Publicado por El Blog de X. Pikaza
Benedicto XVI firmó hace unos días (como se ve en la imagen) una encíclica extraordinaria, titulada Caritas in Veritate, Amor/Caridad en la verdad (29 VI 09), que ha tenido relativamente poco eco en los medios de comunicación social, quizá porque es muy densa, quizá porque resulta poco “manipulable” desde una perspectiva propagandística. Algunos han dicho que es una lección de economía, otros que es muy de izquierdas, otros que es más de lo mismo. Yo la he presentado comparándola con el evangelio del Domingo 12 07 09, diciendo que Benedicto XVI nos ha dado una lección de economía, mientras que Jesús mandó a sus discípulos de dos en dos y sin dinero (Mc 6, 6-13). [Javierre] Alguien me ha respondido que no pueden compararse para nada los dos textos (Benedicto XVI y el evangelio); otros han añadido que, como siempre, soy contrario al Papa. No quiero justificarme ni responder. Quien quiera saber lo que he dicho que lea lo escrito. Pero hoy, después de haber releído cuidadosamente la encíclica, quiero hacer un comentario respecto a su título (La caridad/amor en la verdad), comparándolo con un pasaje esencial de la carta a los Efesios, donde se dice “haciendo la verdad en el amor” (Ef 4, 15). En principio, ambos títulos (el amor en la verdad o la verdad en el amor) son muy parecidos, pero trazan angulaturas distintas , que a la larga nos llevan a lugares muy diferentes: ¿qué es más importante: el amor o la verdad? ¿depende la verdad del amor y es el amor el que depende de la verdad? Se trata de un tema clave del pensamiento cristiano y de la doctrina de la Iglesia, como lo descubrí escuchando un día al que sería Cardenal A. M. Javierre (en la imagen) con quien tuve que verme varias veces en el Vaticano. Siga leyendo quien quiera conocerlo mejor.
1. Le Encíclica de Benedicto XVI
Se titula Caritas in Veritate, es decir, La Caridad en la Verdad y trata, como sigue diciendo el mismo título de Desarrollo Humano Integral en la Caridad y en la Verdad. Según esto, el título general (Caritas in Veritate) subordina el amor a la verdad, como diciendo que la verdad es lo primero y que el amor para ser recto depende de ella (es decir, de la obediencia a la verdad). Después, en el desarrollo del título, se vinculan ambos temas (caridad y verdad), sin subordinación del uno al otro. Pero, en el conjunto de la Encíclica, parece claro que el Papa ha dado más importancia a la verdad (ortodoxia), de manera que la caridad (ortopraxia) depende de ella.
No es una cuestión banal. Siempre se han dado las dos tendencias.
a. Por un lado están los que han dado más importancia a la verdad (la recta fe, el buen conocimiento), diciendo que el amor viene después, como consecuencia. Ésta ha sido la línea dominante de la tradición tomista (desde Aristóteles). Éste ha sido de hecho el criterio básico de la Iglesia en los últimos siglos, de modo que ella ha buscado la que ella ha pensado que es la recta verdad más que el buen amor.
b) Por otro lado están los que han dado más importancia al amor, en la línea de muchos teólogos franciscanos y de muchos místicos, diciendo que primero se ama y que amando bien se puede conocer lo recto, de manera que la posible ortodoxia está subordinada a la buena práctica, es decir, al despliegue del amor.
2. Ef 4, 15: “hacer la verdad” desde el amor. Primero el amor, luego la verdad.
La carta a los Efesios, siguiendo la doctrina de Pablo, ha puesto primero el amor… y desde el amor ha entendido la verdad, de una forma que sigue siendo esencial para el despliegue de la teología y de la vida cristiana. De ese manera dice que debemos ser/hacer la verdad en el amor para así crecer, para que el cuerpo mesiánico crezca y se abra a todos los hombres:
a. En griego: aletheuontes de en agape
b. En latín: veritatam facientes in charitate
c. En castellano: siendo/haciendo la verdad en el amor.
Había antes una verdad que dividía a los hombres, separando a los judíos de los griegos, a os esclavos de los libres, a los hombres de las mujeres… Se partía así de la verdad (de una verdad ya fijada) y así el amor era siempre algo derivado.
Pablo ha descubierto que en Jesús lo primero es el amor mesiánico… De forma que partiendo de ese amor la verdad puede y debe ser replanteada, recreada. Así lo ha supuesto Ev 4, 15, en la línea de toda la carta, a partir del amor de Jesús que ha roto las divisiones antiguas (el muro que dividía a los hombres y a los pueblos…). Sólo desde ese amor se puede hacer y vivir la verdad, que es siempre expresión y consecuencia de ese amor.
3. Vaticano II: primacía del amor sobre la verdad. Un discurso del Cardenal Javierre
La novedad de Juan XXIII en la historia de la teología y de la Iglesia ha sido el descubrimiento de esa primacía del amor sobre una “verdad” descarnada. Desde esa primacía del amor convocó el Concilio Vaticano II y puso en marcha las grandes reformas de la iglesia (ecumenismo, diálogo con los no creyentes, búsqueda de paz…etc.). Así lo descubrí por primera vez, de un modo ejemplar, en un discurso de Antonio María Javierre (que entonces debía ser Rector del Salesianum de Roma y que después fue Cardenal, con el que tuve que tratar los temas de mi cátedra, en el Vaticano).
Pues bien, a finales del 1964 o principio del 1965, invitado por Sala Balust, Javierre vino a la Universidad Pontificia de Salamanca para dictar unas conferencias sobre el Vaticano II. Una gran parte de los profesores de teología no entendían las novedades del Vaticano II; pensaban que el Concilio estaba destruyendo el primado de la Verdad Católica.
Lo recuerdo como si fuera hoy. En un aula a rebosar, con cintos de alumnos y muchos profesores, Javierre comentó el pasaje de Ef 4, 15: haciendo/siendo verdad en el amor (veritatem facientes in charitate). Leyó el texto y lo comentó, desde el primado del amor que lo funda todo. Éstas fueron sus consecuencias:
a)Si la verdad depende del amor, lo primero es el amor a los cristianos separados; antes que el triunfo de la verdad católica está la búsqueda de amor del ecumenismo
b) Si la verdad depende del amor… es necesaria la libertad religiosa: dejar que cada uno piensa y sea lo que él decida por sí mismo; la defensa de la verdad católica está al servicio del amor a todos…
c) Si el amor está antes que la verdad… es necesario un cambio de actitud respecto de los ateos y comunistas; es necesaria la apertura a los distintos, amándoles de verdad y respetándoles…
d) Si el amor es principio de toda verdad… la Iglesia no puede condenar a los distintos, ni trazar normas inmutables, sino hacer que ellas deriven en cada momento del amor de Cristo.
Aquel Antonio Maria Javierre, quien más tarde me entrevistó varias veces en Roma, siendo Secretario de la Congregación de Universidades y luego Cardenal, hombre de teología roncalliana y montiniana (al menos por entonces) hubiera escrito una encíclica titulada Veritas in Amore, La Verdad en el Amor.
4. Benedicto XVI: El Amor en la Verdad
Ciertamente, la visión anterior conservar parcialmente su sentido…, pero pasados los años, el Papa actual, Benedicto XVI ha preferido retomar el esquema antiguo, poniendo de nuevo de relieve la primacía de un tipo de verdad sobre el amor. A su juicio, el amor depende de la verdad, a la que debe ajustarse. Sin duda, al amor es importante, pero ha de ser el amor dentro de un orden, al servicio de una verdad que parece superior. Si Dios quiere, desarrollaré otro día esta temática, poniendo de relieve los grandes logros de la Encíclica del Papa. Pero hoy he querido situarla en su contexto: a su juicio, el amor, para ser verdadero, debe someterse a un tipo de “verdad ontológica” guardada y promulgada por la Iglesia. No todo tipo de amor vale, sino aquel que responde a la verdad. Desde ese fondo me limito hoy a citar ciertos párrafos de su encíclica:
De aquí la necesidad de unir no sólo la caridad con la verdad, en el sentido señalado por San Pablo de la «veritas in caritate» (Ef 4,15), sino también en el sentido, inverso y complementario, de «caritas in veritate». Se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad en la «economía» de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad (núm. 2).
La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad. Esta luz es simultáneamente la de la razón y la de la fe, por medio de la cual la inteligencia llega a la verdad natural y sobrenatural de la caridad, percibiendo su significado de entrega, acogida y comunión. Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario. La verdad libera a la caridad de la estrechez de una emotividad que la priva de contenidos relacionales y sociales, así como de un fideísmo que mutila su horizonte humano y universal… Un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales. De este modo, en el mundo no habría un verdadero y propio lugar para Dios. Sin la verdad, la caridad es relegada a un ámbito de relaciones reducido y privado. Queda excluida de los proyectos y procesos para construir un desarrollo humano de alcance universal, en el diálogo entre saberes y operatividad (núm. 3)
La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer[10] y no pretende «de ninguna manera mezclarse en la política de los Estados»[11]. No obstante, tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación. Sin verdad se cae en una visión empirista y escéptica de la vida, incapaz de elevarse sobre la praxis, porque no está interesada en tomar en consideración los valores —a veces ni siquiera el significado— con los cuales juzgarla y orientarla. La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad (cf. Jn 8,32) y de la posibilidad de un desarrollo humano integral. Por eso la Iglesia la busca, la anuncia incansablemente y la reconoce allí donde se manifieste. Para la Iglesia, esta misión de verdad es irrenunciable. Su doctrina social es una dimensión singular de este anuncio: está al servicio de la verdad que libera (núm. 9).
Conclusión:
a. Benedicto XVI busca ante todo la verdad (en plano racional y teológico)
b) A su juicio, el amor se subordina a la Verdad (a lo que él describe como la verdad de la Iglesia).
c) De esa manera ha escrito una encíclica luminosa… Pero algunos piensan que quizá su punto de partida resulta un poco estrecho y no responde totalmente a la visión de Efesios 4, 15 ni a la novedad del Vaticano II. Pero de eso tendremos que seguir hablando.
1. Le Encíclica de Benedicto XVI
Se titula Caritas in Veritate, es decir, La Caridad en la Verdad y trata, como sigue diciendo el mismo título de Desarrollo Humano Integral en la Caridad y en la Verdad. Según esto, el título general (Caritas in Veritate) subordina el amor a la verdad, como diciendo que la verdad es lo primero y que el amor para ser recto depende de ella (es decir, de la obediencia a la verdad). Después, en el desarrollo del título, se vinculan ambos temas (caridad y verdad), sin subordinación del uno al otro. Pero, en el conjunto de la Encíclica, parece claro que el Papa ha dado más importancia a la verdad (ortodoxia), de manera que la caridad (ortopraxia) depende de ella.
No es una cuestión banal. Siempre se han dado las dos tendencias.
a. Por un lado están los que han dado más importancia a la verdad (la recta fe, el buen conocimiento), diciendo que el amor viene después, como consecuencia. Ésta ha sido la línea dominante de la tradición tomista (desde Aristóteles). Éste ha sido de hecho el criterio básico de la Iglesia en los últimos siglos, de modo que ella ha buscado la que ella ha pensado que es la recta verdad más que el buen amor.
b) Por otro lado están los que han dado más importancia al amor, en la línea de muchos teólogos franciscanos y de muchos místicos, diciendo que primero se ama y que amando bien se puede conocer lo recto, de manera que la posible ortodoxia está subordinada a la buena práctica, es decir, al despliegue del amor.
2. Ef 4, 15: “hacer la verdad” desde el amor. Primero el amor, luego la verdad.
La carta a los Efesios, siguiendo la doctrina de Pablo, ha puesto primero el amor… y desde el amor ha entendido la verdad, de una forma que sigue siendo esencial para el despliegue de la teología y de la vida cristiana. De ese manera dice que debemos ser/hacer la verdad en el amor para así crecer, para que el cuerpo mesiánico crezca y se abra a todos los hombres:
a. En griego: aletheuontes de en agape
b. En latín: veritatam facientes in charitate
c. En castellano: siendo/haciendo la verdad en el amor.
Había antes una verdad que dividía a los hombres, separando a los judíos de los griegos, a os esclavos de los libres, a los hombres de las mujeres… Se partía así de la verdad (de una verdad ya fijada) y así el amor era siempre algo derivado.
Pablo ha descubierto que en Jesús lo primero es el amor mesiánico… De forma que partiendo de ese amor la verdad puede y debe ser replanteada, recreada. Así lo ha supuesto Ev 4, 15, en la línea de toda la carta, a partir del amor de Jesús que ha roto las divisiones antiguas (el muro que dividía a los hombres y a los pueblos…). Sólo desde ese amor se puede hacer y vivir la verdad, que es siempre expresión y consecuencia de ese amor.
3. Vaticano II: primacía del amor sobre la verdad. Un discurso del Cardenal Javierre
La novedad de Juan XXIII en la historia de la teología y de la Iglesia ha sido el descubrimiento de esa primacía del amor sobre una “verdad” descarnada. Desde esa primacía del amor convocó el Concilio Vaticano II y puso en marcha las grandes reformas de la iglesia (ecumenismo, diálogo con los no creyentes, búsqueda de paz…etc.). Así lo descubrí por primera vez, de un modo ejemplar, en un discurso de Antonio María Javierre (que entonces debía ser Rector del Salesianum de Roma y que después fue Cardenal, con el que tuve que tratar los temas de mi cátedra, en el Vaticano).
Pues bien, a finales del 1964 o principio del 1965, invitado por Sala Balust, Javierre vino a la Universidad Pontificia de Salamanca para dictar unas conferencias sobre el Vaticano II. Una gran parte de los profesores de teología no entendían las novedades del Vaticano II; pensaban que el Concilio estaba destruyendo el primado de la Verdad Católica.
Lo recuerdo como si fuera hoy. En un aula a rebosar, con cintos de alumnos y muchos profesores, Javierre comentó el pasaje de Ef 4, 15: haciendo/siendo verdad en el amor (veritatem facientes in charitate). Leyó el texto y lo comentó, desde el primado del amor que lo funda todo. Éstas fueron sus consecuencias:
a)Si la verdad depende del amor, lo primero es el amor a los cristianos separados; antes que el triunfo de la verdad católica está la búsqueda de amor del ecumenismo
b) Si la verdad depende del amor… es necesaria la libertad religiosa: dejar que cada uno piensa y sea lo que él decida por sí mismo; la defensa de la verdad católica está al servicio del amor a todos…
c) Si el amor está antes que la verdad… es necesario un cambio de actitud respecto de los ateos y comunistas; es necesaria la apertura a los distintos, amándoles de verdad y respetándoles…
d) Si el amor es principio de toda verdad… la Iglesia no puede condenar a los distintos, ni trazar normas inmutables, sino hacer que ellas deriven en cada momento del amor de Cristo.
Aquel Antonio Maria Javierre, quien más tarde me entrevistó varias veces en Roma, siendo Secretario de la Congregación de Universidades y luego Cardenal, hombre de teología roncalliana y montiniana (al menos por entonces) hubiera escrito una encíclica titulada Veritas in Amore, La Verdad en el Amor.
4. Benedicto XVI: El Amor en la Verdad
Ciertamente, la visión anterior conservar parcialmente su sentido…, pero pasados los años, el Papa actual, Benedicto XVI ha preferido retomar el esquema antiguo, poniendo de nuevo de relieve la primacía de un tipo de verdad sobre el amor. A su juicio, el amor depende de la verdad, a la que debe ajustarse. Sin duda, al amor es importante, pero ha de ser el amor dentro de un orden, al servicio de una verdad que parece superior. Si Dios quiere, desarrollaré otro día esta temática, poniendo de relieve los grandes logros de la Encíclica del Papa. Pero hoy he querido situarla en su contexto: a su juicio, el amor, para ser verdadero, debe someterse a un tipo de “verdad ontológica” guardada y promulgada por la Iglesia. No todo tipo de amor vale, sino aquel que responde a la verdad. Desde ese fondo me limito hoy a citar ciertos párrafos de su encíclica:
De aquí la necesidad de unir no sólo la caridad con la verdad, en el sentido señalado por San Pablo de la «veritas in caritate» (Ef 4,15), sino también en el sentido, inverso y complementario, de «caritas in veritate». Se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad en la «economía» de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad (núm. 2).
La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad. Esta luz es simultáneamente la de la razón y la de la fe, por medio de la cual la inteligencia llega a la verdad natural y sobrenatural de la caridad, percibiendo su significado de entrega, acogida y comunión. Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario. La verdad libera a la caridad de la estrechez de una emotividad que la priva de contenidos relacionales y sociales, así como de un fideísmo que mutila su horizonte humano y universal… Un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales. De este modo, en el mundo no habría un verdadero y propio lugar para Dios. Sin la verdad, la caridad es relegada a un ámbito de relaciones reducido y privado. Queda excluida de los proyectos y procesos para construir un desarrollo humano de alcance universal, en el diálogo entre saberes y operatividad (núm. 3)
La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer[10] y no pretende «de ninguna manera mezclarse en la política de los Estados»[11]. No obstante, tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación. Sin verdad se cae en una visión empirista y escéptica de la vida, incapaz de elevarse sobre la praxis, porque no está interesada en tomar en consideración los valores —a veces ni siquiera el significado— con los cuales juzgarla y orientarla. La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad (cf. Jn 8,32) y de la posibilidad de un desarrollo humano integral. Por eso la Iglesia la busca, la anuncia incansablemente y la reconoce allí donde se manifieste. Para la Iglesia, esta misión de verdad es irrenunciable. Su doctrina social es una dimensión singular de este anuncio: está al servicio de la verdad que libera (núm. 9).
Conclusión:
a. Benedicto XVI busca ante todo la verdad (en plano racional y teológico)
b) A su juicio, el amor se subordina a la Verdad (a lo que él describe como la verdad de la Iglesia).
c) De esa manera ha escrito una encíclica luminosa… Pero algunos piensan que quizá su punto de partida resulta un poco estrecho y no responde totalmente a la visión de Efesios 4, 15 ni a la novedad del Vaticano II. Pero de eso tendremos que seguir hablando.
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