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sábado, 14 de febrero de 2009

VI Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración

Publicado por Dabar


Compasión

Mi marido tenía un sentido del humor muy grande y también tenía una ironía finísima y solía decir: “El único defecto que le encuentro a Dios, es que es misericordioso”. Destacaba con esto lo nuclear del ser de Dios, que es amor, que se compadece que se conmueve. También destacaba lo mucho que se nos resiste la compasión y lo que nos puede complicar la vida.

Sin embargo, el amor, la misericordia, es una nota esencial del ser cristiano: “mirad cómo se quieren”. La compasión es una nota característica de toda institución cristiana y de la misma Iglesia, el ser una iglesia samaritana, que se conmueve y actúa ante el sufrimiento humano, y todo sufrimiento humano.

En el Evangelio de hoy nos asomamos al mundo interno de Jesús, sus sentimientos, la lástima por el leproso que le hace saltarse la ley del Levítico.

La ley suprema que Jesús instauró y practicó haciéndola vida es el amor. No aparecen otros sentimientos que puede que también le surgieran, ¿le preocuparía el contagio?, ¿le temblaría la mano al tocarlo? No creo que esto sea un disparate ni que atente contra la dignidad y la divinidad de Jesucristo. Creo que le da más valor a ese gesto salvador y sanador.

Jesús se preocupa también de que el leproso sea rehabilitado socioreligiosamente, la salud y la sanación incluyen las dimensiones social y espiritual en nuestro mundo y mucho más en el de Jesús. Esta enfermedad era claramente algo que trascendía un mal físico, era declarado “impuro”, apartado de la sociedad y profundamente marginado.

Creo que esta actitud de Jesús, responde a su profunda experiencia de intimidad con el Padre y desde esa experiencia se da la conciencia para unir la acción, el compromiso, concreto que es salvación.

Vemos como a Jesús esta acción, esta buena acción le complica la vida y se la dificulta, tiene consecuencias que él no desea. Con esta experiencia podemos conectar en la nuestra. Seguro que nos ha pasado que hemos hecho algún bien y luego nos ha traído consecuencias. Esto tiene mucho que ver con lo que nos cuesta el compromiso, y la facilidad para inhibirnos ante el sufrimiento de otros.

Lo que sucede es que desde la experiencia de intimidad con el Padre lo que nos da la felicidad, paradójica y rarita a los ojos del mundo es intentar hacer de la misericordia y de la compasión el eje que unifique nuestros sentimientos, nuestro pensamiento y nuestra acción. Para esto hace falta esa experiencia y hace falta la asistencia del Espíritu Santo y muchas otras virtudes y dones, en concreto a mí me hace falta, mucha falta, la humildad y la paciencia porque como a San Pablo me sorprendo con mucha frecuencia que, queriendo hacer un bien, me sale un mal.

LOURDES AZORÍN



DIOS HABLA

LEVITICO 13, 1 2. 44 46
El Señor dijo a Moisés y Aarón: «Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produz¬ca la lepra, será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus hijos sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra: es im¬puro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza. El que haya sido declarado enfermo de lepra andará hara¬piento y despeinado, con la barba tapada y gritando: “¡Impuro, impuro!” Mientras le dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento».

I CORINTIOS 10, 31 11, 1
Hermanos: Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios, como yo, por mi parte, procuro contentar en todo a todos, no bus¬cando mi propio bien, sino el de la mayoría, para que se salven. Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo.

MARCOS 1, 40 45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme». Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio». La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés». Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.



EXEGESIS

PRIMERA LECTURA
Los capítulos 13-14 del Levítico son todo un tratado sobre la lepra. En realidad no se puede hablar de la lepra (enfermedad de Hansen) como hoy la conocemos sino de toda clase de síntomas de enfermedades cutáneas.

Sin duda que un dermatólogo pasará un buen rato tratando de identificar cada uno de esos síntomas y dándoles un nombre. Misión imposible, nos dicen. Hay que conformarse con percibir cómo claramente se refieren a enfermedades de la piel. Hongos, pústulas, florescencias.. son clasificadas como lepra, de la que se tiene en cuenta sobre todo su contagio y la impureza que provoca en personas y objetos. Todo ello impide que el ‘contaminado’ pueda acercarse al culto y a la sociedad. ‘Andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: ¡Impuro!, ¡Impuro!” (v.45).

Hay en el Levítico no sólo un deseo de preservar el culto por una parte y la pureza del pueblo por otro, sino también una clara preocupación por evitar la separación instintiva de todo aquello que produce aversión (por aspecto, miedo o prejuicio); evitar que eso afecte no solamente a quien realmente ha quedado afectado por la enfermedad. Se estudia por ello, caso por caso, para que las apariencias de la enfermedad no sean clasificadas como enfermedad sino que se pongan todos los medios para comprobar lo inevitable de la separación. Si hay atisbos de curación, pide aplazar la decisión; si se comprueba que se va curando, se le envía al sacerdote para que lo declare puro y siga su vida integrada en la sociedad, en el pueblo.

A pesar de esas medidas de precaución y buena praxis social, médica y religiosa, nos estremece la suerte de aquellos enfermos. Olvidamos que sólo un conocimiento exhaustivo cada vez más eficaz y exacto puede ayudar a evitar estas actitudes de rechazo. Y ni siquiera entonces. Sólo la compasión podrá venir en nuestra ayuda para no cometer semejantes dislates.

¿Quién puede decir que ha superado toda aversión y rechazo al color, a determinadas enfermedades, al trato con personas deformes o incapaces? ¿Quién no dirige la mirada preferentemente hacia los bien vestidos, educados, aseados, blancos…? ¿De veras hemos superado el clasismo, el rechazo de barrios, razas, color de la piel, situaciones económicas, casas o barrios inhabitables? ¿Nos sentimos contentos de compartir la misma habitación de hospital con pobres, desheredados, gitanos, emigrantes…?

Sólo el cambio de la mirada puede salvarnos. No empezar por los síntomas, sino por la persona. Este fue en todo el ‘iter’, el camino, seguido por Jesús: no va con la Ley (con los prejuicios de nuestra cultura, religión o ideología o intereses) y la aplica al prójimo. Al contrario: se acerca a las personas, dialoga, conoce su situación, se deja llevar por la compasión… al final también se acuerda de la Ley no para alejarlo, sino para reintegrarlo a la sociedad.

TOMÁS RAMÍREZ
tomas@dabar.net


SEGUNDA LECTURA
En los capítulos 8 y 10 de esta carta Pablo trata de un problema que tenían los cristianos de Corinto: ¿se podía o no comer las comidas ofrecidas a los ídolos?. Naturalmente no es problema que importe demasiado a los cristianos de hoy día, pero, a este propósito, Pablo ofrece indicaciones de total actualidad.

Cuanto aquí se dice es el final de esa sección y Pablo habla de algunos principios esenciales de vida cristiana.

El más importante es la actitud de entrega vital ya concreta a Dios y a los demás expresada en la primera frase de hacerlo todo a gloria de Dios, es decir, por Él y no por nosotros mismo.

La gloria de Dios no está separada de la relación con los demás, sino que se realiza en ella tal como realmente se da. Por eso se menciona algo tan concreto como el procurar no escandalizar a los demás, ayudarles y darles gusto en los niveles más profundos.

Lo curioso es que, si se leen atentamente los dos capítulos que culminan en estas líneas, se verá que Pablo, aunque intente lo que aquí dice, no lo logra del todo. Pretende conciliar la libertad de proceder, siguiendo la propia conciencia que, a los informados, no les pone obstáculo ninguno para comer todo tipo de manjares, aun los ofrecidos a los ídolos, con el respeto a los que se escandalizan por esa conducta. Y ha dicho que, en aras de éstos, se puede renunciar a los derechos que uno tiene. Porque la atención a los demás, a los “débiles”, como les llama en estos capítulos, prima sobre todo. Pero en concreto, Pablo no puede contentar a los “avanzados” y a los “retrógrados/débiles” que en Corinto discutían sobre el tema de las comidas de los ídolos. La solución que propone ciertamente escandalizaría de hecho a estos últimos.

Pero de lo que se trata en definitiva no es de lograr un arreglo o componenda que a todos satisfaga, sino de tener una actitud de atención a los otros y a sus modos de ser, de no prescindir de ellos y de no despreciarlos en modo alguno, aun cuando no se pueda contentarlos plenamente. Pablo busca el bien de los demás y eso es lo esencial; es lo que propone a los corintios y, en ellos, a todos nosotros.

Es importante no quedarse sólo en los principios generales y teóricos, por verdaderos que sean, sino ver cómo se encarnan en las situaciones históricas y sociales. Pablo es un ejemplo no sólo por lo que él dice, sino por lo que hace y aparece en sus escritos.

FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net



EVANGELIO
Texto. En el marco de la proclamación de la buena noticia en las sinagogas de Galilea tiene lugar un nuevo hecho de curación. Sin embargo, la condición del enfermo, un leproso, no permite pensar en la sinagoga como lugar de curación. Un leproso tenía que vivir aislado de toda comunidad humana. Si, no obstante esa condición del enfermo, Marcos presenta su curación en el marco de la sinagoga, ello tiene que ser debido no tanto a la objetividad del dato sobre el lugar, cuanto al peculiar ordenamiento de los hechos ideado por el evangelista. Marcos quiere seguir insistiendo en el contraste de intereses de la gente y de Jesús.

En esta ocasión es el propio enfermo quien pide la curación. No podía ser de otra manera, dado su aislamiento social. La reacción de Jesús da la medida de la complejidad de la situación. Sintiendo lástima. Es la primera vez que Marcos deja asomar el mundo interior de Jesús. A Jesús le puede el enfermo. Si quieres, puedes (enfermo). Quiero (Jesús). Entre medio la com-pasión. No se puede evocar más con menos palabras ¡Maravilloso!

Por ello mismo, cobra mayor hondura dramática la posterior severidad de Jesús. Nuevo apunte del mundo interior de Jesús. Jesús es presa de dos urgencias irreprimibles: recuperación del ser social del ex-leproso; necesidad de que el centro de atención de la gente no sea su persona, sino la buena noticia de la llegada del Reino de Dios.

Pero el ex-leproso divulga el hecho y sólo el hecho. Lo que desde una óptica humana puede entenderse como reacción comprensible, desde la óptica del evangelista sella la sima existente entre los intereses de la gente y de Jesús. Marcos formula esa sima de manera muy gráfica: los lugares habitados no son el sitio de Jesús; su sitio es la soledad de los lugares deshabitados, retomando un dato que ya encontrábamos el domingo pasado en 1,35. Marcos sella así el fracaso de la proclamación de la buena noticia: la gente no parece estar interesada en la buena noticia.

Comentario. Finaliza aquí una secuencia de acontecimientos que se abría programáticamente el tercer domingo ordinario con la proclamación de la llegada del Reino de Dios (1,14-15).

El contraste de intereses que se perfilaba hace una semana en 1,29-39 queda hoy claramente confirmado. La gente va por un lado y Jesús por otro. La gente insiste en acudir a Jesús por las curaciones que éste hace; Jesús insiste en aislarse de la gente por el nulo interés de ésta en la buena noticia que él les ha dado. Marcos es claro y rotundo: con gente así, Jesús prefiere estar solo. ¿Porque Jesús así lo quería? No. ¡Porque la gente le obligaba a ello!

¿Es hoy diferente la situación? Me gustaría pensar y decir que es diferente, pero mucho me temo que hay serios motivos para compartir el realismo pesimista de un autor bíblico de la talla de San Marcos. Tal vez sea cierto que Jesús siga hoy viéndose obligado a vivir en descampado, porque le obligamos a ello.

ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net


NOTAS PARA LA HOMILIA

Continuando la lectura de Marcos, el evangelio que hemos escuchado nos sitúa en los primeros momentos de la actividad de Jesús en Galilea. Un leproso, alguien que como nos describe el Levítico ‘Mientras le dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento’ se acerca a Jesús, y le dirige de rodillas una súplica.

’Si quieres, puedes limpiarme’
Resulta sorprendente la fuerza de la palabra breve de Marcos. La escena es impresionante, un leproso, alguien apartado de la ciudad (prescrito por la Ley, ante el temor al contagio, se protege a la mayoría), en una actitud casi humillante, de rodillas, eleva una súplica, expresa un deseo y una necesidad evidente: quedar limpio. Pero los verbos que acompañan la petición esperanzada encierran algo más que un simple dar lástima. El ‘puedes’ está expresando la convicción de que la realización del deseo no descansa en él mismo, sino en el otro. Está reconociendo en Jesús el poder de curarle. ¡Que lejos queda la autosuficiencia, el individualismo, el egocentrismo!. Pero aún hay más. Con el ‘si quieres’, esta reconociendo que su solicitud no es la reclamación de un derecho, ni que el otro tiene la obligación de atenderla; sencillamente está dejando en manos de Jesús y su libertad la decisión de limpiarle.
¡Cuántos gritos están llegando a nosotros pidiendo quedar limpios de aquello que les obliga a estar ‘fuera de la sociedad’!, porque los hay: inmigrantes, pobres, parados, minusválidos,…necesitamos escucharlos como Jesús escucha la súplica del leproso.

‘Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó’
El primer rasgo de los sentimientos de Jesús que nos narra Marcos. Sentir lástima, compasión,…algo que aparentemente nos hace débiles, pero paradójicamente nos hace más humanos, despierta en nosotros los más nobles sentimientos de humanidad; somos unidad con el resto de personas que conformamos la humanidad, lo que padece uno nos afecta a los demás, porque somos uno con el género humano, solidarios en origen y destino. Este sentimiento lleva a Jesús a actuar, a extender su mano,…y tocarle. No parece que le mueva el temor al contagio, no parece que tema por su propia seguridad,…se mueve por su corazón, por su solidaridad con alguien, por hacerse uno con el débil, con el apartado de la ciudad.
Es preciso configurar nuestros sentimientos con los de Jesús, sentir lástima y compadecernos, algo que en nuestra sociedad de hoy no se cotiza al alza, ya que bajo capa de ‘salud mental’, ‘impotencia’, ‘incomodidad’, vamos endureciendo nuestro corazón y tendemos a dar un rodeo, cerrar los ojos, cambiar de canal, echar la culpa al individuo o al estado… en definitiva vivir de espaldas a la realidad.
De la misma forma que para Jesús no es suficiente el sentimiento compasivo, aunque sí necesario, tampoco debería serlo para nosotros, y al igual que Jesús se acerca y toca, también nosotros deberíamos ponernos en marcha, actuar, salir de nuestra comodidad. ¿o es que tenemos ya el corazón demasiado endurecido?.

‘Quiero: queda limpio’
El querer de Jesús es claro: la sanación, la integración del leproso en la comunidad. Poder y querer pasando por el corazón, es el camino por el cuál transitamos todos los días. Estoy convencido de que podemos más de lo que hacemos, y aunque decimos que queremos, no terminamos de ponernos manos a la obra y hacer lo que queremos, quizás porque no lo pasamos por el corazón como Jesús, por los sentimientos de Cristo.
Pero en la misma línea que el domingo pasado, la Buena Noticia de la que Jesús es el portador, la voluntad de salvación de Dios para todos los hombres a través del amor, la sanación, la solidaridad, la entrega, el compromiso… sigue sin ser captada como lo más importante, y el leproso se conforma con la curación de sus males. No sabemos si se presentaría en el templo para ofrecer lo prescrito por la Ley, a Marcos la interesa más recoger el comportamiento del leproso, contrario al encargo de Jesús ‘no se lo digas a nadie’, lo cual implica que el cumplimiento de la voluntad de Jesús, no es el criterio para su vida. Y en consecuencia, es Jesús quien se queda fuera de la ciudad, porque ya no puede andar con libertad, y acuden a él…¿a seguirle, aprender, conocerle, escucharle, amarle?, o ¿a que les remedie sus males?. Seguimos constatando tristemente que muchos cristianos, también se acercan a Jesús, no tanto para conocer a Dios ‘quien me conoce a mí, conoce al Padre’, sino para que les cure de forma milagrosa, y extraordinaria. Que nuestra celebración nos ayude a purificar nuestras intenciones, y queriendo lo que Jesús quiere, siendo nuestro deseo profundo, realicemos lo mucho que aún podemos hacer.


JOSE ANGEL FUERTES
joseangel@dabar.net


PARA LA ORACION

Señor, tú que te complaces en aquéllos que luchan por ins¬taurar tu Reino entre los hombres, concédenos vivir de tal modo en coherencia con nuestra fe que merezcamos tenerte siempre con nosotros y así transformar nuestro mundo. Por nuestro Señor.
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Señor, que estas ofrendas nos renueven y, al convertirse para nosotros en alimento de vida, nos lleven a cumplir siempre tu voluntad.
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En verdad es justo y necesario reconocerte como Santo, Señor, Origen y Meta de todo lo creado, que cuidas sin desmayo de cada uno de nosotros y del mundo en que vivimos para que podamos caminar como hijos, dando testimonio de tu Grandeza y Amor sin límites.
Te proclamamos Santo porque de este modo nuestras vacila¬ciones y pesares, lejos de hundirnos en el sin sentido, son acogidas y mimadas, con entrega y paciencia, para que a través de esta fra¬gilidad podamos rehacer la tarea.
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Al terminar nuestra celebración, te pedimos que busquemos siempre construir tu Reino, como lo hizo tu Hijo, y así alcance¬mos la vida eterna.


LA MISA DE HOY

MONICIÓN DE ENTRADA
Vamos a comenzar la celebración de la Eucaristía, que es un encuentro con nosotros mismos, con los hermanos y con Dios. Un encuentro con nosotros que nos lleve a revisar la auten¬ticidad de nuestra vivencia de la fe; un encuentro con los her¬manos que nos haga caer en la cuenta que nunca podemos pres¬cindir de ellos en nuestra vida, para servirles y amarles de forma práctica; un encuentro con Dios que nos aporte la esperanza y la ilusión necesarias para trabajar incansablemente por el Reino.

El está presente en medio de nosotros y nos invita a seguir adelante, recordándonos que no estamos solos, que él está siem¬pre con nosotros, marchando por delante, marcándonos el ca¬mino y animándonos a seguir juntos, en comunidad, adelante, hasta alcanzar la parusía.

SALUDO
Hermanos, que la gracia y la libertad de nuestro Señor Je¬sucristo, el amor del Padre que nos quiere a todos hermanos, y la comunión del Espíritu Santo que nos lleva a trabajar por el Reino, esté siempre con todos vosotros.

ACTO PENITENCIAL
-Por nuestros miedos, por nuestra tendencia a buscar lo fácil y lo seguro, arriesgando poco o nada en la causa del Reino. Señor, ten piedad.
-Por nuestros pecados individuales y colectivos, por nuestros corazones y nuestras estructuras opresoras. Cristo, ten piedad.
-Por negarnos a luchar con todas nuestras fuerzas para cam¬biar los hombres y las sociedades conforme a tu voluntad de conseguir una fraternidad universal. Señor, ten piedad.

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
El presente relato del Levítico nos muestra cuáles con las prescripciones legales vigentes en el pueblo judío en lo referen¬te a los casos de leprosos y cualquier otro enfermo de piel. La marginación a que era sometido el enfermo queda patente en el texto.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 31)
Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.
Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.
Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: «confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.
Alegraos, justos, y gozad con el Señor; aclamadlo, los de corazón sincero.
Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.

MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Seguir el ejemplo de Cristo, haciéndolo todo para gloria de Dios, es el consejo que da Pablo a la comunidad cristiana de Corinto, consejo basado en su propio testimonio: también él sigue en todo el ejemplo de Cristo.

MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
Un leproso se acerca de forma imprevista a Jesús solicitán¬dole ser curado. Después de curarlo, Jesús le indica que siga las prescripciones legales propias del caso; ello hará que el orden legal comience a enfrentarse con Jesús, a pesar de los esfuerzos de éste por evitar tal conflicto.

ORACIÓN DE LOS FIELES
Con humildad y confianza presentamos nuestros deseos a Dios nuestro Padre:
-Para que la Iglesia haga un esfuerzo serio para responder efi¬cazmente a los problemas que aquejan a nuestro mundo. Ro¬guemos al Señor.
-Para que todos los miembros de la Iglesia hagan un esfuerzo y vivan la fe sin miedo y de acuerdo con las exigencias de nues¬tro tiempo. Roguemos al Señor.
-Para que todos los cristianos vivamos del lado de los pobres, apoyándoles y ayudándoles a mejorar su situación. Rogue¬mos al Señor.
-Para que hagamos nuestra la lucha de los oprimidos para con¬seguir su liberación. Roguemos al Señor.
-Para que nuestra comunidad (parroquial) supere el estilo le¬galista y desencarnado de vivir la fe y aprenda a vivirla lu¬chando por la causa de los pobres. Roguemos al Señor.
Oración: Que nuestra oración, Padre, llegue hasta ti, y que nuestras obras la acompañen. Por Jesucristo nuestro Señor.

DESPEDIDA
Que este encuentro con Dios en los hombres, en el seno de la comunidad, nos lleve a ser coherentes en todo momento y no hacer nunca nada que pueda hacer daño a los hombres.


CANTOS PARA LA CELEBRACION
Entrada: Cerca está el Señor del disco "Cerca está el Señor"; Alrededor de tu mesa (1 CLN A4); Nadie hay tan grande... (cb 131) del disco "Lámpara de barro" de Gabaráin.
Acto penitencial: Señor ten piedad del disco "12 Canciones Religiosas y Litúrgicas para el siglo XXI".
Salmo: LdS.
Aleluya: Canta aleluya al Señor
Ofertorio: Te presentamos el vino (1 CLN H3); Quiero estar Señor en tu presencia, del disco "Cantos para participar y vivir la Misa".
Santo: (1 CLN 1 6).
Cordero de Dios: (1 CLN Ñ 6).
Comunión: Acerquémonos todos al altar, del disco "Alrededor de tu mesa"; Cerca de Ti, Señor; Comiendo del mismo pan (1 CLN O 27).
Final: Gracias por cada nuevo día (adaptación de Taulé del canto alemán Danke); Gracias, Señor por tu palabra (1 CLN O 4).



Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net

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