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domingo, 25 de enero de 2009

PODEMOS SEGUIR A JESUS - III Domingo del T.O. - Ciclo B: (Mc 1,14-20)


Cuatro líneas del evangelio de Marcos cargadas de sugerencias: han arrestado a Juan, Jesús sigue predicando la buena noticia (el evangelio,) las gentes le escuchan, le buscan; cuatro pescadores del lago lo dejan todo y le siguen. Un buen resumen de lo que va ser la vida de Jesús.

Es posible que muchos se sorprendan si oyen que el cristianismo consiste en descubrir una buena noticia, que Dios pueda alegrar nuestra existencia, afirman que la religión que perciben está impregnada de negaciones, miedos, de sospechas, más que de fe gozosa.

Aquellas gentes de Galilea a las que Jesús se acercaba, cansados de magisterios legalistas querían ver y oír otra cosa: buscaban el Dios de sus padres que no encontraban en las sinagogas ni con los predicadores del templo, esperaban al Mesías del Dios libertador de su pueblo; Juan el Bautista lo anunciaba y comenzaron a ver en la persona de Jesús de Nazaret al Mesías, presente ya entre ellos, le veían en su palabra y en su vida.

Jesús no enseñaba una doctrina, ni una filosofía, tampoco imponía unas leyes, su originalidad estaba en que anunciaba que Dios es algo bueno para los pobres y marginados, para todos los hombres y mujeres.

Jesús anunciaba que Dios es amor, que es el principio de la vida, el origen y el destino de nuestra existencia. Quiere que el amor sea el aliento, el motor de nuestro vivir. Nuestro amor, que es poner lo mejor que hay en nosotros por los demás, es el mejor reflejo del Dios que sostiene nuestra vida.

El proyecto de Jesús es que los seres humanos, toda la humanidad, nos vinculemos desde ahora en nuestra vida a esa corriente de amor, nuestro destino es entrar un día plenamente en ella y vivir en Dios nuestro padre, es lo que Jesús llamaba el Reino de Dios, él quiere que comience ya a ser realidad aquí. A ello dedicó toda su vida.

Seguir a Jesús será asumir que su Espíritu realice en nosotros lo que Dios es, amar, entrar en el flujo del amor misterioso del ser de Dios, por eso su mandamiento, el único que nos dejó, es que amemos.

Él quiere que libremente nos vinculemos ya desde ahora a la buena noticia del Reino de Dios que él anunciaba. A cada uno nos toca concretar este mensaje, quién es, quiénes son las personas que hemos de amar, que abramos bien nuestros ojos y nuestro corazón.

Nos ha dicho Marcos que Jesús predicaba un mensaje de conversión, ésta no consiste en vivir “sin pecado”, el pecado estará siempre en nosotros, consiste en deponer, renunciar a nuestro egoísmo y aceptar su invitación a vivir el perdón, la generosidad, sin orgullo ni tristeza, sin alimentar la insatisfacción por lo que deberíamos ser y no somos. Convertirnos no es empeñarnos en ser perfectos, sino comenzar a vivir distendidos y en paz con el Dios bueno que habita en nosotros y con los hermanos, se nos llama a vivir en paz y generosidad con todos.

Necesitamos esa conversión. Necesitamos hacer realidad este mensaje, es así como la palabra de Jesús puede empezar a ser buena noticia para nosotros. Sentimos la necesidad de vivir en paz con Dios y con los que convivimos, de suprimir de nuestra vida tantos mensajes de hostilidad, de ataque, tomar conciencia de las injusticias que estamos creando y sorprender cuándo nuestro espíritu es egoísta y hostil.

Muchas personas viven el amor al prójimo sin aspavientos ni ostentaciones, hombres y mujeres normales, conscientes de su limitación y de su pecado. Unos se saben habitados por la presencia buena del espíritu de Jesús, otros incluso no le conocen, pero todos comprometidos en la vida social, buscando con sus compromisos en la vida cívica la realización del amor, de la justicia, de la paz, sin saber tantas veces, que están construyendo el Reino de Dios.

Así se va realizando la implantación del Reino de Dios que presentó Jesús en este mundo. No solamente en el interior de nuestras personas, su presencia social hemos hacerla también realidad en nuestra sociedad.

Jesús decía que el Reino de Dios es algo de aquí y no sólo del más allá, se realiza y crece en la escena humana cuando Jesús encuentra colaboración en personas que responden a su palabra, así la buena noticia adquiere su verdadera dimensión en el compromiso personal y social. Seguir a Jesús es asumir conscientemente como propia la responsabilidad de participar en el del proyecto del amor personal y comunitario.

Por eso, para muchos hombres y mujeres de hoy es buena noticia un Dios diferente al que se les ha presentado, ellos esperan en su vida lo que Jesús anuncia, aunque no aciertan en llamarle Reino de Dios, nuestra tarea cristiana es realizarlo también en nuestra vida, con el espíritu que Jesús nos ha comunicado.

Por eso hoy hemos de preguntarnos: ¿no crees que en tu vida, en paz con Dios y con los que convives, puedes ser también de algún modo buena noticia de Dios? Imitemos a los hombres y mujeres valientes y generosos, que sin duda todos conocemos, que siguieron a Jesús como él esperaba de ellos.

Nos ha dicho Marcos que Jesús llamó a estos apóstoles después de conocer que habían arrestado a Juan. No se asusta de que su mensaje provoque la reacción violenta en las autoridades político-religiosas. No se asustan los discípulos de Juan que siguen inmediatamente a Jesús dejándolo todo.

El cristianismo no se extingue, no llega a su fin porque persigan a quienes confiesen seguir a Cristo. El cristianismo culminará su misión cuando la humanidad entera entre en la corriente de amar, se superen los odios y violencias, sea realidad la fraternidad universal de los hijos de Dios. Es lo que Jesús buscaba.

La conversión que predicaba Jesús es acoger su proyecto con todo lo que somos. Sólo entonces comienza en nosotros la verdadera transformación. Es la conversión que Jesús nos presenta hoy en acciones sencillas con los que viven al lado y en compromisos firmes en la vida social. Es la misión de los seguidores de Jesús y de quienes aun sin conocerle viven su mensaje de amar, realizar la buena noticia en su vida.

Dios está presente donde hay amor

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