Por Juan Jauregui
Monición de entrada
(A)
Queridos amigos: venimos a esta Celebración con los mismos ánimos con que la gente buscaba a Jesús, deseosos de escucharle y de que nos alimente con el Pan de la Vida.
De ahí que lo que vamos a celebrar es un revivir lo que nos cuenta el evangelista Juan.
Jesús nos invita una vez más a compartir lo que se tiene, aunque sea poco, a creer en las pequeñas cosas que poseemos, dándonos cuenta de lo que hemos recibido, y ser agradecidos y saber compartir con los que menos tienen.
Que esta Eucaristía nos ayude a descubrir nuestra vocación cristiana.
(B)
Jesús, igual que hace dos mil años, ve venir hacia Él, a multitudes inmensas que tienen hambre. Siente compasión de ellos. Les llama y les invita a seguirle.
Y hoy, como entonces, las provisiones, los recursos de los pobres, son pocos y ridículos: unos panes y un poco de pescado, cuando lo hay.
Jesús, hace dos mil años, pidió a aquellas gentes un poco de fe y confianza en Él: "Sentaos", les dijo, y preguntó: ¿"Quién tiene algo de comer"?.
Aceptaron la invitación, confiaron en Jesús, se sentaron, y algunos aportaron lo poco que tenían: cinco panes y dos peces en total. Y el alimento empieza a correr entre todos, llega para todos y sobra.
Jesús, hoy como entonces, nos invita a Celebrar el acontecimiento en esta Misa.
Él, está dispuesto a renovarlo: sólo espera nuestra confianza y solidaridad.
(C)
Hermanos, generalmente estamos más inclinados a “recibir” que a “dar”.
Y la Palabra de Dios nos dice hoy, que “hay mayor felicidad en dar que en recibir”.
Al celebrar la Eucaristía vemos que Jesús nos ofrece compartir un poco de pan, que es Él mismo que se rompe para que llegue a todos.
Es un pan que nos está recordando la fraternidad existente entre todos nosotros.
Pedimos perdón
(A)
Nuestra actitud para con Dios y hacia los que nos rodean no es siempre cariñosa y solidaria. Muchas veces somos duros y egoístas. Por eso vamos a pedir perdón:
* Nos cuesta poner algo de nuestra parte para colaborar con la sociedad, por eso: SEÑOR, TEN PIEDAD...
* Nos cuesta compartir lo nuestro con los necesitados, por eso: CRISTO, TEN PIEDAD...
* Dudamos y preguntamos antes de ayudar, compartir y ser solidarios con los que están junto a nosotros, por eso: SEÑOR, TEN PIEDAD...
(B)
Pedimos perdón a Dios por las veces que actuamos con egoísmo; por las veces que pensamos sólo en nosotros y prescindimos de las necesidades de los demás.
Tú, Señor, nuestra fortaleza y nuestra esperanza. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Tú, Señor, camino, verdad y vida. CRISTO, TEN PIEDAD...
Tú, Señor, que nos enseñas a ser acogedores y generosos con los más necesitados. SEÑOR, TEN PIEDAD...
(C)
Por las veces que hemos negado nuestra ayuda al necesitado. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Por las veces que hemos buscado egoístamente nuestros intereses perjudicando a otras personas o familias. CRISTO, TEN PIEDAD...
Por las veces que hemos olvidado que Tú haces verdaderos milagros con lo poco que ponemos en tus manos. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Gloria
Agradecidos por haber sido perdonados decimos: Gloria a Dios en el cielo ...
Escuchamos la Palabra
Monición a la lectura
En este texto aparece Eliseo como intermediario entre Dios y las personas; la Palabra de Dios les llega a través de éste y, por medio de la palabra profética, la insuficiencia se transforma en abundancia, en pan para todos.
Monición al Evangelio
Jesús muestra el reino de Dios con palabras y con hechos liberadores, como el de multiplicar el pan y dar de comer a las personas. Y es que el proyecto de Dios incluye ambas realidades y dimensiones.
Homilías
(A)
Jesús ve a la multitud hambrienta que le sigue y siente compasión de ellos. Los pobres siguen a Jesús, porque ven en Él a un ser excepcional, pero sienten el hambre y la necesidad.
Jesús les plantea el problema a sus discípulos que se ven desbordados.
Hay un momento clave en la escena, alguien presenta unos panes y un par de pececillos.
Jesús les manda sentarse y la comida llega para todos.
Ante hechos como este, corremos el peligro de quedarnos admirados ante el carácter portentoso de los milagros, sin comprender el mensaje que encierran.
Jesús no es un milagrero, realizador de prodigios propagandísticos. Sus milagros no son una propaganda fácil. Sus milagros son señales, son signos que abren brecha y que van apuntando hacia lo que es su Reino. Son símbolos del Reino, del Mundo Nuevo que viene a anunciar.
El hecho de la multiplicación de los panes, el hecho de dar de comer a aquella multitud, nos invita a descubrir que el Mensaje de Jesús, su proyecto es alimentar a las personas, para reunirlas en fraternidad, para enseñarles a compartir su pan y sus bienes, para enseñarles a convivir como hermanos.
Este mundo de hermanos, es la única manera de construir entre los humanos, un mundo de justicia, de amor y de paz; es decir: el Reino de Dios.
Pero construir este mundo de hermanos no consiste en dejar en paz a los demás, en no hacerles nada malo, y basta.
No consiste en despreocuparnos de los demás, olvidarnos de sus necesidades, preocupándonos sólo de nuestra felicidad y de nuestra buena vida.
En el relato del Evangelio que hemos escuchado, alguien aporta lo poco que tiene: cinco panes y dos peces. Por algo se empieza. Y se produce el milagro, la comida llega para todos.
También nosotros, tendremos que ir aportando lo poco que tenemos, si queremos que se realice el milagro del reparto.
Y ¿qué podemos aportar nosotros a la Comunidad, a los demás?
Tenemos nuestra vida, nuestro trabajo, nuestra habilidad para ciertas tareas, nuestro dinero, nuestro esfuerzo.
Todo vale y todo sirve. Si cada uno aportamos algo de nuestra parte, se producirá el milagro y llegará para todos.
Todos tenemos la experiencia de haber colaborado en algún trabajo con los vecinos o en favor de algún necesitado.
Nos hemos dado cuenta de que ese poco que cada uno ponemos en forma de trabajo o de dinero, se multiplica y el trabajo sale adelante y se solucionan los problemas.
Con pocas cosas, con un poco esfuerzo de cada uno, se consiguen grandes beneficios, se consiguen grandes favores para los demás.
En una palabra, se produce el milagro de la multiplicación de los esfuerzos.
Es la enseñanza de este Evangelio de hoy.
Vamos a aportar lo que somos y tenemos para que se produzca, también entre nosotros, el milagro: La felicidad llegará para todos.
(B)
Así se titula el sugerente libro recién publicado por Jean Claude Lavigne con la audaz intención de sacudir a los europeos de su «eurocentrismo» y ayudarles a descubrir la universalidad. Los hombres y mujeres del Norte han de aprender a hacerse «prójimos» de todos los seres humanos del planeta. Según Lavigne, la tarea es urgente, debido, sobre todo, a cuatro factores.
Se está produciendo en estos momentos una radicalización de la miseria, que reviste ya caracteres dramáticos en los países más pobres. Las situaciones infrahumanas en que viven algunos pueblos van más allá de todo lo conocido hasta ahora.
Por otra parte, los países del Norte no tienen experiencia directa de esta miseria. La mayoría de nosotros no tendrá nunca ocasión de encontrarse cara a cara y en profundidad con hombres y mujeres que mueren de hambre y sed.
Existe, además, un alejamiento cultural y lingüístico que hace difícil la comunicación y la sintonía con pueblos tan distantes de nuestra cultura moderna y de la «sociedad del bienestar».
Por último, la complejidad de la actual crisis económica acapara la atención de los pueblos ricos que abandonan cada vez más a su suerte a los habitantes más pobres de la Tierra.
El primer paso ha de ser no endurecer el corazón. No ignorar de manera sistemática la información que nos llega de esos países. No encerrarnos en el «no hay nada que hacer». No conformarnos con decir que es culpa del sistema económico o que se trata de pueblos indolentes y perezosos.
El segundo paso consiste en reaccionar llevando a cabo pequeños gestos, por modestos que nos parezcan o por escaso que sea su efecto. Aunque solo haya sido por un momento, en secreto, alguna vez. Es importante vivir la experiencia de ensanchar nuestra solidaridad, mirar más allá de nuestro territorio perfectamente delimitado, sacudir la resignación.
Los gestos pueden ser muchos. Reducir el presupuesto familiar, colaborar en el envío de productos de primera necesidad, comprometerse en la campaña contra el hambre, apoyar la acción del 0,7, tomar parte en una marcha de protesta, colaborar con organizaciones de solidaridad con los pueblos del Sur.
Son gestos aparentemente muy modestos, pero necesarios para despertar nuestra conciencia, para ayudarnos a escuchar el grito del «pobre lejano» y para hacernos descubrir la inhumanidad de una «sociedad de bienestar» olvidada de los hambrientos de la Tierra. La escena de la multiplicación de los panes es una invitación a compartir más nuestros bienes, aunque solo tengamos «cinco panes» y «un par de peces».
(C)
Según los exégetas, la multiplicación de los panes es un relato arquetípico que nos permite descubrir el sentido que la eucaristía tenía para los primeros cristianos como gesto de unos hermanos que saben repartir y compartir lo que poseen.
Según el relato, hay allí una muchedumbre de personas necesitadas y hambrientas. Los panes y los peces no se compran sino que se reúnen. Y todo se multiplica y se distribuye bajo la acción de Jesús que bendice el pan, lo parte y lo hace distribuir entre los necesitados.
Los cristianos olvidamos con frecuencia que, para los primeros creyentes, la eucaristía no era sólo una liturgia ritual sino un acto social en el que cada uno ponía sus bienes a disposición de los necesitados, repitiendo así el gesto del joven que entrega sus panes y peces.
En el famoso texto del siglo II en el que S. Justino nos describe cómo celebraban los cristianos la eucaristía semanal, se nos dice que cada uno entrega lo que posee para "socorrer a los huérfanos y las viudas, a los que por enfermedad o por otra causa están necesitados, a los que, están en las cárceles, a los forasteros de paso y, en una palabra, a cuantos están necesitados".
Durante los primeros siglos resultaba inconcebible venir a celebrar la eucaristía sin traer algo para ayudar a los indigentes y necesitados.
Sólo recordaré el severo reproche de S. Cipriano, obispo de Cartago, a una rica matrona: "Tus ojos no ven al necesitado y al pobre porque están oscurecidos y cubiertos de una noche espesa. Tú eres afortunada y rica. Te imaginas celebrar la cena del Señor sin tener en cuenta la ofrenda. Tú vienes a la cena del Señor sin ofrecer nada. Tú suprimes la parte de la ofrenda que es del pobre".
La colecta de las misas por las diversas necesidades de las personas no es un añadido postizo y externo a la celebración eucarística. La misma eucaristía exige repartir y compartir.
Domingo tras domingo los creyentes que nos acercamos a compartir el pan eucarístico hemos de sentirnos llamados a compartir más de verdad nuestros bienes con los necesitados.
Sería una contradicción pretender compartir como hermanos la mesa del Señor cerrando nuestro corazón a quienes en estos momentos viven la angustia de un futuro incierto. Jesús no puede bendecir nuestra mesa si cada uno nos guardamos nuestro pan y nuestros peces.
(D)
Dicen los estudiosos de la Biblia que el gran milagro del que nos habla el evangelio de hoy consistió en que, cuando parecía que no había nada que comer, al organizar Jesús la comida, todos empezaron a compartir. Abrieron sus zurrones y empezó a aparecer pan, queso, nueces, higos, fruta, lo que llevaba cada uno. En esto, sobre todo, consistió el milagro: en el compartir; en pasar del “mío” a lo “nuestro”.
La Eucaristía tendría que ser para los que participamos en ella una invitación constante a crear fraternidad y a vivir compartiendo, aunque sea poco, aunque no sea más que los “cinco panes y los dos peces” que poseamos. La Eucaristía es una celebración que implica una nueva convivencia amistosa y fraternal...
Celebrar la Eucaristía sin voluntad de vivir en comunidad, sin voluntad de compartir, es una contradicción y una mentira... Y cuántas mentiras se dan en nuestras Iglesias...
La Eucaristía reclama compartir... hasta los bienes materiales... ¡Y cuánto nos cuesta!
A veces nos preocupamos de si el celebrante pronuncia o no las palabras prescritas en el ritual...De si el lector se equivocó en algo... Hacemos problema de si la comunión la da el sacerdote o la da un seglar...Y mientras tanto, no nos preocupa seguir participando en la Eucaristía, un domingo y otro... sin interrogarnos por mi vida fraterna... ¿Cómo me llevo con los demás: familia, vecinos, compañeros...? ¿cómo me llevo con muchos de los que domingo tras domingo comparten conmigo la Eucaristía? ¿Cómo me llevo con mis vecinos? ¿Perdono a quienes me han ofendido o a quienes en algún momento se han enfrentado conmigo?...
¿Qué aporto a la comunidad y al pueblo...? ¿crece mi interés por los que tienen necesidades: de dinero, de tiempo, de atención, de cariño, de cuidados?...
¿Me preocupa que mi asistencia a Misa tiene que ir acompañada por que en mí crezca la solidaridad hacia todos...?
¿O quizá sigo asistiendo a la Eucaristía todos los domingos... pero en mí nada cambia y nada crece...?
Cuando no hay fraternidad, sobra la Eucaristía.
El proyecto de Jesús es que los hombres vivamos como hermanos que celebran un banquete. Este banquete, empieza aquí con la Eucaristía.
Los cristianos estamos llamados a formar una comunidad en la que “tengamos un solo corazón y una sola alma”. ¡Qué felicidad vivir los hermanos unidos” (Sal 62) Pues esa felicidad la hemos de gustar cada vez que celebramos la Eucaristía. De la misma forma que los hermanos y los amigos celebran su amistad y su unión en una comida festiva...
¡Qué tristeza da oír hablar de la obligación de oír misa! ¡Qué alegría produce, en cambio, oír a los cristianos que confiesan: “Para mí la Eucaristía no es una obligación, sino una necesidad”. Ir a una fiesta por obligación no tiene ningún sentido.
¡Ojalá sepamos organizar y vivir la comida del Señor como una verdadera fiesta de amigos y hermanos! Así la pensó Jesús.
Oración de los Fieles
(A)
Presentamos a Dios Padre nuestra oración, que quiere ser humilde y llena de confianza, la oración de los hijos a favor delos hermanos:
1.- Para que la Iglesia sepa acoger a todas las personas que carecen de lo necesario para vivir: para que les ayude a salir de su situación, y sepa denunciar las injusticias que hay en nuestro mundo. OREMOS AL SEÑOR.
2.- Por todos los cristianos que seguimos a Jesucristo, para que todo lo que hagamos sea un reflejo de su amor. OREMOS AL SEÑOR.
3.- Por todas las personas que buscan la paz de su espíritu, para que no se cierren a la Palabra de Dios y puedan saciar en ella sus ansias de búsqueda. OREMOS AL SEÑOR.
4.- Por los países del Tercer Mundo y por cuantos a nuestro alrededor carecen del sustento necesario: haznos solidarios con todos ellos y que sepamos compartir. OREMOS AL SEÑOR.
5.- Por nuestra Comunidad (parroquial): que sepa valorar las pequeñas cosas de las personas: la gratuidad, el servicio callado, el esfuerzo continuo y sincero; que favorezca la relación entre las personas, para que ayude a crear un ambiente de auténtica familia. OREMOS AL SEÑOR.
(B)
Pidamos, hermanos y hermanas, el auxilio del Espíritu Santo, para que inspire nuestra oración y ruegue con nosotros por las necesidades del mundo. Respondemos: Te rogamos, Señor, óyenos.
- Por los que empiezan a conocer a Cristo y desean la gracia del bautismo y por los que preparan el bautismo de sus hijos, pidamos el favor de Dios todopoderoso. Roguemos al Señor.
- Por nuestro pueblo, por todos los que habitan en él, y por todos los pueblos y naciones, pidamos al Señor paz y prosperidad abundantes. Roguemos al Señor.
- Por los que persiguen a la Iglesia y por los pecadores que viven intranquilos, pidamos la luz del Espíritu y la gracia de la conversión. Roguemos al Señor.
- Por los que estamos aquí reunidos y por aquellos por los que queremos rezar, pidamos al Señor que nos guarde a todos en la fe y nos reúna en el reino de su Hijo. Roguemos al Señor.
Señor, Dios todopoderoso, que cada domingo nos invitas a participar del pan vivo bajado del cielo; escucha nuestra oración y haz que, en el amor de Cristo, compartamos nuestro pan terreno, para que quede satisfecha toda hambre, tanto del cuerpo como del espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(C)
Unidos en la fe y en la solidaridad, vamos a pedir por todos.
1.- Pedimos por todos los que dentro y fuera de la Iglesia, sienten los problemas sociales y trabajan por remediarlos : Roguemos al Señor.
2.- Pedimos por los que sufren por causa del paro, el hambre, la falta de vivienda y las injusticias sociales: Roguemos al Señor.
3.- Pedimos por los pobres y necesitados, para que los responsables de los pueblos y naciones del mundo, se acuerden de ellos y traten de ayudarles: Roguemos al Señor.
4.- Pedimos por todos nosotros, muchas veces insolidarios y encerrados en nuestras vidas, para que sepamos repartir y compartir lo poco que tenemos: Roguemos al Señor.
Dios Padre, recibe nuestra oración. Acéptala como nuestro mejor y más sincero deseo. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Plegaria Eucarística
Te damos gracias, Señor,
porque te preocupas de los pobres,
de los que sufren en su carne el hambre y la necesidad.
Te damos gracias,
porque nos enseñas el camino
para que todos coman hasta saciarse:
la colaboración, la solidaridad y el reparto de los bienes.
Tú ayudas a los humanos y no les engañas;
das de comer y de beber en el desierto.
Te damos gracias,
por la claridad de tu palabra,
y por el ejemplo vivo de Jesús,
tu Palabra hecha Carne.
Con Él te bendecimos y te adoramos
y nos unimos a los Santos
y a las personas de buena voluntad
para entonar un himno de alabanza diciendo:
Santo, Santo, Santo...
Padre Nuestro
En el Padre Nuestro pedimos el pan para todos, pero no llega. Es que no sabemos repartir. Es que nos cuesta repartir. Una vez más lo vamos a repetir juntos diciendo: Padre Nuestro ...
Nos damos la paz
El que no tiene lo suficiente para saciar sus necesidades elementales, no puede vivir en paz. Pero, queremos colaborar para que la distribución de los bienes sea justa y llegue para todos. Así habrá paz.
* La Paz del señor esté con todos nosotros
* Nos damos la señal de la Paz...
Compartimos el Pan
Jesús, igual que en el relato del Evangelio nos manda acercarnos, nos invita a su Mesa y nos da su Pan de Vida.
Pan que nos une, nos alimenta y nos da fuerzas para vivir y ayudar, para colaborar con todos. Así, todos tendremos pan y paz.
* Dichosos nosotros por haber sido invitados a esta Comida.
* Señor, no soy digno de que entres en mi casa ...
Despedida
Amigos, comprometidos con la Palabra de Dios que hemos escuchado y fortalecidos por la comunidad y por la comunión del Cuerpo del Señor, llevemos a nuestras vidas la responsabilidad y el compromiso de nuestra fe.
Que estemos dispuestos a demostrar en nuestras vidas que la comunión con Cristo es también solidaridad con los hombres.
Bendición...
De ahí que lo que vamos a celebrar es un revivir lo que nos cuenta el evangelista Juan.
Jesús nos invita una vez más a compartir lo que se tiene, aunque sea poco, a creer en las pequeñas cosas que poseemos, dándonos cuenta de lo que hemos recibido, y ser agradecidos y saber compartir con los que menos tienen.
Que esta Eucaristía nos ayude a descubrir nuestra vocación cristiana.
(B)
Jesús, igual que hace dos mil años, ve venir hacia Él, a multitudes inmensas que tienen hambre. Siente compasión de ellos. Les llama y les invita a seguirle.
Y hoy, como entonces, las provisiones, los recursos de los pobres, son pocos y ridículos: unos panes y un poco de pescado, cuando lo hay.
Jesús, hace dos mil años, pidió a aquellas gentes un poco de fe y confianza en Él: "Sentaos", les dijo, y preguntó: ¿"Quién tiene algo de comer"?.
Aceptaron la invitación, confiaron en Jesús, se sentaron, y algunos aportaron lo poco que tenían: cinco panes y dos peces en total. Y el alimento empieza a correr entre todos, llega para todos y sobra.
Jesús, hoy como entonces, nos invita a Celebrar el acontecimiento en esta Misa.
Él, está dispuesto a renovarlo: sólo espera nuestra confianza y solidaridad.
(C)
Hermanos, generalmente estamos más inclinados a “recibir” que a “dar”.
Y la Palabra de Dios nos dice hoy, que “hay mayor felicidad en dar que en recibir”.
Al celebrar la Eucaristía vemos que Jesús nos ofrece compartir un poco de pan, que es Él mismo que se rompe para que llegue a todos.
Es un pan que nos está recordando la fraternidad existente entre todos nosotros.
Pedimos perdón
(A)
Nuestra actitud para con Dios y hacia los que nos rodean no es siempre cariñosa y solidaria. Muchas veces somos duros y egoístas. Por eso vamos a pedir perdón:
* Nos cuesta poner algo de nuestra parte para colaborar con la sociedad, por eso: SEÑOR, TEN PIEDAD...
* Nos cuesta compartir lo nuestro con los necesitados, por eso: CRISTO, TEN PIEDAD...
* Dudamos y preguntamos antes de ayudar, compartir y ser solidarios con los que están junto a nosotros, por eso: SEÑOR, TEN PIEDAD...
(B)
Pedimos perdón a Dios por las veces que actuamos con egoísmo; por las veces que pensamos sólo en nosotros y prescindimos de las necesidades de los demás.
Tú, Señor, nuestra fortaleza y nuestra esperanza. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Tú, Señor, camino, verdad y vida. CRISTO, TEN PIEDAD...
Tú, Señor, que nos enseñas a ser acogedores y generosos con los más necesitados. SEÑOR, TEN PIEDAD...
(C)
Por las veces que hemos negado nuestra ayuda al necesitado. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Por las veces que hemos buscado egoístamente nuestros intereses perjudicando a otras personas o familias. CRISTO, TEN PIEDAD...
Por las veces que hemos olvidado que Tú haces verdaderos milagros con lo poco que ponemos en tus manos. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Gloria
Agradecidos por haber sido perdonados decimos: Gloria a Dios en el cielo ...
Escuchamos la Palabra
Monición a la lectura
En este texto aparece Eliseo como intermediario entre Dios y las personas; la Palabra de Dios les llega a través de éste y, por medio de la palabra profética, la insuficiencia se transforma en abundancia, en pan para todos.
Monición al Evangelio
Jesús muestra el reino de Dios con palabras y con hechos liberadores, como el de multiplicar el pan y dar de comer a las personas. Y es que el proyecto de Dios incluye ambas realidades y dimensiones.
Homilías
(A)
Jesús ve a la multitud hambrienta que le sigue y siente compasión de ellos. Los pobres siguen a Jesús, porque ven en Él a un ser excepcional, pero sienten el hambre y la necesidad.
Jesús les plantea el problema a sus discípulos que se ven desbordados.
Hay un momento clave en la escena, alguien presenta unos panes y un par de pececillos.
Jesús les manda sentarse y la comida llega para todos.
Ante hechos como este, corremos el peligro de quedarnos admirados ante el carácter portentoso de los milagros, sin comprender el mensaje que encierran.
Jesús no es un milagrero, realizador de prodigios propagandísticos. Sus milagros no son una propaganda fácil. Sus milagros son señales, son signos que abren brecha y que van apuntando hacia lo que es su Reino. Son símbolos del Reino, del Mundo Nuevo que viene a anunciar.
El hecho de la multiplicación de los panes, el hecho de dar de comer a aquella multitud, nos invita a descubrir que el Mensaje de Jesús, su proyecto es alimentar a las personas, para reunirlas en fraternidad, para enseñarles a compartir su pan y sus bienes, para enseñarles a convivir como hermanos.
Este mundo de hermanos, es la única manera de construir entre los humanos, un mundo de justicia, de amor y de paz; es decir: el Reino de Dios.
Pero construir este mundo de hermanos no consiste en dejar en paz a los demás, en no hacerles nada malo, y basta.
No consiste en despreocuparnos de los demás, olvidarnos de sus necesidades, preocupándonos sólo de nuestra felicidad y de nuestra buena vida.
En el relato del Evangelio que hemos escuchado, alguien aporta lo poco que tiene: cinco panes y dos peces. Por algo se empieza. Y se produce el milagro, la comida llega para todos.
También nosotros, tendremos que ir aportando lo poco que tenemos, si queremos que se realice el milagro del reparto.
Y ¿qué podemos aportar nosotros a la Comunidad, a los demás?
Tenemos nuestra vida, nuestro trabajo, nuestra habilidad para ciertas tareas, nuestro dinero, nuestro esfuerzo.
Todo vale y todo sirve. Si cada uno aportamos algo de nuestra parte, se producirá el milagro y llegará para todos.
Todos tenemos la experiencia de haber colaborado en algún trabajo con los vecinos o en favor de algún necesitado.
Nos hemos dado cuenta de que ese poco que cada uno ponemos en forma de trabajo o de dinero, se multiplica y el trabajo sale adelante y se solucionan los problemas.
Con pocas cosas, con un poco esfuerzo de cada uno, se consiguen grandes beneficios, se consiguen grandes favores para los demás.
En una palabra, se produce el milagro de la multiplicación de los esfuerzos.
Es la enseñanza de este Evangelio de hoy.
Vamos a aportar lo que somos y tenemos para que se produzca, también entre nosotros, el milagro: La felicidad llegará para todos.
(B)
Así se titula el sugerente libro recién publicado por Jean Claude Lavigne con la audaz intención de sacudir a los europeos de su «eurocentrismo» y ayudarles a descubrir la universalidad. Los hombres y mujeres del Norte han de aprender a hacerse «prójimos» de todos los seres humanos del planeta. Según Lavigne, la tarea es urgente, debido, sobre todo, a cuatro factores.
Se está produciendo en estos momentos una radicalización de la miseria, que reviste ya caracteres dramáticos en los países más pobres. Las situaciones infrahumanas en que viven algunos pueblos van más allá de todo lo conocido hasta ahora.
Por otra parte, los países del Norte no tienen experiencia directa de esta miseria. La mayoría de nosotros no tendrá nunca ocasión de encontrarse cara a cara y en profundidad con hombres y mujeres que mueren de hambre y sed.
Existe, además, un alejamiento cultural y lingüístico que hace difícil la comunicación y la sintonía con pueblos tan distantes de nuestra cultura moderna y de la «sociedad del bienestar».
Por último, la complejidad de la actual crisis económica acapara la atención de los pueblos ricos que abandonan cada vez más a su suerte a los habitantes más pobres de la Tierra.
El primer paso ha de ser no endurecer el corazón. No ignorar de manera sistemática la información que nos llega de esos países. No encerrarnos en el «no hay nada que hacer». No conformarnos con decir que es culpa del sistema económico o que se trata de pueblos indolentes y perezosos.
El segundo paso consiste en reaccionar llevando a cabo pequeños gestos, por modestos que nos parezcan o por escaso que sea su efecto. Aunque solo haya sido por un momento, en secreto, alguna vez. Es importante vivir la experiencia de ensanchar nuestra solidaridad, mirar más allá de nuestro territorio perfectamente delimitado, sacudir la resignación.
Los gestos pueden ser muchos. Reducir el presupuesto familiar, colaborar en el envío de productos de primera necesidad, comprometerse en la campaña contra el hambre, apoyar la acción del 0,7, tomar parte en una marcha de protesta, colaborar con organizaciones de solidaridad con los pueblos del Sur.
Son gestos aparentemente muy modestos, pero necesarios para despertar nuestra conciencia, para ayudarnos a escuchar el grito del «pobre lejano» y para hacernos descubrir la inhumanidad de una «sociedad de bienestar» olvidada de los hambrientos de la Tierra. La escena de la multiplicación de los panes es una invitación a compartir más nuestros bienes, aunque solo tengamos «cinco panes» y «un par de peces».
(C)
Según los exégetas, la multiplicación de los panes es un relato arquetípico que nos permite descubrir el sentido que la eucaristía tenía para los primeros cristianos como gesto de unos hermanos que saben repartir y compartir lo que poseen.
Según el relato, hay allí una muchedumbre de personas necesitadas y hambrientas. Los panes y los peces no se compran sino que se reúnen. Y todo se multiplica y se distribuye bajo la acción de Jesús que bendice el pan, lo parte y lo hace distribuir entre los necesitados.
Los cristianos olvidamos con frecuencia que, para los primeros creyentes, la eucaristía no era sólo una liturgia ritual sino un acto social en el que cada uno ponía sus bienes a disposición de los necesitados, repitiendo así el gesto del joven que entrega sus panes y peces.
En el famoso texto del siglo II en el que S. Justino nos describe cómo celebraban los cristianos la eucaristía semanal, se nos dice que cada uno entrega lo que posee para "socorrer a los huérfanos y las viudas, a los que por enfermedad o por otra causa están necesitados, a los que, están en las cárceles, a los forasteros de paso y, en una palabra, a cuantos están necesitados".
Durante los primeros siglos resultaba inconcebible venir a celebrar la eucaristía sin traer algo para ayudar a los indigentes y necesitados.
Sólo recordaré el severo reproche de S. Cipriano, obispo de Cartago, a una rica matrona: "Tus ojos no ven al necesitado y al pobre porque están oscurecidos y cubiertos de una noche espesa. Tú eres afortunada y rica. Te imaginas celebrar la cena del Señor sin tener en cuenta la ofrenda. Tú vienes a la cena del Señor sin ofrecer nada. Tú suprimes la parte de la ofrenda que es del pobre".
La colecta de las misas por las diversas necesidades de las personas no es un añadido postizo y externo a la celebración eucarística. La misma eucaristía exige repartir y compartir.
Domingo tras domingo los creyentes que nos acercamos a compartir el pan eucarístico hemos de sentirnos llamados a compartir más de verdad nuestros bienes con los necesitados.
Sería una contradicción pretender compartir como hermanos la mesa del Señor cerrando nuestro corazón a quienes en estos momentos viven la angustia de un futuro incierto. Jesús no puede bendecir nuestra mesa si cada uno nos guardamos nuestro pan y nuestros peces.
(D)
Dicen los estudiosos de la Biblia que el gran milagro del que nos habla el evangelio de hoy consistió en que, cuando parecía que no había nada que comer, al organizar Jesús la comida, todos empezaron a compartir. Abrieron sus zurrones y empezó a aparecer pan, queso, nueces, higos, fruta, lo que llevaba cada uno. En esto, sobre todo, consistió el milagro: en el compartir; en pasar del “mío” a lo “nuestro”.
La Eucaristía tendría que ser para los que participamos en ella una invitación constante a crear fraternidad y a vivir compartiendo, aunque sea poco, aunque no sea más que los “cinco panes y los dos peces” que poseamos. La Eucaristía es una celebración que implica una nueva convivencia amistosa y fraternal...
Celebrar la Eucaristía sin voluntad de vivir en comunidad, sin voluntad de compartir, es una contradicción y una mentira... Y cuántas mentiras se dan en nuestras Iglesias...
La Eucaristía reclama compartir... hasta los bienes materiales... ¡Y cuánto nos cuesta!
A veces nos preocupamos de si el celebrante pronuncia o no las palabras prescritas en el ritual...De si el lector se equivocó en algo... Hacemos problema de si la comunión la da el sacerdote o la da un seglar...Y mientras tanto, no nos preocupa seguir participando en la Eucaristía, un domingo y otro... sin interrogarnos por mi vida fraterna... ¿Cómo me llevo con los demás: familia, vecinos, compañeros...? ¿cómo me llevo con muchos de los que domingo tras domingo comparten conmigo la Eucaristía? ¿Cómo me llevo con mis vecinos? ¿Perdono a quienes me han ofendido o a quienes en algún momento se han enfrentado conmigo?...
¿Qué aporto a la comunidad y al pueblo...? ¿crece mi interés por los que tienen necesidades: de dinero, de tiempo, de atención, de cariño, de cuidados?...
¿Me preocupa que mi asistencia a Misa tiene que ir acompañada por que en mí crezca la solidaridad hacia todos...?
¿O quizá sigo asistiendo a la Eucaristía todos los domingos... pero en mí nada cambia y nada crece...?
Cuando no hay fraternidad, sobra la Eucaristía.
El proyecto de Jesús es que los hombres vivamos como hermanos que celebran un banquete. Este banquete, empieza aquí con la Eucaristía.
Los cristianos estamos llamados a formar una comunidad en la que “tengamos un solo corazón y una sola alma”. ¡Qué felicidad vivir los hermanos unidos” (Sal 62) Pues esa felicidad la hemos de gustar cada vez que celebramos la Eucaristía. De la misma forma que los hermanos y los amigos celebran su amistad y su unión en una comida festiva...
¡Qué tristeza da oír hablar de la obligación de oír misa! ¡Qué alegría produce, en cambio, oír a los cristianos que confiesan: “Para mí la Eucaristía no es una obligación, sino una necesidad”. Ir a una fiesta por obligación no tiene ningún sentido.
¡Ojalá sepamos organizar y vivir la comida del Señor como una verdadera fiesta de amigos y hermanos! Así la pensó Jesús.
Oración de los Fieles
(A)
Presentamos a Dios Padre nuestra oración, que quiere ser humilde y llena de confianza, la oración de los hijos a favor delos hermanos:
1.- Para que la Iglesia sepa acoger a todas las personas que carecen de lo necesario para vivir: para que les ayude a salir de su situación, y sepa denunciar las injusticias que hay en nuestro mundo. OREMOS AL SEÑOR.
2.- Por todos los cristianos que seguimos a Jesucristo, para que todo lo que hagamos sea un reflejo de su amor. OREMOS AL SEÑOR.
3.- Por todas las personas que buscan la paz de su espíritu, para que no se cierren a la Palabra de Dios y puedan saciar en ella sus ansias de búsqueda. OREMOS AL SEÑOR.
4.- Por los países del Tercer Mundo y por cuantos a nuestro alrededor carecen del sustento necesario: haznos solidarios con todos ellos y que sepamos compartir. OREMOS AL SEÑOR.
5.- Por nuestra Comunidad (parroquial): que sepa valorar las pequeñas cosas de las personas: la gratuidad, el servicio callado, el esfuerzo continuo y sincero; que favorezca la relación entre las personas, para que ayude a crear un ambiente de auténtica familia. OREMOS AL SEÑOR.
(B)
Pidamos, hermanos y hermanas, el auxilio del Espíritu Santo, para que inspire nuestra oración y ruegue con nosotros por las necesidades del mundo. Respondemos: Te rogamos, Señor, óyenos.
- Por los que empiezan a conocer a Cristo y desean la gracia del bautismo y por los que preparan el bautismo de sus hijos, pidamos el favor de Dios todopoderoso. Roguemos al Señor.
- Por nuestro pueblo, por todos los que habitan en él, y por todos los pueblos y naciones, pidamos al Señor paz y prosperidad abundantes. Roguemos al Señor.
- Por los que persiguen a la Iglesia y por los pecadores que viven intranquilos, pidamos la luz del Espíritu y la gracia de la conversión. Roguemos al Señor.
- Por los que estamos aquí reunidos y por aquellos por los que queremos rezar, pidamos al Señor que nos guarde a todos en la fe y nos reúna en el reino de su Hijo. Roguemos al Señor.
Señor, Dios todopoderoso, que cada domingo nos invitas a participar del pan vivo bajado del cielo; escucha nuestra oración y haz que, en el amor de Cristo, compartamos nuestro pan terreno, para que quede satisfecha toda hambre, tanto del cuerpo como del espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(C)
Unidos en la fe y en la solidaridad, vamos a pedir por todos.
1.- Pedimos por todos los que dentro y fuera de la Iglesia, sienten los problemas sociales y trabajan por remediarlos : Roguemos al Señor.
2.- Pedimos por los que sufren por causa del paro, el hambre, la falta de vivienda y las injusticias sociales: Roguemos al Señor.
3.- Pedimos por los pobres y necesitados, para que los responsables de los pueblos y naciones del mundo, se acuerden de ellos y traten de ayudarles: Roguemos al Señor.
4.- Pedimos por todos nosotros, muchas veces insolidarios y encerrados en nuestras vidas, para que sepamos repartir y compartir lo poco que tenemos: Roguemos al Señor.
Dios Padre, recibe nuestra oración. Acéptala como nuestro mejor y más sincero deseo. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Plegaria Eucarística
Te damos gracias, Señor,
porque te preocupas de los pobres,
de los que sufren en su carne el hambre y la necesidad.
Te damos gracias,
porque nos enseñas el camino
para que todos coman hasta saciarse:
la colaboración, la solidaridad y el reparto de los bienes.
Tú ayudas a los humanos y no les engañas;
das de comer y de beber en el desierto.
Te damos gracias,
por la claridad de tu palabra,
y por el ejemplo vivo de Jesús,
tu Palabra hecha Carne.
Con Él te bendecimos y te adoramos
y nos unimos a los Santos
y a las personas de buena voluntad
para entonar un himno de alabanza diciendo:
Santo, Santo, Santo...
Padre Nuestro
En el Padre Nuestro pedimos el pan para todos, pero no llega. Es que no sabemos repartir. Es que nos cuesta repartir. Una vez más lo vamos a repetir juntos diciendo: Padre Nuestro ...
Nos damos la paz
El que no tiene lo suficiente para saciar sus necesidades elementales, no puede vivir en paz. Pero, queremos colaborar para que la distribución de los bienes sea justa y llegue para todos. Así habrá paz.
* La Paz del señor esté con todos nosotros
* Nos damos la señal de la Paz...
Compartimos el Pan
Jesús, igual que en el relato del Evangelio nos manda acercarnos, nos invita a su Mesa y nos da su Pan de Vida.
Pan que nos une, nos alimenta y nos da fuerzas para vivir y ayudar, para colaborar con todos. Así, todos tendremos pan y paz.
* Dichosos nosotros por haber sido invitados a esta Comida.
* Señor, no soy digno de que entres en mi casa ...
Despedida
Amigos, comprometidos con la Palabra de Dios que hemos escuchado y fortalecidos por la comunidad y por la comunión del Cuerpo del Señor, llevemos a nuestras vidas la responsabilidad y el compromiso de nuestra fe.
Que estemos dispuestos a demostrar en nuestras vidas que la comunión con Cristo es también solidaridad con los hombres.
Bendición...
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