“Libertad a los cautivos”
“libertad a los oprimidos”
Luc 4,18
Hola Luis, encantada de conocerte. Me habló de ti nuestra querida Mª Victoria y a través de ella pude leer algunos de tus libros. Le comentaba esta tarde mi enorme emoción e impresión al leer "A contracorriente". Verdaderamente ha sido como poner ¡por fin! palabras a muchas emociones y sentimientos que llevaba dentro, pero que no sabía como expresar o exteriorizar.
Soy joven, como dice Mª Victoria, pero he vivido una fe y una religión que me ha tenido años presa en una cárcel y ahora estoy viviendo un proceso de liberación. Tengo que decirte que tus palabras me han ayudado mucho.
Cuando llegué al capitulo de "ME EQUIVOQUÉ DE DIOS" las lágrimas no me dejaban continuar la lectura y fue un rato laaargo, el que lloré, junto a Dios, y sentí que Él me abrazaba. Nunca lo olvidaré.
Valle.
Lc 4:16-21 Llegó a Nazaret, donde se había criado. El sábado entró en la sinagoga, según su costumbre, y se levantó para tener la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y, desenrollando el volumen, dio con el pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor descansa sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año favorable del Señor (Is 61,1-2)
Enrolló el volumen, lo devolvió al sacristán y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y empezó a hablarles:
- Hoy ha quedado cumplido este pasaje ante vosotros que lo habéis escuchado.
.................................
La cárcel.
Los profetas, los evangelios, toda la Biblia están llenos de simbología. Para un israelita, la realidad, que se ve y se toca, encierra o trasparenta significados ocultos. En Oriente se habla, sobre todo, con imágenes. En Occidente, sobre todo, con conceptos.
Para unos y otros, la realidad que nos rodea está cargada de significados: los números, los hechos, las cosas más vulgares como una montaña, la enfermedad, la ceguera, el trigo, la tormenta, la lepra, el cordero, el pastor, la pesca, una siembra, una perla, un niño, un preso… Incluso hay diccionarios bíblicos que ayudan a entender el significado de un lenguaje más rico y luminoso que el de los vocablos.
“La cárcel” es el gran símbolo, la gran imagen de la represión. Es el lugar de oprimidos y cautivos. Cárcel es signo de aniquilación de la libertad.
Jesús se siente con la misión descrita por Isaías: “proclamar la libertad a los cautivos; poner en libertad a los oprimidos”.
El pueblo que le oía era un pueblo oprimido por una religiosidad. Castrado en su libertad. Un pueblo sin salida, sin esperanza, sin libertad. Por eso Jesús es un liberador.
El evangelio está escrito en clave de “éxodo”. El éxodo es el símbolo, la imagen histórica de la huida de la esclavitud hacia la libertad. Sin ella no es posible hablar de ninguna redención.
Nuestra nueva amiga Valle ha encontrado en feadulta un aire nuevo. No sé en qué tipo de cárcel ha vivido. Aunque lo supongo: “he vivido una fe y una religión que me ha tenido años presa, en una cárcel”.
¡Cuántos conventos, de clausura y no clausura, se convirtieron hace tiempo en cárceles de gentes buenas!
Ya sé que no todo convento u orden religiosa es sinónimo de cárcel. ¡Ya lo sé, hombre!
Pero qué me dicen Vds. del Opus, de tantísimas religiosas de clausura, del celibato impuesto para ejercer la misión evangélica. ¿Acaso el Vaticano no fomenta o guarda un silencio cómplice ante las miles de cárceles en las que se pudren miles y miles de creyentes de buena voluntad?
No, señores. Jesús no pensaba en la revolución de la Bastilla. Pensaba -¡no cabe la menor duda!- en una religiosidad que oprimía y tenía cautivo al pueblo.
Necesitamos un profeta nuevo con la valentía de Jesús y que piense en el hombre oprimido. Y si no llega ningún profeta, rompamos nosotros mismos los grilletes, salgamos por las ventanas. Dentro de la cárcel no hay esperanza.
Soy joven, como dice Mª Victoria, pero he vivido una fe y una religión que me ha tenido años presa en una cárcel y ahora estoy viviendo un proceso de liberación. Tengo que decirte que tus palabras me han ayudado mucho.
Cuando llegué al capitulo de "ME EQUIVOQUÉ DE DIOS" las lágrimas no me dejaban continuar la lectura y fue un rato laaargo, el que lloré, junto a Dios, y sentí que Él me abrazaba. Nunca lo olvidaré.
Valle.
Lc 4:16-21 Llegó a Nazaret, donde se había criado. El sábado entró en la sinagoga, según su costumbre, y se levantó para tener la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y, desenrollando el volumen, dio con el pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor descansa sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año favorable del Señor (Is 61,1-2)
Enrolló el volumen, lo devolvió al sacristán y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y empezó a hablarles:
- Hoy ha quedado cumplido este pasaje ante vosotros que lo habéis escuchado.
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La cárcel.
Los profetas, los evangelios, toda la Biblia están llenos de simbología. Para un israelita, la realidad, que se ve y se toca, encierra o trasparenta significados ocultos. En Oriente se habla, sobre todo, con imágenes. En Occidente, sobre todo, con conceptos.
Para unos y otros, la realidad que nos rodea está cargada de significados: los números, los hechos, las cosas más vulgares como una montaña, la enfermedad, la ceguera, el trigo, la tormenta, la lepra, el cordero, el pastor, la pesca, una siembra, una perla, un niño, un preso… Incluso hay diccionarios bíblicos que ayudan a entender el significado de un lenguaje más rico y luminoso que el de los vocablos.
“La cárcel” es el gran símbolo, la gran imagen de la represión. Es el lugar de oprimidos y cautivos. Cárcel es signo de aniquilación de la libertad.
Jesús se siente con la misión descrita por Isaías: “proclamar la libertad a los cautivos; poner en libertad a los oprimidos”.
El pueblo que le oía era un pueblo oprimido por una religiosidad. Castrado en su libertad. Un pueblo sin salida, sin esperanza, sin libertad. Por eso Jesús es un liberador.
El evangelio está escrito en clave de “éxodo”. El éxodo es el símbolo, la imagen histórica de la huida de la esclavitud hacia la libertad. Sin ella no es posible hablar de ninguna redención.
Nuestra nueva amiga Valle ha encontrado en feadulta un aire nuevo. No sé en qué tipo de cárcel ha vivido. Aunque lo supongo: “he vivido una fe y una religión que me ha tenido años presa, en una cárcel”.
¡Cuántos conventos, de clausura y no clausura, se convirtieron hace tiempo en cárceles de gentes buenas!
Ya sé que no todo convento u orden religiosa es sinónimo de cárcel. ¡Ya lo sé, hombre!
Pero qué me dicen Vds. del Opus, de tantísimas religiosas de clausura, del celibato impuesto para ejercer la misión evangélica. ¿Acaso el Vaticano no fomenta o guarda un silencio cómplice ante las miles de cárceles en las que se pudren miles y miles de creyentes de buena voluntad?
No, señores. Jesús no pensaba en la revolución de la Bastilla. Pensaba -¡no cabe la menor duda!- en una religiosidad que oprimía y tenía cautivo al pueblo.
Necesitamos un profeta nuevo con la valentía de Jesús y que piense en el hombre oprimido. Y si no llega ningún profeta, rompamos nosotros mismos los grilletes, salgamos por las ventanas. Dentro de la cárcel no hay esperanza.
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