Recordando a Ignacio Ellacuría y Compañeros de la comunidad jesuita asesinada en pleno, la madrugada del 16 noviembre 1989.
En coyuntura histórica de "cambio de época" en nivel continental es importante recordar el significado del martirio de la comunidad jesuita de la Universidad Centroamericana (UCA) de San Salvador (con la excepción de Jon Sobrino, quien se encontraba en el exterior) porque como todo don de amor lúcidamente encarnado en la historia sigue teniendo vigencia y nos sigue mostrando el camino de una sociedad más humana. El teólogo Jon Sobrino, sobreviviente de esta comunidad, nos recuerda con mucha pertinencia el sentido de este martirio, en sus cartas de aniversario a su compañero Ignacio Ellacuría. (1)
Resulta paradójica la forma en que la comunidad fue inmolada. Todos ellos trabajaban por la construcción de una sociedad salvadoreña y centroamericana en paz y justicia. Ignacio Martín Baró, trabajaba desde una perspectiva sicológica. Juan Ramón Moreno, Amando López, Segundo Montes y Joaquín López, todos ellos trabajaban en proyectos educativos, sociales, de búsqueda de alternativas de vida y de sanación de las heridas de los más empobrecidos de El Salvador. Estaban empeñados "en el servicio desde la fe y promoción de la justicia". Ignacio Ellacuría, reflexionaba vinculando siempre fe, vida e historia. El título de uno sus libros nos ayuda a comprender su manera de articular pensamiento y vida: "Conversión de la Iglesia al Reino de Dios, para anunciarlo y realizarlo en la historia".
Ellacuría y la universidad que presidía fueron consistentes en proponer una salida de negociación pacífica al conflicto salvadoreño. Desde 1981 impulsó propuestas de negociación entre el Frente Farabundo Marti de Liberación Nacional (FMLN) y el gobierno salvadoreño. Siempre que tuvo un espacio público insistió en la necesidad de una salida negociada al conflicto armado en El Salvador. Incluso en su discurso de agradecimiento al el premio de la fundación Alfonso Comín en Barcelona , expresa su esperanza de que el FMLN regrese al camino de la negociación del que se había retirado en protesta por el asesinato de 10 líderes sindicales de Fenastras, en julio de 1989. La defensa de las vidas concretas de la gente, de las víctimas de la injusticia, explotación y de las guerras fue una constante de su pensamiento.
Sin embargo la repuesta del gobierno oligárquico militar de El Salvador, fue el salvaje asesinato de la comunidad entera, incluida la cocinera Elba Ramos y su hija Cecilia, adolescente de 16 años. Esta reacción de violencia destructiva está en continuidad con prácticas mortíferas de la oligarquía salvadoreña cada vez que ha sentido en peligro su hegemonía. En 1932, el dictador Gral. Martínez ordenó reprimir una rebelión campesina demandando derecho a tierras y trabajo, asesinando a más de 30 mil trabajadores rurales; en esa masacre fue asesinado también el dirigente Farabundo Marti. Durante la guerra civil (1980-1991), la receta del ejército salvadoreño fue "tierra arrasada". Además de múltiples masacres de la población civil que suman decenas de miles de muertos, fueron asesinados antes de los jesuitas, el propio Arzobispo Mons. Romero, seis sacerdotes y cuatro religiosas estadounidenses. Además de centenares de miembros de comunidades cristianas del campo y la ciudad.
Solo la conquista de un mayor poder por parte del pueblo, mediante la organización logró llevar a los acuerdos de paz de 1992, los cuales son un avance parcial y aun no se han cumplido en lo referente a una real democratización en lo económico, en el respeto a los derechos humanos sociales.
A pesar de gran proyección interna de la figura de Mons. Romero con amplia difusión de su pensamiento, del testimonio martirial de la comunidad de los jesuitas, a pesar del trabajo educativo pastoral de los cristianos (católicos y evangélicos) comprometidos por la justicia, Arena, el partido del mayor Roberto D’Abuisson, señalado insistentemente como autor intelectual del asesinato de Romero, consiguió ganar cuatro elecciones presidenciales consecutivas después del asesinato de los jesuitas. Sin pretender tener la verdadera interpretación de una realidad tan compleja, constatamos que la ideología conservadora pragmática ha tenido un gran peso en el Salvador. Cansada de la guerra la población estaba principalmente preocupada por la subsistencia. Y en esos años de auge del neoliberalismo, cuando la principal salida económica para gran parte de la juventud era emigrar a Estados Unidos, faltaba fuerza política para sostener mayoritariamente una posición de defensa de los intereses populares y condena a los asesinatos de los profetas salvadoreños.
La presencia de cierto pragmatismo en amplios sectores del pueblo salvadoreño daba hasta hace poco a los lideres de la derecha, el poder de chantajear, con el siguiente razonamiento, si votan contra Arena, se van a frenar las remesas que mandan los trabajadores salvadoreños residentes en Estados Unidos.
Lento, pero en profundidad, el trabajo de transformación de la conciencia viene avanzando en el Salvador. Experiencias como las del grupo Maíz, que elabora excelente material de educación popular ampliamente difundidos en el país, están dando sus frutos. El trabajo educativo y organizativo, está llegando a un momento de maduración y de dar frutos que se expresen en la vida cotidiana de las personas.
Tenemos la percepción de que finalmente la semilla sembrada por Romero, Ellacuría, Martín Baró y miles de educadores ha venido creciendo y clareando las mentes de mucha gente. Muchas organizaciones sociales, ONGs educativas y productivas están construyendo desde abajo experiencias de participación popular, de percepción de salud, la educación y la alimentación básica, como una conquista y un derecho de la población.
Mons. Romero, los Mártires Jesuitas, Maura Clarke y Compañeras religiosas asesinadas, miles de grupos educativos populares, siguen enseñando y educando con mayor fuerza. La semilla cayo en tierra, germinó y esta fructificando al ciento por uno.
Según todas las encuestas de opinión en el Salvador los últimos seis meses, en las próximas elecciones (legislativas- Municipales) de Enero 2009 y las presidenciales de Marzo del 2009, el pueblo salvadoreño votará con mayor libertad en la dirección de sus intereses estratégicos, parece no será victima del chantaje de los lideres de Arena.
Los valores y la palabra de la Comunidad de Jesuitas de la UCA de San Salvador, de Mons. Romero, están perneando las conciencias de los pueblos de América Latina. Los cambios políticos que avanzan en países como Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Venezuela y otros países, están alimentados por la palabra-semilla florecida de Romero y de miles de mártires.
Como todos los cambios históricos, son incompletos, avances en medio de contradicciones y ambigüedades. Pero con un rumbo definido de construcción de sociedades menos injustas que las inspiradas en la acumulación del capital como principal motor de la historia. Rumbo centrado en la respuesta a las necesidades básicas de las grandes mayorías de pobres. En ese caminar el pensamiento y testimonio de Romero, de la Comunidad de Jesuitas Mártires de la UCA son alimento y fuerza moral para no desmayar ni claudicar.
Nota:
(1) Lea en Adital, tres de las Cartas de Jon Sobrino a Ignacio Ellacuría:
http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=PT&cod=35809
http://www.adital.com.br/site/noticia2.asp?lang=PT&cod=25155
http://www.adital.com.br/site/noticia2.asp?lang=PT&cod=20035)
* Colaborador de Adital. Educador nicaragüense. Analista político.
En coyuntura histórica de "cambio de época" en nivel continental es importante recordar el significado del martirio de la comunidad jesuita de la Universidad Centroamericana (UCA) de San Salvador (con la excepción de Jon Sobrino, quien se encontraba en el exterior) porque como todo don de amor lúcidamente encarnado en la historia sigue teniendo vigencia y nos sigue mostrando el camino de una sociedad más humana. El teólogo Jon Sobrino, sobreviviente de esta comunidad, nos recuerda con mucha pertinencia el sentido de este martirio, en sus cartas de aniversario a su compañero Ignacio Ellacuría. (1)
Resulta paradójica la forma en que la comunidad fue inmolada. Todos ellos trabajaban por la construcción de una sociedad salvadoreña y centroamericana en paz y justicia. Ignacio Martín Baró, trabajaba desde una perspectiva sicológica. Juan Ramón Moreno, Amando López, Segundo Montes y Joaquín López, todos ellos trabajaban en proyectos educativos, sociales, de búsqueda de alternativas de vida y de sanación de las heridas de los más empobrecidos de El Salvador. Estaban empeñados "en el servicio desde la fe y promoción de la justicia". Ignacio Ellacuría, reflexionaba vinculando siempre fe, vida e historia. El título de uno sus libros nos ayuda a comprender su manera de articular pensamiento y vida: "Conversión de la Iglesia al Reino de Dios, para anunciarlo y realizarlo en la historia".
Ellacuría y la universidad que presidía fueron consistentes en proponer una salida de negociación pacífica al conflicto salvadoreño. Desde 1981 impulsó propuestas de negociación entre el Frente Farabundo Marti de Liberación Nacional (FMLN) y el gobierno salvadoreño. Siempre que tuvo un espacio público insistió en la necesidad de una salida negociada al conflicto armado en El Salvador. Incluso en su discurso de agradecimiento al el premio de la fundación Alfonso Comín en Barcelona , expresa su esperanza de que el FMLN regrese al camino de la negociación del que se había retirado en protesta por el asesinato de 10 líderes sindicales de Fenastras, en julio de 1989. La defensa de las vidas concretas de la gente, de las víctimas de la injusticia, explotación y de las guerras fue una constante de su pensamiento.
Sin embargo la repuesta del gobierno oligárquico militar de El Salvador, fue el salvaje asesinato de la comunidad entera, incluida la cocinera Elba Ramos y su hija Cecilia, adolescente de 16 años. Esta reacción de violencia destructiva está en continuidad con prácticas mortíferas de la oligarquía salvadoreña cada vez que ha sentido en peligro su hegemonía. En 1932, el dictador Gral. Martínez ordenó reprimir una rebelión campesina demandando derecho a tierras y trabajo, asesinando a más de 30 mil trabajadores rurales; en esa masacre fue asesinado también el dirigente Farabundo Marti. Durante la guerra civil (1980-1991), la receta del ejército salvadoreño fue "tierra arrasada". Además de múltiples masacres de la población civil que suman decenas de miles de muertos, fueron asesinados antes de los jesuitas, el propio Arzobispo Mons. Romero, seis sacerdotes y cuatro religiosas estadounidenses. Además de centenares de miembros de comunidades cristianas del campo y la ciudad.
Solo la conquista de un mayor poder por parte del pueblo, mediante la organización logró llevar a los acuerdos de paz de 1992, los cuales son un avance parcial y aun no se han cumplido en lo referente a una real democratización en lo económico, en el respeto a los derechos humanos sociales.
A pesar de gran proyección interna de la figura de Mons. Romero con amplia difusión de su pensamiento, del testimonio martirial de la comunidad de los jesuitas, a pesar del trabajo educativo pastoral de los cristianos (católicos y evangélicos) comprometidos por la justicia, Arena, el partido del mayor Roberto D’Abuisson, señalado insistentemente como autor intelectual del asesinato de Romero, consiguió ganar cuatro elecciones presidenciales consecutivas después del asesinato de los jesuitas. Sin pretender tener la verdadera interpretación de una realidad tan compleja, constatamos que la ideología conservadora pragmática ha tenido un gran peso en el Salvador. Cansada de la guerra la población estaba principalmente preocupada por la subsistencia. Y en esos años de auge del neoliberalismo, cuando la principal salida económica para gran parte de la juventud era emigrar a Estados Unidos, faltaba fuerza política para sostener mayoritariamente una posición de defensa de los intereses populares y condena a los asesinatos de los profetas salvadoreños.
La presencia de cierto pragmatismo en amplios sectores del pueblo salvadoreño daba hasta hace poco a los lideres de la derecha, el poder de chantajear, con el siguiente razonamiento, si votan contra Arena, se van a frenar las remesas que mandan los trabajadores salvadoreños residentes en Estados Unidos.
Lento, pero en profundidad, el trabajo de transformación de la conciencia viene avanzando en el Salvador. Experiencias como las del grupo Maíz, que elabora excelente material de educación popular ampliamente difundidos en el país, están dando sus frutos. El trabajo educativo y organizativo, está llegando a un momento de maduración y de dar frutos que se expresen en la vida cotidiana de las personas.
Tenemos la percepción de que finalmente la semilla sembrada por Romero, Ellacuría, Martín Baró y miles de educadores ha venido creciendo y clareando las mentes de mucha gente. Muchas organizaciones sociales, ONGs educativas y productivas están construyendo desde abajo experiencias de participación popular, de percepción de salud, la educación y la alimentación básica, como una conquista y un derecho de la población.
Mons. Romero, los Mártires Jesuitas, Maura Clarke y Compañeras religiosas asesinadas, miles de grupos educativos populares, siguen enseñando y educando con mayor fuerza. La semilla cayo en tierra, germinó y esta fructificando al ciento por uno.
Según todas las encuestas de opinión en el Salvador los últimos seis meses, en las próximas elecciones (legislativas- Municipales) de Enero 2009 y las presidenciales de Marzo del 2009, el pueblo salvadoreño votará con mayor libertad en la dirección de sus intereses estratégicos, parece no será victima del chantaje de los lideres de Arena.
Los valores y la palabra de la Comunidad de Jesuitas de la UCA de San Salvador, de Mons. Romero, están perneando las conciencias de los pueblos de América Latina. Los cambios políticos que avanzan en países como Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Venezuela y otros países, están alimentados por la palabra-semilla florecida de Romero y de miles de mártires.
Como todos los cambios históricos, son incompletos, avances en medio de contradicciones y ambigüedades. Pero con un rumbo definido de construcción de sociedades menos injustas que las inspiradas en la acumulación del capital como principal motor de la historia. Rumbo centrado en la respuesta a las necesidades básicas de las grandes mayorías de pobres. En ese caminar el pensamiento y testimonio de Romero, de la Comunidad de Jesuitas Mártires de la UCA son alimento y fuerza moral para no desmayar ni claudicar.
Nota:
(1) Lea en Adital, tres de las Cartas de Jon Sobrino a Ignacio Ellacuría:
http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=PT&cod=35809
http://www.adital.com.br/site/noticia2.asp?lang=PT&cod=25155
http://www.adital.com.br/site/noticia2.asp?lang=PT&cod=20035)
* Colaborador de Adital. Educador nicaragüense. Analista político.
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