¿Tiene futuro la vida religiosa?

Por Vida Nueva

Los últimos cincuenta años han sido de cambios, a veces dolorosos, para la vida consagrada, pero la fidelidad al Evangelio, a la Iglesia y a los hombres y mujeres de cada época siguen siendo la mejor garantía de que su profecía inacabada tiene más futuro que nunca. Coincidiendo con la Asamblea que ha celebrado la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), y dentro de una secuencia de pliegos conmemorativos del cincuentenario de Vida Nueva, la revista se plantea una importante pregunta con respecto a la vida religiosa: ¿tiene futuro? Algunas posibles respuestas las encontramos en el nº 2.636 de Vida Nueva.

(Aquilino Bocos Merino, CMF) Es difícil medir cuánto ha habido, durante el proceso de renovación recorrido, de conversión a Jesucristo y a su misión, de oración y discernimiento, de renuncias y nuevos proyectos, de compromisos y rectificaciones; en definitiva, de experiencia de vida según el Espíritu. Sin referir todos los logros alcanzados, que son muestras de que la vida religiosa está viva y tiene futuro, sí conviene destacar que los religiosos se han recolocado en la Iglesia abandonando todo intento de medirse con los demás cristianos y han procurado afirmarse en la fraternidad y en la solidaridad.

Es cierto que, en España, las cifras no son halagüeñas. Según los últimos datos facilitados por la CONFER, existen 37.877 religiosas. Las religiosas de votos perpetuos son 36.504; jóvenes religiosas de votos temporales hay 998 y 375 novicias. En cuanto a los religiosos, en nuestro país hay 11.696. De ellos, 7.775 son sacerdotes de votos perpetuos, 3.194 hermanos de votos perpetuos no sacerdotes y 727 jóvenes religiosos entre novicios y religiosos de votos temporales. Son 15.200 los que trabajan como misioneros en otros países (9.677 religiosas y 5.489 religiosos).

A la inversa, hay 657 religiosos extranjeros. Esta estadística no incluye los monasterios de clausura.

Si comparamos estas cifras con las de 1958, el descenso ha sido notorio. Los abandonos de la vida religiosa han sido numerosos, y son muy pocos los que deciden ingresar en ella. Estos datos, y el hecho de que no faltan voces disonantes con el magisterio de la Iglesia y que algunos parecen ser francotiradores en la acción pastoral, hacen que algunos pongan en tela de juicio el proceso de renovación de la vida consagrada y sus frutos. Más aún, se preguntan si las tradicionales formas de vida religiosa han agotado su ciclo de vida y si no han de venir otros modos de expresar los compromisos evangélicos por el Reino.

¿Cuántos se preguntan por qué los religiosos, en su inmensa mayoría, aun sabiendo las dificultades que atraviesan, se sienten felices en su vocación? Saben de dónde vienen y hacia dónde van. Desde la experiencia acumulada, a lo largo de la historia, encomiendan su destino al Señor de la vida. Los religiosos están habituados a la revisión personal, comunitaria y congregacional. Captan lo que vale a corto y largo plazo, aceptan los correctivos en el caminar y sonríen cuando les pronostican la fecha de caducidad.