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sábado, 27 de diciembre de 2008

Evangelio Misionero del Día: Domingo 28 de Diciembre de 2008

Publicado por CAMINO MISIONERO

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 22-40

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor». También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz,
como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas
y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».
Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él.

COMPARTIENDO LA PALABRA
Por Pedro Garcia cmf

Dos escritores famosos van a inspirar nuestra reflexión acerca de un tema
que hoy preocupa a todos: la familia. Uno de los dos escritores se muestra
optimista, ve la maravilla de Dios que es la familia, y responde:
- ¿Quieren saber ustedes dónde está la fuerza de los pueblos? Yo la
contemplo cada día desde mi ventana. Mirando la cordillera adivino la feracidad
de nuestros campos. La familia, el trabajo, las sanas costumbres de nuestros
hogares, bajan del anciano al joven, igual que bajan de las cumbres nevadas
los manantiales a regar las plantas tiernas que crecen en los valles... (Coloma)
Este escritor se muestra algo poético. El otro escritor diagnostica como un
médico y nos habla con lenguaje severo:
- Mi opinión sobre la familia quizá no guste a nadie. Cuando el hombre tiene
la sangre mala, le salen eczemas en la cara. Terribles eczemas descubrimos
también en el rostro de la sociedad actual. ¿Cuál es su raíz? La sangre impura.
¿La sangre? Sí; las familias enfermas dieron una sangre podrida al cuerpo de la
sociedad (Tihamer Toth)
Al celebrar hoy la Fiesta de la Sagrada Familia, en medio de las alegrías
navideñas, estos dos escritores vienen a infundirnos un poco más de ilusión,
pero a la vez nos inspiran algunos temores. Aunque mirando nosotros la
imagen que nos da del hogar la bendita Familia de Nazaret, vemos que sí, que
los males de los hogares modernos tienen curación posible y segura si
sabemos conformarlos con el ideal de familia que Dios nos trazó en su propia
Familia, la que Él se formó aquí en la tierra.
El Evangelio de este día nos narra una escena entrañablemente familiar en
el pueblo judío, como era la presentación del hijo primogénito en el templo.
María y José han escuchado maravillas sobre su niño. Se regresan a casa, y
empieza la vida normal de cada día. Puesto el evangelista a resumir todo lo
que acontecía en aquel hogar encantador, se fija sólo en el hijo, deja adivinar
la acción e influencia de los padres, y dice lacónicamente:
- El niño crecía y se robustecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios se
manifestaba sobre él.
No dice más, pero tampoco dice menos. Ese crecimiento humano de Jesús
no hubiera sido posible en un hogar deshecho o formado a medias.
Pero Jesús tuvo ante la vista, desde su más tierna edad, a un hombre
honrado a carta cabal y a una madre solícita como ninguna otra.
La piedad con Dios, la fidelidad al culto, el amor entrañable, el trabajo
asiduo, la amistad cordial con los paisanos, la diversión sana en las fiestas del
pueblo, todo eso formó a Jesús un hombre perfecto
Y aquí tenemos para nuestras familias el espejo que Dios nos pone delante a
fin de que nos miremos bien la cara. Delante de este espejo contrastamos las
opiniones de los dos escritores que hemos traído en un principio. Empezamos
con pensar con el más optimista, y constatamos que, en efecto, son muchos
los aspectos agradables de muchos hogares.
* Son muchos los bienes de la familia en nuestros días, con signos muy
positivos que hacen entrever mucho mejor el designio de Dios sobre la
institución suya más querida e iniciada en el mismo paraíso.
Por ejemplo, el crecimiento de la libertad en los hogares, pues va
desapareciendo la dictadura de unos miembros sobre otros...
Esto trae consigo el respeto a la personalidad de cada uno de los miembros
de la familia. Para cualquier asunto común se pide el parecer de los otros,
hasta de los hijos pequeños cuando se han desarrollado lo suficiente para
saber discernir a su manera las cosas...
Crece mucho también el sentido de responsabilidad en el ejercicio de la
paternidad y de la educación, porque los padres saben formarse primero ellos
para formar después a los hijos: asisten a conferencias, leen libros de
pedagogía, forman núcleo con los maestros...
Es muy significativa también la conciencia que todos -todos, no digo
todas- van tomando de la legítima aspiración de la mujer a gozar de los
mismos derechos que el varón: con funciones diversas en el matrimonio y en
el hogar, pero los dos iguales en dignidad, en libertad y en deberes....
Otro bien es que los hogares modernos no se cierran en sí mismos. Saben
abrirse al diálogo con los demás, comparten experiencias, se interesan por las
cosas de la sociedad...
Finalmente, podríamos señalar como algo muy positivo -esto ya a nivel de
Iglesia- el que los esposos participan en movimientos matrimoniales diversos
y los hijos en encuentros juveniles... *
Es un gusto ciertamente, el pensar así, con algo de poesía incluso.
Pero atendemos también al escritor algo pesimista, y a lo mejor habremos
de darle un poco de razón, aunque no nos gusten sus aires de doctor severo.
* Es cierto todo lo anterior. Pero persisten nuestros temores. Es cuestión de
purificar la sangre de la familia. ¿Qué decimos sobre la degradación de la
sexualidad a que estamos asistiendo? ¿Qué nos parece la unión de las parejas
cuando rechazan el matrimonio estable? ¿Y el aumento preocupante de los
divorcios? ¿Y la debilidad de los padres en la educación? ¿Y el haberse
ausentado la piedad de los hogares, de modo que ya no se hace caso ni de la
Misa dominical? ¿Y la concepción materialista de la vida, de manera que ya no
se conoce la austeridad, la formación seria, el respeto debido a la autoridad?...
No negamos los muchos valores de la familia moderna, pero nos preocupan
seriamente sus males.*
Miradas así las cosas, todos vemos que uno y otro escritor tienen bastante
razón, cada uno bajo su punto de vista.
Pero todos nos damos cuenta, más que nada, de que Dios ha hecho muy
bien al proponernos en José, María y Jesús una Familia ideal, la más bella que
ha existido y el ejemplar de nuestras familias cristianas...

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