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domingo, 18 de enero de 2009

Evangelio Misionero del Día: Lunes 19 de Enero de 2009

Por CAMINO MISIONERO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 2, 18-22

Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?»
Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!»

Compartiendo la Palabra
Por Cebipal

Es curioso ver cómo, en el pasaje que leíamos el sábado pasado, en el que leemos hoy, y en el que leeremos mañana encontramos un punto en común: las críticas lanzadas por los escribas y fariseos respecto al actuar de Jesús y sus discípulos. Dentro de estas críticas notamos un dato que nos revela un poco la actitud de los mismos escribas y fariseos.

En Mc 2,15-17; la comida en casa de Leví, los escribas y fariseos no están de acuerdo en que Jesús coma con publicanos y pecadores. Se lo recriminan pero no lo hacen de frente, no se lo dicen directamente a Jesús sino que se lo comentan a sus discípulos.

En el evangelio de hoy y en el que leeremos mañana (Mc 2,23-38), la observación que hacen los escribas y fariseos se refiere a los discípulos de Jesús o porque no ayunan (18) o porque arrancan espigas en sábado (24). También esta vez los fariseos no son frenteros y no lo dicen directamente a los discípulos sino a Jesús.

Pasemos ahora a profundizar un poco el texto que nos presente la liturgia hoy.

Se trata de guardar y cumplir el ayuno prescrito y en eso los escribas y fariseos son muy estrictos. Seguramente que el grupo conformado por Jesús caminaba alegre y sin ninguna señal exterior de estar ayunando. Esto para un judío era insólito pues para ellos el ayuno incluía una cierta dosis de signos y comportamientos externos (ceniza, saco, rostro demacrado) que les daba una apariencia lúgubre. Esto no era así para Jesús y sus seguidores, Jesús mismo lo recomendaba: “Cuando ayunéis no pongáis cara triste como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan […] Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro” (Mt 6,16-17).

Las comparaciones siempre son molestas. Los fariseos comparan a los discípulos de Jesús con los discípulos de Juan, poniendo a estos de ejemplo en cuestiones de ayuno. Jesús es categórico. Con un ejemplo deja en claro que no es el ayuno por el ayuno lo que interesa, sino el ayuno en relación con la presencia. Para los discípulos de Juan todavía no había llegado el Mesías y la dinámica de la espera hacía significativo el ayuno. No así para los discípulos de Jesús quienes gozaban de su presencia. Mientras esté con ellos no ayunan pero… casi percibimos aquí un anuncio de la pasión. Es en estos momentos, “cuando les sea arrebatado el novio” en los cuales ayunarán.

Para que el asunto quede bien claro, Jesús usa una comparación. La novedad del evangelio no se puede convertir en un retazo, así sea nuevo, con el cual se trate de interpretar y dar sentido a la antigua ley. Insertar la Buena Nueva en un contexto de apego a tradiciones, de rigideces y de intolerancia, sería, como dice el texto, producir un desgarrón peor y hacer que todo se vaya a pique.
Lo mismo sucede con el ejemplo del vino. El vino entre más añejo más sabroso. Pero para este proceso es necesario echarlo en odres, en pellejos nuevos que resistan el largo tiempo de fermentación. En otras palabras, si no recibes a Jesús con un corazón nuevo, no aguantarás la novedad que Él te trae.

La presencia del Novio-Jesús, es la novedad que no se puede interpretar a la luz de tradiciones sin sentido. Él está y con Él debe haber fiesta, como sucedió a Leví que invitó a Jesús a su casa, para celebrar con Él la vida nueva que surgía de ser llamado.


Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón.

1. ¿Por qué a los escribas y fariseos les era tan difícil captar la persona y obra de Jesús?

2. ¿Cuáles son las actitudes, maneras de ver y de juzgar “viejas” que hay en mí y que me impiden abrirme a la acción de Dios? ¿Qué debo hacer?

3. Si Jesús todavía no ha entrado plenamente en mi familia, en mi grupo o comunidad, será que en ella hay alguna estructura, punto de vista o actitud a la cual nos aferramos, no queremos soltar y que nos impide recibir la novedad de Dios? ¿Cuál?

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