Por P. José Enrique Ruiz de Galarreta, S.J.
La Semana Santa reconstruye de alguna manera la última semana de la vida mortal de Jesús. Según esto, Jesús habría entrado en Jerusalén el Domingo. La entrada se presenta como “mesiánica”, simbolizando que Jesús es el que esperaban, por lo cual sube al Templo y lo purifica de sus abusos, mostrándose como verdadero Señor del Templo, con el consiguiente escándalo de los sacerdotes. Jesús se retira por las noches a Betania, o a los huertos de olivos que están a medio camino.
Desde el lunes al miércoles, Jesús aparece todas las mañanas en el Templo para enseñar; allí tienen lugar las fortísimas controversias con los fariseos, los saduceos y los escribas, que determinan la ruptura definitiva. Los sacerdotes y los ancianos deciden su muerte y buscan la ocasión, que les proporciona la traición de Judas. El Jueves, Jesús entra de incógnito en Jerusalén y celebra una cena de despedida con sus discípulos más allegados. Esa misma noche es detenido en el huerto de los olivos.
Se le condena a muerte y el viernes es crucificado. El Sábado es el Gran Sabbat, que coincide aquel año con la Pascua. Al amanecer del Domingo, las mujeres van al sepulcro, lo encuentran vacío y dan la noticia. Después, se sucederán una serie de manifestaciones de Jesús y nacerá la fe de los discípulos en él.
Estos acontecimientos se celebran litúrgicamente en cuatro fiestas. Domingo de Ramos; Jueves Santo; Viernes Santo; Resurrección (Vigilia y Domingo)
Es importante recordar que no estamos simplemente conmemorando los sucesos históricos, sino celebrando lo que significaron y significan; y que este significado es unitario: toda la celebración se dirige y llega a su cumbre en la Resurrección; sin ella, todo lo anterior carece de sentido.
Se le condena a muerte y el viernes es crucificado. El Sábado es el Gran Sabbat, que coincide aquel año con la Pascua. Al amanecer del Domingo, las mujeres van al sepulcro, lo encuentran vacío y dan la noticia. Después, se sucederán una serie de manifestaciones de Jesús y nacerá la fe de los discípulos en él.
Estos acontecimientos se celebran litúrgicamente en cuatro fiestas. Domingo de Ramos; Jueves Santo; Viernes Santo; Resurrección (Vigilia y Domingo)
Es importante recordar que no estamos simplemente conmemorando los sucesos históricos, sino celebrando lo que significaron y significan; y que este significado es unitario: toda la celebración se dirige y llega a su cumbre en la Resurrección; sin ella, todo lo anterior carece de sentido.
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