantos consagraron su vida
en el empeño de un mundo más justo,
en unión de los que dan sin calcular y reparten sus bienes,
los superfluos y los necesarios.
a ti, Padre de todos, queremos ofrecerte gloria y honor
para alabanza tuya y salud nuestra,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
AMËN.
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