En la actualidad, los medios de comunicación y las empresas multinacionales nos proponen entender la Navidad como una figura del mercado, como sinónimo de consumo. Sin embargo, para los cristianos conscientes, la Navidad de Jesús es diferente, representa una opción por los pobres.
Jesús nació en una familia pobre. Su nacimiento tuvo lugar en Belén, un pequeño pueblo ubicado en la periferia de Jerusalén. María, su madre, dio a luz en una cueva sucia, entre animales. Los primeros en conocerlo, fueron los pastores, grupo socialmente excluido. El nacimiento de Jesús nos enseña su humildad y su opción por los pobres.
En este acontecimiento no hay mercados, al contrario, la gratuidad de Jesús se opone a cualquier comercialización de la esperanza, de la alegría. Jesús es diferente a Santa Clós o Papá Noel, figuras del consumo, que solamente llevan regalos a los niños, cuyos padres pueden comprárselos.
Las otras Marías
Si María viviera aquí y ahora, ¿dónde daría a luz? En el Seguro Social o, si no fuera beneficiaria, tendría que tramitar su Seguro Popular, y en ambos casos, exponerse a ser tratada como objeto. ¿José podría mantener él solo a su familia? Así como están las cosas, con la gasolina que sube cada semana, los altos costos de las rentas, la luz, el gas, el agua, el incremento de hasta 78 por ciento de los productos de la canasta básica en los últimos dos años, ¡imposible! María tendría que trabajar. Y, entonces, ¿quién cuidaría a Jesús? Pues si María se uniera a las filas de los trabajadores informales (que son más de 10 millones en México) seguramente llevaría consigo a su pequeño y lo veríamos crecer como vemos a tantos niños en los puestos ambulantes; o tal vez optaría por ser trabajadora doméstica y, como miles de mujeres, quedaría fuera de la seguridad social; o quizá, con un poco de suerte (ya que el índice de desempleo se ha incrementado alarmantemente), sería contratada por alguna empresa y podría encargar a Jesús a un familiar o vecina o, incluso, si goza de seguro social, llevarlo a una guardería.
Aquí y ahora
Lo cierto es que José, María y Jesús, si vivieran aquí y ahora, también sufrirían las consecuencia de esta terrible crisis económica que afecta a todos. Estarían expuestos a la violencia y la inseguridad social (más de 3 mil 500 personas han muerto en lo que va del año, debido a la llamada «guerra contra el narco», la cifra es mayor que la cantidad de fallecimientos en el mismo periodo en Afganistán, por ejemplo).
Esta familia igualmente sería víctima del bombardeo desinformativo (propagando la idea del «país en el que no pasa nada») y manipulador («de vamos por buen camino», aunque en realidad tengamos la soga al cuello) de los medios de comunicación, sobre todo de las televisoras. Probablemente también escucharían la cantidad de mensajes que en esta época promueve hacer de la Navidad una época de consumo, un tiempo para dar «algo» a los pobres (ropa que no usamos, juguetes que no queremos, artículos que no necesitamos). En dichos mensajes se promueve la práctica del asistencialismo sin invitar a cuestionar la realidad, ni analizar el porqué de la injusticia social, del incremento de la pobreza o del quehacer para transformarla.
Sin embargo, a diferencia de muchas personas, estoy segura que María y José no ignorarían la realidad. Ellos la asumirían y buscarían transformarla radicalmente. No sólo proclamarían que «otro mundo es posible», sino que trabajarían para lograrlo. ¿Por qué? Porque esta familia sabe que celebrar la Navidad nos da la esperanza de que todo puede cambiar y nos alienta a transformar el mundo en el que vivimos.
La Navidad es una llamada al amor, a la solidaridad, a la fraternidad, a la justicia. Vivámosla así, por el bien de todos.
Jesús nació en una familia pobre. Su nacimiento tuvo lugar en Belén, un pequeño pueblo ubicado en la periferia de Jerusalén. María, su madre, dio a luz en una cueva sucia, entre animales. Los primeros en conocerlo, fueron los pastores, grupo socialmente excluido. El nacimiento de Jesús nos enseña su humildad y su opción por los pobres.
En este acontecimiento no hay mercados, al contrario, la gratuidad de Jesús se opone a cualquier comercialización de la esperanza, de la alegría. Jesús es diferente a Santa Clós o Papá Noel, figuras del consumo, que solamente llevan regalos a los niños, cuyos padres pueden comprárselos.
Las otras Marías
Si María viviera aquí y ahora, ¿dónde daría a luz? En el Seguro Social o, si no fuera beneficiaria, tendría que tramitar su Seguro Popular, y en ambos casos, exponerse a ser tratada como objeto. ¿José podría mantener él solo a su familia? Así como están las cosas, con la gasolina que sube cada semana, los altos costos de las rentas, la luz, el gas, el agua, el incremento de hasta 78 por ciento de los productos de la canasta básica en los últimos dos años, ¡imposible! María tendría que trabajar. Y, entonces, ¿quién cuidaría a Jesús? Pues si María se uniera a las filas de los trabajadores informales (que son más de 10 millones en México) seguramente llevaría consigo a su pequeño y lo veríamos crecer como vemos a tantos niños en los puestos ambulantes; o tal vez optaría por ser trabajadora doméstica y, como miles de mujeres, quedaría fuera de la seguridad social; o quizá, con un poco de suerte (ya que el índice de desempleo se ha incrementado alarmantemente), sería contratada por alguna empresa y podría encargar a Jesús a un familiar o vecina o, incluso, si goza de seguro social, llevarlo a una guardería.
Aquí y ahora
Lo cierto es que José, María y Jesús, si vivieran aquí y ahora, también sufrirían las consecuencia de esta terrible crisis económica que afecta a todos. Estarían expuestos a la violencia y la inseguridad social (más de 3 mil 500 personas han muerto en lo que va del año, debido a la llamada «guerra contra el narco», la cifra es mayor que la cantidad de fallecimientos en el mismo periodo en Afganistán, por ejemplo).
Esta familia igualmente sería víctima del bombardeo desinformativo (propagando la idea del «país en el que no pasa nada») y manipulador («de vamos por buen camino», aunque en realidad tengamos la soga al cuello) de los medios de comunicación, sobre todo de las televisoras. Probablemente también escucharían la cantidad de mensajes que en esta época promueve hacer de la Navidad una época de consumo, un tiempo para dar «algo» a los pobres (ropa que no usamos, juguetes que no queremos, artículos que no necesitamos). En dichos mensajes se promueve la práctica del asistencialismo sin invitar a cuestionar la realidad, ni analizar el porqué de la injusticia social, del incremento de la pobreza o del quehacer para transformarla.
Sin embargo, a diferencia de muchas personas, estoy segura que María y José no ignorarían la realidad. Ellos la asumirían y buscarían transformarla radicalmente. No sólo proclamarían que «otro mundo es posible», sino que trabajarían para lograrlo. ¿Por qué? Porque esta familia sabe que celebrar la Navidad nos da la esperanza de que todo puede cambiar y nos alienta a transformar el mundo en el que vivimos.
La Navidad es una llamada al amor, a la solidaridad, a la fraternidad, a la justicia. Vivámosla así, por el bien de todos.
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