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jueves, 19 de marzo de 2009

IV Domingo de Cuaresma - Ciclo B: Los que buscan la vida eterna la encontrarán en Jesús (Jn 3,14-21)

Publicado por Misioneros Monfortanos
(2Cron 36,14-16.19-23; Ef 2,4-10; Jn 3,14-21

“Lo mismo que Moisés levó la serpiente…” (Jn 3,14)

Para presentar su propio misterio Jesús utiliza una imagen muy conocida de sus interlocutores, la de la serpiente de bronce. Este episodio ocurrió en el desierto del Sinaí, durante el Éxodo: los Hebreos están acosados por serpientes venenosas y suplican a Moisés de interceder por ellos ante Dios: “Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en un asta. Cuando alguien era mordido por una serpiente miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado”. (Num 21,9) Moisés expresa que aquel que cura es el Señor, y no la serpiente.

“Así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre…” (Jn 3,14)

Jesús vuelve a tomar ese ejemplo para sí mismo. Lo que permite la comparación es la palabra “levantado”, Jesús será levantado en la cruz como la serpiente de bronce había sido levantada sobre el pueblo. Lo mismo para la palabra “vida”. Los que habían sido heridos mortalmente en el desierto conservaban la vida mirando la serpiente de bronce: los que buscan la vida eterna la encontrarán en Jesús, si “creen”. Jesús da la vida. En plenitud: no sólo la vida humana también la vida eterna. De la misma manera que al levantar los ojos con fe en el Dios de la Alianza para ser curado físicamente, ahora basta levanta los ojos con fe hacia el Cristo de la Cruz para recibir la curación interna. Al momento de la crucifixión, san Juan recordará las palabras de Zacarías: “Mirarán al que


atravesaron” (Jn 19,37) “Mirarán”, esto quiere decir quecreerán en Él, que reconocerán en Él el amor mismo de Dios.

“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen el Él, sino que tengan vida eterna” (Jn 3,16)

Aquel que escribe esas palabras conmovedoras estaba allí en la tarde del viernes, al pie de la cruz. Era el único apóstol. Desde entonces, no ha parado de volver a ver y comunicar el gesto de Dios en su Hijo. Es que lo ha vivido. Y lo hace vivir en los cristianos para quienes escribió su Evangelio. También para nosotros, para que creamos que “Dios es amor”.

Se puede ver la cruz de Cristo de una manera doble: ella es, en verdad, la prueba del odio y de la crueldad del hombre, pero es infinitamente más el signo de la bondad y el perdón de Cristo; acepta de ser levantado en ella par mostrarnos hasta dónde va el amor de Dios para la humanidad. La cruz es el lugar mismo de la manifestación del amor de Dios: “El que me ve a mí, ve al Padre” (Jn 14,9) En Cristo levantado en la Cruz, leemos la ternura de Dios, más allá del odio de los hombres. Y este amor es contagioso: mirándolo nos ponemos a reflejarlo.

En medio de esta cuaresma, ojala podamos meditar y concretizar estas palabras. “El que realiza la verdad se acerca ala luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”. (Jn 3,21)

Oración

Vivimos tiempos poco halagüeños.
Las noticias de asesinatos y guerras
son el tema fundamental de nuestros telediarios.
Si Dios juzgara o midiera la vida
según nuestros parámetros
lo daría todo por perdido.
Nos pide lo mismo que pidió a Nicodemo:
que busquemos en nuestro corazón
y volvamos a inventarlo todo.
En todos nosotros hay un niño
capaz de imaginar y sorprenderse.
Dios cada día sueña
y nos ve capaces de arreglar el mundo
que ayer dejamos como la habitación
de un adolescente.
Dios pone en nuestro camino
personas que nos ayudan y animan.
Tal vez nos cueste entender que en Jesús
está nuestra fuerza y nuestra plenitud.
Que en los momentos de gozo y de dificultad
que nos toquen vivir a lo largo de la semana
sepamos levantar nuestros ojos
y veamos en Jesús el camino a seguir.

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