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sábado, 15 de agosto de 2009

Comentario Bíblico y Pautas Homiléticas: XX Domingo del T.O. (Juan 6, 51-59) - Ciclo B


Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Publicado por Dominicos.org
Introducción

Desde el domingo diecisiete del Tiempo Ordinario estamos escuchando en el Evangelio el capítulo sexto de san Juan, que constituye una profunda catequesis eucarística. Curiosamente el cuarto evangelio no cuenta la institución de la Eucaristía en la última Cena, pero traslada su enseñanza sobre este misterio a este capítulo donde se narra en primer lugar la multiplicación de los cinco panes de cebada y los dos peces. Esta catequesis comienza como si fuera una homilía sobre la lectura bíblica del episodio del maná, pronunciada en la sinagoga de Cafarnaún. En medio de los calores del verano, la Palabra de Dios viene a llamar nuestra atención para invitarnos a reflexionar sobre el misterio de la Eucaristía vivido a diario o cada domingo. Parece querer sacudirnos para que no descuidemos su importancia y acojamos el gran regalo que ella constituye para nuestras vidas.


Comentario bíblico

El Pan de Vida, sabiduría y donación de resurrección

* Iª Lectura: Proverbios (9,1-6): El banquete de la Sabiduría

I.1. La primera lectura nos presenta a la Sabiduría, casi personalizada, que ha preparado un banquete para inaugurar una casa que, sobre siete columnas (número perfecto en la Biblia), es un dechado de solidez y de inteligencia. La Sabiduría en el AT es la experiencia más profunda de la vida. Es como Dios; su mejor asistente en todo lo que hace, hasta el punto que en los extremos de monoteísmo de la religión judía debemos entender que cuando se habla de la Sabiduría se está hablando de acciones divinas, de lo que Dios hace con los que son inexpertos y los necios. Si se fían de El asistirán a un banquete de vida.

I.2. El pan y el vino son los signos más sencillos, los más reales para compartir lo mejor de la Sabiduría. Por lo tanto es todo un canto, bajo el símbolo de un banquete, para compartir la vida de Dios. Aunque no parezca un texto de tipo cultual, viene a ser una especie de adelanto del banquete eucarístico. No es un banquete para sabios de este mundo y según la inteligencia de este mundo, sino precisamente para los que con menos capacidad se sienten en este mundo. Así es de generosa la Sabiduría, porque se está hablando de la generosidad de Dios.



* IIª Lectura: Efesios (5,12-20): Vivir en la luz e iluminados

II.1. La segunda lectura es una invitación a la comunidad, en primer lugar, a actuar como envuelta en la luz, concretamente, en la luz de Cristo. Es un canto, pues, a Cristo luz en que resuenan ciertos elementos del libro de Isaías (26,19; 51,17; 52,1; 60,1). Es un canto que se cita como apoyo al planteamiento ético de cómo tienen que vivir los cristianos, ya que han sido iluminados en el bautismo, y no pueden andar por el mundo como personas que no tuvieran luz, ni sabiduría, ni Espíritu.

II.2. El tema de la sabiduría cristiana es contemplado de nuevo como praxis de los que han sido bautizados y no pueden vivir en el mundo de cualquier manera, cegados por lo que quita la razón, el juicio y el discernimiento (por ello se usa el simbolismo negativo del vino, la embriaguez como necedad), sino que deben estar abiertos a una esperanza en que, unidos, alaban a su Dios con cánticos, himnos y salmos.



* Evangelio: Juan (6,51-58): La comunión de vida con el Hijo

III.1. El evangelio de Juan lleva a su punto culminante del discurso del pan de vida, porque aparecen con un realismo indiscutible los elementos sacramentales de la eucaristía. Es, probablemente, el texto más explícito sobre este sacramento que se practicaba en la comunidad, por el que probablemente eran criticados los cristianos. Juan no nos describe la institución de la eucaristía en la última cena; por ello, los especialistas han visto aquí el momento elegido por el evangelista para poner de manifiesto sus ideas teológicas sobre este sacramento que hace a la comunidad. En este momento se usa el verbo “trogein” (comer; en el tema del maná, en los versículos anteriores, se ha usado el verbo fagein) que tiene un verdadero sentido sacramental, ya que comer “la carne” y beber “la sangre” no pueden hacerlo los humanos (está prohibido cf Lv 17,10) más que en sentido simbólico-sacramental. El valor semítico del la palabra “carne” sirve para designar la condición humana, la vida humana, del Hijo del Dios.

III.2. Nos encontramos ante la radicalización del discurso de Cafarnaún: la carne, en este caso es lo mismo que el cuerpo, y el cuerpo representa a la persona y la historia misma de Jesús que se ha sacrificado y entregado por “el mundo”. El autor nos pone frente al sacrificio redentor de la cruz, sin mencionarlo directamente, más que por medio de “dar” o “entregar”. El sentido del “comer” al Hijo del hombre es una expresión de muchos quilates que apunta a poseer su vida, su palabra, sus opciones, sus sentimientos filiales. Este es el desarrollo lógico y teológico de todo lo anterior, aunque bien ha podido ser añadido en un segundo momento de la reflexión de este evangelio, que no se ha compuesto de una sola vez.

III.3. Es una comunión con su vida, esa vida que entrega por todos los hombres y que en la eucaristía vuelve a entregar como el resucitado. Si El Hijo vive por el Padre que le entrega su vida, nosotros vivimos por Jesús que nos entrega la que ha recibido. Es todo, pues, un misterio de donación el que acontece en la realización de la eucaristía. De ahí que sea el sacramento que nos va resucitando día a día, para que la muerte no sea nuestro destino, sino que nuestra meta es tener la vida que Jesús posee ahora como Señor de la muerte. Ahí reside la sabiduría del misterio de la eucaristía en la comunidad: ser una donación sin medida. En Juan este discurso está en sintonía con el mismo misterio de la Encarnación. Es posible que muchas expresiones muestren un “realismo” exagerado para explicar lo que siendo real, se lleva a cabo de forma sacramental. Porque es real la donación de la vida

Fray Miguel de Burgos Núñez



Pautas para la homilía


* Algunos efectos de la Eucaristía

Da la vida eterna

En el pasaje evangélico de este domingo Jesús se define a sí mismo como «el pan vivo que ha bajado del cielo». Comer este pan con fe produce en el que lo come la vida eterna. Es decir, pone a los comensales en conexión con la fuente de la vida, no sólo de la biológica, sino también de la vida eterna, de la vida misma de Dios, que se caracteriza sobre todo por el amor. San Ignacio de Antioquia hablaba de la Eucaristía como «medicina de inmortalidad» y como «antídoto para no morir», con esas expresiones quería decir que la salvación auténtica, es decir, la victoria sobre la muerte, se alcanza gracias a la Eucaristía.

En la cultura occidental la vida eterna ha dejado de ser una preocupación. Es la vida biológica y material la que atrae toda la atención, pero cuando uno se detiene a pensar descubre que eso no puede satisfacer los anhelos más profundos que alberga el corazón humano, aunque no siempre salgan a la superficie por el embotamiento de la mente.

Los cristianos debemos apasionarnos por la vida eterna. Debemos buscarla con todo nuestro empeño. Recordemos que allí donde los tres primeros evangelistas hablan de «reino de Dios», el evangelio de san Juan habla de vida eterna. La vida eterna no se alcanza sólo después de la muerte, sino que comienza en el momento en que se come la carne y se bebe la sangre de Jesús. Es decir, en el momento en que se cree en Jesús, en que se entra en comunión con su persona, con sus sentimientos, con sus disposiciones interiores, con su revelación, con su gracia, con sus dones, con su Espíritu…

La Eucaristía no es una cosa, sino una persona: es Jesús.

La Eucaristía es, además, una necesidad vital para todos. Sin Eucaristía no hay acceso a esa vida que nos ha traído Jesús, que es en definitiva la vida verdadera.
Nos une estrecamente a Jesús

Otro de los efectos capitales de la comunión Eucarística es esa relación tan estrecha que se establece entre Jesús y el que comulga. Jesús lo expresa con esas emotivas palabras: «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él». Jesús habla de una reciprocidad de presencia. Aunque esas presencias no son simétricas. La presencia de Jesús es la que nos da fuerza, la que nos consuela en la tristeza, la que nos ilumina en medio de nuestras oscuridades, la que nos alegra en todo momento. En la Eucaristía recibimos presencia, intimidad. Nada alegra tanto el corazón humano como la presencia de las personas queridas.
Nos lanza a la acción

La Espiritualidad eucarística es muy fecunda. La Eucaristía siempre lanza a la acción, porque el encuentro con Jesús en la Eucaristía nos hace descubrir sus preocupaciones respecto de nuestro mundo. ¿Y cómo no ponerse manos a la obra cuando alguien que nos quiere tanto nos lo pide?
Nos une al Padre

Pero además la Eucaristía produce otro efecto: nos une a todo lo que Jesús está unido. Nos une al Padre y al Espíritu. Jesús dice que él vive por el Padre. Jesús siempre permanece unido al Padre. La humanidad de Jesús, su carne y su sangre, son el «medio», el «puente» que nos conecta con la otra rivera, que nos pone en contacto con la fuente de la vida. Y en ningún otro momento la presencia de Jesús en nuestras vidas se hace tan fuerte y tan densa como en la Eucaristía. Pero no sólo en el futuro, también el presente.


* La necesidad de creer

Ahora bien, para que la Eucaristía fecunde nuestra vida es necesario creer. La falta de fe en la Eucaristía es patente en muchos cristianos; no solamente en quienes no acuden a ella porque la consideran innecesaria para ser buenas personas, sino también en quienes acuden a ella o incluso la presiden, pero con prisa o de forma rutinaria o sin prestar atención a esa presencia generosa de Jesús.

Ya el autor del cuarto evangelio tuvo que enfrentarse con el problema de las dudas de fe que suscitaba entonces en su tiempo la Eucaristía. El domingo pasado escuchábamos el pasaje evangélico que ponía de manifiesto esas dudas de fe. Ante la afirmación de Jesús declarándose «el pan vivo bajado del cielo», los judíos comenzaron a objetar: «pero si este es el hijo de José; pero si todos conocemos a su padre y a su madre, ¿cómo dice ahora que ha bajado del cielo?» Por demasiado conocido, a los judíos se les escapó el misterio de Jesús. Su conocimiento sólo fue superficial y de oídas.

El pasaje evangélico de hoy recoge una segunda duda de fe. Ante las palabras de Jesús: «…el que como de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo», los judíos disputaban entre sí diciendo: «¿cómo puede este darnos a comer su carne?» Esa es en el fondo la duda de quien no cree en la encarnación del Hijo de Dios, y que no puede creer en la Eucaristía como continuación de esa encarnación.


* La generosidad la Sabiduría preludio de la generosidad de Jesús

La generosidad de Jesús en la Eucaristía viene prefigurada por la Sabiduría del Antiguo Testamento. El pasaje de la primera lectura de este domingo habla de la Sabiduría personificándola. La Sabiduría ha edificado una buena casa, ha preparado un buen banquete y ha despachado a sus criados para que inviten su mesa a todos los inexpertos y faltos de juicio, para que coman su pan y su vino, y abandonen la inexperiencia y vivan, y sigan el camino de la prudencia. La inexperiencia, la falta de juicio, la imprudencia o falta de Sabiduría divina conduce a la muerte, a la separación de Dios.


* Dejaos llenar del Espíritu

La segunda lectura de este día, tomada de la carta de san Pablo a los Efesios recoge una serie de buenos consejos que el Apóstol da a sus corresponsales, y que no dejan de tener vigencia también en nuestros días: examinad la propia vida para ver dónde se sitúa uno respecto a Dios, cuáles son nuestros proyectos, nuestra preocupaciones más profundas; sed sensatos; no dejéis pasar la ocasión, porque vienen días malos; estad bien despiertos para caer en la cuenta de lo que Dios espera de cada uno; no emborracharse para no caer en el libertinaje; dejarse llenar del Espíritu. Este último consejo debe tomarse muy en serio. El Espíritu de Jesús está en todo bautizado, pero no actuará en nuestra vida si no lo liberamos, sin no lo dejamos actuar.

Finalmente, san Pablo pide a Efesios que no dejen de orar con salmos, himnos y cánticos inspirados,… y a dar gracias a Dios por todo, lo bueno y también por las pruebas de la vida, y a realizarlo todo en nombre de Jesús.

Fray Manuel Ángel Martinez Juan

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