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martes, 6 de enero de 2009

El Bautismo del Señor: "Tú eres mi hijo, Yo te quiero"

Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

La reina Victoria de Inglaterra visitó de incógnito una fábrica de papel. El encargado, desconocedor de la identidad de la ilustre visitante, le enseñó todo, incluso el sótano donde unos obreros amontonaban todos los trapos sucios que la ciudad de Londres tiraba. Ella preguntó qué se hacía con todos aquellos trapos malolientes. El encargado le informó que con esos trapos se hacía el papel más fino y más elegante del país.

Cuando se marchó el encargado supo que la ilustre visitante era la mismísima Reina.

Semanas más tarde Su Majestad recibía un paquete con el papel más blanco y más fino del mundo con su imagen y su escudo de armas. Y en una nota el encargado le decía: "Este papel ha sido fabricado con los trapos sucios que Su Majestad inspeccionó recientemente".

Reciclaje: los cristianos necesitamos también un reciclaje: nacer de nuevo, purificación de nuestras vidas y hacerlas nuevas en Cristo.

Primero. Jesús antes de su bautismo.

Los evangelios no nos dicen nada de su infancia y juventud. Sólo nos cuentan un viaje a Jerusalén cuando tenía doce años. Y allí se perdió. Fue el primer disgusto que Jesús dio a José y a María.

Una vida normal. Un joven de tantos. No fue a la universidad. Trabajó en el taller de su padre. Los sábados iba a la sinagoga a cantar y escuchar la historia que Dios había hecho con su pueblo. Los domingos jugaría y charlaría con los amigos en las esquinas de Nazaret. Alguna vez tendría que ir al prestamista para poder pagar la renta. Alguna vez tendría que pedir perdón a sus padres por llegar tarde a casa. Alguna vez tendría que decir no a las malas ideas de sus compañeros. Alguna vez soñaría dejar Nazaret y viajar a Soria...

Jesús era tan normal que los evangelistas no tienen nada que contar.

Hasta que un día, siempre hay un día en la vida, en que todo cambió.

Segundo. El día de Jesús, su día especial, fue el día de su bautismo.

Ese día dejó de ser "normal". Dejó atrás la normalidad de Nazaret y comenzó la aventura con Dios, comenzó a incendiar el país con la "anormalidad" del reino de Dios. Su bautismo fue el día, por decirlo con nuestras palabras muy humanas y muy cristianas, el día de su conversión.

El día de su bautismo marcó un antes y un después. El después fue la pasión del reino de Dios, la fuerza del Espíritu, la identidad plena y nueva del Hijo de Dios, la vorágine de la predicación, la irrupción del amor, la búsqueda de los pecadores y abandonados, el ser puente entre Dios y los hombres, unir cielo y tierra.

Jesús "marcado y lleno del Espíritu" descubre su nuevo ser. "Tú eres mi Hijo, el amado, al que miro con cariño".

Jesús, el amado, el mirado con cariño por Dios, descubre su nueva dimensión, no se pertenece, pertenece, es de Dios y para Dios.

Y lo vivió con tal intensidad que ya nada fue igual. Se puso incondicionalmente al servicio de Dios hasta el final de su vida y pudo decir: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".

El día de su bautismo comenzó la nueva creación, la nueva alianza de Dios con los hombres, el nuevo bautismo en el Espíritu.

Para Jesús todo empezó el día en que viajó al río Jordán, se bautizó y salió del agua lleno del Espíritu, fuerza y poder de Dios, ungido para predicar la aventura de un nuevo amor en el que hay salvación para todos.

Tercero. Hubo un día , siempre hay un día en la vida de cada persona, en que todo puede y debe cambiar.

Para todos nosotros ese día fue el día de nuestro bautismo. Salimos de las aguas renovados y sellados por el hechizo del Espíritu.

Pero el sello y la marca del hechizo quedan poco a poco ocultas e invisibles bajo el peso de la rutina y de la normalidad de la vida cotidiana.

La normalidad es gris, salpicada de pequeñas anécdotas: una borrachera aquí, una aventura allá, una pelea en la esquina, un hijo en la cárcel, un marido huido... pero siempre gris.

Hasta que un día dejamos de ser normales como lo dejó Jesús.

Es el día en que despertados y quemados por el Espíritu asumimos nuestro bautismo y cambiamos de rumbo.

Decimos adiós a la normalidad del mundo y nos convertimos a la anormalidad del evangelio.

Decimos adiós a las pasiones de la carne y nos convertimos a la pasión del reino de Dios.

Decimos adiós a la vida loca del hombre viejo y nos convertimos a la vida del hombre nuevo en el Espíritu.

Decimos adiós a la esclavitud de los vicios y nos convertimos a la libertad de los hijos de Dios.

¿Cuándo llegará ese día en tu vida?

Dios quiere que sea hoy. ¿Y tú?

Bautizado, estás lleno del Espíritu Santo, estás llamado a servir a Dios, y Dios te da poder para vivir como Hijo. Dios es tu enamorado. ¿Le darás tu amor? Dios es tu dueño. ¿Lo reconoces como tal?

Estar bautizado es escuchar, día tras día, una declaración de amor: "Tú eres mi hijo, Yo te quiero".

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