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jueves, 13 de noviembre de 2008

Apoyo para la Homilía y la Reflexión personal: Tomad, Señor, y recibid

Por P. José Enrique Ruiz de Galarreta, S.J.
Publicado por Jesuitas de Loyola

T E M A S Y C O N T E X T O S

LAS DOS PRIMERAS LECTURAS
Estos textos tienen poca relación entre sí. El elogio de la mujer, del Libro de los Proverbios, es uno de los textos más conocidos del A.T. Dentro de la concepción patriarcal, en que el varón es el cabeza de familia con todos los derechos, se hace una encendida alabanza de la mujer como alma de la casa. Es un bello texto, aunque lleno de la mentalidad propia de la época.
La lectura de Tesalonicenses sigue desarrollando el tema de la muerte, con una concepción catastrofista y repentina del final, muy propia también de la tendencia intelectual de la época.
Sería inteligente cambiarlos por otros más en relación con el mensaje del evangelio, tan central en la Buena Noticia. Podrían servir:

1ª LECTURA. Isaías 58: 4-11
“No ayunéis como hasta ahora, para hacer oír en las alturas vuestra voz. ¿Acaso es éste el ayuno que yo quiero, mientras se humilla a las personas? ¿No será más bien éste el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de la maldad, deshacer las coyundas de la opresión, dar libertad a los quebrantados, arrancar todo yugo? ¿No será partir al hambriento tu pan y recibir en tu casa a los pobres sin hogar, que cuando veas a un desnudo le cubras y no te apartes de tu semejante? …..
Si apartas de ti todo yugo, no apuntas con el dedo a nadie ni hablas maldad, resplandecerá en las tinieblas tu luz y lo oscuro de ti será como mediodía. Te guiará el Señor de continuo, en las penurias hartará tu alma, dará vigor a tus huesos y serás como huerto regado, como manantial cuyas aguas nunca faltan.

2ª LECTURA. 1 Juan 3: 13
No os extrañéis, hermanos, si el mundo os aborrece. Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama, permanece en la muerte. … En esto hemos conocido lo que es amor: en que Él dio la vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si alguno que posee bienes de la tierra ve a su hermano que padece necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y de verdad.

LA PARÁBOLA DE LOS TALENTOS
El contexto evangélico es el mismo que hemos visto en Domingos anteriores, en la semana de la Pasión, conectado con las Parábolas de la Vigilancia, de la reprobación de los elegidos, de la Escatología...
La parábola en sí misma es típica de Jesús: una escena verosímil, un propietario que encomienda su hacienda a sus siervos durante su ausencia; la rendición de cuentas, y una conclusión por una parte lógica y por otra sorprendente. Pero es sin duda una de las grandes parábolas, tan conocida por el pueblo cristiano que hasta ha introducido en el lenguaje la palabra "talento", como sinónima de "capacidad, inteligencia". Desde aquí, "rendir cuentas de los talentos recibidos" es una de las líneas morales más típicas del cristiano.

REFLEXIÓN

"Rendir cuentas al Amo". Es la forma antigua de representar que el ser humano es responsable. Responsable ante Dios. "El Amo"; todo es de Dios, yo soy un puro don de Dios, y lo que tengo es don también. Soy responsable ante Dios de lo que soy y de lo que tengo.
Este planteamiento de Jesús tiene raíces y consecuencias no muy aprovechadas por la teología y la espiritualidad. Representa ni más ni menos que una de las más profundas revoluciones de Jesús, que, como tantas veces, suele ser ignorada por nuestra tendencia a domesticar la Buena Noticia.
No pocas veces, diríamos que habitualmente, nuestra relación con Dios suele ser definida desde los parámetros de culpas y méritos, que acarrean castigos o premios. Desde este punto de vista, el pecado es culpa y el pecador culpable: la virtud es mérito y el virtuoso se considera santo.
Pero Jesús no piensa así: no habla de culpas y méritos sino de enfermedades y talentos. El pecador no es culpable sino enfermo; el virtuoso no tiene méritos sino que ha recibido talentos. Esto significa que el pecador no es malvado sino necesitado, y el santo no está lleno de méritos sino que es el más obligado, porque ha recibido más.
Así, los publicanos, las pecadoras públicas, la impura gente normal, asedia a Jesús porque, por primera vez, ven en Él una esperanza. Jesús les desculpabiliza y les ofrece curación. De manera inversa, los santos fariseos se apartan de Jesús porque les niega todo mérito y les echa en cara que se quedan para sí lo que les ha sido dado para otros.
Jesús libera del pecado: y no, como se ha desarrollado tanto y tan mal, por una cuestión jurídica, como si hubiera pagado lo que nosotros no podemos pagar a un Juez que lleva cuentas implacables, sino porque nos declara inocentes. Se ha aprovechado poco la imagen de Jesús liberador de endemoniados, pero es el mensaje más importante de las curaciones que narran – tan abundantemente - los evangelios.
Nuestros pecados son nuestros demonios, eso que llevamos dentro, que no somos nosotros mismos sino nuestros opresores interiores, aquello que nos quita la libertad y nos hace comportarnos de forma inhumana.
El pecado-culpa nos hace temerosos ante el Dios. El pecado-enfermedad nos hace deseosos del médico. El pecado-demonio nos hace suspirar por la liberación. Inversamente, la virtud-mérito nos lleva a considerarnos mejores que otros y seguros ante Dios. Es la esencia del fariseo. Esto nos lleva a complementar esta parábola con la del fariseo y el publicano, tan íntimamente relacionada. El error fundamental del Fariseo, el que provoca el rechazo de Dios, es no entender sus cualidades y virtudes como talentos recibidos de Dios. Se limita a dar gracias y está satisfecho de "no ser como los demás hombres". Siente agradecimiento, más bien satisfacción, pero no se pregunta por qué ni para qué ha recibido esos dones de Dios. Y
es la pregunta que nos afecta directamente a muchos de nosotros que, como el Fariseo, podríamos decir "no soy como los demás, conozco a Jesús, cumplo su Ley, he recibido la Palabra...te doy gracias, Señor".
La simpatía de Jesús por el publicano radica en que está atrapado por sus demonios. No tiene salida, no puede hacer otra cosa que suspirar ante Dios, anhelar una liberación que es humanamente imposible. Por eso el publicano de la parábola hace lo que debe, lo único que puede hacer, y por eso su oración es bien recibida. Por eso hace una gran fiesta Leví al ser elegido, de manera inconcebible, por el Maestro. Reivindicado ante todos, desatado de sus cadenas, liberado de sus demonios por la sorprendente oferta de Jesús.
Pero la pregunta fundamental sigue aún en pie: todos los talentos que el fariseo ha recibido, ¿por qué y para qué los ha recibido? ¿Cómo los hará rendir para cuando vuelva el amo? La respuesta no está en esta parábola, sino en la del Buen Samaritano y en la del Juicio final ( que leeremos el próximo domingo).
El corazón de la Ley es que los dos Mandamientos "Amarás a Dios" y "Amarás a tu prójimo" son un sólo mandamiento. Esto fue el genio de Jesús. Los dos mandamientos existían: juntarlos en uno solo es la muestra perfecta de la Encarnación. Amar a Dios es amar al prójimo, que se expresa en la frase perfecta, la síntesis definitiva de la "moral" de Jesús: "A mí me lo hicisteis".
Partiendo de aquí, nuestro agradecimiento a Dios por lo talentos recibidos se convierte en necesidad de servir a los hermanos. Yo no puedo hacer nada por Dios, nada necesita de mí el Señor. Pero sus hijos sí que necesitan. Dios “no está”, es como el amo que se ha ido a lejanas tierras, pero sus hijos sí están. Dios no tiene necesidades, pero sus hijos sí las tienen. Sus hijos no tienen “talentos”, pero yo, su hermano sí.
Y empezamos a entender por qué yo tanto y otros tan poco. El Padre espera de mí que sea hermano, que comparta. Lo que se me ha dado, se me ha dado para todos. Yo tengo talentos para que haya talentos en el mundo. Y esto se aplica al dinero, a la inteligencia, a la cultura, a las cualidades, a la capacidad de aconsejar, a la capacidad de consolar, a la habilidad, al tiempo de que disponemos... "Todo es vuestro, a vos, Señor, lo torno". ¿Cómo "lo tornamos" a Dios?. Ofreciéndolo a sus hijos. Y no como generosidad, sino como algo debido. No es mío, es don, recibido para que todos lo tengan.1
La pregunta del letrado: "¿quién es mi prójimo?", era académica. Quería "justificarse", que le precisaran a quién tenía que amar y a quién no. La respuesta de Jesús es típica de Jesús: no responde a lo que le preguntan, sino a lo que deberían haber preguntado:
"No se trata de quiénes son los demás, sino de quién eres tú". Tú eres el obligado, obligado con Dios. Tú eres el hermano, aunque los demás no se lo merezcan. No me comporto con los demás como los demás se comportan conmigo, sino como el Padre se comporta conmigo. No servimos para que nos sirvan, no damos para que nos den sino porque nos han dado. No se trata de que "el prójimo lo merezca", no se trata de saber "quién es mi prójimo". Yo soy el prójimo, yo soy el que amo, porque así es mi Padre.
Amar no es un afecto. Es estar dispuesto a servir a todos siempre. Amar es dar de comer, vestir, visitar, consolar, trabajar bien, respetar, perdonar, exigir... todo puede ser amar si lo que importa es el bien del otro. Y así, es grande en el Reino de los cielos no el que tiene, sino el que sirve con lo que tiene. “Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos, primeros”. Para el mundo, el primero es el que más tiene; para el Reino, el primero es el que más sirve. Para el mundo, el primero es el más dotado; para el Reino, el primero es el más necesitado.
Este es el pecado del Fariseo. Creerse primero, cuando lo único que le pasa es que se espera mucho de lo que le han dado. Esta es la grandeza del publicano: que sabe último. Esta es la grandeza de la humildad de los santos: que ven muy claro cuánto han recibido y saben - y es verdad - que responden de menos.
Nosotros pensamos en “primeros y últimos” como en quienes tienen muchos o pocos talentos. Pues bien, “primeros” son el Reino los que más usan sus Talentos en favor de los “últimos”.
Y el ejemplo cumbre es Jesús: un primero en todo, un fuera de serie en inteligencia, en voluntad, en elocuencia, en compasión, en valentía … Pero es el primero del Reino porque sirvió con todo eso hasta darlo del todo, hasta dar la vida.

3.- ENTERRAR LOS TALENTOS.
Interpretable también a la luz de otros dos "dichos" de Jesús: "El que busca su vida la pierde y el que la pierde por mí la encuentra" "No os hagáis tesoros en este mundo, donde la polilla los estropea: haceos tesoros para la vida eterna".
Enterrar los talentos es buscar ante todo disfrutar de los talentos, usarlos para mí. Ese es un tesoro que se apolilla, que no dura para la vida eterna. Es tirar la vida, tratando de disfrutarla. Los talentos no son para disfrutarlos, la vida no es para disfrutarla. Y no es que neguemos que disfrutamos, no es que nos neguemos a disfrutar; es que disfrutar también es un talento, y lo tenemos que poner al servicio. "En todo amar y servir", en todo, en lo que soy, en lo que tengo, en lo que disfruto, en lo que sufro, en la vida y en la muerte... ponerlo todo al servicio, amar y servir en todo: eso es "perder la vida" a los ojos del mundo para vivir plenamente, para que la vida sea eterna, eternamente válida, para no desperdiciar nada, para buscar una plenitud vital mucho mayor que la que proporciona el disfrute inmediato. Esto es Sabiduría, la Sabiduría de Jesús.

4 - "DIOS NO ESTÁ, PERO ESTOY YO"
"El Amo se ha ido. Su obra está en nuestras manos".
La vida humana se sitúa en una ausencia entre dos presencias de Dios. Presencia de la creación, del destino, de la misión. Ausencia porque no le vemos, no le sentimos, parece como si todo funcionase sin Él. Presencia final porque todo va a Él, porque llegaremos. Y en este tiempo de ausencia, ¿quién cuida del jardín, quién cuida de sus hijos?. No hace falta que esté: el amo puede irse tranquilo, aquí estamos sus hijos para "encargarnos de las cosas de nuestro Padre". El ser humano, hecho a imagen y semejanza del Creador, está aquí para terminar la Creación: el jardín y los hijos. Mis talentos son para eso; el Amo cuenta conmigo, en su ausencia. Se podría interpretar así - aunque no es su sentido original - la frase de Jesús antes de la multiplicación de los panes: "dadles vosotros de comer".
La obra de salvar "lanzada" por Jesús se encomienda a la Iglesia. "Me voy al Padre.... Como el Padre me envió, así os envío yo..." Los hombres necesitan salvación. El hambre, la incultura, la injusticia, el no saber que son hijos, el no poder vivir como tales.... Dios no está, estamos nosotros, encargados por Dios de salvar a sus hijos. Lo mejor de la salvación que les podemos dar es que conozcan a Jesús, y por Jesús al Padre. Pero esto se descubre cuando vean que son amados, que el amor les da de comer, les defiende, les hace personas... Anunciamos a Dios salvando a sus hijos del mal, de todo mal.
Y nosotros tenemos todas esas cosas, las hemos recibido. Medios, cultura, valores, Palabra, Fe... Son talentos recibidos de Dios, para todos. La esencia de la moral del que sigue a Jesús no está tanto en "Sed santos como Dios es Santo", sino en "A mí me lo hicisteis".

5º - ESTA NO ES LA PARÁBOLA DE LA ANGUSTIA.
No se sigue de aquí que el Padre no perdona, que se nos pedirán cuentas implacables, que cuanto más recibes es más difícil salvarse. Sí es verdad que nosotros, que hemos recibido tanto, tanta Palabra de Dios, tanto conocimiento de Jesús, tanta Eucaristía... estamos muy urgidos a responder mucho. Y es verdad que en el Bautismo nos comprometemos, y en cada Eucaristía renovamos el compromiso... Todo eso es verdad.
Pero todo eso no cambia a Dios. Dios sigue siendo Abbá, y sigue "acordándose de qué barro nos hizo", y sigue ofreciendo el mensaje primero de Jesús: "Animo, hijo, tus pecados están perdonados"
Y esta es, como comentábamos ya el domingo pasado, la dinámica del Reino:
- La máxima exigencia: no hay límites en la respuesta que de mí se espera.
- La máxima confianza, ningún temor. Conocemos al Padre.

PARA NUESTRA ORACIÓN

UN VISTAZO A MI VIDA, repasando todos los dones de Dios que hay en ella. Privilegiado de Dios, mimado por mi Padre. Considerarme como don de Dios, sentirme puro regalo suyo. Sentir gratitud, sentirme querido por Dios.
¿Quién soy yo?". Yo soy uno que ha recibido mucho porque se espera mucho de mí. Yo soy una vasija de barro llena de regalos preciosos. Tengo inteligencia, cultura, dinero, simpatía, habilidad, edad, juventud, ( enfermedad, pobreza, pecado... ) Sería interminable hacer recuento de los dones que hemos recibido, y de los que carece la mayor parte de los seres humanos. Saberse don de Dios es la base de una personalidad cristiana. "Todo es vuestro, vos me lo disteis", es el arranque de mi relación con Dios.
La primera respuesta que surge de nosotros al considerar tanto don es el agradecimiento. Y está bien, pero no basta. Surge inmediatamente la segunda pregunta: ¿Por qué yo tanto y otros tan poco?. ¿Por qué yo cinco talentos y otros ni siquiera un denario?.
Un vistazo a tantos hijos de Dios que parecen abandonados. ¿Por qué yo sí y ellos no?. ¿Cómo podremos justificar nuestra abundancia ante nuestros hermanos? ¿Cómo corresponderé al Señor por todo lo que he recibido?

2.- Repasar, de memoria, los textos del evangelio que hemos citado:
- La parábola del Samaritano: ¿quién es el prójimo?
- El Juicio final: Yo tuve hambre y tú me diste de comer.
-"Te doy gracias porque no soy como los demás hombres"
-"Yo, el maestro y el Señor, os he lavado los pies"
-"Se despojó de su condición divina"

3.- Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis, a vos Señor lo torno
Todo es vuestro,
Disponed a toda vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia,
Que esto me basta.


S A L M O 1 9
Reconocemos en este Salmo que la manera de vivir que Jesús nos propone es la verdad, que no hay modo de vida imaginable mejor que éste, y pedimos a Dios que sea Él quien transforme nuestro corazón.
Los cielos cantan la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
No son misterios incomprensibles
En toda la tierra resuena su Palabra
hasta los confines del mundo.
La Ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma.
La Palabra del Señor es verdad,
sabiduría de los sencillos.
El Mandato del Señor es luminoso,
luz para los ojos.
Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón.
Los juicios de Dios son verdad,
justos para siempre.
Mucho más deseables que la riqueza,
más dulces que la miel son sus Palabras.
Cuanto más las conoce mi alma,
más se alegra de cumplirlas.
Pero ¿quién está libre de error?
Líbrame de mis pecados más secretos.
Preserva mi alma del orgullo,
que no tenga poder sobre mí,
entonces quedaré libre de mi peor pecado.
Acepta las palabras de mi boca
y el murmullo incesante de mi alma,
ante Ti, Señor, mi roca, mi redentor.

1 En este momento histórico en que miles de personas salen de su tierra porque en ella no pueden vivir y quieren entrar en “la nuestra”, debemos pensar si acogerlos es un acto de caridad o de justicia.

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