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jueves, 17 de septiembre de 2009

SERVIR A LOS DEMÁS ES EL FIN,NO UN MEDIO PARA CRECER ANTE DIOS O LOS DEMÁS.

XXV Domingo del T.O. (Marcos 9, 30-37) - Ciclo B
Por Fray Marcos
Publicado por Fe Adulta

CONTEXTO

En la lectura del texto de Marcos hemos saltado episodios importantes, como la transfiguración y la curación de un muchacho que los discípulos no pudieron curar. La liturgia pasa al segundo anuncio de la Pasión en este evangelio. Tiene su lógica, porque el tema es idéntico y nos puede llevar a una mejor comprensión de la enseñanza del domingo pasado.

Jesús atraviesa Galilea camino de Jerusalén, donde le espera la Cruz. El evangelio nos dice expresamente que quería pasar desapercibido, porque ahora está dedicado a la instrucción especial de sus discípulos. Ya decíamos el domingo pasado, que esa nueva instrucción tenía como centro la cruz. Mensaje incomprendido y rechazado. Esta es la idea que se repite en lo leído hoy.



EXPLICACIÓN

Este segundo anuncio de la pasión es prácticamente repetición del primero. No deja lugar a dudas sobre lo que Jesús quiere transmitir. Los discípulos siguen sin comprender, a pesar de que ya el domingo pasado nos decía que se lo explicaba “con toda claridad”.

Si les daba miedo preguntar es porque algo intuían que no les gustaba. Esa indicación nos muestra que más que no comprender, es que no querían entender, porque la muerte ignominiosa de Jesús significaba el fin de sus pretensiones mesiánicas. El miedo a preguntar está en la línea de la increpación de Pedro en el primer anuncio de la pasión. Hasta que no llegue la experiencia pascual, seguirán sin entender una palabra del mensaje.

“¿De qué discutíais por el camino?” Jesús quiere que saquen a la luz sus íntimos sentimientos, pero guardan silencio porque saben que no están de acuerdo con lo que Jesús viene enseñándoles. Entre ellos siguen en la dinámica de la búsqueda del dominio y del poder. Tenemos que recordar que en aquella cultura el rango de las personas se tomaba muy a pecho, y era la clave de todas las relaciones sociales.

“Llama a los discípulos” Si están juntos en casa, ¿por qué tiene que llamarles (el verbo griego phoneo, indica una llamada con voz más fuerte de lo normal). Clara indicación de que se trata de una llamada teológica al seguimiento, no de una llamada para que se reúnan en torno a él, que se había sentado.

“Quien quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos”. Es exactamente el mismo mensaje del domingo pasado. Y lo encontraremos una vez más en el episodio de la madre de los Zebedeos, pidiendo a Jesús los primeros puestos para sus hijos.

No nos pide Jesús que no pretendamos ser más, al contrario, nos anima a ser el primero, pero por un camino muy distinto al que nosotros nos apuntamos. Debemos aspirar a ser todos, no sólo “primeros”, sino “únicos”. En esa posibilidad, radica la grandeza de todo ser humano. Pero esa grandeza está en nuestro verdadero ser.

Dios no quiere que nos humillemos, que nos destrocemos, que renunciemos a nada. A veces hemos dado a los de fuera la impresión de que para ser él grande, Dios nos quería empequeñecidos.

Jesús dice: ¿Quieres ser el primero? Muy bien. ¡Ojalá todos estuvieran en esa dinámica! Pero no lo conseguirás machacando a los demás, sino poniéndote a su servicio. Sólo cuando te des al otro crecerás en tu verdadero ser. Cuanto más sirvas, más señor serás. Cuanto menos domines, mayor humanidad.

La sabiduría me hará ver que el bien espiritual (el mío y el del otro) está por encima del biológico. Desde esta perspectiva nunca haré daño al otro buscando un interés personal egoísta a costa de los demás.

“Acercando a un niño lo puso en medio...” La estampa del chiquillo abrazado por Jesús, está muy lejos de ser una estampa bucólica. No es fácil descubrir su sentido y la conexión con lo que antecede. Para ello es preciso aclarar algunas cosas.

En tiempos de Jesús, los niños no gozaban de ninguna consideración; eran simples instrumentos de los mayores que lo utilizaban como pequeños esclavos. Por otra parte, la palabra griega “paidion” que emplea el texto es un diminutivo de “pais - paidos”, que ya significa niño y también criado y esclavo.

En algún códice lo pone con artículo determinado, que indicaría el niño concreto que está delante, no uno cualquiera. Sería, el pequeño esclavo, chiquillo criado para los recados; el botones o chico de la tienda.

En el contexto de la narración, sería el chico de los recados de la casa donde estaban o que el grupo tenía a su disposición. Aquí descubrimos la relación con el texto anterior. El niño sería el último de los que se dedican a servir. El último en la escala de mandados.

Tampoco se trata de un niño pequeño digno de lástima sino de un muchacho que ya puede desenvolverse en la vida. En el episodio de la hija de Jairo, Marcos llama, por cuatro veces, paidión a la niña de doce años.

“Lo abrazó y les dijo: el que acoge a un niño como éste, me acoge a mí”. No se trata de manifestar cariño o protección al débil sino de identificarse con él. Al abrazarle, Jesús está manifestando que él y el muchacho forman una unidad, y que si quieren estar cerca de él, tienen que identificarse con el insignificante muchacho de los recados, es decir hacerse servidor de todos.

Uno de los significados del verbo griego es preferir. Sería: el que prefiere ser como este niño me prefiere a mí. El que no cuenta, el utilizado por todos, pero sirve a los demás, ese es el que ha entendido el mensaje de Jesús y le sigue de verdad.

“Y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado”. Este paso es muy importante: acoger a Jesús es acoger al Padre. Identificarse con Jesús es identificarse con Dios. La esencia del mensaje de Jesús consiste en esta identificación. Se trata de identificarnos con el más pequeño de los esclavos que sirven sin que se lo reconozcan ni le paguen por ello. Esa actitud es la que mantiene Jesús, reflejando la actitud de Dios para con todos.



APLICACIÓN

Después de dos mil años seguimos sin enterarnos. Y además, como los discípulos, preferimos que no nos aclaren las cosas; porque intuimos que no iban a responder a nuestras expectativas. Ni como individuos ni como grupo (comunidad o Iglesia) hemos aceptado el mensaje del evangelio.

La mayoría de nosotros seguimos luchando por el poder que nos permita utilizar a los demás en beneficio propio. No estoy hablando de jefes de gobierno o de partido sino del empeño del recién nacido o del abuelo que intentan que los demás estén a su servicio. Siguen siendo inmensa minoría los que ponen su vida al servicio de los demás y les ayudan a vivir sin esperar nada a cambio.

Debemos hacer una aclaración para que no se entienda mal el mensaje. Hay dos maneras de servir:

• una es la del que voluntariamente se somete al poderoso para conseguir su favor y aprovechar de alguna manera su poderío.

Esta servidumbre, lejos de hacer más humana a una persona la aniquila y envilece, incluso más que la misma opresión. Esta actitud, que se ha vendido como cristiana, esclaviza y es muy criticada por Jesús.

En torno a todo poder despótico pulula siempre una banda de aduladores que hacen posible el despotismo. No es de este servilismo del que habla el evangelio.

• la diaconía que se desarrolló en la primitiva Iglesia, significaba, en su acepción civil, “servir a la mesa”. En cristiano indicaba el servicio a los más necesitados, hecho por lo que no tenían ninguna obligación de hacerlo.

Este servicio libera y humaniza al que lo presta y al que lo recibe. Este es el mensaje cristiano. El objetivo primero no es el satisfacer unas necesidades, por perentorias que estas sean. El objetivo primero del servicio que pide el evangelio, es hacer seres humanos plenos.

Ahora bien, si te haces esclavo y siervo por amor, no puedes quejarte de que te traten como tal. Solemos sentirnos a gusto con la entrega, mientras no se salga de la programación y no pierda el control. En cuanto el otro me empieza a exigir, salto como una hiena y le recuerdo que no tiene ningún derecho, que lo que hago con él es “caridad”.

Con frecuencia nos hemos creído que el hacerse esclavo no era más que una estrategia para ser más que los demás. También hemos predicado que la Cruz fue una estrategia de Jesús para entrar en la gloria. No queremos comprender que el servicio, es la meta y la plenitud.

Otra advertencia importante. No se trata de renunciar a nada o de sacrificarme por los demás. Desde esa perspectiva el mensaje de Jesús se aceptará como una programación, no como consecuencia de una “sabiduría” que me capacita para descubrir lo que es mejor para mí.

El seguimiento de Jesús tiene que ser consecuencia de una elección personal. La aceptación de normas o preceptos sólo porque vienen de Dios no me lleva a la verdadera religiosidad sino a la búsqueda de seguridades que contrarresten mis miedos.

Tampoco sería evangélico el servicio que pretendiera una recompensa, sea para el más allá con mayor gloria, sea en el más acá con el agradecimiento y la valoración de los demás. Servir a los demás es un objetivo final, no un medio para crecer yo mismo ante Dios o ante los demás. El servir me acerca a mi plenitud humana, esa es mi verdadero premio.


Meditación-contemplación


Jesús se identifica con el servidor más insignificante.
Debemos estar muy atentos a esta lección.
En la medida que sirva a los demás sin esperar nada a cambio,
en esa medida me estaré acercando al ideal cristiano.
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Aunque sea muy frecuente entre nosotros,
el confiar en las obras para esperar una gloria mayor
no deja de ser una visión raquítica de Dios
y una visión raquítica del ser humano.
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Si me doy a los demás hasta consumirme,
¿dónde colocaré los adornos (la gloria) que pretendo alcanzar?
Si estoy pensando en mí mismo, cuando me doy al otro,
¿qué clase de entrega estoy llevando a cabo?
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