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sábado, 14 de marzo de 2009

A pesar de todo yo amo a mi Iglesia: III Domingo de Cuaresma - Ciclo B: (Juan 2, 13-25)


El Evangelio de hoy nos tiene que hacer reflexionar sobre la Iglesia y sobre nosotros que somos Iglesia. Tengo que re- conocer que la Iglesia tiene mala literatura hoy. Los hay tan torpes como Saint-Cyran escribiendo a San Vicente de Paúl: “Sí, yo lo reconozco: Dios me ha dado grandes luces. El me ha hecho comprender que ya no hay Iglesia. Dios me ha hecho comprender que hace cinco o seis siglos que ya no existe la Iglesia

Antes de esto la Iglesia era un gran río que llevaba aguas transparentes, pero en el presente lo que nos parece ser Iglesia ya no es más que cieno. La Iglesia era la esposa, pero actualmente es una adúltera y una prostituta. Por eso la he repudiado y quiere que la sustituya otra que sea más fiel”.

Que hay atrevidos los hay. Que se las dan de profetas, también. Pero que se atrevan a hablar en nombre de Dios “que se lo hecho comprender” ya pasa de atrevimiento. Que la quiere más fiel, eso lo sabemos todos. Pero que “otra” más fiel ya me huele a luteranismo.

Tenemos que reconocer que hoy se conocen más los defectos de la Iglesia que sus virtudes. Se dice “Cristo sí, Iglesia no”. Pues yo amo a mi Iglesia, ya que ha sido ella la que me ha dado a Cristo. Sin Iglesia ¿cómo llegaría a conocer a Cristo? Y cuando digo que creo en la Iglesia estoy afirmando que creo en Cristo. “Lo mismo que cuando afirmo que estoy bebiendo un baso de vino, lo que realmente bebo es el vino y no el baso”. Pero sin baso ¿cómo beber el vino?

¿Qué la Iglesia tiene defectos? Los tuvo, los tiene y los tendrá, al menos mientras la Iglesia está compuesta por cada uno de nosotros. Me encanta la comparación de José Luís Martín Descalzo cuando escribe comentando a Bernanos: “Siempre que yo me monto en un tren, sé que en la historia del ferrocarril está llena de accidentes. Pero no por eso dejo de usarlo.”

“La Iglesia, escribe Bernanos, es como una compañía de transportes que, desde hace dos mil años ha tenido que contar con muchos descarrilamientos, con infinidad de horas de retraso. Pero hay que decir que, gracias a sus santos, la compañía no ha quebrado”.

Que la Iglesia ha tenido descarrilamientos, los ha tenido. Y que con frecuencia también camina con muchas horas de retraso, también es cierto. Pero ¿no sucede también esto en la vida? Vamos al aeropuerto y lo primero que hacemos es mirar el Tablero de Vuelos. Y vemos cantidad de cosas: “Vuelo suspendido”. “Vuelo con retraso”. “Llegada no confirmada”. “Vuelo en hora”. ¿Qué los aviones son seguros? Lo son. Pero cuántos accidentes también y con cantidad de muertos. Y cuando los técnicos encuentran la famosa “Caja negra” sacan sus conclusiones: “fallo mecánico”. Pero también dicen: “fallo humano”. Y la mayoría de las veces son fallos humanos.

Por eso tanto los trenes, como los autobuses, como los aviones necesitan de mantenimiento. Lo mismo le sucede a la Iglesia. También ella “necesita mantenimiento”. Un mantenimiento que nosotros llamamos “conversión”. Necesita entrenamiento de los Pilotos. Pero también de los mecánicos y del personal de tierra. Lo mismo le sucede a la Iglesia. Necesita entrenamiento de los pilotos que son los pastores. Necesita entrenamiento del personal de tierra que somos todos nosotros.

¿Que con frecuencia tienen piezas que hay que reemplazar? Es evidente. ¿Qué con frecuencia también en la Iglesia se necesita reemplazar piezas? Muchas más de lo que pensamos. Pero reemplazar piezas no significa decir que la Iglesia ya no sirve. Jesús no le puso una bomba al templo por ser inútil. Lo que hizo fue echar de él toda la quincalla que estorbaba el paso y que deformaba el verdadero sentido del Templo: “no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”.

La Iglesia es algo muy ambiguo, como diría De Lubac: Es divina pero es humana a la vez. Es de Dios y es de los hombres también. Está gobernada por Cristo, pero también por los hombres. La Iglesia no falla en lo que tiene de divino, sino en lo que tiene de humano. La Iglesia no falla por ser de Dios, sino por nuestros fallos e infidelidades humanas. No falla por ser gobernada por Cristo, sino por las deficiencias del gobierno de los hombres.

Yo amo la Iglesia de Cristo. Pero también amo a la Iglesia defectuosa de los hombres. Porque, gracias a sus defectos humanos, yo puedo estar y seguir en la Iglesia.

Yo amo a la Iglesia de Cristo y a la Iglesia de los hombres, aunque por causa de los hombres, muchas veces, llegue con horas y días y hasta años de retraso. Porque entonces no seré yo quien critique a la Iglesia, sino que tendré que criticarme a mí mismo que soy la causa de que no llegue a tiempo, ni de que sea siempre tan fiel, ni de que sea siempre tan transparente como Jesús la quisiera.

Oración

Señor: Tú limpiaste a escobazos el Templo porque había dejado de ser la casa del Padre. Es posible que tengas que volver a tomar la escoba entre tus manos y limpiar muchas cosas que tampoco nos convierten hoy en la casa de tu Padre.
Pero tú ya nos conoces demasiado. Y la conoces demasiado bien.
Porque a pesar de sus defectos, aún sigue habiendo cristianos Santos, capaces de renovarla y darle nueva vida. Es posible que los Santos sean los que impiden que tu Iglesia entre en la quiebra, a pesar de que los demás seamos bastante mediocres.

(Clemente Sobrado C.P.) www.iglesiaquecamina.com

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