Por Xavier Pikaza
Domingo 13. Tiempo ordinario, ciclo c. Lc 9, 51-62. El evangelio se compone de cinco pequeñas unidades, unificas por Lucas que nos permiten entender e interpretar el ministerio (compromiso) cristiano del que vengo tratando.
Las dos primeras, propias de Lucas (subir a Jerusalén, no imponerse con violencia), sirven de introducción. Todos, varones y mujeres, sin diferencias de rango u orientación sexual, estamos llamados a recorrer el camino de Jesús, comprometidos por el Reino.
Las dos siguientes (escriba zorra, padre patriarca) provienen de la tradición del Q, (cf. Mt 8, 18-22). El evangelio ha de vivirse a la intemperie de la vida, en amor, sin madrigueras ni poderes superiores.
La última (el arado) es propia de Lucas, y destaca la necesidad de poner la mano en el arado (no el bolsillo o el sillón de mando), mirando siempre hacia adelante, pues de lo contrario se rompe o pierde el surco, se destruye la novedad del evangelio.
Quiero insistir en lo cinco temas, pero sobre todo en el último (la mano en el arado) que los resume y condensa: Vamos arando-preparando la tierra para la semilla del Reino: ¿Quien mira hacia atrás?
arado
-- Hay que agarrar el arado ¿quien lo hace? ¿quién se escaquea y mira atrás o se sienta de merienda, criticando a quienes hacen?
-- ¿Quien parece tomar el arado y mira hacia atrás, cerrarse en otros tiempos: volver al pasado judío o prejudío, refugiarse en madrigueras, enzarzarse en batallitas...?
-- ¿Qué nos impide hoy (2013) tomar el arado, abrir surco de evangelio? ¿Falta gente, faltan ganas...? ¿Sobran nostalgias del pasado, otro tiempo, antes del Vaticano II? ¿Estaremos cansados, no tendremos ni bueyes?
-- ¿Quiénes han-hemos hecho del falso arado un negocio..., mientras el verdadero lo llevan otros, y así aran, como esa mujer de la imagen 1? ¿O todo es nostalgia de arado egipcio, prerromano, de la imagen 2, con nostalgias de un cielo que no es el Reino de Jesús en Jerusalén?
Bueno domingo a todos. Éste sí que es un evangelio fuente, no los temas anteriores. Da gozo ser cristiano.
Lucas 9, 51-62. Un texto, cinco pasajes
1. [Jerusalén-Reino] Cuando se iba cumpliendo el tiempo de su “elevación”, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.
2. [Samaría-oposición] De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: "Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?"Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.
3. [Zorras…] Mientras iban de camino, le dijo uno: "Te seguiré adonde vayas."Jesús le respondió: "Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza."
4. [Enterrar al padre] A otro le dijo: "Sígueme." Él respondió: "Déjame primero ir a enterrar a mi padre." Le contestó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios."
5. [El arado] Otro le dijo: "Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia." Jesús le contestó: "El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios."
Introducción general
Lucas ha creado este pasaje, retomando motivos básicos de su evangelio: (a) Jesús “hace evangelio”, rodeado de varones y mujeres, con quienes comparte el camino (8, 1-3). (b) Ese evangelio es compromiso de liberación que se anuncia y expande primero en Galilea (9, 6).
Jesús decide culminar (ratificar) su camino subiendo a Jerusalén, con aquellos que quieran seguirle. Así se define su evangelio. Éste es el principio y mensaje de la Iglesia. Tanto la introducción (temas 1-2) como los tres relatos que siguen (temas 3-5) nos sitúan en la misma raíz del mensaje de la Iglesia:
1. Ha llegado el tiempo de subir a Jerusalén, de “optar” radicalmente por el Reino
2. Éste es un mensaje arriesgado, pero pacífico. El camino de Jesús puede suscitar rechazos, pero no se puede recorrer matando contrarios .
3. En el camino de Jesús no hay lugar para “arribistas”, gente que quiere montar su cátedra o excavar su cueva.
4. En ese camino no puede haber padres-patronos, ni autoridades de “sistema”; hay que “romper con el sistema” (dejar que los muertos entierren a sus muertos…).
5. Cada uno de los seguidores de Jesús debe tomar el arado de la Buena Nueva y abrir surco de vida, para la semiente de Dios, en esta tierra donde no tenemos madriguera, pero tenemos tareas infinita de vida y de gracia.
1) EL GRAN CAMINO, SUBIR A JERUSALÉN
Texto: Cuando se iba cumpliendo el tiempo de su ascenso, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante (Lc 9, 51-52a).
Este tiempo de “ascenso” (analepsis), es el mismo tiempo del Reino de Dios (Mc 1, 15), lo que Pablo llama la “plenitud de los tiempos” (Gal 4, 4). Éste es el tiempo de la “culminación” del mensaje, es decir, de la gran decisión.
Hemos vivido instalados en nuestra seguridad sacral (nuestra doctrina fija, nuestras autoridades, nuestras propias ventajas…). Hemos construido un “sistema”, una especie de cueva en la que resguardarnos, buscando nuestra seguridad (un hueco, una santa madriguera). Decimos que hemos puesto la mano en el arado, pero miramos sin cesar hacia atrás, buscando la seguridad de un tiempo ya cumplido.
Pues bien, ha llegado el momento de que la “gran decisión”, ahora (año 2013), volviendo de nuevo a la situación de Jesús, dejando atrás nuestras seguridades conseguidas (nuestro sistema sacral), para subir a Jerusalén, proclamando y anunciando con nuestra vida la llegada del Reino.
Subir a Jerusalén significa volver a las raíces, arriesgarnos de nuevo por el Reino de Dios… Todos subimos (debemos subir), pero Jesús ha querido mandar a algunos por delante, como “adelantados” (pioneros) de su obra. Anunciando lo que ha de llegar. Estos “adelantados” de Jesús son todos aquellos que acogen su palabra, reciben su encargo y se comprometen a proclamar su llegada.
Pregunta: ¿Quiénes son hoy los adelantados de Jesús? ¿Quiénes anunciar y preparan su llegada? ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo debemos hacerlo nosotros?
2) NO ES UN CAMINO DE GUERRA
Texto: De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: "Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?". Él se volvió y les regañó (diciéndoles: No sabéis de qué espíritu sois). Y se marcharon a otra aldea (Lc 9, 51-56).
Jesús inicia con su gente un camino de paz y de vida: Anuncia y prepara el Reino de Dios en Jerusalén; invita a todos, no quiere enfrentarse con nadie, buscando un lugar en cada zona (un alojamiento).
Es normal que algunos no quieran “recibirles”, ni ofrecerles un donde pernoctar (una pensión, un pajar, una esquina en la plaza…). Se sienten amenazados por el “evangelio”, no quieren cambios, no quieren “buena nueva”. Están bien con lo que tienen (en ese fondo sitúa el evangelio la vieja rivalidad entre Jerusalén y Samaría, entre los que serían fieles y los infieles.
Propuesta zebedea… Los zebedeos (Juan y Santiago) interpretan el camino del evangelio como una guerra santa y piden a Jesús que invoque a Dios y que arroje fuego del cielo contra aquellos que no les reciben (retomando así un motivo clave de la historia de Elías, 2 Rey 1, 10-12).
Ésta es la respuesta de la “iglesia militante” que ha tomado el poder y que ha querido “defender” el evangelio con “armas” de diverso tipo: desde la hoguera para los herejes, hasta la imposición de leyes y normas “civiles y militares” contra aquellos que no acogen su versión del mensaje.
Pues bien, Jesús no se enfrenta contra aquellos que no quieren recibirle: No pide a Dios que les castigue, no invoca sobre ellos el fuego escatológico, en contra de lo que piden y quieren hacer los Juan y Santiago, representantes de la “iglesia zebedea”, que quiere imponer su criterio a los de fuera.
Conforme al texto más antiguo del evangelio, Jesús se limita a “reñir” a los violentos de su grupo (Juan y Santiago), negándose a imponer su proyecto de iglesia a la fuerza. A los de fuera (que no le reciben) no les riñe, ni (en este momento) discute con ellos. Simplemente se va a otro lugar. En algunos manuscritos se añade que él se opuso a los dirigentes de la iglesia zebedea diciéndoles: ¡No sabéis de que Espíritu sois!
Pregunta: ¿Sigue existiendo un tipo de iglesia zebedea que quiere imponerse por la fuerza, pidiendo algún tipo de “fuego de Dios” contra los contrarios? Qué tipo de fuego: ¿En este mundo? ¿El fuego del infierno? Cómo se debe interpretar el gesto de Jesús en nuestro tiempo? Ir a Jerusalén no significa “matar” a los samaritanos.
3) PRIMERA RUPTURA: COMO ZORRA, PERO SIN MADRIGUERA.
Texto: Uno (Mt: un escriba) le dijo mientras iban de camino ¡Te seguiré dondequiera que vayas! Jesús le dijo: Los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo tienen nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza (Lc 9, 57-58; Mt 8, 18-20).
Parece una sentencia sapiencial que Jesús recogido y situado en el centro de su evangelio. Todos los animales parecen (y en un sentido están) instalados en el mundo (como los peces en su río, las zorras en su madriguera). Pero el hombre no tiene ni río ni madriguera, sino que tiene que vivir a la intemperie, sin nada que sea suyo.
Así lo sabe Jesús, por eso lleva de nuevo a los suyos (hombres y mujeres) al camino originario de la vida, sin más seguridad que el propio camino, en contra de ese “postulante” que (que busca autoridad, un nido, una cueva, en el seguimiento de Jesús.
Insisto en ello. Ese “postulante”, a quien Mt llama certeramente escriba, necesita autoridad (una madriguera, una ley segura, un capital donde instalarse).
Parece que tenía madriguera y quiere mantenerla, ofreciéndose a Jesús como experto, intérprete del Libro. Es hombre honrado en el judaísmo, disfruta un buen puesto y espera conservarlo con Jesús: su grupo necesita expertos, de buen conocimiento, como los que cita la Misná (Abot) y luego la iglesia cristiana, honrando a sus doctores.
Pero Jesús sabe que el seguimiento mesiánico (el verdadero camino de la vida) exige que dejemos todas seguridades anteriores… y lo dice empleando para ello un refrán: “los zorros tienen madrigueras...”. Los animales buscan y obtienen posesión-seguridad dentro del mundo, según principios cósmicos que reflejan la providencia de Dios, como el mismo Jesús sabe: “no os preocupéis..., mirad los pájaros del cielo” (Mt 6, 25-35 par). Sus discípulos, en cambio, han roto ese plano de seguridad cósmica, propio del poder del mundo.
Jesús no necesita autoridad de escribas, ni puede ofrecerles honores y seguridades (un nido o madriguera). No tener dónde reclinar la cabeza… esa es la suerte del hombre. No tener seguridad ninguna, vivir a la intemperie, sabiendo, sin embargo, que hay una seguridad mucho más alta: la misma vida como don del cielo…, la comunión en el camino del reino.
Pregunta: ¿Ha mantenido la Iglesia esa actitud y respuesta de Jesús? ¿No son muchos los que, siguiente el ejemplo de ese postulante-escriba han buscado un puesto, un mando, en la Iglesia, para ejercer en ella como escribas? Ese es para Mt 23 el gran problema de la Iglesia. Ese sigue siendo actualmente el problema. Lo que está en el fondo no es un “problema sexual” (como parece ser en la actualidad), sino un problema de poder (como vengo indicando en este blog).
4) SEGUNDA RUPTURA: SIN PADRE DONDE VOLVER A REFUGIARNOS
Texto: (Jesús) dijo a otro: Sígueme. Pero él dijo: Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre.Él le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos. Y tú ¡vete y anuncia el reino de Dios! (Lc 9, 59-60; Mt 8, 21-22).
Ciertamente, los hombres nacemos de un padre y de una madre, provenimos de un hogar, de una casa… Pero, en un momento determinado, no podemos volver atrás para refugiarnos en la casa del padre de este mundo. Más aún, no podemos vivir para “enterrar” a los padres, es decir, para cerrarnos en aquello que han sido, al servicio del “sistema patriarcal.” Como las zorras que han dejado su madriguera para siempre, así hemos de ser, su convertir la iglesia en un tipo de nuevo y más alto patriarcalismo jerárquico (como ha sucedido en gran parte de la Iglesia católica).
La tradición sinóptica sabe que es preciso ayudar a los padres necesitados y lo dice de forma radical: el padre y la madre en apuros son más importantes que toda religión (cf. Mc 7, 8-13; Mt 15, 3-6). Pero Jesús ha contrapuesto aquí de un modo duro la autoridad de reino (buscar la verdad, ser persona) y la sujeción al padre patriarcal.
Este postulante desea "enterrar a su padre", aceptando hasta el fin su autoridad, viéndole así como signo de Dios en un mundo jerárquicamente organizado (en el fondo, quiere vivir siempre en casa del padre, empadrado). Pues bien, Jesús responde y le exige que “rompa” con el padre, que no dedique su vida a enterrar al padre, sino a ser él mismo, y lo dice con una sentencia paradójica, sobrecogedora:
‒ Deja que los muertos entierren a sus muertos... El poder social y religioso del padre que quiere cerrarnos en su mundo ya pasado pertenece al mundo antiguo, al espacio de cosas que mueren (=de los muertos). Allí donde se impone ese tipo autoridad (vivir para el pasado de los padres) no se puede expresar la novedad del Reino de Dios: triunfa la genealogía, los intereses del grupo que se justifican y sostienen entre sí..., excluyendo a los más pobres, es decir, los marginados, leprosos, huérfanos, enfermos. Por eso, en esta línea que Jesús critica, quedarse a enterrar al padre supone seguir cultivando un orden de exclusiones y clases, imposiciones y jerarquías, con su autoridad genealógica y familiar, en un mundo que se reproduce para la muerte. Por eso, hay que dejar que los muertos entierren a sus muertos.
‒ Tú, vete y anuncia el reino de Dios. Ciertamente, el reino incluye cariño gratuito y cuidado de los necesitados. Pero, precisamente por ello, desgarra la estructura patriarcal, basada en el orgullo de grupo (buenos padres y familias) y en la nobleza genealógica, que la tradición posterior del mismo Nuevo Testamento (códigos familiares de Col, Ef y 1 Ped y Pastorales) parece sacralizar de nuevo. Pues bien, Jesús aparece hablando aquí de un modo radical, duro, luminoso: precisamente para anunciar el reino hay que dejar al padre patriarcal, descubriendo y cultivando la presencia de un Dios inverso: presente en los necesitados y excluidos, que no tienen padre que pueda defenderles. Así pasamos de padre del talión intra-grupal (familia autosuficiente) al Padre de la gratuidad universal y/o de los pobres, superando los esquemas elitistas de la tierra.
((No precisamos las variantes de Mt (que sitúa el pasaje en clave de llamada) y Lc (contexto de subida a Jerusalén). En ambos casos, el motivo es claro, como han destacado M. Hengel (Seguimiento y Carisma, Sal Terra, Santander 1979) y E. P. Sanders (Jesus y el Judaísmo, Trotta, Madrid 2006). Tanto la cultura oriental y grecorromana como el judaísmo tomaban al padre como autoridad suprema, de manera que enterrarle (cuidarle, mantenerle y reconocer su poder) constituía el primer deber social y religioso)).
Pregunta: ¿No se ha hecho la Iglesia, al menos en parte, un sistema patriarcal? ¿No se dedica la iglesia a enterrar a sus muertos, olvidando el anuncio del evangelio? ¿No se encierra en su seguridad, en vez de ponerse en camino de evangelio, hacia Jerusalén?
5) EXIGENCIA ACTIVA: TOMAR EL ARADO, ABRIR EL SURCO
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Texto: Otro le dijo: "Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia." Jesús le contestó: "El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios." (Lc 10, 61-62)
Esta unidad resume y amplía los dos anteriores. Sabemos que el seguidor de Jesús no puede apelar a ninguna ventaja social (el Hijo del humano no tiene donde reclinar su cabeza: Lc 9, 58) ni familiar (no puede enterrar a su padre: Lc 9, 60); ha recorrido hasta el fin su camino y debe mantener su opción de un modo consecuente.
Esta sentencia. sin paralelo en Mateo, parece invertir la tradición israelita reflejada en la historia de Eliseo, a quien se dice que puede y debe despedirse de sus familiares, pidiéndoles permiso para ser profeta (1 Rey 19, 20). También este postulante quiere mantener los lazos con el mundo viejo, quiere mirar hacia atrás. Pero Jesús le exige que rompa los lazos pasados, que sigue en la línea del evangelio.
‒ Símbolo agrícola. El mensajero de Jesús se asemeja a un labrador (hombre o mujer) que toma en la mano el arado y abre el surco en la tierra, siempre mirando hacia adelante. Quien toma el arado y mira hacia atrás pierde el surco, destruye su faena. Así los seguidores de Jesús han de mantener la mano firme, pisar en la tierra, mirar hacia adelante.
‒ Mirar hacia atrás puede significar un abandono (dejar la tarea, sentarse cansados, rechazar el empeño)… En ese sentido se ha entendido muchas veces este dicho, aplicándolos a los que “dejan” un tipo de vocación religiosa o ministerial… y en algún sentido puede aplicarse también a ellos.
‒ Pero dejar el arado y mirar hacia atrás puede significar convertir el arado en “madriguera”; aparentar que se sigue con el arado, pero instalarse en un tipo de iglesia patriarcal de poder y de dinero, convirtiendo el arado en monedero en poltrona… Dejar el arado puede ser renunciar al empeño de arar y trabajar la tierra para el evangelio…
‒ Este pasaje no trata sólo de “ministros ordenados” (o de religiosos y religiosas), sino de todos los seguidores de Jesús, llamados a poner la mano en al arado del evangelio, para abrir el surco de la tierra, para sembrar semilla de Reino.
‒ Quien mira hacia atrás o abandona “no es digno de (no vale para) el Reino”. Esta es una palabra provocadora, que invita a mantenerse en la tarea, cambiando si hace falta las formas, para servicio del reino… Como he dicho el “arado” no es sin más un misterio ordenado, ni una vida “religiosa” (regular), sino la experiencia y tarea del Reino, que puede y debe cumplirse de muchas maneras, mirando hacia adelante.
‒ Parecen a veces muchos los que “dejan el arado”, pero el evangelio habla más bien de los que “miran hacia atrás”, de los que quieren quedarse en lo que fue, en una iglesia que no es ya capaz de sembrar y avanzar en el camino de Jesús.
Pregunta: ¿No está mirando parte de la Iglesia hacia atrás? ¿No hay un riesgo de involución: Sacralizar el arado... y quedarse parados? ¿Qué significa seguir con la mano en el arado y mirar hacia adelante, hacia nuevas colinas y tierras para arar...?
CONCLUSIÓN. EN EL CORAZÓN DEL EVANGELIO
Estas tres últimas unidades (Lc 8, 18-22) nos llevan al corazón del evangelio, allí donde Jesús ha superado la ley genealógica, el poder de la familia patriarcal, un deseo de quedarse en el pasado (mirar hacia atrás),,, para subir de nuevo a Jerusalén, sin pedir que venga el fuego del cielo sobre los de fuera (los samaritanos).
El movimiento mesiánico de Jesús implica un “nuevo nacimiento" y de esa forma rompe los esquemas de un tipo de familia que corre el riesgo de encerrar a los hombres y mujeres en un círculo sagrado de fidelidades naturales, que sirven para “defender” a los buenos (los nuestros) y rechazar a los otros. En contra de eso, Jesús quiere iniciar un movimiento de familia, un camino abierto a los de fuera, a los rechazados de Israel, a los impuros y enfermos. Es aquí donde se sitúa la ruptura más intensa de Jesús, su novedad más fuerte.
Como podía preverse, su propuesta ha encontrado opositores, no sólo entre los miembros de las clases altas (herodianos, sacerdotes, algunos escribas y, finalmente, los romanos), sino entre aquellos mismos a los que Jesús ha venido a ofrecer el Reino de Dios, iniciándolo con ellos. Éstos son tres de sus rasgos:
(a) Provocación. Jesús y sus discípulos provocan porque despliegan un tipo de vida “distinta”, que rompe con los esquemas de dominio y sumisión (y de rechazo violento) de las aldeas de Galilea. Son provocadores, pero no luchan con violencia militar, sino con una propuesta de vida diferente, pacificada, siguiendo el modelo de las bienaventuranzas anteriores.
(b) Reacción. Algunos de aquellos que no aceptan la propuesta de Jesús responden con violencia verbal e incluso social y física. En principio, ésta no es una reacción de las grandes autoridades, sino de los mismos “grupos menores” que se sienten amenazados por la conducta de Jesús y de su grupo. Esta reacción puede haber comenzado en tiempos de Jesús. Se ha generalizado en tiempo de las primeras comunidades de Galilea.
(c) Respuesta. Jesús pide a los suyos que respondan con “alegría”, no por el mal que les hacen al rechazarles, sino por la posibilidad que ellos tienen de presentarse como testigos del Reino de Dios, en la línea de los antiguos profetas. El rechazo no se entiende aquí como expresión de fracaso, sino como signo de presencia de Dios, de gozo de su Reino, en la línea de Jesús, cuya causa de paz se identifica con la causa de Dios.
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