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martes, 30 de diciembre de 2008

Tres temas: María madre, Nuevo año, Día mundial de la paz

Por Fray Marcos
Publicado por Fe Adulta

1) María madre.

El tema de María Madre merecería más aclaración de la que permite este pequeño comentario. ¡Claro que la maternidad de María es un dogma! Pero no se discutió en el concilio como un tema mariológico, sino cristológico.

Fue definido en Éfeso en el 431. Inmediatamente fue mal entendido (hay que tener en cuenta que, en aquella ciudad, se veneraba a la "Magna ater", diosa virgen Artemisa o Diana) y tuvo que ser aclarado veinte años después por el concilio de Calcedonia (451) matizando lo allí formulado y afirmando que María era madre de Dios "en cuanto a su humanidad".

Para entender el dogma de la "Theotokos", debemos tener en cuenta el contexto en que fue formulado. Se definió como un intento de confirmar, contra la herejía nestoriana que afirmaba dos personas en Jesús, que el fruto del parto de María fue una única persona.

No debemos olvidar que el concilio de Éfeso lo promovió Nestorio para condenar como hereje a Cirilo, que proclamaba una sola persona en Cristo; y por lo tanto que María era con pleno sentido, madre de Dios. A Nestóreo le salió el tiro por la culata, pero faltó el canto de un duro, para que se condenara como herejía lo que se definió como dogma.

En efecto, en una primera sesión, sin la asistencia de Nestóreo, que no quería que se celebrara antes de que llegara su amigo el patriarca de Antioquia, se definió el dogma condenando a Nestóreo. Cuando a los pocos días llegó su amigo Juan de Antioquia, se celebró una sesión paralela y definieron lo contrario, condenando como hereje a Cirilo.

Visto lo cual, el Emperador Teodosio depone a los dos, (Cirilo y Nestóreo) y los encarcela. Sólo unos días más tarde, cuando llegan los delegados del Papa, convencen al emperador para que acepte lo definido en la primera sesión y libere a Cirilo. A Nestóreo le obligó a retirarse a un monasterio. Así Teodosio decidió qué era dogma y qué era herejía.

Este dogma es el mejor ejemplo de cómo conservando las palabras originales, tergiversamos el sentido que se le quiso dar al enunciado. Cuando se definió que María era Madre de Dios, se tenía una idea completamente distinta de la maternidad. Se creía entonces que la madre era sólo como el recipiente donde el varón depositaba la semilla del nuevo ser, en el que la madre no tenía mas misión que la de acogerle y alimentarle.

De hecho la traducción correcta del termino griego "theotokos", sería "la que pare a Dios". Sólo desde esa concepción de la maternidad, se pudieron desarrollar las mitologías sobre seres humanos que se consideraron hijos de Dios (más de cuarenta personajes anteriores a Cristo, se han considerado nacidos de madre virgen). Hoy sabemos que tanto el padre como la madre colaboran al cincuenta por ciento en la producción del nuevo ser.

Ninguna formulación agota la realidad de lo que es Jesús. Y como tantas veces pasa en el evangelio, tendríamos que mantener formulaciones distintas, para no caer en la trampa de dar valor absoluto a ninguna.

Lo que estamos celebrando es que María hace presente a Dios alumbrando a Jesús. S. Agustín dice que María fue madre de Dios, no por su relación biológica, sino por haber aceptado el proyecto de Dios.

El evangelio deja bien claro lo que es importante en María. Cuando le dicen a Jesús, que su Madre y sus hermanos están fuera, contesta: “¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos? El que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”.

¿Por qué sentimos la necesidad de dar tanto valor a lo que el evangelio no da ninguno? Tal vez no estemos muy interesados en descubrir lo importante. Si lo entendemos bien, nos tenemos que sentir obligados a imitar a María, haciendo presente a Dios. Todos tenemos que engendrar a Dios y todos tenemos que dar a luz a Dios.

Dios es tan indefenso como un bebé. No puede venir al mundo sin nuestra colaboración. Los primeros padres llamaban a la Iglesia comadrona, porque tenía como misión, ayudar a los hombres a alumbrar a Dios.


2) Año Nuevo

Estamos en el tiempo, pero debemos darnos cuenta de que nuestro verdadero ser está fuera del tiempo. El cambio de año nos sirve de pretexto para nuestra reflexión. Estamos en el tiempo para darnos cuenta de nuestro verdadero ser y descubrir que estoy ya en la eternidad, que mi verdadero ser no está en el chonos sino en el kairos.

Yo no soy lo que parezco. Mi nacimiento y mi muerte no son más que ilusión. Mi verdadero ser lo constituye lo que de divino hay en mí, y eso es eterno. No tengo que esperar nada. Soy ya la plenitud y estoy en lo eterno. Mi singularidad e individualidad es apariencia.

No debemos empeñarnos en meter a Dios en el tiempo, sino en salir nosotros de él. Soy la ola que aun no se ha dado cuenta de que es océano. El océano aún no se ha reflejado en mí. Tengo que darme cuenta de que soy océano y entonces el océano me dirá que él es ola.

Cuando Jesús dice: “Yo y el padre somos uno", no lo dice desde el falso yo, sino desde su verdadero ser. Entonces es lo que hay en mí de Dios quien dice: Yo y Dios somos uno.

El tiempo en el que se desarrolla nuestra existencia tiene mucha importancia, pero sólo como medio para conseguir esa toma de conciencia que me hará trascender. Nuestra reflexión de hoy tiene que estar encaminada a descubrir qué estoy haciendo yo con mi tiempo. Puedo estar malgastando o perdiendo lo que se me ha dado para que lo aproveche. Van pasando mis años y con ellos las oportunidades de dar verdadero sentido a mi vida. Esta tiene que ser mi preocupación cuando estamos pasando de un año a otro.


3) Día de la paz

En este momento creo que merece la pena hacer una denuncia de las circunstancias en las que nos encontramos y tratar de poner un poco de luz en la maraña de informaciones e intereses que nos envuelven.

En nombre de la libertad, no se puede defender todo. En nombre de la libertad religiosa no se pueden propugnar ideas que vayan contra los más elementales derechos de las personas, aunque fuera de una sola persona. En nombre de la libertad política, no se pueden defender ideas que no respeten los derechos fundamentales de los demás. Tengo la obligación de defender mis derechos; pero mi derecho termina donde empieza el derecho del otro, que se convierte en obligación para mí.

Creo que hemos perdido toda capacidad de autocrítica. Debemos desenmascarar el fariseísmo de nuestro mundo occidental cristiano, que se atreve a celebrar un día mundial de la paz, mientras está sosteniendo, por acción o por omisión, situaciones de injusticia que claman al cielo. Nos hemos arrogado el derecho de decidir quién es el bueno y quien es el malo.

Nos hemos colocado en estadios éticos anteriores a la ley del talión. En ella se decía, hace más de tres mil años, que si te rompen un diente, tienes derecho a romperle un diente al agresor, no más. Hoy estamos oyendo todos los días, que hay que romperle todos los dientes al otro, porque si no, el día de mañana me puede morder. Aún a costa de ser simplista en el razonamiento, quiero decir que lo que está pasando en Gaza, es una prueba sangrante de lo dicho. Celebraría que se cumpliera, por lo menos, la ley del talión.

No es deseable cualquier paz. A nadie le interesa la paz de los cementerios. Tampoco debería interesarnos la paz sobre la que se fundaron todos los imperios, desde el egipcio hasta el que padecemos hoy. La paz que se basa en la fuerza no es verdadera paz.

No se trata sólo de la fuerza física; también la fuerza de una legalidad que hemos construido los poderosos basados en la ley del embudo. La norma no debe ser esa legalidad, sino la verdadera justicia.

Como cristianos hemos pasado milenios predicando la guerra justa. Yo no he encontrado esa idea en ninguna parte del evangelio. Toda violencia es inhumana. Tenemos la obligación de defendernos de las agresiones, pero nunca utilizando la violencia. Ni siquiera cuando está en riesgo la propia vida, porque la vida no es el valor supremo.

La paz no es un objeto que se puede conseguir por sí mismo. Es un fruto, y como tal, si quiero recogerlo, tengo que plantar primero el árbol y cuidarlo para que lo produzca. El mínimo indispensable para que surja la paz es la justicia.

La paz para el que tiene el poder, es que nadie se mueva. Para el que está sometido a la injusticia será algo muy distinto.

Si de verdad nos interesa la paz del mundo, debemos luchar cada día por abandonar toda opresión (el pecado del mundo) y entrar en la dinámica de la sincera preocupación por el otro. Si de verdad queremos la paz, tendremos que dar voz a los que sufren la violencia injustificada. Ellos nos indicarían como alcanzar una verdadera justicia, y por lo tanto, el único camino hacia la paz.


Meditación-contemplación


María conservaba todas estas cosas,
meditándolas en su corazón.
Aquí podemos descubrir el verdadero mensaje teológico.
No entiende nada de lo que está pasando,
pero hace un esfuerzo de penetración en el misterio.
……………………

Tanto las cosas como los acontecimientos tienen doble lectura.
Podemos quedarnos en una comprensión superficial,
o podemos profundizar en el mensaje
que toda realidad porta, más allá de si misma.
………………

Lo trascendente está en lo inmanente.
Lo espiritual está en lo material.
Lo divino está en lo humano.
Sólo hay que saber descubrirlo y vivirlo.
……………

1 comentario:

JORGE dijo...

Hola,

Solo pase para desearte un 2009 lleno de bendiciones para ti y tus lectores.