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miércoles, 29 de octubre de 2008

XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: EL MENSAJE DEL DOMINGO

Conmemoración de los Fieles Difuntos
Por Gabriel Jaime Pérez, S.J.


Un día después de la fiesta de “Todos los Santos” (no sólo los canonizados o proclamados públicamente, sino también innumerables personas que vivieron en la amistad de Dios a través de los tiempos -Plegaria Eucarística II-), la Iglesia celebra el 2 de noviembre la “Conmemoración de los fieles difuntos”. En este año tal fecha coincide con el domingo, y el calendario litúrgico indica que la Misa del día es la de los Difuntos, respetando una tradición arraigada en la piedad cristiana y en la religiosidad popular, pero que es preciso depurar de todas sus connotaciones paganas para situarla en la perspectiva de la fe en Jesús resucitado y en nuestra futura resurrección. Al disponemos a orar por todos los que se durmieron en la esperanza de la resurrección (Plegaria Eucarística II) meditemos sobre el sentido cristiano de la muerte a la luz del Evangelio (Mateo 25, 31-46) y las otras lecturas propuestas para esta conmemoración (Job 19, 23-27ª y 2ª Corintios 5, 1.6-10).

1. En el atardecer de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor

Esta frase de san Juan de la Cruz (1542-1591) resume el contenido del pasaje del Evangelio en el que Jesús se refiere al destino final de la existencia humana. En verdad, lo que contará en definitiva al encontrarnos con Él después de nuestra muerte es lo que en esta vida, según nuestras posibilidades, hayamos hecho o dejado de hacer por los demás, especialmente por los más necesitados.

Steve Jobs, fundador y presidente de la empresa Apple Macintosh, en un acto de graduación de la Universidad de Stanford en el año 2005, contó la siguiente historia:

“Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo parecido a Si vives cada día como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas lo correcto. A mí me impresionó y desde entonces, durante los últimos 33 años, me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: Si hoy fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer hoy? Y cada vez que la respuesta ha sido No por varios días seguidos, sé que necesito cambiar algo. Recordar que moriré constituye la herramienta más importante que he encontrado para ayudarme a decidir las grandes elecciones de mi vida. (…)

Casi un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un scanner a las 7:30 de la mañana y claramente mostraba un tumor en el páncreas. Yo ni sabía lo que era el páncreas. Los doctores me dijeron que era muy probable que fuera un tipo de cáncer incurable y que mis expectativas de vida no superarían los tres a seis meses. Mi doctor me aconsejó irme a casa y arreglar mis asuntos, que es el código médico para prepararte para la muerte. Significa intentar decirle a tus hijos todo lo que pensabas decirles en los próximos 10 años, decirlo en unos pocos meses. Significa asegurarte que todo esté finiquitado de modo que sea lo más sencillo posible para tu familia. Significa despedirte. Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego, al atardecer, me hicieron una biopsia: introdujeron un endoscopio por mi garganta, a través del estómago y mis intestinos, pincharon con una aguja mi páncreas y extrajeron unas pocas células del tumor. Estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me contó que cuando examinaron las células en el microscopio, los doctores empezaron a llorar porque descubrieron que era una forma muy rara de cáncer pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora estoy bien.

Fue lo más cercano que he estado a la muerte y espero que sea lo más cercano por unas cuantas décadas más. Al haber vivido esa experiencia, puedo contarla con un poco más de certeza que cuando la muerte era un concepto útil pero meramente intelectual: Nadie quiere morir. Incluso la gente que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar allá. La muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y es como debe ser, porque la Muerte es muy probable que sea la mejor invención de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo… Lamento ser tan trágico, pero es muy cierto. Su tiempo tiene límite, así que no lo pierdan… No permitan que el ruido de las opiniones ajenas silencie su propia voz interior. Y más importante todavía, tengan el valor de seguir su corazón e intuición, que de alguna manera ya saben lo que realmente quieren llegar a ser”.

2. Recuerde el alma dormida / avive el seso y despierte contemplando / cómo se pasa la vida / cómo se viene la muerte tan callando…

Con estos versos, escritos en el siglo XV por el poeta español llamado Jorge Manrique (1440-1479) comienzan sus Coplas a la muerte de su padre, que nos invitan a estar preparados para el momento de nuestro encuentro definitivo con Dios. Estos otros del mismo poema son muy significativos: “Este mundo es el camino / para el otro, que es morada sin pesar; / mas cumple tener buen tino / para andar esta jornada sin errar. / Partimos cuando nacemos, / andamos mientras vivimos, y llegamos / al tiempo que fenecemos; así que, cuando morimos, descansamos. / Este mundo bueno fue / si bien usáremos de él como debemos…”

Hoy esta reflexión sigue vigente, y su contenido viene a ser en el fondo el mismo de la canción compuesta recientemente por el cantautor colombiano Juanes bajo el título La vida es un ratico: No dejemos que se nos acabe que todavía hay muchas cosas por hacer. No dejemos que se nos acabe, que la vida es un ratico, un ratico nada más.

3. Yo, en persona, veré a Dios, con mis propios ojos he de verlo

Esto dice en la 1ª lectura el texto bíblico del libro de Job, una de las joyas más hermosas de la literatura universal. Job es un personaje de carácter simbólico que representa la pregunta existencial del ser humano al experimentar el sufrimiento y ante la realidad ineludible de la muerte. Y la respuesta que a través del relato de su historia nos da la Palabra de Dios constituye una invitación a la esperanza, para que viviams lo breve de esta existencia terrena con nuestra confianza puesta plenamente en Dios, el mismo que resucitó a su Hijo Jesús de entre los muertos después de su muerte en la cruz y que, como escribió el apóstol san Pablo en el texto correspondiente a la 2ª lectura de este domingo, “nos tiene preparada en el cielo una casa eterna, que no ha sido hecha por manos humanas”.

A la luz de este mensaje, y teniendo en cuenta que nuestro limitado lenguaje humano tiene que recurrir a imágenes tomadas de la experiencia material para expresar las realidades espirituales, vale citar lo que escribió en sus Confesiones san Agustín (354 - 430 D.C.) al evocar la despedida de su madre santa Mónica poco antes de su muerte:

“No llores si me amas. ¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo! ¡Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos! ¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos; los horizontes, los campos y los nuevos senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudieras contemplar como yo, la belleza ante la cual las bellezas palidecen! (…) Créeme. Cuando la muerte venga a romper tus ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban, cuando llegue un día que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía, ese día volverás a verme, sentirás que te sigo amando, que te amé, y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas. Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, feliz, ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, y te llevaré de la mano por senderos nuevos de Luz y de Vida. Enjuga tu llanto, y no llores si me amas!”-

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