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lunes, 13 de julio de 2009

Homilía y Recursos para la Homilía: XVI Domingo del Tiempo Ordinario (San Marcos 6,30-34) - Ciclo B

ESTABAN COMO OVEJAS SIN PASTOR
Publicado por Agustinos España

En el comienzo del pasaje del Evangelio de hoy, San Marcos relata que los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Debemos imitar ese trato de los discípulos con Jesús. Esa confianza que tienen para contarle sus cosas. En eso consiste la oración: en confiar al Señor los acontecimientos de nuestra vida. A veces le confiamos los hechos que nos entusiasman, como hacían los primeros discípulos de Jesús. Podemos suponer que ese relato de los apóstoles estaría seguido de las palabras de Jesús, guiándolos, dirigiéndolos, alentándolos. Pero otras veces, contando al Señor nuestras dificultades, nuestros problemas. Con la seguridad de que vamos recibir del Señor el consuelo y la paz que en cada momento necesitemos.

La oración, el trato frecuente, y sincero con el Señor es una necesidad para la vida de todo bautizado, y una condición previa e indispensable para encarar cualquier tarea de apostolado.

Continua el evangelista contando que entonces Jesús les dice a los apóstoles: Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco. Resulta alentador escuchar que los discípulos también se cansaban y que Jesús los invita a descansar.

Cuántas veces nosotros llegamos al límite de nuestras fuerzas físicas y espirituales.

Cuantas veces, al terminar las tareas de todos los días, y después de habernos empeñado en cumplirlas como Dios nos manda, terminamos rendidos.

La invitación a descansar es, en esos casos, también para nosotros.

Nuestra paz interior tiene una importancia fundamental para toda nuestra vida, tanto en el aspecto espiritual como en todas las otras dimensiones del hombre: en lo afectivo, en lo humano, en lo intelectual y hasta en lo físico. Además necesitamos tener paz, para transmitirla a quienes nos rodean. ..

Es por eso que debemos poner los medios para alcanzar esa paz. Ante todo, necesitamos pedirla al Señor, tanto como pedimos cualquiera de los bienes que consideramos más esenciales para nuestra vida.

Además debemos hacernos el propósito de retirarnos con frecuencia a nuestra soledad interior, porque es allí donde podremos escuchar la voz del Señor. No deberíamos dejar pasar un solo día en el que, las cosas “urgentes” nos impidan alcanzar las importantes. Y nuestra relación con el Señor en soledad, nuestra oración personal y la serena reflexión que nos lleve a recuperar la paz y a alimentar su crecimiento en nosotros, es una de las cosas que debemos valorar en grado sumo.

A Dios lo encontramos dentro de nosotros mismos, en las luces del amanecer y en los colores de una puesta de sol; cuando todo duerme en el silencio de la noche; en la tranquilidad, cargada de profundo recogimiento que encontramos en el templo cuando acudimos a hacer una visita al Santísimo.

Encontramos también al Señor en la apartada soledad del dormitorio.

Descansar no significa no hacer nada o perder tristemente el tiempo viendo durante horas programas de televisión que no dejan ningún provecho. Tampoco se trata de tomar vacaciones de Dios. Descansar es ocuparse de otras actividades útiles para nosotros y nuestro prójimo. Hacer algo de provecho para nuestra casa, nuestra familia o quienes nos rodean.

Para una madre que durante toda la semana lleva adelante la casa y los hijos, descansar puede ser leer un buen libro. Para el estudiante, descansar después de sus exámenes puede ser practicar apasionadamente un deporte. Para un padre, descansar después de un día fuera de casa, puede ser ponerse a jugar con sus hijos menores, o ayudarlos con sus tareas.

San Marcos nos relata que entonces los discípulos fueron solos con Jesús en la barca a un lugar desierto. Difícilmente pueda haber un descanso más eficaz y fructífero que retirarse con el Señor a un lugar alejado. Poder estar a solas con el Señor, y separados del mundo por unas horas o unos días.

Algunas veces se nos presentan oportunidades de participar en alguna charla o una meditación, en algún lugar apartado de nuestros hogares, que facilita la predisposición al recogimiento y a la oración. Es una experiencia que vale la pena. En estos momentos se revisa la vida pasada, se renuevan los propósitos personales, se hacen planes para el futuro...

San Marcos termina el evangelio relatando que al verlos partir, muchos los reconocieron a los apóstoles; y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

Sucede a menudo que, como a los apóstoles, podemos tener nuestros planes, que por un motivo u otro se frustran. Después de una larga jornada los apóstoles son invitados por Jesús a descansar. Pero Dios les pide todavía algo más.

Cuantas veces creemos que nuestro día ya ha terminado. Que merecemos sobradamente un descanso.

Y ocurre un imprevisto que nos demanda todavía un esfuerzo más: Un jefe que en el trabajo nos requiere un trabajo extra. Un vecino que viene a casa a pedir una ayuda impostergable. Un hijo, que sin el auxilio de su padre no sabe como hacer la tarea del colegio.

Esos son los casos que deben ser aprovechados especialmente para ofrecerlos al Señor.

En esas situaciones hay que continuar trabajando con buen ánimo, con alegría, como si fuera la primera tarea del día.

De nada sirve rebelarnos y protestar. Desperdiciamos una ocasión para agradar a Dios y además, con mala predisposición, la tarea se nos hace más pesada.

Hoy, vamos a pedir a María que, como los discípulos del evangelio, acudamos a Jesús en toda ocasión en que nos encontremos con cualquier tipo de necesidad, espiritual o material, en la confianza de que Él nos va a enseñar el camino hacia la felicidad verdadera.



RECURSOS PARA LA HOMILÍA

Nexo entre las lecturas

REUNIR. Éste es el concepto clave de la actual liturgia. "Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas", dice Yahvéh (primera lectura). Jesús ve la multitud con compasión y exclama: "son como ovejas que no tienen pastor" (Evangelio), pero El, buen pastor, las reunirá en un solo rebaño (Jn 10,16).

Jesús, buen pastor, reúne también en un solo rebaño a los que "estaban lejos" (paganos) y a los que "estaban cerca" (judíos) por medio de su sangre derramada en la cruz (segunda lectura).


Mensaje doctrinal

1. Como ovejas sin Pastor. En la sustancia de las cosas, la humanidad se halla desde sus inicios en situación parecida, aunque cambien las circunstancias aparentes: pastores que abandonan a sus ovejas, y ovejas que abandonan a sus pastores. El profeta Jeremías, en la primera lectura, hace mención de los reyes-pastores de Judá (metáfora muy frecuente en la cultura de aquel tiempo), que en lugar de pastorear a las ovejas, las extravían, las dispersan y las ahuyentan. Reyes-pastores que en lugar de obedecer a Dios, que les habla por Jeremías, para bien de las ovejas, obedecen a criterios humanos, bajo cuya guía causan la ruina del rebaño, que irá en exilio a Babilonia. Seis siglos más tarde, ve Jesús "como ovejas sin pastor" a las multitudes galileas que acuden a él para escuchar su palabra de verdad y de salvación. Ovejas sin pastor, sí, porque los pastores del pueblo (sacerdotes, escribas) no parecían mostrar interés por las ovejas, signadas por la maldición por el hecho de no conocer la ley (Jn 7, 49). Desde que el hombre es hombre ha necesitado guías que le indiquen el camino y le dirijan por la senda de su auténtica humanidad hacia el horizonte de la felicidad y de Dios. ¿Dónde, quiénes son hoy esos guías? En una crisis epocal como la nuestra, los hombres no miran ya hacia los "gurus" de la ciencia, de la técnica, de la religión "a la carta", sino hacia los pastores de la Iglesia. ¿Estamos los pastores de la Iglesia a la altura de nuestro cometido en este momento dramático y estupendo de la historia?

2. Pastores fallidos. Los textos de la liturgia algo nos deben enseñar. Nos hablan de pastores fallidos, que han fracasado en la tarea y responsabilidad encomendada. Pastores fallidos primero de Israel y luego de Judá fueron muchos de sus reyes. Pero no sólo los reyes, también algunos profetas fallaron en su cometido de pastores porque no profetizaban la Palabra de Dios, sino sus propias palabras; igualmente, entre los sacerdotes hubo quienes con su antitestimonio y su conducta distante del pueblo y colaboracionista con el poder romano extraviaron no poco a sus ovejas. Y, si quienes son columnas del edificio, se tambalean, ¿quién podrá mantenerse en pie? Éste es el gran drama de la historia en cada generación. También en la nuestra. Una generación sin pastores vive a la desbandada, se revuelve infeliz en la ciénaga del sinsentido. Una generación con pastores que no lo son, se ve abocada a la desconfianza en la autoridad, vive el suplicio de la confusión, se encierra en el subjetivismo atroz e insolidario. Toda generación requiere con urgencia pastores-testigos, que señalen con su vida el verdadero camino del hombre.

3. El Buen Pastor. En la primera lectura, Dios se presenta como el Pastor por excelencia de las ovejas de Judá. Con el paso de los siglos la imagen de Dios-Pastor se encarna y refleja en Jesucristo, Buen Pastor. ¿Qué hace un pastor bueno? Ante todo, sentir profundamente una sincera compasión por las ovejas descarriadas, desorientadas, sin guías. Después, reunir a las ovejas bajo su guía, para evitar por un lado que los lobos las atrapen y devoren, y por otro para dar a todas el alimento de la verdad y del bien. Luego, cuidará de que crezcan y se multipliquen, y de esta manera prolonguen en la historia de las generaciones sus maravillas en favor de los hombres.

Finalmente, elegirá otros pastores que le ayuden en su labor de guía y con ellos continuará llevando a las ovejas a verdes praderas y a frescas aguas (Evangelio puro, sana filosofía, doctrina dogmática y moral de la Iglesia, acciones y signos poderosos de Dios por medio de ellos). El Buen Pastor necesita de muchos y buenos pastores.


Sugerencias pastorales

1. A la búsqueda de la orientación. Los sociólogos que pulsan día a día el estado de la sociedad en que vivimos, coinciden en que la humanidad ha llegado a la terminal de un viaje histórico. En el momento actual, tiene los mejores medios para emprender un viaje fenomenal y grandioso por el futuro, pero los "pilotos" no tienen idea de adónde dirigirse, a qué terminal llegar. Corren, vuelan, surcan el mar de la historia no pocas veces sin rumbo. Por eso, nuestro tiempo es un momento magnífico, una oportunidad extraordinaria para la Iglesia.

Desde hace dos mil años, la Iglesia fundada por Jesucristo sabe de dónde viene y a dónde va. La Iglesia tiene el mapa de ruta para que la humanidad alcance su destino, la terminal de la historia, que no puede ser otra sino Dios. Como dice el Cardenal Ersilio Tonini, hemos llegado a un momento en que en los foros internacionales y en los parlamentos se hablará de Cristo, "origen, guía y meta de la humanidad". No sólo en los grandes foros, también en los pequeños foros de la diócesis, de la parroquia, de la acción católica, de los grupos y movimientos, Cristo y los valores cristianos recuperarán terreno en la sociedad, que buscan ansiosamente en ellos una guía certera y segura.

2. Unidos bajo un mismo Pastor. Ante una sociedad que afanosamente reclama orientación, es urgente que todos los cristianos nos unamos bajo un mismo Pastor, el Buen Pastor. Porque la primera orientación que Cristo ofrece a los hombres es precisamente la unidad en la verdad y en la caridad. Siendo muchos los siglos en que las divisiones han prevalecido, los pasos en el camino hacia la unión plena (campo de la doctrina dogmática y moral) son lentos y progresivos. No debe extrañarnos. Los expertos y responsables de las Iglesias irán, con la ayuda de Dios, deslindando los diversos temas y ofreciendo las soluciones más correspondientes al designio de Dios. Nosotros fijémonos en que, si es mucho lo que nos divide, es mucho más lo que nos une. Promovamos con nuestra palabra y con nuestra vida la unidad en la verdad, pero por igual y mucho más la unidad en el amor hacia todos los cristianos, en el respeto hacia los miembros de otras Iglesias, en la colaboración para fomentar y defender los fundamentales valores humanos y cristianos... Que en esta labor unitaria nos guíe siempre Cristo Pastor, el único Pastor de todos. Unidos bajo un mismo Pastor podremos más fácilmente y con mayor eficacia ser verdaderos guías para nuestra sociedad.

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