NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

martes, 3 de febrero de 2009

EL AMOR DE JESÚS, EL DOLOR Y EL HAMBRE - V Domingo del T.O. - Ciclo B: (Mc 1,29-39)


1.- Creo que, en general, hoy, en nuestra época, sorprende bastante el Libro del Job. Es un compendio de sufrimientos tolerados por el Señor y producidos por el ataque del Maligno. Vivimos en unos tiempos en los que se esconde el dolor o se disimula. Hay que tener buen aspecto para triunfar en la vida. Pero, además, el sufrimiento desmorona, destruye, hace más daño psicológico que el propio y objetivo dolor que produce. No se trata de buscar el dolor. Eso siempre tendrá algo de masoquismo. Se trata de soportar el sufrimiento –físico o moral—en la medida que sea posible. Cuando llega una enfermedad hay que hacer todo lo posible para curarla, y, naturalmente, pedir al Señor Dios que nos cure, pero jamás obviar el adecuado empleo de la medicina y de la farmacopea. Job resiste el sufrimiento. Eso es cierto, aunque se lamenta de él. También ello es razonable. A veces la queja en busca de consuelo ayuda mucho, sobre todo cuando dicho consuelo fraterno llega. Por otro lado, el fragmento del Libro de Job que hemos leído lo que nos narra es una situación habitual: un tiempo de dificultades que acontece a muchos hombres y mujeres de hoy y de todos los tiempos. Probablemente, la aceptación de que la vida es difícil y problemática nos ayudará a vivirla mejor.

2.- Como se ha dicho muchas veces, en la liturgia de la misa, siempre, la primera y la tercera lectura, el evangelio, guardan relación y tienen coincidencias. Pero, tal vez, hoy no lo sea tanto. Es verdad que Job relata una existencia difícil. Es verdad, asimismo, que Jesús de Nazaret se encuentra el mal y la enfermedad por doquier, pero lo remedia. Cambia el pesimismo en alegría. El dolor desaparece. Y todo, gracias a Él, comienza de nuevo con alegría y normalidad. El relato de la curación de la suegra de Pedro es, sin duda, entrañable. Se acerca, toma de la mano a la mujer, y la levanta del lecho. Ya estaba curada. La fiebre había desaparecido. Y ella comienza a servir a Jesús y a los discípulos. Sin duda, feliz de sentirse bien y de poder dedicarse a su habitual ocupación. Otras muchas personas, ese día, pudieron librarse de sus dolencias gracias al amor del Jesús de Nazaret. No dice Marcos cuantos curó pero debieron ser muchos. Y cuando todos le buscaban allí para, sin duda, agradecerle su capacidad de sanación, Él se marcha a otros lugares a seguir curando. No busca ni espera honores. Solo quiere llevar a cabo su misión.

Hay una parte importante de la misión de Jesús, sobre todo al principio de su vida pública, donde su acción sanadora se convierte en algo muy continuo, creando, claro está, un auténtico clamor en toda Galilea. Pero lo que Él busca es quitar la ansiedad, la pena, la incapacidad que tiene la enfermedad para llevar una vida normal. Detrás de todo aquel mal está el pecado, se decía entonces. Hoy, ciertamente, tenemos un mayor conocimiento científico sobre el origen de las enfermedades y los sistemas de curación. Pero esa misma ciencia moderna ha descubierto lo psicosomático, y como factores psicológicos pueden engendrar enfermedades y dolor. La trasgresión, el pecado, son agentes dañinos. No podemos, totalmente, decir que hayamos superado la idea de que el pecado, la cercanía continua al mal, no produzca daños y enfermedad.

3.- La Iglesia, por otro lado, mantiene en sus ritos la acción curativa. El sacramento de la Unción de los Enfermos no es algo finalista para enfermos terminales. No. Cada día es más frecuente que se celebren en las parroquias actos litúrgicos para la administración de este sacramento. Acuden enfermos de todas las edades o, incluso, personas que esperan someterse, por ejemplo, a una operación quirúrgica. Y encuentran alivio. Sería deseable que, siguiendo el ejemplo de Jesús, la Iglesia ampliara su acción sanadora, no sustituyendo, naturalmente, a la medicina, pero sí poniendo a las personas enfermas en esa órbita de su propia capacidad curativa mediante el optimismo y la alegría que comunica la acción comunitaria de los hermanos y e efecto de Gracia que comunican los sacramentos.

4.- San Pablo expresa en su primera carta a los Corintios una frase extraordinaria que todos podíamos hacer nuestra: “¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!”. El apóstol no puede hacer otra cosa que evangelizar. Se siente impelido a hacerlo por una fuerza interior –el propio Cristo que habita en él—a mostrar la Palabra en todos los lugares y todas las personas. No podemos obviar nuestra condición de apóstoles y evangelizadores. Si cada persona que vive regularmente la vida de la fe en la cercanía de Cristo Jesús se lanzara a evangelizar –o a intentarlo—a, al menos, una sola persona, las cosas irían mucho mejor. La gran mayoría de los fieles se conforman con tener la fe para ellos solos, pensando que la evangelización es tarea para los otros --para los curas, por ejemplo--, cuando no es así. Y esa incoercible necesidad de propagar la Buena Nueva de Cristo Jesús es lo que llevó a Pablo de Tarso a recorrer el mundo entero de entonces y crear un cuerpo doctrinal escrito de enorme importancia, como anexo de la misma labor evangelizadora. Es decir, asegurar con sus cartas y exhortaciones la continuidad de la labor realizada. Hoy para nosotros es un legado irrepetible, del que vive todos los días la Iglesia de Cristo.

5.- La Iglesia celebra hoy la Campaña contra el Hambre en el mundo. Y es algo que no podemos dejar pasar por alto. El hambre existe y afecta a mil millones de personas de manera permanente en todo el mundo. La reflexión en torno al hambre es imprescindible. Hay muchos puntos de injusticia en el mundo, pero, ciertamente, el de la polarización de la abundancia y escasez de alimentos rompe cualquier esquema. Sin alimentos y agua se muere. Pero, bien pudiera ser, que sin casa o sin medicinas se puede sobrevivir de alguna manera. Y mientras que en el llamado primer mundo se desperdician toneladas de alimentos, en otros lugares de la tierra fallece mucha gente –y sobre todo niños—por no poder comer nada. Dicen que el sistema que los nazis utilizaron para ejecutar a San Maximiliano Kolbe fue dejarle morir de hambre. Y es de suponer que suponía un grado de tortura bastante cruel, incluso en un medio en el que apenas se comía.

El exceso de alimentación produce sobrepeso u obesidad. Y más de la mitad de las personas que viven en países ricos están haciendo, hoy, un régimen para adelgazar. Si fuéramos capaces de comer, todos los días, pensando en nuestros hermanos de cualquier rincón del planeta que pasan hambre, seguro que no engordaríamos. Todo lo que sobra se desperdicia y, a lo sumo, sirve para alimentar animales, aunque algunas mascotas –perros y gatos—del primer mundo comen más que muchas personas del tercer mundo. Y aunque parezca un chiste trágico, también esos animales “civilizados” engordan. Hemos de tomar conciencia y consciencia del problema y actuar en consecuencia. Hemos de ser coherentes con esta jornada contra el hambre en el mundo que hoy nos está presentando la Iglesia.

Todos los sistemas regulatorios o proteccionistas para asegurar el precio mínimo de los alimentos son injustos. Totalmente injustos. Pero en el comercio mundial de las materias primas –verdadera dictadura de mercado—aparecen muchos alimentos y, entre ellos, los cereales, la soja, los zumos de fruta en concentrado, etc. La pobreza extrema, las guerras, la ausencia de desarrollo, la especulación de los autoridades locales, que, a veces, es más dura y salvaje que la aplican los países ricos y sus empresas multinacionales, conduce al hambre sin posibilidad de evitarlo. No podemos dejarlo pasar. De ningún modo. Debemos tener en cuenta las palabras, terribles, de Jesús en la escena del juicio final que narran los evangelios: “¡Malditos de mi Padre!, por que tuve hambre y no me disteis de comer…” Y es que es cierto que lo fundamental, casi lo único que tendremos que hacer un día es el examen de amor del atardecer de nuestras vidas del que hablaba San Juan de la Cruz…

No hay comentarios: