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miércoles, 22 de julio de 2009

Comentario Bíblico y Pautas Homiléticas: XVII Domingo del T. O. (San Juan 6, 1-15) - Ciclo B

Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartio...
Publicado por Dominicos.org


Introducción

El evangelio de este domingo pone de relieve la importancia del compartir. Jesús contempla a una muchedumbre hambrienta y se preocupa por ella. Primero consulta a los discípulos que le acompañan: Felipe y Andrés. El primero afirma que no tienen dinero para comprar el pan suficiente (Jn 6, 7), el segundo encuentra a un muchacho que tiene poca cosa: cinco panes y dos peces (Jn 6, 8-9) A partir de ahí, Jesús actúa por medio de sus discípulos. Toma el pan, lo bendice y lo reparte. El amor que anima este gesto de Jesús y de la gente que comparte lo poco que tiene, hace posible el milagro.

El problema de la pobreza en el mundo no es precisamente la falta de alimentos, sino la injusta distribución de los mismos. El acaparamiento y la insolidaridad. Y eso nos incluye a todos y a todas. Podemos tener poco, pero, como el muchacho del evangelio ¿hemos aprendido a dar desde nuestra pobreza? ¿O desde nuestra riqueza? El milagro del compartir es que, no solamente alcanza para todos, sino que sobra. Esto se da en el Evangelio y en nuestra vida real de cada día. Cuando todos compartimos, generalmente sobra.

Este gesto nos lleva a la verdadera comunión. El Amor de Dios, revelado en Jesús, nos constituye como un solo cuerpo, así como una sola es nuestra esperanza (Ef 4, 1-6) La vida nueva surge en la periferia, en las personas que el mundo margina y arrincona. Nuestra sensibilidad debe estar abierta y pronta a la dimensión del servicio. Prestar nuestra solidaridad entrañable en favor del necesitado, enfermo, oprimido, excluido…Jesús nos necesita para repetir, cada día, el milagro de un amor renovado, pues el amor es nuestro destino.


Comentario bíblico

Compartir el pan, compartir la vida

* Iª Lectura: 2Reyes 4,42-44: El milagro de repartir lo poco que se tiene

I.1. La primera lectura de este domingo forma parte de un ciclo de milagros de Eliseo, el discípulo de Elías, que muy posiblemente se trasmitió entre sus discípulos. Esas tradiciones se transformaron, sin duda, para poner de manifiesto la grandeza de este hombre de Dios. Se ha escogido el final de ese ciclo, que lo acorde para este domingo, con objeto de servir de preparación al relato de la multiplicación de los panes que se ha de leer en el evangelio. Si nos fijamos bien, el relato no describe o especifica ningún gesto extraordinario por el que se lleve a cabo el dar de comer a todos los que siguen al profeta, sino que toda la fuerza de lo que se ha de hacer está en las palabras de Dios, a las que hace referencia el profeta como si se tratara de un dicho popular y sagrado. El mismo salmo interleccional del día (Sal 144) podría ser un apoyo a esta apelación profética. Ellos comieron, se saciaron y sobró, según las palabras del Señor.

I.2. El relato es legendario, sin duda, y probablemente se conservaba como una historia religiosa testimonial y ejemplar en los círculos de profetas, los que en los momentos más difíciles piden al pueblo que confíen en Dios por encima de todas las cosas. De hecho, en la lectura de hoy se describe como situación previa una gran hambre que había en la región. Los primeros frutos de la cosecha sirvieron para que todos, al compartir lo necesario, pudieron subsistir. Porque en estas situaciones límites lo más injusto es que unos pocos acumulen y otros pasen hambre; esta, creemos, es la lección de esta historia religiosa de Eliseo. Confiar y repartir; eso es lo que pide el profeta y por ello acontece lo extraordinario de que haya para todos. Estas historias han sido muy proverbiales en los círculos religiosos y de los santos. Lo importante no es verificar los detalles de su historicidad, sino cómo pueden servir de modelo para ayudar a los necesitados y compartir lo poco que se tiene. El hombre que le trajo al profeta los panes y la harina quería hacerle a él un don personal para que no pasara hambre. Pero el profeta lo repartió entre todos (este es el milagro) y todos se saciaron.

* IIª Lectura: Efesios (4,1-6): La unidad de la Iglesia

II.1. La segunda lectura, de la carta a los Efesios, es el comienzo de la sección parenética, es decir, aquella en la que después de una gran reflexión teológica sobre Cristo y la Iglesia, se pide a la comunidad cómo llevar a la práctica toda aquella teología. Es una exhortación a mantener la unidad por encima de todas las cosas, ya que Dios nos ha llamado a una gran esperanza. La exhortación inicial (v.1) apela a la vocación cristiana que todos hemos recibido. Y por lo mismo, en los vv. 2-6 se describe en qué consiste la vida interna de la Iglesia. Se señalan la humildad, la mansedumbre, la magnanimidad y el amor. Son valores de identidad verdadera que introducen los vv.4-6: la unidad de la Iglesia (cuerpo) en el Espíritu.

II.2. Todos hemos escuchado muchas ese canto que proclama «un sólo Señor, una sola fe, un sólo bautismo»; es nuestro texto de hoy de la carta a los Efesios. Se afirma que es una cita litúrgica que se cantaba en la liturgia bautismal, y que tiene unas ciertas reminiscencias de la confesión de fe que encontramos en el Shema de Israel (es la oración judía por antonomasia. Está formada por tres pasajes: Dt 6,4-9; 11,13-21; Num 15,37-41): Yahvé es nuestro único Dios y no hay otro fuera de El, que los judíos piadosos repiten dos o tres veces al día. Lo que se quiere poner de manifiesto, pues, con el texto cristiano de la carta a los Efesios es la unidad de la comunidad como cuerpo de Cristo: un sólo Señor, una sola fe y un solo bautismo, que fundamenta su unidad en Dios como Padre de todos.

* Evangelio: Juan (6,1-15): Saciar el hambre sin dinero

III.1. El evangelio de hoy está tomado de San Juan. Sabemos que el c. 6 es una de las obras maestras de la teología y la catequesis de San Juan, y por ello se ha escogido este capítulo, que se nos servirá en cinco domingos para que la comunidad pueda enriquecerse con esta alta y hermosa catequesis del pan de vida. Hoy se nos lee el milagro ( el signo, mejor) de la multiplicación, que sirve de introducción a toda la reflexión posterior. Es uno de los signos con los que está elaborada la narrativa del evangelio de Juan y que ha sido muy comentada entre los especialistas. En realidad es el que más semejanzas tiene con los relatos de la multiplicación de los panes de los sinópticos (cf Mc 6,30-44; 8,1-10), aunque nos propone algunos detalles que pueden servir muy bien a la teología propia de este evangelista.

III.2. Estaba cercana la Pascua, la gran fiesta judía, lo que enmarca muy bien las pretensiones teológicas del evangelista. De hecho, hay algunos elementos que nos recuerdan momentos de la vida del pueblo en el desierto: las penurias, el hambre, la intervención de Moisés, el maná… Jesús pregunta a sus discípulos qué pueden hacer con tanta gente como les sigue e inquiere cómo darles de comer. Es como el relato de Eliseo de la primera lectura; y Andrés, uno de los primeros discípulos, señala, no inocentemente, a alguien que tiene como un tesoro en aquella situación: cinco panes y dos peces ¿se los puede guardar para sí? ¡No es posible!. Vemos que la solución del dinero para comprar pan para todos es imposible, porque el dinero muchas veces no es la solución del hambre en el mundo.

III.3. El milagro de Jesús consistirá precisamente en hacer que el pan se comparta y se multiplique sin medida. No se saca de la nada, sino de poco (aunque para aquél joven es mucho). Pero el joven no se lo ha guardado para sí, y Jesús ha hecho posible que el compartir el pan sea compartir la vida. La gente vio a Jesús como un profeta (otra referencia al texto de Eliseo) y considerando que querían hacerlo rey por este gesto extraordinario se marcho a la soledad. Lo que vendrá después será una reflexión de la teología de cómo Dios comparte su vida con nosotros, por medio de Jesucristo. ¿Es posible decir muchas más cosas de este relato o signo milagroso? No es útil hacer grandes alardes de tipo histórico sobre cómo han nacido este tipo de relatos de la multiplicación de los panes y qué hecho concreto y memorable sustenta una narración o una tradición como esta.

III.4. En este caso de Juan sabemos muy bien que a las pretensiones del evangelista, como es su costumbre, este “signo/sêmeion” (él no les llama milagros) le sirve de base y de apoyo para construir el extraordinario discurso del pan de vida, como el maná que viene del cielo, que ha de leerse en domingos sucesivos, y que vine a continuación de nuestro relato. Todas las aportaciones originales o difíciles que se han dado sobre el particular no nos llevaría ni a solucionar la historicidad de este tipo de hechos, ni a remediar el hambre en el mundo. Pero sí hay una cosa clara: sea así o de otra manera lo que sucediera en un hecho memorable de Jesús, entre sus discípulos y las gentes que le seguían, el hambre no se arregla con milagros ni con dinero. El camino es, como el texto lo pone de manifiesto: compartir lo que se tiene en beneficio de todos. ¿Podría ser de otra manera? ¡desde luego que no! La Iglesia y la humanidad entera están llamadas a “reproducir” este milagro, este “signo” del compartir, entre tantos grupos y tantos pueblos que no pueden comer ni pagar la deuda que los empobrece. Otro tipo de lectura e interpretación de nuestro relato no tendría sentido hoy. La “apologética” del poder divino y extraordinario de Jesús o de Dios no daría de comer a tantos que hambrean lo necesario.

Fray Miguel de Burgos Núñez



Pautas para la homilía

* Repartió a todos

Los signos de Jesús ante las necesidades de la gente, suscita preguntas y hace caer en cuenta de que “es el Profeta que tenía que venir” (Jn 6, 14) También hoy convencen más los gestos de solidaridad que las buenas palabras, por eso, deben precederlas para hacerlas visibles. Necesitamos cultivar una mirada de ojos abiertos que nos haga caer en cuenta de la situación de penuria que viven tantos herman@s nuestros: inmigrantes, refugiados, personas en el paro, enfermos…Y una vez que tomamos conciencia disponernos a compartir. A servir. El milagro de Jesús se dio con la colaboración de tod@s. Y solamente así se puede repetir hoy.

* Jesús dignifica a los pobres

Jesús no se ocupa solamente de saciar el hambre, piensa en la dignidad de las personas. Por eso, pide a sus discípulos que la gente se siente: “En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí” (Jn 6, 10) Este gesto denota que los trata como seres libres y dignos; no como siervos, obligados a tomar sus alimentos de pie y de prisa para estar a la disposición de los amos. ¿Cómo es nuestro trato con los pobres? ¿Somos capaces de ver el rostro de Dios en ellos? ¿De sentirlos, de verdad, hermanos y hermanas nuestros? Para el ser humano es importante el alimento material, pero tal vez lo sea mucho más su libertad y su dignidad.

* El Amor abundante

La muchedumbre no solamente quedó saciada, sino que sobraron doce canastas. El amor que anima el gesto no tiene límites…Dios es siempre abundante en sus dádivas. El número doce es simbólico, doce fueron las tribus de Israel y doce los apóstoles. Pero la gente no percibe en el milagro quién es Jesús (Jn 6, 15) y lo quieren proclamar rey. Poco a poco, a través de otros signos, irá revelando su auténtica personalidad y su mensaje de salvación. De momento, Jesús se retira dejando su gesto de ternura y de amor, e invitándonos a nosotros a continuar estos gestos, de manera especial, con los empobrecidos. En el decir de Thomás Merton “No nos hacemos plenamente humanos hasta que nos damos nosotros mismos, unos a otros en el amor”.

* Un solo cuerpo

La vida del cristiano debe ser una vida en comunión. El amor de Dios, desmesurado e incondicional, ha sido revelado en Jesucristo, invitándonos a formar con él un solo cuerpo, como una sola es nuestra esperanza (Ef 4, 1-6) Esta invitación nos compromete a un servicio mutuo entre los diferentes miembros del cuerpo. A un reconocimiento y acogida de dones, a una valoración de las demás personas. La información globalizada nos presenta un mundo profundamente desgarrado y herido ¿Cómo cristian@s estamos dispuest@s a darle vida con nuestra propia vida? Nunca encontraremos el sentido de la vida en nosotros mismos, sino en relación con los demás. “El amor toma nuestras ideas, nuestros deseos y nuestras acciones y las suelta todas juntas en una experiencia y una realidad viviente que es un nuevo “nosotros” (Thomás Merton) Desde ahí recibimos la plenitud y construimos el Reino de Dios.

Hna. Teresa Sancho Pascua

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