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lunes, 6 de abril de 2009

Evangelio Misionero del Día: Martes 07 de Abril - MARTES SANTO

Por CAMINO MISIONERO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 13, 21-33. 36-38

Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente:
«Les aseguro que uno de ustedes me entregará».
Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.
Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale a quién se refiere». Él se reclinó sobre Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?»
Jesús le respondió: «Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato».
Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: «Realiza pronto lo que tienes que hacer».
Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que hace falta para la fiesta», o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.
Después que Judas salió, Jesús dijo:
«Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado
y Dios ha sido glorificado en Él.
Si Dios ha sido glorificado en Él,
también lo glorificará en sí mismo,
y lo hará muy pronto.
Hijos míos,
ya no estaré mucho, tiempo con ustedes.
Ustedes me buscaran,
pero Yo les digo ahora
lo mismo que dije a los judíos:
“A donde Yo voy,
ustedes no pueden venir"».
Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?»
Jesús le respondió: «Adonde Yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás».
Pedro le preguntó: «¿Señor, por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti».
Jesús le respondió: «¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces».



Compartiendo la Palabra
Por Pablo Largo cmf

Queridos amigos:

Jesús, tal como lo presenta el cuarto evangelio, no va a oscuras y a tientas por la vida. Lo podemos comprobar en tres anticipaciones de las que dan cuenta los relatos de ayer y hoy: él prevé con toda clarividencia lo que va a suceder, y esto le permite afirmar que María guardaba el perfume para su sepultura; él conoce los corazones y planes de los hombres, y no se le oculta el plan tramado por Judas de entregarlo; él está al corriente de futuras flaquezas humanas, y sabe de antemano que Pedro lo negará tres veces.

El relato de hoy pone de relieve esa clara distinción entre su conocimiento y la ignorancia de los discípulos. Estos sí que andan a oscuras: el discípulo amado no sabe quién es el traidor; otros piensan que Judas sale a atender alguna de las tareas de su cargo, o a dar una limosna; Pedro se siente fuerte, leal a toda prueba y trance.

Pero la mirada de Jesús no penetra solo en las circunstancias que rodearán su muerte. No son ya los simples hechos, los dramáticos hechos, lo que anticipa; hay algo más hondo, de otro nivel: es el sentido de su muerte lo él que conoce y ahora revela a los suyos. Lo declara con estas palabras: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él. (Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará)”. Glorificación del Hijo y glorificación de Dios van inseparablemente unidas.

En las bodas de Caná, como en una anticipación, había comenzado Jesús a manifestar su gloria (Jn 2,11); con ese signo y con sus restantes obras muestra la gloria de Dios (11,40). Y mediante su pasión Dios va a ser glorificado en él. ¿Qué vínculo secreto enlaza esa acción y esos padecimientos que dan a la par gloria a Dios? La entrega rendida y amorosa a la voluntad de su Padre. Al Hijo le viene su gloria porque en todo momento acata y cumple ese querer; y la gloria del Padre se muestra en que su Hijo es así y actúa así y padece así. En la cruz se pondrán definitivamente de manifiesto el esplendor de su obediencia al Padre y el esplendor de su amor por el Padre y de su amor por los que el Padre le ha dado. ¿Cómo y cuándo decimos nosotros, en el Hijo, “hágase tu voluntad”?

Un saludo fraterno
Pablo Largo

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