
Una vez, pues, que el Señor hizo levantarse al paralítico, le mandó a su casa; con lo que demostraba cuán ajeno era Él a todo orgullo y que la curación del enfermo no era tampoco pura fantasía, como que hace testigos de ella a los mismos que lo habían sido de la enfermedad. Yo, por mi parte, parece decir el Señor, bien hubiera querido curar por medio de tu mal a los que parecen estar sanos, pero que están realmente enfermos del alma; Pero como éstos rehúsan la salud, vete a tu casa y cura a los que hay en ella. Miren cómo el Señor se manifiesta creador del alma y del cuerpo, pues cura a una y naturaleza y nos hace patente lo oscuro por lo claro, lo invisible por lo visible»(1).
LA CARIDAD ES INGENIOSA
Hoy en día se discute y se pone en tela de juicio, la permanencia y la misión de la Iglesia, como comunidad de creyentes. Esta, a través de los sacramentos, nos recibe, nos bendice, nos perdona y alimenta; y al final del camino, nos despide hacia el más allá de Dios.
Congregada, consolidada y perfeccionada por la Palabra de Cristo, cumple un papel primordial como lugar de contención y de maduración de nuestra fe.
Hoy se habla se habla mucho de una nueva evangelización. En el evangelio de hoy, encontramos algunas pautas pastorales, que pueden orientarnos en cuanto a la ingeniosidad y la solidaridad.
En los textos paralelos, el Señor queda asombrado por la fe de los camilleros, que recurren con ingeniosidad a la estrategia de hacer descender al paralítico por el agujero del techo.
También nosotros debemos presentar la Palabra al hombre de nuestros días, de la manera más adecuada y asimilable, para poder así conducirlo a Cristo.
Pero no basta este mensaje, si no va acompañado por la fe solidaria de los camilleros, a quienes Jesús felicita. Ellos nos recuerdan a otros tantos camilleros, que como en el santuario de Lourdes, presentan los enfermos a Jesús.
Sin embargo, el punto central de este evangelio de la curación del paralítico, está vinculado en el tema del perdón de los pecados.
Hoy no está de moda hablar del pecado, como tampoco hablar de Dios. Es que solamente puede pecar el hombre que cree en Dios, y se siente vinculado a él religiosamente. Por eso, a nivel psicológico, se hablará más de falta, de trauma o de complejo de culpa, y se pretenderá ignorar el pecado.
La importancia del mensaje de este Evangelio, radica en resaltar en que solo Dios tiene el poder de perdonar los pecados. Como Cristo es la manifestación del poder de Dios, entonces la curación del paralítico, se convertirá en un signo de su poder divino de perdonar.
[1] San Juan Crisóstomo, Homilía 29 sobre san Mateo, 2-3; trad. en: Obras de San Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, Madrid, La Editorial Católica, 1955, vol. I, pp. 591-592 (BAC 141). San Juan Crisóstomo (nació hacia 344-354), afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y presbítero en Antioquía; después obispo de Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su falta de tacto le llevaron a serios conflictos con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus tribulaciones y muerte (14.09.407) en el exilio fueron una dolorosa prueba martirial para él y para el sector de la comunidad eclesial que se le mantuvo fiel. Su afamada elocuencia le valió el título de “Crisóstomo”, es decir: “Boca de Oro”, que le fue dado en el siglo VI.
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