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sábado, 15 de agosto de 2009

Ha subido al cielo, ha bajado a la tierra. La encarnación de María (15 8 09)

Publicado por El Blog de X. Pikaza

El día quince de agosto, en pleno verano septentrional, la cristiandad católica celebra la Asunción de María, que ha sido “elevada” al cielo, es decir, que ha culminado su vida en la Vida de Dios. Conforme al principio de la encarnación, cuando más se sube más se baja, cuanto más se penetra en Dios más se introduce en la entraña de la historia y de la vida de los hombres. Por eso, la fiesta de la Asunción puede llamarse también fiesta y memoria de la Descensión: es decir, de la Presencia del signo y figura de María en la realidad humana. Así lo supone el Vaticano II en la Lumen Gentium 62, cuando afirma que, “estando en el cielo, como asunta”, María realiza su oficio de mujer y persona, de amiga y compañera entre los hombres y mujeres de la tierra. Por eso, cuando rezamos “hágase tu voluntad así en el cielo como en la tierra” podemos pensar en la María del cielo, que vive en la plenitud de Dios (del mesianismo cumplido) y que sigue habitando en la tierra (donde tiene que cumplirse lo que ella significa: amor y libertad, ternura y justicia, dignidad universal, familia). Mientras todos los hombres y mujeres de la tierra no puedan vivir y desplegar el ideal del símbolo mariano no podemos decir que ella ha subido del todo al cielo. Para que María suba al cielo tenemos que hacer que ella penetre profundamente en la tierra: ofreciendo dignidad y belleza a todas las mujeres (y hombres) que viven en ella. Mientras haya mujeres (y hombres) que sufren en la tierra no podemos decir que María ha subido al cielo, no podemos celebrar en plenitud su Asunción, la fiesta de Agosto

Los planos de la visión cristiana de María

María ha sido ciertamente un campo discutido, de tal forma que los cristianos han venido a dividirse y distinguirse desde su visión del símbolo mariano. Pero no es campo arbitrariedades, pues no todos los enfoques resultan igualmente razonables y bellos. En este lugar de profundización creyente y creación simbólica de la figura de María podemos situarnos, releyendo en clave de hermenéutica cristiana (ecuménica) y religiosa (humana) algunos relatos del Nuevo Testamento.

-En nivel de historia humana (accesible de algún modo a todos los testigos) María ha sido mujer mediterránea, de origen galileo, madre conflictiva de un pretendiente mesiánico judío y luego miembro de su iglesia. No es por tanto una nueva versión del mito femenino de Dios, ni mujer eterna o avatara intemporalmente hermosa de la más hermosa de las diosas de oriente. Sobre la base firme y dura de su historia concreta de mujer y persona se funda y recibe sentido lo que sigue. Si en un momento dado olvidamos esta base destruimos el sentido cristiano de María como ser humano verdadero, mujer y persona.

- Los cristianos han recreado simbólicamente la figura de María, descubriendo y/o expresando en ellas signos fuertes de la religiosidad humana del entorno y algunas novedades de la nueva experiencia evangélica del Cristo. Ella ha recibido así un profundo significado dentro del espacio de la confesión creyente. Los evangelios no conservan y/o elaboran su recuerdo para saciar una curiosidad, por otra parte lícita, acerca de la madre de Jesús sino para expresar el sentido de la fe. María actúa así como un catalizador simbólico del mesianismo cristiano. Para los cristianos ortodoxos y católicos resulta difícil “contar” (transmitir) el sentido de Jesús sin aludir a su madre, expresando en ella el principio, camino y meta de la nueva experiencia creyente. Su símbolo no sirve para negar o camuflar la historia sino para afirmarla en su profundidad creyente.

- Pero la figura de María se sitúa desde tiempo muy antiguo (desde el mismo Nuevo Testamento) en el principio de un camino de apertura tendencial a lo que podemos llamar el signo sagrado del eterno femenino de algunas religiones de tipo mítico. Llamo mito al símbolo de tipo intemporal que se desliga de la historia y expresa en forma imaginaria aquello que parece haber sido y será siempre, el eterno y divino retorno de las cosas. Entendido así, el mito destruiría la individualidad histórica de la madre de Jesús, no viéndola como persona individual sino como expresión de lo sagrado (femenino o materno) que se expresa en ella… El mito destruiría la verdad histórica de María, que aparece en el cristianismo como sino del valor infinito de todas y cada una de las mujeres (y de los hombres). Tal como aquí lo entendemos, el mito “separa” a María, la aleja de la tierra… para ponerla en un cielo donde sólo está ella, mientras las mujeres históricas sufren bajo la injusticia y la miseria… Así pondríamos a María en un nicho elevado (en un cielo separado de la historia)… para oprimir mejor a las mujeres y tenerlas sometidas… María habría subido al cielo para poder esclavizar mejor a las mujeres de la tierra. En contra de ese “mito” debe elevarse la piedad y la práctica cristiana.

Principios de la Mariología cristiana. La bajada de Dios

1) Toda asunción es encarnación. La mariología cristiana constituye el descubrimiento y cultivo creyente (consecuente) de la hondura simbólica de la historia de María, en un plano de fe. Así puede distinguirse de una pura fenomenología mariana que fija y organiza los símbolos de la Madre de Jesús de un modo puramente cultural (en ese sentido cultural, María forma parte de la historia simbólica de muchos pueblos cristianos). Pero los creyentes saben que María no es sólo un signo de la cultura occidental (que es eso). Ella es también, y sobre todo, un principio creador, una exigencia de humanización… Todo lo que decimos de la María del cielo… debemos aplicarlo a cada una de las mujeres de la tierra. Celebrar la Asunción de María al cielo de Dios significa celebrar la encarnación de Dios en cada una de las mujeres (y hombres) de la tierra. Una asunción sin encarnación se convierte en puro mito, más aún, en evasión mentirosa.

- Un diálogo histórico, una tarea. Pero la piedad mariana ha situado a María en el campo de diálogo más grande de la fe con las culturas religiosas del entorno. Al situar a María cerca del espacio donde se reciben o/y elaboran mitos religiosos casi universales (hierogamia, madre divina, feminidad sagrada...), la mariología asume como propia la tarea crítica de superar (negar y recuperar en forma nueva) lo que esos mitos han descubierto o inventado. Quizá podamos decir que la mariología es una disciplina abierta por esencia al diálogo cultural interreligioso con sus valores (nos sitúa en el lugar donde el ser humano ha buscado, sufrido y soñado con más intensidad) y sus riesgos (el evangelio de la historia de Jesús y de la iglesia puede diluirse con María y por María en los pretendidos valores eternos de los dioses y diosas del entorno mediterráneo y del oriente antiguo).

Un retorno a Santa María de la Carne… El dogma cristiano es la “carne de Dios”: Dios se ha encarnado, es decir, se ha hecho historia, a través de la carne e historia de Israel y, en concreto, de María… Ella es “carne”, pero carne enamorada de Dios, carne humanizada, abierta al diálogo entre todos, a la esperanza de la vida universal… Ha subido al cielo (está cerca de Dios….), ha bajado a la tierra (tenemos que verla en el contexto de la búsqueda humana de justicia y de amor, de cercanía y de vida…).

Dos ejemplos del símbolo María

Quiero recordar este día dos ejemplos significativos de la visión de María… Uno excelso, impresionante, el del mayor poeta religioso de la cristiandad, que es quizá Dante Alighieri. El otro más cercano, de un poeta al que muchos consideramos como amigo de la casa, sobre todo entre las peñas y las playas del Cantábrico. De niño vi sus versos grabados en la roca del puerto de Lunada (¡Río Miera, Río Miera…!). Ahora quiero evocar sus versos de María

(1)Dante

Dante es el autor del himno mariano quizá más conocido de la literatura de occidente. Para subir al cielo y descubrir su misterio, el poeta necesita la ayuda de María, a la que invoca con las palabras de San Bernardo. Presento el texto italiano y luego una traducción. Este es un texto que me ha acompañado desde que llegué a Italia, hace muchos años. No requiere presentación

Divina Comedia: Canto XXXIII

«Vergine Madre, figlia del tuo figlio,
umile e alta più che creatura,
termine fisso d'etterno consiglio,
tu se' colei che l'umana natura
5 nobilitasti sì, che 'l suo fattore
non disdegnò di farsi sua fattura.
Nel ventre tuo si raccese l'amore,
per lo cui caldo ne l'etterna pace
così è germinato questo fiore.
10 Qui se' a noi meridiana face
di caritate, e giuso, intra ' mortali,
se' di speranza fontana vivace.
Donna, se' tanto grande e tanto vali,
che qual vuol grazia e a te non ricorre
15 sua disianza vuol volar sanz'ali.
La tua benignità non pur soccorre
a chi domanda, ma molte fiate
liberamente al dimandar precorre.
In te misericordia, in te pietate,
20 in te magnificenza, in te s'aduna
quantunque in creatura è di bontate.

Traducción:

Virgen Madre, hija de tu Hijo,
la más humilde y elevada de todas las creaturas,
término fijo de la eterna voluntad,
tú eres quien ennobleciste la naturaleza humana
de modo que su hacedor no desdeñó
convertirse en su hechura.
En tu vientre se encendió el amor,
por cuyo calor en la eterna paz germinó esta flor.
Aquí eres entre nosotros meridiana luz de claridad,
y allá abajo, entre los mortales,
fuente viva de esperanza.
Mujer, eres tan grande y tanto vales,
que quien desea una gracia y no recurre a ti,
quiere que su deseo vuele sin alas.
Tu benignidad no solo socorre a quien pide,
sino que muchas veces libremente se anticipa a la petición.
En ti la misericordia, la piedad,
la magnificencia se reúnen
con toda la bondad que se pueda encontrar en la creatura.

(Cf. P. Régamey, "Los mejores textos sobre la Virgen", Madrid, 1972, Rialp, 223-224).

Gerardo Diego

Desde las brumas del Norte, donde el otoño se acerca, he querido recordar hoy unas palabras de Gerardo Diego, poeta enamorado de la vida, simbolizada en María:

A ti, María, Virgen concebida /
sin pecado, yo indigno, yo devoto /
de tu manto, yo escándalo, yo roto, /
te canto y rezo con mi lengua ardida. /
Estrella de mi mar en la vencida, /
borrasca ofrendo a Ti mi humilde exvoto; /
un bergantín sin rumbo y sin piloto, /
en tu ermita carmela guarecida. /
Ave María, Gratia plena, suave /
nido de Encarnación, pluma de vuelo, /
rosa blanca entre angelitos sonrojos. /
Reina del cielo, que te acoge y sale; /
Sálvame, mírame, tu pequeñuelo...

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