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viernes, 5 de junio de 2009

Domingo de la Trinidad 7. 6. 09. Misterio (JMS), Diálogo (Pikaza)

Publicado por El Blog de X. Pikaza

Ha llegado el domingo de la Trinidad, el día del misterio de Dios (como ha destacado JMS, a quien agradezco una vez más su colaboración), como he puesto de relieve yo mismo, destacando la certeza que está al fondo de ese misterio: los cristianos nos atrevemos a decir que Dios es Trinidad porque hemos descubierto su presencia por medio de Jesús, sabiendo así que él es Diálogo (amor creador y compartido). Al decir que Dios es Trinidad no queremos ir en contra de nadie, sino afirmar poner de relieve que Dios es para nosotros Dios de todos.

Texto: Mt 28, 16-20:

Así lo pone de relieve este pasaje de la Biblia, el único texto del Nuevo Testamento que habla claramente de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, vinculando esa “palabra” (esa confesión) con la misión universal:

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Tras la lectura quiero ofrecer una breve reflexión que me ha mandado J.M.S (http://txirimbolo.zoomblog.com/archivo/2009/05/ ) sobre la Trinidad como misterio. Yo me atrevo después a poner de relieve un rasgo de ese misterio, diciendo que es diálogo encarnado. Buen fin de semana a todos.

TRINIDAD, UN MISTERIO (JMS)

La Trinidad de personas en Dios dentro de la unidad de naturaleza es un dogma definido tras muchas y duras discusiones entre los teólogos que problematiza nuestra comprensión racional. Sin tener la pretensión de aclarar el misterio, trato de vivirlo de la forma más cristiana que entiendo, soslayando las especulaciones teóricas que sólo traen pelea y destacando su significación en la vida, en mi vida.

Dios Padre me crea al crear el mundo. Existo porque Dios lo quiere, junto con los árboles y las estrellas; sólo que las cosas tienen naturaleza ya determinada y las personas tenemos culturaleza, es decir, historia y capacidad de decidir nuestro destino.
El Verbo de Dios, Jesucristo, me enseña o revela cuál es el camino vital para lograr la felicidad a la que aspiramos desde lo más profundo: es el amor que crea la convivencia justa y pacífica de la humanidad. Por el amor somos salvos de nuestros errores destructivos que nos llevan a la muerte. Aquí se juega la responsabilidad de nuestra libertad redimida.

Jesús nos enseña a vivir en confianza filial con el Abbá (querido papá) que cuida de nosotros con más cariño que cuando viste a las flores y alimenta a los pajarillos y hasta tiene contados nuestros cabellos. Esta primacía de Dios frente a toda autoridad humana, llevada a la práctica de la vida, hizo que las autoridades lo celaran, lo desautorizaran y lo condenaran a muerte, a morir asesinado en la cruz.

Ahora se manifiesta el Espíritu divino que lo redime de la muerte a El y con El a todos nosotros. Este es el misterio de la resurrección y de la espiritualización cristiana en la comunión de los santos.

Atribuimos la creación al Padre, la redención al Hijo y la santificación al Espíritu: tres acciones que se diferencian en nuestra historia pero que constituyen la expresión del amor eterno de Dios. Dios es Amor y, si queremos ser felices en el tiempo y en la eternidad, habremos de vivir en y del amor. Ser felices puede resultar más difícil que entender la Trinidad de Dios pero esa dificultad se supera con la confianza en el Padre, como el Hijo y por la fuerza del Espíritu.

Cuál es el problema? Ninguno, porque todo es misterio, Y no hay peor manera de desnaturalizar el misterio que entenderlo como problema. Dios es el misterio del Amor. Y el cristiano está llamado a ser el testimonio del misterio del amor.

TRINIDAD, DIOS ES DIÁLOGO (Pikaza)

Principio

Judaísmo e Islam concuerdan más porque su Dios no es trinitario, ni sus profetas 'hijos' de Dios, de forma que han podido parecer variantes de una misma religión: el Islam sería un cisma judío (simplificador y aperturista) y el judaísmo un esbozo parcial (particularizado) del Islam eterno.

Los cristianos, en cambio, se atreven a penetrar en el gran silencio de Dios, descubriendo allí “la Palabra”. Judíos y musulmanes parecen más humildes y su teología más sobria, pues Dios es incognoscible. Los cristianos, en cambio, se atreven a penetrar en el misterio del Dios Trinidad, descubriendo su presencia en el amor inter-humano: así dicen (decimos) que Dios es comunión de a mor.

Una voluntad de Dios, varias religiones.

Todos decimos hágase tu voluntad, pero después la interpretamos de formas distintas. En principio, los cristianos piensan que esa voluntad se expresa y encarna en un diálogo, como supone el primer Concilio de Jerusalén: "nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros" (Hech 15, 28).

Allí donde los hombres y mujeres dialogan al modo de Jesús, al servicio de la humanidad, sin más fin ni intención que el bien de todos, se revela y cumple la voluntad de Dios. Judíos y musulmanes no tienen tan clara esta experiencia y buscan una voluntad de Dios fuera del diálogo: los judíos porque piensan que aún no ha llegado el tiempo del dialogar universal; los musulmanes porque afirman que Dios ha respondido ya y ha dicho desde arriba lo que han de hacer los hombres, de manera que no es tiempo para dialogar, sino de inclinarse y someterse.

Los presupuestos son distintos, pero creo que está llegando la hora del gran encuentro, que la iglesia puede fomentar, no a partir de una verdad ya resuelta (como si supiera de antemano las respuestas), sino en actitud de encarnación, acogiendo a los excluidos y abriendo un espacio de diálogo entre todos. Por eso, ella debe recuperar sus bases judías, sabiendo que no está llamada a crear otro pueblo (centrado en sí mismo), sino a volverse levadura de unidad para las naciones. Así debe dialogar con los musulmanes, en clave de Palabra y Pan compartido:

− Judaísmo, religión de Ley y Pueblo separado, diferente (testigo universal).

Los judíos religiosos saben que la Ley es gracia y de esa forma la interpretan como don excelso, regalo sagrado y salvador que Dios mismo ha querido ofrecerles. Pero, al mismo tiempo, se sienten llamados (en algún sentido, obligados) a traducirla en una vida que implica compromisos individuales (pureza interior, entrega personal) y nacionales (integración, circuncisión, plegarias, matrimonio endogámico, comidas separadas etc), de manera que religión y vida social apenas se distinguen. El judaísmo es religión de Ley (que Dios mismo ha revelado a sus fieles) y Pueblo Elegido: experiencia peculiar de una nación que debe conservar y cultivar su identidad para servir de ejemplo a las restantes, hasta que llegue al fin la paz que las vincule en plenitud a todas. Es religión del tiempo no cumplido: no ha llegado la hora del Reino; los hombres y mujeres no pueden vincularse todavía en amor universal, pues la violencia, el deseo de poder y el riesgo bestial de los sistemas sigue dominando. Por eso, la voluntad de Dios es para ellos mantenerse separados.

− Cristianismo, encarnación y diálogo mesiánico.

Los cristianos consideran superada la etapa del pueblo escogido en el sentido nacional y cultural del término y buscan caminos de apertura y comunión universal, partiendo del sufrimiento del Hijo de Dios, que ha padecido con los excluidos del sistema, y que ha ofrecido para un Espíritu de unión en Dios. Ellos se sienten redimidos, perdonados, amados por el Cristo, y quieren ser testigos de su gracia universal, abriendo así desde la iglesia un espacio de comunión donde puedan dialogar, sin imposiciones previas. Así afirman, sobre el judaísmo, que el tiempo se ha cumplido, de manera que puede y debe iniciarse por Jesús, Dios encarnado, el Reino de la comunicación universal. Esta es la voluntad de Dios: que todos dialoguen en palabra de amor y amor hecho palabra. Hágase tu voluntad significa regalar la vida a los demás, para compartirla con ellos (cf. Mt 6, 10; 26, 42. Por eso, ello dicen que Dios es Trinidad, diálogo universal.

− Islam, universalidad profética; cristianismo, universalidad dialogal.

El musulmán se somete a la voluntad de Dios, expresada a través de Muhammad (Corán), para ajustar su vida a ella. No le define la multitud de preceptos especiales que deben cumplirse (en contra de un riesgo judío), pues los mandamientos religiosos estrictamente dichos son simples y su cumplimiento material sencillo (cuatro o cinco leyes básicas), sino el sometimiento radical, por encima de todas las razones o demostraciones, bajo el ser-poder supremo que es Dios. De esa forma se integra en la comunidad de los 'sometidos' ('Umma), que se concreta en una organización social precisa, bajo una sharia o ley común, que incluye elementos de administración y política, vida familiar y derecho penal. El cristianismo es católico por encarnación de Dios y diálogo de todos, el Islam por trascendencia de Dios y sumisión a su mandato (Dios lo quiere, hágase tu voluntad).

El Islam radicaliza la sumisión: desaparece el tiempo, se superan y trascienden las diferencias y la voluntad de Dios se identifica con el mismo ser divino, poder excelso que los hombres deben asumir y expresar en el conjunto de su vida. También los cristianos piden hágase tu voluntad (Padrenuestro), pero piensan que ella se expresa de manera preferente en el diálogo social, palabra encarnada, no en verdades que pudieran imponerse por la fuerza.

Judíos, musulmanes y cristianos saben que la religión se identifica con el cumplimiento de la voluntad salvadora de Dios. Por eso se someten, acogiendo aquello que Dios les ofrece por gracia y procurando realizarlo con su vida. Ciertamente, tienen riesgos. El judaísmo puede terminar encerrando su experiencia sagrada en un pequeño pueblo, clausurado en sus leyes nacionales, identificando la voluntad de Dios con un grupo aislado. El cristianismo puede acentuar de tal forma la gracia que olvide las mediaciones concretas de la fraternidad histórica. El Islam puede volverse fatalista y fanático allí donde la sumisión a Dios se confunde con los dictados del propio grupo.

Islam y cristianismo, dos formas de universalidad

− El Islam se funda en una Voluntad y un Código fijados como Libro que dirige y protege la vida de los Sometidos. En el fondo del sometimiento religioso hay un tipo de libertad, pero ella no aparece como principio de acción individual y comunitaria. El Islam supone los hombres resuelven sus problemas si se inclinen y proclaman: no hay más Dios que Allah y Mahoma es su profeta. Esa confesión puede volverse fatalismo sacral e incluso terrorismo, si se impone sobre las conciencias de aquellos que piensan de un modo diferente. Sólo allí donde supere el riesgo fundamentalista, abriendo ante los hombres y mujeres un camino de libertad solidaria, el Islam podrá ofrecer su gran aportación en el siglo XXI.

− El cristianismo se funda en el Amor revelado en el Hombre-Jesús y su código de humanidad no es un Libro de normas y leyes, sino la misma Vida de Jesús, hecha Palabra de diálogo entre todos, hecha Pan que los hombres comparten en su nombre y recuerdo. Ciertamente, la iglesia ha 'fijado' la memoria de Jesús en un Libro (Biblia) y luego ha dictado leyes y estatutos con normas muy concretas (Código de Derecho Canónico), pero ellas sirven sólo para actualizar la presencia de Jesús y no pueden ponerse en el centro de la experiencia creyente: son una ayuda para caminar mejor en un momento y luego deben ser abandonadas, para buscar otras mejores, más acordes a la comunión de amor del evangelio.

Ciertamente, no se pueden absolutizar las diferencias, como saben bien historiadores y testigos del diálogo religioso. Pero las perspectivas son distintas. Islam y Cristianismo han abierto dos modelos de comunicación universal, superando la 'separación' de los judíos. El Islam acentúa la sumisión sobre la libertad en el amor. El cristianismo la libertad creadora sobre la 'sumisión', pues obedecer a Dios es vivir en libertad, dialogando con Jesús y como Jesús con los expulsados del sistema.

Los cristianos confiesan la encarnación de Dios en la historia, es decir, en su camino de búsqueda y entrega mutua, que se expresa en Cristo. Por eso no tienen la respuesta dada y ya fijada en mandamientos, como si el mundo se hubiera parado, sino que han de buscarla, buscándose a sí mismos, confesando que Jesús es Cristo y dialogando en respeto unos con otros. Este es su credo, el 'mandamiento' mesiánico. Por eso, no son una comunidad de sometidos, sino una asamblea de dialogantes liberados: hombres y mujeres que han descubierto el poder de la gracia (Dios encarnado en sus vidas) y se comprometen a expresarla en amor mutuo y esperanza de resurrección.


Cristianos y musulmanes. Llamados al diálogo desde Dios

Los cristianos somos en un plano musulmanes, sometidos a Dios, como lo han sido los grandes creyentes y místicos de la iglesia: dejamos que Dios sea, nos ponemos en sus manos, rendidos y sumisos. Pero, al mismo tiempo, sabemos que el Dios que habita en nuestra vida es libertad y que nos hace creadores de nosotros mismos, en diálogo pascual de comunión. Esto es lo que parecen olvidar algunos grupos cristianos (tanto protestantes como católicos), a veces muy vinculados a la jerarquía, que interpretan el evangelio de Jesús de más musulmana (en el sentido malo) que cristiana. Es el riesgo de los que quieren convertir el evangelio en manual de sometimiento y uniformidad religiosa, como si los caminos se trazaran desde arriba (desde un Corán o Jerarquía), siendo que ellos deben abrirse y recorrerse en libertad, pues Dios se encarna en la misma comunión dialogal de los creyentes.

Por eso no tienen un código objetivo, con mandamientos sociales y sacrales que puedan imponerse desde arriba, pues su código es la libertad en amor, para el amor de Cristo, en apertura a todos los humanos. No tienen resueltas las dificultades, sino abierto el camino, con la fuerza del Paráclito, que es recuerdo y presencia de amor dialogado (Jn 13-17).

Conclusión 1. La Trinidad es diálogo

Nadie puede trazar a los cristianos el camino desde fuera, pues ellos mismos son o se hacen camino en amor por el Cristo. No tienen la seguridad de un Corán con mandamientos claros, ni la convicción de un Magisterio, que dicte aquello que han de hacer y creer, sino que han recibido la libertad de Dios y aceptan esa libertad, gozosos, como gracia que les capacita para buscar juntos en amor. Tienen la certeza de que el Espíritu va abriendo en ellos (no por fuera) un camino en libertad, que nadie (ni un Corán ni un Magisterio), puede fijar ni imponer en su nombre porque, como sabe la Tradición del Discípulo Amado de Jesús (1Jn), el Magisterio se identifica con la presencia y acción del Espíritu en los fieles que se aman y en amor exploran el camino de Jesús.

Éste es un camino de encarnación en libertad, es la certeza del amor que nos impulsa y vincula, haciéndonos capaces de dialogar, superando así todos los problemas, como supo el Concilio de Jerusalén: nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros (cf. Hech 15, 27). Éste es la palabra clave del diálogo cristiano, ésta es la esencia de la Trinidad: Siendo misterio, Dios es diálogo.

La unidad religiosa y humana no puede entenderse como producto de una imposición previa, ni el compromiso cristiano interpretar como fatalismo, sino todo lo contrario: sólo hay unidad en un camino de diálogo, de escucha y acogida mutua, desde el don de Dios que los cristianos descubren de forma intensa (nunca excluyente) en la vida de Jesús y en la experiencia de la Pascua. Por eso, es básico que todos puedan acceder a la Palabra y decirla, siendo escuchados, pues la imposición de una autoridad es pura repetición o dictadura.

Conclusión 2. Dios, diálogo creador y liberador

Así aparece la paradoja de las grandes religiones monoteístas. Cristianismo e Islam han nacido en la periferia del sistema, asumiendo el impulso de los rechazados y esclavos, de los oprimidos y enfermos, para iniciar un camino universal de amor en libertad, no en fórmula de opresión. Ambas religiones han corrido el riesgo de volverse sistema, sacralizando un tipo de institución sacral o voluntad de Dios objetivada en unos mandamientos que se imponen. Por eso es bueno que vuelvan a sus orígenes, especialmente el cristianismo, en cuyo contexto me sitúo. La iglesia tendrá que descubrir nuevamente sus raíces, entre publicanos y prostitutas, para iniciar desde allí un diálogo en gratuidad, abierto a todo el mundo, como indicarán las tres partes siguientes de este libro. Sólo así podrá decir que Dios es Trinidad, diálogo creador, liberador, abierto a todos, desde los últimos del mundo.

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