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miércoles, 26 de noviembre de 2008

La primera Palabra de Dios: ¡despierta! - Apoyo para la Homilía y la Reflexión personal

I DOMINGO DE ADVIENTO - CICLO B
Por José Enrique Ruiz de Galarreta, S.J.

T E M A S Y C O N T E X T O S

LA PROFECÍA DE ISAÍAS
Esta tercera parte de la "profecía de Isaías" se escribe un siglo después de la muerte del profeta, por un desconocido discípulo, lleno de su mismo espíritu y heredero de su estupenda calidad literaria. El ambiente en que se pronunciaron y escribieron estos textos es probablemente el regreso del destierro, el desánimo que cunde en el pueblo por la mediocridad de la restauración, la precariedad del nuevo templo... Esto hace necesaria la consolación, los ánimos que los profetas intentan infundir al pueblo, sus esfuerzos por afirmar más la fe en el Señor Restaurador. Y es en este contexto cuando la fe de Israel se muestra más purificada que nunca, y su conocimiento de Dios aparece cada vez más limpio de muchas de sus creencias antiguas, provisionales y primitivas.
Es notable en este texto la imagen de Dios. Se llama al Señor "nuestro Padre - el que nos rescata - el que desciende de lo alto - el que se hace el encontradizo - nuestro alfarero". Una vez más, Israel expresa aquí cómo siente que es el pecado, la infidelidad a Dios, la causa de todos sus males, y cómo el Señor lo educa para que sienta así y le vaya conociendo como edificador y restaurador del pueblo.
La imagen de Dios salvador, restaurador, pastor, que va modelando a su pueblo y salvándolo del pecado es ya extraordinariamente cercana a la revelación de Abbá culminada en Jesús.

EL TEXTO DE CORINTIOS
Durante los domingos de adviento no hacemos lectura continua de ninguna carta de Pablo. Los tres textos de cada eucaristía se seleccionan para que formen un conjunto coherente.
Esta primera carta a los cristianos de Corinto la escribe Pablo desde Éfeso alrededor de la Pascua del año 57. Es una carta para solucionar problemas (divisiones entre los fieles, falsa sabiduría, incesto, recurso a tribunales paganos, matrimonio y virginidad, la carne inmolada a los ídolos, el orden de las asambleas, los diversos carismas, la resurrección de los muertos...) que se dirige a una comunidad ya establecida, fundada por el mismo Pablo en el año 50 - 52, y que crece y se consolida en medio de una ciudad cosmopolita, tumultuosa y abierta a todas las corrientes del pensamiento. El texto que hoy leemos es la introducción a la carta. Pablo se dirige a una comunidad rica en dones del espíritu, consolidada en su fe; desde el primer momento eleva el plano de sus lectores haciéndoles caer en la cuenta de quiénes son y cuál es su situación como creyentes, llenos de los dones del espíritu, poseedores del conocimiento de Jesús, llamados a la comunión con Él.

EL EVANGELIO DE MARCOS
Se trata de las últimas palabras de Jesús en su predicación en Jerusalén, dentro de la última semana de su vida. Es un texto paralelo a los de Mateo que leíamos los domingos anteriores, los últimos del “tiempo ordinario”. Jesús está ya urgido por el final inminente. Sus mensajes se dirigen a los discípulos y a Israel: es el gran momento, que no os coja desprevenidos. Recuerda a la parábola de los talentos, a la del mayordomo que espera a su amo. La urgencia de Jesús, consciente de que son sus últimas horas, se traslada a los discípulos y a todos: son tiempos de elección definitiva, de opción final. Estad atentos, con los ojos bien abiertos, que la situación extrema no os sorprenda dormidos.


R E F L E X I Ó N

Muy inteligentemente, el Adviento, principio del año litúrgico, no rompe con lo anterior sino que lo continúa: las mismas imágenes, las mismas parábolas, textos semejantes, casi idéntico mensaje. No hay final ni principio, porque todo es "venida del Señor".
Todos los tiempos son los últimos tiempos, porque constantemente viene el Señor. Esto es una de las líneas profundas de la religiosidad cristiana: caminar al encuentro del Señor que viene, preparar el camino del Señor, velar constantemente; esta es nuestra manera de entender la vida.
Cada día es un final y un principio, un encuentro con Dios y una necesidad mayor de buscarle. Una característica íntima de la vida cristiana es caminar, encontrar al Señor cada día, y sentir que aún está más allá y hay que caminar más. Y esto supone una actitud de atención permanente: estad con los ojos bien abiertos.
Pero es muy necesario no separar este mensaje del centro de la revelación de Jesús:
¿quién es el que viene?, ¿con quién nos encontramos?. ¿Viene el juez inmisericorde ante el que hay que temblar? ¿Viene acaso la destrucción, la amenaza, la catástrofe final?.
Volvamos al texto de Isaías. Viene el Padre, el que nos rescata, el que no os deja a merced de nuestras culpas, el alfarero que modela nuestro barro y le sopla espíritu, el pastor que recoge las ovejas desmandadas. ¡Qué alegría, vamos a la Casa del Señor! ¡Qué alegría, viene el Señor!
Es ésta una revelación de Dios. Dios es "el que viene". No está lejos esperando impasible. Viene, se acerca, desciende. La imagen perfecta del Dios que viene es Jesús, la tienda de Dios acampado entre nosotros. La imagen perfecta es Jesús que siempre va al encuentro del que le llama, se detiene cuando oye que le gritan, se aparta del camino y se acerca, a curar, siempre a curar. Ése es el Dios que viene, a Ése es a quien salimos al encuentro.
La vida cristiana se mueve en una doble dinámica: de urgencia y de confianza. Ni dormidos ni angustiados, ni despreocupación ni temor. La vida es una seria tarea, una urgencia de caminar, un talento confiado. La vida se puede echar a perder, no hay tiempo ni cualidad que perder. Y ahí interviene Dios, para que no perdamos nada, para que no nos sentemos en el camino, para que no nos durmamos, para que aprovechemos cada talento... Dios es para que vivamos. Nuestro pecado original, el más original y radical de nuestros pecados, es dormirnos, sentarnos, desaprovechar la vida.
Paralelamente, equivocar el camino, afanarnos por lo que es sólo tierra, hacernos tesoros que no duran, y echar a perder la vida. También ahí interviene Dios-Luz, Dios- Camino.
Éste es el maravilloso simbolismo del libro del Éxodo: Israel está tranquilo en la cómoda esclavitud de Egipto: Dios será para Israel, antes que nada, el que hace salir de la tierra de la esclavitud, el que le llama al desierto. En el desierto, el pueblo se cansa, pierde de vista la meta, no quiere más que comer y beber mejor. Dios será alimento y luz, presencia permanente en medio del pueblo que camina. Y todo eso, hacia la patria, la tierra de la libertad. Maravilloso el mensaje del Éxodo. Ése es Dios, el que no me deja dormirme en el camino, el que ilumina en la noche, el que alimenta, el agua del desierto, el que espera al final en su Santo templo.
Ésta es la doble palabra de Jesús: una palabra de urgencia, que nos despierta constantemente con palabras de apremio para que no tiremos la vida; y una palabra de confianza: si quieres caminar, cuenta con Dios, tu mejor aliado. Es así como podemos entender el Nombre de Dios, manifestado en el nombre de Jesús: el Libertador. Nuestra primera y gran tentación es tomarles gusto a nuestras cadenas, considerar que estamos en la patria, negarnos a caminar, acomodados en una confortable posada, en un delicioso oasis del desierto, olvidar la Patria, no necesitar de Dios. De eso es de lo que ante todo tiene que liberarnos El Libertador.


PARA NUESTRA ORACIÓN

Es bueno mirar la vida con esta luz. Pensar en los tiempos de sueño y de vigilia en mi vida. Cuándo estoy dormido, cuándo estoy despierto. Cuándo pasa cerca el Señor y no me entero. Aquí, en nuestro entorno cultural-económico-religioso, la tentación es estar dormido, adormilado incluso por nuestra fe. Creo en el Padre bueno, y me duermo, y voy tirando mi vida en una larga sucesión de superficialidades interrumpidas por hechos más o menos puntuales que hacen referencia a Dios.
Pero se trata de salvar la vida entera; salvar el trabajo y el ocio, las vacaciones y la enfermedad, el fin de semana y la mañana del lunes, la juventud y la vejez; salvarlo todo, hacer rentable todo. Y Dios-Salvador ha de ser para nosotros Dios-Despertador, cuando demasiadas veces se convierte en Dios-tranquilizador de nuestra mediocridad.
La vida entera del que sigue a Jesús se ve iluminada por la palabra "¡despierta!", y se centra en reconocer al Señor que llega en cada momento, en forma de necesidades de los demás, en forma de exigencia a mejorar, en forma de palabra, escena, suceso, disgusto, alegría... Porque si algo es característico de nuestra fe es la convicción de que Él está ahí, habla, llama, en todas las cosas. Así nos convertimos en "atentos a la Palabra", a la palabra de Dios fiel, que está siempre diciéndonos "¡despierta!".
Demos un vistazo a cualquiera de nuestros días, por ejemplo hoy. Hagámoslo preguntando para cada actividad, para cada hora: ¿dormido o despierto? ¿atento a la palabra o distraído? ¿ha sido una hora tirada o salvada?.
Poner delante de Dios cada una de esas horas. Pedirle que sea salvador, que les dé sentido, que las ilumine, que las haga válidas.


S A L M O 8 0

Este salmo presenta la angustia de Israel ante sus enemigos, su miedo a que su pecados le hayan separado de Dios, y su plegaria a Dios para que le salve. Al recitarlo, expresamos nuestro deseo del Reino. Creer que el Reino es posible es nuestro mayor desafío. Creer en una Humanidad como Dios sueña es una utopía que nos quita el sueño. En resumen, en este salmo pedimos a Dios “Venga tu Reino”.

Pastor de Israel, escucha,
Tú que llevas a tu pueblo como un pastor,
Tú que reinas sobre los ángeles, muéstrate
revela tu poder, y ven en nuestra ayuda.
¡ Haznos regresar, Señor, tú que eres poderoso
que aparezca tu rostro y seremos libres !
¿Hasta cuándo, Señor poderoso, rechazarás la oración de tu pueblo?
Nos alimentas con pan de llanto, las lágrimas son nuestra bebida.
La gente se ríe de nosotros, nos vence el enemigo.
¡ Haznos regresar, Señor, tú que eres poderoso
que aparezca tu rostro y seremos libres !
Tú sacaste esta cepa de Egipto y la plantaste entre los pueblos.
La cepa prendió y los montes se cubrieron con su sombra.
¿Por qué has roto su cerca y la roban todos los que pasan,
por qué la dejas a merced de los depredadores?
Vuelve al fin, Señor, míranos por fin desde los cielos,
visita tu viña, protégela, pues la plantó tu mano.
Extiende tu mano sobre los hombres
no nos dejes andar lejos de Ti,
devuélvenos la vida, que se alabe tu Nombre.
¡ Haznos regresar, Señor, tú que eres poderoso
que aparezca tu rostro y seremos libres !

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