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martes, 11 de noviembre de 2008

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: Al sirviente inútil expúlsenlo a las tinieblas

Publicado por Servicios Koinonia

Pr 31,10-13.19-20.30-31: Trabaja con tus manos
Salmo responsorial 127: Dichoso el que teme al Señor.
1Ts 5,1-6: El Señor llegará como ladrón
Mt 25,14-30: Al sirviente inútil expúlsenlo a las tinieblas

La parábola de los talentos es sin duda el texto capital entre los tres de hoy. Un comentario pastoral a esta lectura podrá ir por la senda usual con este texto: Mateo acaba de hablar de la venida futura del Hijo del Hombre para el juicio, y a continuación nos dice cuáles son las actitudes adecuadas ante esa venida, a saber, la vigilancia (parábola de las diez vírgenes) y el compromiso de la caridad (parábolas de los talentos y del juicio de las naciones). La parábola de los talentos es, en este contexto interpretativo, un elogio del compromiso, de la efectividad, del trabajo, del rendimiento. Podrá ser aplicada fructuosamente al trabajo, la profesión, las realidades terrestres, el compromiso secular...

Sin embargo, el contexto de la hora histórica que vivimos es tal que este mensaje, en sí mismo bueno y hasta ingenuo, se puede hacer funcional respecto a la ideología actualmente dominante, el neoliberalismo. Éste, en efecto, predica, como grandes valores suyos, la eficacia, la competitividad, la creación de riqueza, el aumento de la productividad, el crecimiento económico, los altos rendimientos de interés bancario, la inversión en valores, etc. Son nombres modernos bien adecuados para lo que se presenta en la parábola, aunque si se los utiliza en la homilía, no pocos oyentes pensarán que el orador sagrado se salió de su competencia... Por una casualidad del destino, esta parábola se hizo bien actual, y los teólogos neoconservadores (también hay «neocons» en teología) la valoran altamente. Algunas de sus frases, sin necesidad siquiera de interpretaciones rebuscadas, avalan directamente principios neoliberales. Pensemos, por ejemplo en el enigmático versículo de Mt 25, 29: «Al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce, se le quitará hasta lo que tiene». No será fácil hacer una predicación aplicada que no haga el juego a un sistema que, para muchos cristianos de hoy, está en los antípodas de los principios cristianos.

La eficacia, la productividad, la eficiencia... no son malas en principio. Diríamos que no son valores en sí mismas, sino "cuantificaciones" que pueden ser aplicadas a otros valores. Se puede ser eficiente en muchas cosas muy distintas (unas buenas y otras malas) y con unas intenciones muy diversas (malas y buenas también). La eficacia en sí misma, abstraída de su aplicación y de su intención... no existe, o no nos interesa. El juicio que hagamos sobre la eficacia dependerá pues de la materia a la que apliquemos esa eficiencia así como del objetivo al que se oriente.

Cabe entonces imaginar una "eficiencia" (agrupando en este símbolo varios otros valores semejantes) cristiana. El mismo evangelio la presenta en otros lugares, en su célebre inclinación hacia la praxis: No todo el que dice 'Señor, Señor', sino el que hace..., la parábola de los dos hermanos, Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra y la ponen en práctica... y más paradigmáticamente, el mismo texto que continúa al de hoy, que meditaremos el domingo próximo, Mt 25,31ss, donde el criterio del juicio escatológico será precisamente lo que hayamos "hecho" efectivamente a los pobres...

La eficiencia aceptada y hasta encomiada por el evangelio es la eficiencia "por-el-Reino", la que está puesta al servicio de la causa de la solidaridad y del amor. No es la eficiencia del que logra aumentar la rentabilidad (reduciendo trabajadores por la adopción de tecnologías nuevas), o la del que logra conquistar mercados (reduciendo la capacidad de auto-subsistencia de los países pequeños), o la del que logra ingresos fantásticos por inversiones especulativas del capital "golondrina"...

La eficiencia por la eficiencia no es un valor cristiano, ni siquiera humano. Quizá sea cierto que el capitalismo, sobre todo en su expresión salvaje actual, sea "el sistema económico que más riqueza crea"; pero no es menos cierto que lo hace aumentando simultáneamente el abismo entre pobres y ricos, la concentración de la riqueza a costa de la expulsión del mercado de masas crecientes de excluidos. El criterio supremo, para nosotros, no es una eficiencia económica que produce riqueza y distorsiona la sociedad y la hace más desequilibrada e injusta. No sólo de pan vive el ser humano. Cristianamente no podemos aceptar un sistema que en favor del (o en culto al) crecimiento de la riqueza sacrifica (idolátricamente) la justicia, la fraternidad y la participación de masas humanas. Poner la eficiencia por encima de todo esto, es una idolatría, la idolatría del culto del dinero, verdadero dios neoliberal. Sobre la "idolatría del mercado" y el carácter sacrificial de la ideología neoliberal, ya se ha escrito mucho.

No, no es pues que nosotros no queramos ser eficientes, competentes (más que competitivos), o que no seamos partidarios de la "calidad total", ni mucho menos... Somos partidarios de la mayor eficacia en el servicio al Reino, así como de la competencia y la calidad total en el servicio al Evangelio. (In ordinariis non ordinarius, decía un viejo adagio de la ascética clásica, queriendo llevar la calidad total a los detalles más pequeños de la vida ordinaria u oculta).

Y no es que no haya que reconocer que con frecuencia los más "religiosos" hayan estado ajenos a las implicaciones económicas de la vida real, predicando fácilmente una generosa distribución donde no se consigue una producción suficiente, esperándolo todo de la limosna o los piadosos mecenas. También en el campo de la economía teórica -sobre todo en esta hora- se necesita el compromiso de los cristianos.

Si Jesús se lamentó de que los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz, ello significa que la «astucia» (otro tipo de eficacia) no es mala; lo malo sería ponerla al servicio de las tinieblas y no de la luz.


Para la revisión de vida

- En distintas ocasiones nos llama el Evangelio a que estemos atentos, alertas. No se trata de una invitación a prepararnos a bien morir, sino de un llamado a «bien vivir»... ¿Vivo «alerta», viviendo siempre bien? ¿Soy de los que vivien obsesionados por la muerte, o más bien de los que viven ocupados en transformar esta vida?


Para la reunión de grupo

- La llamada del Señor a estar alertas, ¿la entiendo como una llamada a vivir con miedo a la muerte, o como una llamada a vivir en libertad, lleno de esperanza, trabajando por la construcción de ese Reino que sé que Él nos dará un día en toda su plenitud? ¿Me da miedo soñar en la utopía del Reino, o estoy convencido que el Reino será aún mayor y mejor que mis mejores y mayores sueños?
- Eficiencia, responsabilidad, trabajo, calidad, «calidad total»... ¿son virtudes «neoliberales», «conservadoras», o «de derecha»...? Acaso no están incluidas en aquel «sean perfectos como mi Padre celestial es perfecto»?
- El mercado premia al más competitivo, o sea, al que, en igualdad de otras condiciones, paga menos al factor trabajo y vende por tanto más barato. Si el mercado es absolutamente libre, la sociedad acabaría en una explotación inmisericorde de los trabajadores, o por prescindir de ellos. ¿Es humana una sociedad de mercado libre? ¿Es viable humanamente el neoliberalismo a ultranza?
- A pesar de las apariencias, que «la mujer debe tener una participación plena en la Iglesia, igual a la del varón» es ya una conciencia que ha ganado la mayoría de las Iglesias cristianas. Las estadísticas así lo confirman. Teológicamente se diría que hoy esa percepción forma parte del sensus fidelium. Lo demás son, simplemente, retrasos institucionales de la acogida de lo que Dios nos pide por los «signos de los tiempos». ¿Qué pasos concretos debemos dar en nuestra comunidad?


Para la oración de los fieles

- Para que la Iglesia sea siempre el siervo fiel y cumplidor del mandato del amor a todas las personas. Roguemos al Señor.
- Para que sepamos valorar y agradecer los servicios que otros nos prestan a nosotros. Roguemos...
- Para que las personas que viven encerradas en sí mismas descubran la alegría y la grandeza del compartir. Roguemos...
- Para que sepamos vivir con temor de Dios, es decir: contando con Él y con su Reino en nuestra vida. Roguemos...
- Para que no vivamos anclados en conservadurismos estériles y nos lancemos a nuevas formas de vivir nuestra fe, más actuales y evangélicas. Roguemos...
- Para que el prójimo, y especialmente el más necesitado, tenga siempre un lugar preferente en nuestros planes y en nuestra vida. Roguemos...


Oración comunitaria

Señor, haznos artesanos del Reino que Tú quieres que construyamos entre todos, con nuestro trabajo y con los talentos que tu nos has dado, y que así estemos siempre alegres en tu servicio, porque en servirte a Ti y a los hermanos consiste el gozo pleno y verdadero. Por Jesucristo.

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