Por B. Caballero
1.- Expectación vigilante.
En este domingo comienza el tiempo del Adviento, momento fuerte del ritmo cristiano y del año litúrgico que también empieza hoy. Es la preparación inmediata a la Navidad. Velando en oración (1ª lect.), nos situamos, desde la fe, entre la celebración litúrgica de la primera venida del Señor, ya realizada, y la espera de su vuelta definitiva (2ª lect.); pero en actitud inquieta, trabajando por el Reino de Dios en este tiempo de gracia que es el presente, el ahora (evang.). Pues el "hoy" de la salvación constituye también un permanente Adviento o venida del Señor en los acontecimientos personales, familiares, eclesiales y sociales de cada día.
El evangelio de este primer domingo de Adviento contiene la "parábola del portero" y cierra el discurso escatológico de Jesús según el evangelista Marcos, a quien leeremos en este año litúrgico. En su redacción actual los destinatarios de la parábola somos todos los miembros de la comunidad cristiana, cada uno en el lugar que se le ha confiado a su responsabilidad personal y comunitaria. A todos se dice: ¡Velad! Hasta el punto que en los cinco versículos del evangelio se repite dos veces velad y una vez vigilad; llamada insistente en la espera vigilante.
De la parábola del portero, que pertenece al grupo de las parábolas de la parusía o venida última de Jesús, se concluye que nuestra vigilancia ha de ser activa y constante, porque no sabemos el momento de la vuelta del Señor. Es el único medio de vencer la somnolencia y el cansancio que nos distraen durante el tiempo de la espera.
2. "Oh noche amable más que la alborada".
La parábola, siguiendo el tono apocalíptico del discurso escatológico en que se enmarca, supone que la venida del Señor sucederá en algún momento, más o menos avanzado, de la noche.
En el lenguaje bíblico el término "noche" es ambivalente. Cuando se fundamenta en sí misma, sin comparación, puede significar y de hecho significa en varios casos un tiempo privilegiado en la historia de la salvación humana por Dios. La noche fue ocasión de grandes intervenciones divinas en favor del hombre. Así, por ejemplo: la noche israelita de la pascua de Egipto, la noche del nacimiento del Dios hecho humano, la noche pascual de la resurrección de Cristo. Por eso en la celebración litúrgica de estas "noches" siempre está presente la luz, signo cristiano de la fe y del bautismo.
En cambio, cuando se alude la noche por contraposición al día su significado es diferente. En el Nuevo Testamento es frecuente oponer noche y tinieblas como símbolo del mal, del sueño y del pecado, a día y luz como signo del bien, de la vigilancia y de la gracia. Incluso a veces toda la vida cristiana se entiende como una lucha incierta de la luz contra las tinieblas del mal: "Despojémonos de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz" (Rom 13,12).
En la parábola de hoy la noche no asigna el temor sino la esperanza. Jesús nos libera de la oscuridad y peligros de la noche, porque él es luz que ilumina a todo hombre; por eso dijo: "El que me sigue no camina en tinieblas" (Jn 8,12). Cristo es la luz que ilumina al creyente en los momentos críticos de su existencia, cuando el camino se pierde en las sombras. En la "noche oscura" del sentido y del espíritu percibieron los místicos la presencia luminosa de Dios.
Así, san Juan de la Cruz: "Oh noche que guiaste,/ oh noche amable más que la alborada;/ oh noche que juntaste/ Amado con amada,/ amada en el Amado transformada".
3. Cuando nos duele el silencio de Dios, necesitamos aguante para no desfallecer.
A veces nos pesa mucho la vida, y en las horas bajas buscamos apoyo en los demás, pero en el ambiente que nos rodea palpamos con dolor el silencio de Dios. Nos rodea la indiferencia religiosa, la ambigüedad y confusión de valores, la injusticia social y el clamor de los pobres, el desencanto de muchos, el agnosticismo o el ateísmo declarado de no pocos, e incluso el desprecio a las creencias cristianas.
Sin duda, todo esto constituye una dura prueba, una noche oscura, un toque de alerta a nuestra fe, y también una ocasión de madurar nuestra esperanza renovada si acudimos al Señor en la oración vigilante. A pesar de todo y por supuesto, a pesar nuestra miseria sin fondo, Dios sale siempre al encuentro de quien lo busca con sincero corazón. Es la revelación consoladora y central del evangelio de Jesús.
Vigilancia y oración han de ir unidas. Toda la vida cristiana debe ser un permanente Adviento de vigilancia y oración contra las tentaciones diarias que anticipan ya el combate final. Oración y vigilancia son actitudes básicas del cristiano, verdaderas virtudes, cimiento y sello de una vida animada por la fe y la esperanza.
El principal modelo de vigilia y oración comunicada es Cristo en su agonía de Getsemaní, en contraposición al sueño y embotamiento de sus discípulos. Por eso les avisó: "Velad y orad para no desfallecer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil". Ya antes, cuando Jesús les enseñó la oración sorprendente del Padrenuestro, entre sus siete peticiones la sexta dice: No nos dejes caer en la tentación.
Vigilancia y oración se apoyan mutuamente, porque son virtudes hermanas e inseparables. La oración sostiene la fe y la esperanza vigilante, manteniendo nuestro contacto y diálogo con Dios, como hacía Jesús. Todo el soporte de la vida del discípulo de Cristo se expresa y resume en la oración. Es, pues, la oración el mejor remedio contra la somnolencia y la modorra espirituales que nos privan de la agudeza, de la sensibilidad y de los reflejos cristianos para discernir la hora de Dios en nuestra vida personal y comunitaria.
La atención incansable que infunde el Adviento no tiene parada final en la Navidad, sino que continúa viaje hasta la vuelta definitiva del Señor. Pero esto no es una excusa para desentendernos del mundo presente. ¿Creemos en Dios? Creamos también en el hombre, amando a nuestros hermanos como Dios los ama en Cristo. Él viene viniendo. Ya resuenan sus pasos cerca de nosotros. Que nos encuentre en la vigilancia de la fe y en la oración de una vida dedicada a amar a los demás.
En este domingo comienza el tiempo del Adviento, momento fuerte del ritmo cristiano y del año litúrgico que también empieza hoy. Es la preparación inmediata a la Navidad. Velando en oración (1ª lect.), nos situamos, desde la fe, entre la celebración litúrgica de la primera venida del Señor, ya realizada, y la espera de su vuelta definitiva (2ª lect.); pero en actitud inquieta, trabajando por el Reino de Dios en este tiempo de gracia que es el presente, el ahora (evang.). Pues el "hoy" de la salvación constituye también un permanente Adviento o venida del Señor en los acontecimientos personales, familiares, eclesiales y sociales de cada día.
El evangelio de este primer domingo de Adviento contiene la "parábola del portero" y cierra el discurso escatológico de Jesús según el evangelista Marcos, a quien leeremos en este año litúrgico. En su redacción actual los destinatarios de la parábola somos todos los miembros de la comunidad cristiana, cada uno en el lugar que se le ha confiado a su responsabilidad personal y comunitaria. A todos se dice: ¡Velad! Hasta el punto que en los cinco versículos del evangelio se repite dos veces velad y una vez vigilad; llamada insistente en la espera vigilante.
De la parábola del portero, que pertenece al grupo de las parábolas de la parusía o venida última de Jesús, se concluye que nuestra vigilancia ha de ser activa y constante, porque no sabemos el momento de la vuelta del Señor. Es el único medio de vencer la somnolencia y el cansancio que nos distraen durante el tiempo de la espera.
2. "Oh noche amable más que la alborada".
La parábola, siguiendo el tono apocalíptico del discurso escatológico en que se enmarca, supone que la venida del Señor sucederá en algún momento, más o menos avanzado, de la noche.
En el lenguaje bíblico el término "noche" es ambivalente. Cuando se fundamenta en sí misma, sin comparación, puede significar y de hecho significa en varios casos un tiempo privilegiado en la historia de la salvación humana por Dios. La noche fue ocasión de grandes intervenciones divinas en favor del hombre. Así, por ejemplo: la noche israelita de la pascua de Egipto, la noche del nacimiento del Dios hecho humano, la noche pascual de la resurrección de Cristo. Por eso en la celebración litúrgica de estas "noches" siempre está presente la luz, signo cristiano de la fe y del bautismo.
En cambio, cuando se alude la noche por contraposición al día su significado es diferente. En el Nuevo Testamento es frecuente oponer noche y tinieblas como símbolo del mal, del sueño y del pecado, a día y luz como signo del bien, de la vigilancia y de la gracia. Incluso a veces toda la vida cristiana se entiende como una lucha incierta de la luz contra las tinieblas del mal: "Despojémonos de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz" (Rom 13,12).
En la parábola de hoy la noche no asigna el temor sino la esperanza. Jesús nos libera de la oscuridad y peligros de la noche, porque él es luz que ilumina a todo hombre; por eso dijo: "El que me sigue no camina en tinieblas" (Jn 8,12). Cristo es la luz que ilumina al creyente en los momentos críticos de su existencia, cuando el camino se pierde en las sombras. En la "noche oscura" del sentido y del espíritu percibieron los místicos la presencia luminosa de Dios.
Así, san Juan de la Cruz: "Oh noche que guiaste,/ oh noche amable más que la alborada;/ oh noche que juntaste/ Amado con amada,/ amada en el Amado transformada".
3. Cuando nos duele el silencio de Dios, necesitamos aguante para no desfallecer.
A veces nos pesa mucho la vida, y en las horas bajas buscamos apoyo en los demás, pero en el ambiente que nos rodea palpamos con dolor el silencio de Dios. Nos rodea la indiferencia religiosa, la ambigüedad y confusión de valores, la injusticia social y el clamor de los pobres, el desencanto de muchos, el agnosticismo o el ateísmo declarado de no pocos, e incluso el desprecio a las creencias cristianas.
Sin duda, todo esto constituye una dura prueba, una noche oscura, un toque de alerta a nuestra fe, y también una ocasión de madurar nuestra esperanza renovada si acudimos al Señor en la oración vigilante. A pesar de todo y por supuesto, a pesar nuestra miseria sin fondo, Dios sale siempre al encuentro de quien lo busca con sincero corazón. Es la revelación consoladora y central del evangelio de Jesús.
Vigilancia y oración han de ir unidas. Toda la vida cristiana debe ser un permanente Adviento de vigilancia y oración contra las tentaciones diarias que anticipan ya el combate final. Oración y vigilancia son actitudes básicas del cristiano, verdaderas virtudes, cimiento y sello de una vida animada por la fe y la esperanza.
El principal modelo de vigilia y oración comunicada es Cristo en su agonía de Getsemaní, en contraposición al sueño y embotamiento de sus discípulos. Por eso les avisó: "Velad y orad para no desfallecer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil". Ya antes, cuando Jesús les enseñó la oración sorprendente del Padrenuestro, entre sus siete peticiones la sexta dice: No nos dejes caer en la tentación.
Vigilancia y oración se apoyan mutuamente, porque son virtudes hermanas e inseparables. La oración sostiene la fe y la esperanza vigilante, manteniendo nuestro contacto y diálogo con Dios, como hacía Jesús. Todo el soporte de la vida del discípulo de Cristo se expresa y resume en la oración. Es, pues, la oración el mejor remedio contra la somnolencia y la modorra espirituales que nos privan de la agudeza, de la sensibilidad y de los reflejos cristianos para discernir la hora de Dios en nuestra vida personal y comunitaria.
La atención incansable que infunde el Adviento no tiene parada final en la Navidad, sino que continúa viaje hasta la vuelta definitiva del Señor. Pero esto no es una excusa para desentendernos del mundo presente. ¿Creemos en Dios? Creamos también en el hombre, amando a nuestros hermanos como Dios los ama en Cristo. Él viene viniendo. Ya resuenan sus pasos cerca de nosotros. Que nos encuentre en la vigilancia de la fe y en la oración de una vida dedicada a amar a los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario